viernes, 12 de julio de 2013

De lo Universitario a lo Nacional

¿Politizar o no el Conflicto?
Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)

Cuando me siento a escribir estas líneas, la mesa de negociación con los Rectores y FAPUV sobre el convenio colectivo se encuentra en pleno desarrollo. Ojalá que de ella se deriven las condiciones que permitan una tregua honrosa que reabra las aulas universitarias. El conflicto continuará, habida cuenta que su verdadera naturaleza y dimensión trasciende lo laboral, aunque sin pretender restarle importancia a esta faceta del conflicto. En “La Confrontación entre Dos Modelos” –el segundo artículo de esta trilogía- expuse las razones por las que creo que el conflicto universitario es Político, sin embargo: he visualizado una cierta renuencia en los universitarios a politizarlo.
¿Por qué lo digo? Con llamativa frecuencia veo declaraciones de dirigentes universitarios,  gremiales o estudiantiles, a través de los medios de comunicación social, haciendo demasiado hincapié en aclarar que su objetivo no es político. Es como si estuviesen acomplejados ante la acusación que les hace el Gobierno. El cual, por cierto, politiza cualquier protesta o conflicto que se le presente. Si los habitantes en las áreas aledañas a CAVIM, salieran a protestar porque todavía no les han indemnizado por los destrozos que causó la extraña explosión ocurrida hace ya algún tiempo, lo cual sería perfectamente justificable, alguien del gobierno saldrá a decir que la CIA está detrás de la organización de la protesta, que el objetivo de los pobres vecinos es golpista, etc., etc.
¿No se han preguntado a qué se debe esa actitud del gobierno de acusar como político a cualquier conflicto que se le plantee por muy justificado que éste sea? Mi teoría es que persiguen mantener a los conflictos en un contexto sectorizado, así nos mantienen divididos y nos van derrotando sector por sector. ¡Ahora vemos cómo derrotamos a los universitarios y luego nos encargamos de los maestros y enfermeros! Ya la Federación Venezolana de Maestros anunció conflicto: su contrato colectivo está vencido. También leí declaraciones en el mismo sentido de los dirigentes gremiales de los médicos y enfermeros. Pero uno no observa a estos gremios sumados a la lucha de los universitarios, a pesar de que les convendría ayudarnos porque lo que nosotros consigamos se constituye en una referencia para lo que ellos puedan aspirar.  A todos los asalariados de este país nos une un objetivo transversal: ¿Cómo hacemos para que un gobierno inflacionario reconozca la pérdida adquisitiva de nuestros sueldos y negocie con los verdaderos representantes de los trabajadores incrementos salariales en correspondencia con ella? Sin embargo, nos mantenemos desunidos en nuestras luchas. ¿Qué es lo que está haciendo falta? ¡La coordinación política!
 Venezuela ha sido conducida a una situación de colapso económico de naturaleza tal, que se hace impostergable para quienes consideramos que hay que imprimirle un giro de 180 grados a nuestras políticas públicas, nos declaremos en estado permanente de Conflictividad Social Políticamente Organizada. La MUD, con Capriles a la cabeza, debe encargarse de su dirección y organización. Aclaro: que estoy siendo reiterativo con lo que señalara en otro artículo: “¿Quién defiende a la Clase Asalariada?” (puede conseguirse en mi blog o a través del buscador de Analítica). No ha variado mi posición: todos los conflictos deben ser politizados, porque los causan la incompetencia e ineptitud del mismo gobierno de todos que, además, ya ha tenido suficiente tiempo en el poder como para convencernos de que no va a resolver los problemas sino que los va a agravar. Los politizamos todos y debe importarnos un bledo que el Gobierno los intente desacreditar con la acusación de que los estamos politizando.
