martes, 18 de junio de 2019

¿Gestión exitosa? ¿Transparencia? Cierre del ciclo de IPAPEDI (2019)



Con este texto del Dr. Frank López se completa un ciclo de publicaciones en mi blog vinculadas a la decisión electoral IPAPEDI 19/6/2019. Reitero mi satisfacción que alrededor de este proceso, muy atípico para lo que ha sido la historia del Instituto, se hayan producido documentos escritos cuyo calado va más allá de lo coyuntura electoral. Gane quien gane, hay reflexiones contenidas en ellos que bien vale la pena sean analizadas a profundidad por los miembros de la comunidad profesoral sobre el deber de la ciudadanía activa que debemos ejercer, en todo lo atinente a la gestión de nuestra universidad y sus diversas organizaciones parauniversitarias.


GERENCIA PARA PRINCIPIANTES O DE  CÓMO DESTRUIR UNA REPÚBLICA CON EL CUENTO DE SER UN BUEN GERENTE


Prof. Frank López
@ELPRF






Los sabios, Callicles, dicen que
un lazo común une al cielo con 
la tierra, a los dioses con los hombres, 
por medio de la amistad,de la moderación, 
de la templanza y de la justicia; y por esta
razón, querido mío, dan a este universo el 
nombre de Orden.
(Platón, Gorgia; p.137)




En fecha 24-05-2019 y por comunicación escrita solicité al presidente del Consejo de Administración de IPAPEDI, prof. Fermín Conde, los informes financieros de dicha institución con el propósito de disponer de la información técnica de su gestión, evaluarla y hacerme mi propio criterio técnico sobre lo que la propaganda reitera como una buena gestión gerencial. Sin embargo, muy a mi pesar, el hecho de no haber recibido, hasta ahora, respuesta alguna respecto a tan legítima solicitud, me ha forzado a cambiar mi propósito inicial. Por ello, impedido de hacer dicha evaluación técnica, me he visto forzado a hacer estas consideraciones teóricas-filosóficas que a continuación les expongo, sin otro ánimo que dejar por escrito mi testimonio en estos tiempos aciagos, de extravíos y de complicidades que, a juzgar por las denuncias electorales, están corroyendo la esencia republicana de nuestra centenaria Universidad de Carabobo.

De modo que comenzaré diciendo que, de la gerencia actual de IPAPEDI puede afirmarse lo que, Sócrates, el hombre más sabio, le dijera a Calicle hace XXVI siglos. Dijo Sócrates (Platón, Gorgia; p.156):

"He aquí precisamente la conducta que tú observas al presente, Callicles. Exaltas a hombres que han hecho buenos servicios a los atenienses, prestándose a todo lo que deseaban. Han engrandecido el Estado, dicen los atenienses, pero no echan de ver que este engrandecimiento no es más que una hinchazón, un tumor lleno de corrupción, y que esto es todo lo que han hecho los políticos antiguos con haber llenado la ciudad de puertos, de arsenales, de murallas, de tributos y otras necesidades semejantes, sin unir a esto la templanza y la justicia. Cuando se descubra la enfermedad, la tomarán con aquellos que en aquel momento se pongan a darles consejos, y no tendrán más que elogios que prodigar a Temístocles, Cimon y Feríeles, que son los verdaderos autores de sus males".

Es decir, Sócrates le recriminaba a Calicles su ignorancia por exaltar gobernantes como Temístocles, Cimon y Feríeles, quienes creyeron que ser buenos gerentes consistía en construir edificios, carreteras y puentes, ignorando que, si el ejercicio de gobierno destruye las virtudes y los principios democráticos, las obras construidas tarde o temprano terminarán en la ruina junto con la mismísima República. Es decir, que tales obras no pasarán de ser un engrandecimiento artificial y momentáneo, un “tumor lleno de corrupción” que, con la ayuda de la ignorancia, la buena fe o la complicidad de los gobernados, terminan a la larga destruyendo la República.

Para los venezolanos esta enorme verdad socrática dicha hace tanto tiempo no nos es hoy nada extraña, porque ahora mismo, cuando escribo estas notas, estamos sufriendo en nuestras propias carnes esta forma insensata y errónea de administrar los fondos públicos, que en nuestro caso, también arruinaron las obras físicas y arruinaron la República.

Porque eso fue justamente lo que nos sucedió con Chávez, quien, en medio de su soberbia y su supina ignorancia, convenció a sus no menos ignorantes seguidores de que él, salido de Sabaneta y vendedor de arañas, era el mejor gobernante del mundo porque construía edificios, carreteras y puentes que, por efecto de la destrucción de las virtudes y de los principios democráticos que él mismo propició, hoy son una enorme ruina junto con la República que una vez fue la más próspera del continente.

Claro, son ejercicios gerenciales que, por desestimar la inversión en la observancia y consolidación de las normas y virtudes democráticas, se convierten en el puro goce de la sensualidad del poder, en la pura incontinencia dionisíaca de las pasiones o de los apetitos del cuerpo y del espíritu, que, como todo vicio, corrompen las bases cívicas de la democracia y terminan volviendo miserables a los ciudadanos. Porque el descarrilamiento moral de los buenos hábitos democráticos, más aún en instituciones de manejos de fondos públicos, hace, por ejemplo, que virtudes claves como la justicia, al terminar vulnerada por la inobservancia de las normas democráticas, pierda su insustituible función de convivencia social y de cohesión política, haciendo que las instituciones, ahogadas por la injusticia, terminen desintegradas, corrompidas y arruinadas. En otras palabras, la inobservancia de las virtudes democráticas, en estos tipos de gerencia, termina actuando como una fuerza entrópica que desata la erosión sistemática de las bases morales de las instituciones, haciendo que los ciudadanos, desmoralizados, desesperanzados y desconfiados, terminen asfixiados, perseguidos y arruinados juntos con la República.

Es, de esta manera, cómo estos gerentes ignorantes del contenido cívico de la función gerencial, al vulnerar la gobernabilidad democrática - como lo hemos vivido- terminan convirtiendo, aquello que fue institucionalmente armónico, sólido y próspero, en un lugar de la barbarie, donde, a la pérdida de civilidad democrática le va aparejada la destrucción institucional, cuyo saldo final lo conocemos: destrozos morales, espirituales e intelectuales, sumados a los escombros institucionales. Todo lo cual completan el paisaje, ya muy nuestro, de un campo arrasado, repleto de miserias y ruinas.

Que Chávez creyera que era buen gerente porque construía carreteras, edificios, puentes y ferrocarriles mientras debilitaban las bases de la republicana, y que sus seguidores, aturdidos por la propaganda, por la ignorancia, por el temor, por la buena fe o por su mentalidad de clientes, lo creyeran y gritaran entusiasmados: ¡ así, así, así es que se gobierna!, puede ser entendido; pero que aquí en una universidad, donde hay una Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, hayan abogados y politólogos que crean que son más importantes los edificios a medio construir que la observancia de los principios y normas democráticas, como la alternancia, es verdaderamente alarmante.

Y que Chávez creyera que bastaba con que él repitiera que hacía la mejor gestión pública del mundo y que sus seguidores, sin revisar la información económica y financiera, se lo creyeran a pie juntillas es entendible, pero que en una universidad como la nuestra, donde tenemos una Escuela de Administración y Contaduría Pública, una Escuela de Economía, una Maestría en Finanzas y un Doctorado en Ciencias Administrativas y Contables, que hayan administradores, economistas, contadores, auditores, magísters en finanzas y doctores en ciencias administrativas y contables, que crean que es suficiente la propaganda, sin evaluar la información económica y financiera, para creer que existe una buena gestión y repetir que “es la mejor gestión que ha habido en IPAPEDI”, es realmente una vergüenza. Y una vergüenza que nos dice mucho del estado académico de estos programas de estudios.

Por la vía que vamos, los encargados de publicar la información financiera de IPAPEDI, dentro de poco, terminarán convencidos, como los funcionarios del BCV, del INE o del Ministerio del Poder Popular para la Salud, que ya no será necesario publicar la información financiera ni las estadísticas en general, porque el Presidente del Consejo de Administración informa, por medio de su aparato de propaganda, que está haciendo la mejor gestión de IPAPEDI. Y al final, si este modelo que marcha a contracorriente con el rigor técnico y profesional, termina imponiéndose en IPAPEDI, yo terminaré proscrito como académico por empeñarme en rechazar la propaganda como información técnica. Pero peor aún, si este modelo sigue avanzando, lo que veremos dentro de poco es una multitud de profesores arruinados y convertidos en clientes, gritando con furia a las puertas de IPAPEDI: ¡Así, así, así es que se gobierna!

De modo que, cuando algún gerente arrogante crea que el indicador más relevante para evaluar una gestión sea la construcción de obras físicas, sin importarles el debilitamiento que su actuación le causa a las bases democráticas de la institución; cuando los profesores, por ignorancia, buena fe, temor o conveniencia, comiencen a exaltar sus obras físicas sin importarles el daño que éste le causa a la democracia; cuando sus técnicos crean que, más importante que entregarnos las cuentas para que las evaluemos, es entregarnos un montón de propaganda para convencernos que es el mejor gerente del mundo; cuando eso sucede, estamos, justamente, frente a lo que dijo Sócrates a Callicles hace XXVI siglos: frente a un TUMOR DE CORRUPCIÓN CÍVICA QUE PUDRE LAS BASES DE LA INSTITUCIÓN. Y ese tumor está a punto de estallar en IPAPEDI y amenaza con arrastrar, primero, la merecida reputación de nuestros más respetados y apreciados exrectores que hoy prestan su imagen de buena fe a una gestión cívicamente cuestionable, y luego, al resto de los docentes que no sean capaces de hacerle entender a la actual gerencia su craso error. 