Confieso que pensé en insistir en esta tesis a raíz de lo que observé en la marcha del sábado 29 de junio. Mi expectativa era que participaría en una gran marcha nacional con un nutrido acompañamiento de otros sectores de la sociedad civil, tomando en cuenta que varios dirigentes políticos importantes, incluido Capriles, se habían hecho copartícipes de su convocatoria. No ocurrió tal cosa. A la cabeza de la marcha estaba la dirigencia universitaria capitalina -no se hicieron presentes los rectores de la provincia-  y, para mi sorpresa, tampoco participaban en ella ninguno de los dirigentes políticos nacionales que habían sobresalido en el esfuerzo de convocatoria. Aunque numerosa, la marcha fue fundamentalmente universitaria y capitalina, lo que me produjo una decepcionante sensación: los universitarios marchando solos, como si nuestro problema muy poco le importara al resto del país. Sí me conseguí a muchos dirigentes políticos, participaban en medio del gentío, tomándose fotos con quienes se lo solicitaban, dando declaraciones cuando los periodistas los abordaban, pero auto relegados de la conducción de la marcha como si quisieran abstraerse del ejercicio de su liderazgo, como bomberos que no quisiesen pisar las mangueras de otros bomberos, como si su presencia y el ser vistos allí fuera importante para ellos pero actuando como si no lo fuera  para nosotros.
Sin buscarla, pronto obtuve una respuesta a mi desazón, en un comentario al voleo que me hiciera un dirigente gremial universitario: me habló de una cierta tensión en la organización de la marcha, no se había considerado deseable que los dirigentes políticos asumieron el protagonismo. ¡Otra vez el complejo! Nos quejamos de que la dirigencia política opositora no se involucra en los problemas de la gente, que sólo se ocupa de lo electoral,  y cuando evidencia su interés en hacerlo, somos nosotros quienes les imponemos el freno. ¿Quién nos entiende?
Cuando la marcha llegó a su destino, se topó con una tarima poblada por dirigentes estudiantiles, algunos de ellos lanzaron breves mensajes. ¡Qué importante hubiese sido que Capriles o Leopoldo o María Corina, o los tres, hablaran en ese final de marcha! Obviamente, eso no ocurrió.  Quizás en una futura marcha de los maestros o de los enfermeros tampoco ocurra. ¡Craso error!
Para los universitarios es importante que Capriles y el resto de la dirigencia opositora nos escuche con suma atención. Nos es vital que podamos transmitirle nuestra visión sistémica y experta de la problemática integral del subsistema de educación superior de nuestro país. A Capriles lo hemos convertido en un líder en los recientes procesos electorales, pues bien: como líder debemos utilizar su poderosa vocería, su capacidad para amplificar y multiplicar nuestro mensaje hacia el resto de la sociedad,  a fin de hacerle entender que la destrucción de las universidades compromete el futuro de todos. Su poder de convocatoria, bien ganado en los escenarios electorales, le confiere esa posibilidad de imprimirle una dimensión transversal a los problemas de cada uno de los sectores de la vida nacional que los convierta en problemas de todos.  Sólo el hacer causa común, con criterios de unidad necesaria y bien organizada, nos puede conducir a la extirpación de ese cáncer originario que aparece como diagnóstico final de todas nuestras rutas de desastre.
Por otra parte y en perfecta complementación: es importante para Capriles y la MUD acercarse a la sociedad desde una perspectiva que les permita empaparse de los nudos problemáticos sectoriales e identificar los ejes transversales para una lucha política de todos partiendo de lo particular. Podría argumentarse que lo electoral es el espacio donde se unifica la lucha del colectivo global, quizás eso sea así en una democracia normal que funcione con partidos políticos fortalecidos, pero en nuestra Venezuela de estos tiempos bizarros lo electoral está luciendo muy insuficiente. Voces y más voces, algunas bien importantes, se suman a ese sentir: con lo electoral no basta, está faltando el acompañamiento, pero no el de estar allí para que te vean sino el del empapado dentro de la problemática e involucrado. Desestimar esto implica el riesgo de un descalabro en las municipales.