Y finalmente, si alguien por ligereza o conveniencia me juzgara mal por lo que acabo de afirmar con crudeza y angustia, solo quiero recordarle: estimado colega, esto no es una idea mía, es una idea de Sócrates de hace ya XXVI siglos, como lo he aclarado desde el comienzo de manera reiterada. ¡ Es tiempo de pensar y pensar es gratis, como decía Foucault!


Un comentario que se inició breve y no lo es tanto


Asdrúbal Romero M


Frank lanza un dardo certero al núcleo de nuestra esencia universitaria. ¿Cómo es que en una universidad puede asumirse la creencia en una “gestión exitosa” sin disponer de la información técnica- profesional que permitiera realmente valorarla como tal?

Recuerdo que a raíz de un comunicado de la actual junta de administración de IPAPEDI, contentivo de una serie de explicaciones tendientes a disolver las dudas generadas a partir del retardo con el que fueron pagados unos supuestos dividendos, me dispuse a entrar a la página web del Instituto con la intención de tener acceso a los informes de gestión de los años más recientes, esos que ya no se imprimen ni se entregan en las asambleas en razón de los altos costos de impresión.

No pude conseguir ninguna información. ¡Debían estar publicados al menos allí!

Me quedé con las ganas de saber cuál era el monto vigente en dólares de las inversiones del Instituto en el exterior.  Esto me habría permitido tener una idea, aplicando una tasa de rentabilidad promedio para este tipo de inversiones, de cuál habría sido el rendimiento de ellas que justificara el monto a repartir en dividendos. Monto este que debió haber sido especificado con precisión en el mencionado comunicado. Como tampoco se especificó a cuál tasa de cambio se había convertido a bolívares y en qué fecha.

El comunicado no tenía ni un solo número en su texto al respecto de lo sustancial. Sólo números para justificar lo pobres que éramos en bolívares, en consecuencia: del exiguo dividendo que en realidad nos habría correspondido y cómo la magia de la “ingeniería financiera” lo había multiplicado por 666 veces. Número muy llamativo por cierto.

¡Propaganda para atrapar incautos, sólo eso!

Ambigüedades y galimatías poco creíbles, para justificar un retardo que estaba calculado bajo la égida de otra tecnología, JIT, o “Just In Time” para nutrir el proceso de producción de votos –yo caí en cuenta que tenía depositado el susodicho bono este domingo, a tres días de las elecciones, justo a tiempo, sonreí con sorna y me distraje calculando cuánto me había quitado la maniobra tecnológica: seis dólares, pérdida significativa con relación a lo recibido-.

He preguntado a quienes pensé podían manejar alguna información precisa sobre los números en dólares de IPAPEDI. Sólo obtuve como lejana referencia el testimonio de un ex presidente, que me confirmó haber dejado en los activos del Instituto un monto aproximado a los nueve millones de dólares. Las tres juntas de administración presididas por Fermín Conde: ¿Incrementaron ese monto? ¿O lo redujeron? Nadie sabe. Un profesor me respondió: IPAPEDI es una CAJA NEGRA.

Muy grave esta afirmación. En una universidad no se debió haber tolerado que llegáramos hasta este extremo.

Este comentario ya no tiene que ver con campaña. Las elecciones son mañana y muy pocos leerán esta nota. Tiene que ver con lo que viene después. Es un mensaje a tirios y troyanos. La administración de IPAPEDI es un deber de todos. De quienes detentan el poder, diseñan sus políticas y las aplican. Y de quienes encontrándose fuera del poder ejecutor asumen proactivamente el rol de vigilancia.

Los mecanismos de contrapeso al ejercicio del poder son indispensables. Esto debería constituir una verdad de Perogrullo a los venezolanos. Si nadie ejerce esa función, es muy probable que se produzcan desvíos, cada vez más distanciados del interés general.

Se han producido muchas críticas, y de naturaleza muy diversa, a la actual gestión de IPAPEDI. Estoy convencido que son valederas. Lo malo es que hayan irrumpido en una coyuntura electoral, cuando la mayoría ha elegido su opción política y analiza cualquier argumentación que se presente a la luz del cristal de su selección. Los argumentos, por muy racionales que sean, se pasan a través del tamiz de los afectos, los agradecimientos y las emociones.

En virtud de lo dicho, he deseado cerrar este ciclo con el texto de Frank. Quizás, como dijo alguno, hasta produzca un efecto contraproducente para la campaña de la Alternabilidad, donde él no se ubica. Pero insisto, ya no se trata de campaña –tampoco es que a la altura de mis años y la terrible experiencia acumulada de ver cómo se destruye a mi país  y a mi alma máter, encuadro fácilmente en un organigrama tradicional de campaña-, se trata de dejar constancia escrita y accesible sobre una serie de aspectos, muy delicados todos ellos, que deben ser debatidos  a los efectos de introducir los correctivos pertinentes.

Yo hago votos por el CAMBIO, justo y necesario. Ojalá la oposición pase a ser gobierno y viceversa. Ambos lados de la balanza son necesarios. Si IPAPEDI nos duele, pues todos debemos ser más vigilantes de su dinámica. ¡Algo hemos venido haciendo mal en este sentido!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.