Mi propuesta: A este conflicto universitario y todos los que están por venir de otros sectores hay que imprimirles un sentido político, sin complejos, el que haya sido reelecto este gobierno, si es que lo fue, no le confiere una patente de corsos para seguir golpeándonos por seis años a todos en nuestra realidad particular. O enderezan el rumbo o perecen. En ese nuevo escenario politizado al que aspiro, me gustaría ver un gran evento nacional donde a todos los venezolanos se les convoca para apoyar a los maestros, a los profesionales de la salud, por supuesto: a los universitarios. Convoca Capriles. Encabeza Capriles y le habla al país Capriles con su gran altavoz y consustanciado con la grave problemática que aqueja a cada uno de estos sectores. Hagamos Política, con una P de Grandeza.

sábado, 6 de julio de 2013

El segundo de una trilogía sobre el conflicto universitario.

La Confrontación Entre Dos Modelos

Asdrúbal Romero Mujica


A muchos profesores que han deseado visualizar el actual conflicto universitario como uno de naturaleza, estrictamente, laboral, les tengo una mala noticia: este conflicto es Político. ¡Es inevitable que lo sea!

Es Político, con P mayúscula, porque se trata del conflicto entre dos modelos de Universidad. A lo largo de todos estos años, el Régimen fue dejando que la universidad tradicional se cocinara en su propio caldo, mientras se abocaba a crear su propio sistema paralelo que les formara los profesionales que, a su criterio, requería el país. Un sistema muy masificado que le ha permitido al oficialismo hacer propaganda porque, en verdad, la escolaridad a nivel de educación superior se ha elevado hasta los dos millones y medio de estudiantes –sería necio desconocer el efecto propagandístico que ha tenido el alardeo sobre esta cifra-. El problema es la calidad de formación que se imparte en ese sistema, como muchos autores, incluida mi persona, lo hemos apuntado.

Ahora bien: ¿Qué es lo que conseguimos al interior de ese modelo? ¿Hay democracia? Las autoridades de las nuevas universidades siguen siendo designadas por el Ejecutivo, como también las de las universidades experimentales que ellos intervinieron al inicio de su gestión (la Rómulo Gallegos y la Francisco Miranda por señalar sólo dos ejemplos). Nos encontramos en el transcurso del décimo cuarto año de mandato del Oficialismo, y no se observa tendencia alguna a corregir ese autoritarismo imperante en el subsistema universitario oficialista. Sin embargo, los simpatizantes del Gobierno al interior de nuestras universidades se dan el tupé, cuando participan en foros sobre el actual conflicto, de apuntalar su posición sobre la base de los defectos de nuestra democracia universitaria. ¡Claro que es defectuosa! En lo particular: me he convertido en un empedernido crítico sobre nuestra dinosáurica inercia para emprender la urgente transformación de nuestras instituciones, pero no me vengan éstos con su típica actitud gobiernera a sacar petróleo de la pajita en el ojo ajeno cuando ellos tienen una viga en el suyo.

Creo, además, que una eficaz transformación de nuestro sistema universitario requiere, como premisa fundamental, la concreción de un diálogo verdaderamente bilateral entre Estado e Instituciones, lo cual no ha sido posible con este gobierno –entre otras cosas por estar demasiado ocupado en montar su propio sistema-.

Desde los tiempos en los que Navarro fue el primer ministro de Educación de este gobierno –para mí es una continuidad que incluye a Chávez y Maduro- y Ministro- Presidente del CNU (no existía el Ministerio de Educación Universitaria), la “joya de la corona” emblema de su vocación transformadora de la universidad venezolana era la democratización, es decir, expresado en términos más coloquiales: que empleados y obreros también votaran para elegir autoridades. Así nos lo confesó a los rectores de las universidades autónomas de aquel entonces. Pues bien, retorno a la misma cantaleta: han transcurrido trece años y algo más y el objetivo principal de su transformación no lo han implantado.

A duras penas lo incluyeron en el numeral tercero del Artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación, pero no lo reglamentaron, con lo cual dieron pie, hoy día creo que con total intencionalidad, a que se generara una verdadera anarquía que ha desembocado en la paralización de los procesos de renovación democrática de nuestras autoridades rectorales, decanos y representantes a organismos de cogobierno. Elección que se intenta realizar, elección que es detenida por un mandato de la Sala Electoral, en una clara manifestación intervencionista de nuestra autonomía. Tiene uno que volver a calarse a los adláteres internos del oficialismo escuchándoles decir que ya no existe democracia en nuestras instituciones, que las autoridades vencidas son ilegítimas (yo añadiría que están muy agotadas, en todos los sentidos), etc., etc., cuando el problema lo ha creado el mismísimo gobierno. ¿Y por qué no han reglamentado el bendito numeral? ¡Porque les conviene de esta manera! Por un lado: debilitan a las autoridades de las universidades donde hay elección, creándoles problemas de gobernabilidad, y por el otro: no se ven en la necesidad de instaurar su tan mentada “democracia protagónica y participativa” en las universidades regidas por el autoritarismo oficialista. Maquiavélicos en verdad y sus troyanos: tontos útiles o cínicos.

No suficiente con lo anterior, tampoco a la democracia de nuestros organismos gremiales la han dejado funcionar. Ni la FAPUV ni las respectivas asociaciones profesorales han podido hacer elecciones, como tampoco lo han podido hacer la mayoría de los colegios profesionales y muchos sindicatos a lo largo y ancho del país. ¿Por qué? Simplemente porque requieren autorización del CNE y a éste no le ha dado la gana de otorgársela, así vemos como ese vigor renovador propio de los procesos democráticos ha sido congelado en nuestras instituciones. Más alpiste para sus troyanos, que salen a repetir como loritos que la FAPUV no es más que un club de viejos dirigentes gremiales pastores de la vieja política. “Es por eso que no se quieren sindicalizar” –argumentan-, y no porque hayamos visto hasta la saciedad cómo se maltrata a los sindicalistas que se atreven a defender a sus agremiados de los abusos del todopoderoso patrón gubernamental.

Retornando al análisis del modelo universitario oficialista, nos conseguimos que sus instituciones más emblemáticas se han estructurado sobre la base de una organización académica muy débil e insuficiente: muy poco personal fijo. En un porcentaje muy mayoritario, pero que muy muy, sus clases son impartidas por profesores contratados por horas a los que no se les ha hecho concurso. Por supuesto: cómo puede haber en ellas investigación o extensión, si esas universidades son como moteles académicos donde el profesor va, da su clase y ya, luego deben esperar hasta seis meses para cobrar rezando que el desorden administrativo no les haya desperdigado sus pagos. Así subsisten, sin protección social, intentando trabajar por horas en tres o cuatro universidades mientras esperan la apertura de un concurso en alguna de las universidades de verdad: las nuestras, que aun en su proceso continuado de desmejora siguen ofreciéndoles un ambiente académico muy superior a las oficialistas.

Cuando se sientan con uno en las aulas de postgrado, aquellos a los que todavía les queda energía para formarse, después del inicial recelo se sinceran para compartir la nefasta realidad educativa en esas instituciones, que vienen a ser como una réplica académica del buhonerismo informal que pulula en las calles. Un modelo de muy bajo costo, es verdad, pero también de pésima calidad. Y lo más triste es que sus estudiantes están conscientes de ello, pero no se atreven a decir nada. Que los profesores también lo saben, pero en cuanto entran  a esos campus de la “verdad única” deciden actuar como autómatas, con tal de preservar sus escasas condiciones de subsistencia. Nadie protesta, nadie critica, ya sabemos porque. ¿Es ésto en lo que vamos a permitir se conviertan nuestras universidades?   No creo haber sido sólo yo quien haya recibido, desde hace ya varios años, múltiples testimonios en este sentido, pero nadie se atreve a alzar la voz, quizás porque tampoco existen en este país informes de evaluación institucional que los sustenten. Una obligación de Estado que tampoco se cumple, porque rinde más, políticamente, fantasear con los grandes números y no permitir que el gravísimo problema de calidad de los egresados de sus instituciones aflore al debate público.

¿Es este el modelo que el Régimen quiere imponer en nuestras universidades? Al principio pareció que no; desde el 2004 arrancó su política de empobrecimiento salarial de nuestros docentes e investigadores hasta traernos al punto que el típico sueldo de ingreso al plantel académico de cualquiera de nuestras universidades es apenas superior al salario mínimo, lo cual, obviamente, nos empuja a esa igualación por debajo con sus instituciones oficialistas en el renglón de mediocridad académica; desde el 2007 el cerco presupuestario ha sido impuesto con inusual descaro. Luego nos quita la democracia y ahora pretende quitarnos la dignidad.

Mi respuesta entonces es afirmativa, creo que ellos creen que ya llegó la hora de entrarnos con todo. Si seguimos como vamos, es posible que lo logren porque muchos docentes no han tomado una conciencia suficiente sobre la gravedad de este conflicto que les active; porque, exceptuando una vanguardia, los estudiantes se fueron para sus casas y después hay quienes se santifican diciendo que no nos preocupamos por quienes son las víctimas de este conflicto. Verdaderas víctimas van a ser cuando conviertan a nuestras universidades en esos pésimos liceos del submundo académico oficialista, si ellos y sus padres todavía no han tomado conciencia de esto es porque hemos fallado.

Como suele ocurrir en este país a cualquier sector que luche en defensa de la institucionalidad a la que ha pertenecido, el sentimiento de soledad es inmenso. Hay que darle un viraje estratégico al conflicto, pero para ello debemos responder antes a una crucial interrogante: ¿Debemos politizar el conflicto? Yo creo que sí, mis razones y lo que esto significa en la próxima entrega.



martes, 2 de julio de 2013

Reflexiones sobre cómo veo en este momento el conflicto universitario

¿Cuándo se termina este conflicto?
Asdrúbal Romero Mujica

Difícil predecirlo. Aunque la propuesta económica del Gobierno dista bastante de ser realmente efectiva en cuanto a la recuperación del salario perdido por los universitarios en los últimos años (los expertos calculan que habría que aumentar en un 156% para llevar los sueldos al mismo nivel de enero 2008), opino que el tema salarial no constituye el auténtico nudo gordiano de este conflicto.
La insistencia del Régimen en desconocer a la FAPUV, como la legítima representante de los docentes universitarios que decidieron ir a paro indefinido, constituye el punto de desencuentro que a estas alturas percibo como insalvable. Independientemente del grado de descontento que unos u otros pudieran albergar con respecto a las actuaciones de FAPUV, en esos años que los incrementos unilaterales decretados por el Presidente prevalecieron por encima de una correcta negociación amparada en las Normas de Homologación, lo cierto es que la Federación logró activar un proceso democrático mediante asambleas, plebiscitos, etc. que arrojó una decisión, evidentemente mayoritaria, de los profesores de acogerse al paro indefinido aun reconociendo su carácter de recurso extremo. Es de suponer que esta decisión extrema -nótese que repito el adjetivo calificativo- se produce como consecuencia de la nula efectividad de todo ese largo preludio de paros escalonados, que no alcanzó a lograr respuesta alguna del Gobierno en cuanto a disponerse a abrir algún escenario de fructífero diálogo y, por otra parte, del cansancio ante ese continuado abuso que sepultó nuestros niveles de remuneración salarial a niveles nunca antes vistos, con su pernicioso efecto sobre las posibilidades de mantener un sano proceso de regeneración académica.
Se presenta entonces una disyuntiva fundamental que puede resumirse en los siguientes términos: cómo un gobierno cuyas políticas económicas han generado un notorio empobrecimiento de los sectores asalariados de este país puede pretender darse el lujo de desconocer a la representación, buena o mala, agotada o no, que un segmento significativo de los trabajadores universitarios ha asumido como suya. ¿Cómo puede un segmento intelectual de la sociedad calarse que una reiterada maniobra de promoción del paralelismo sindical, que en algún otro sector laboral pueda haber tenido relativo éxito, prospere impunemente ante nuestras propias narices? Pretender esto es un grosero insulto a nuestra inteligencia y debe internalizar el Régimen que está lidiando con un estamento de la sociedad que está obligado, por su propia condición, a ejercer un rol pedagógico hacia el resto del país, sobre el maniobrero intento patronal de un gobierno, que suda copiosamente inflación por todos sus poros, de evadir esa responsabilidad suya en la mesa de negociación laboral.
De que el profesorado optó por asumir a FAPUV como su representación gremial, como la única y legitima contraparte con la que este Gobierno debía sentarse, no debe quedar duda. El paro indefinido es la principal demostración. Por lo tanto, me gustaría ver cómo es que esos profesores van  a asistir a una asamblea a decirle, a los que le echaron pichón, que no importa que el Gobierno los haya ninguneado y que ellos ahora quieren incorporarse a clases. Eso sería de una INCONSECUENCIA tal que no le quedaría a uno más remedio que tener, muy tristemente, que admitir el que este Régimen logró su objetivo de barrer el piso con la dignidad de la Universidad Venezolana. ¿Están dispuestos los profesores a esto? Por ahora, no veo que exista una mayoría dispuesta a rendirse en condiciones de tanta indignidad. Aun cuando reconozca que el nivel de activismo con el paro esté muy deteriorado en instituciones como la nuestra (UC), donde factores contaminantes vinculados a la política interna le han hecho mucho daño al conflicto. Aun cuando sospeche que eso de ser parte de la “luz” que vence las sombras, es decir: el ser parte de ese ejercicio pedagógico al resto de los trabajadores de este país del cual les hablaba, comience a saberle a nada a muchos profesores. Aun cuando entienda y sopese las razones de quienes ven en lo que está ocurriendo: las líneas maestras de un macro plan, cuidadosamente, diseñado por el Gobierno para ponerle finalmente la mano a la Universidad y, quizás, perpetrar en ella una reiteración de la salvajada de PDVSA –con este paro le estamos entregando al Gobierno la Universidad con lacito y todo, dicen-. Aun así, no percibo que las condiciones estén dadas para que LA HORA MENGUADA DE LA INDIGNIDAD se aposente en nuestros recintos universitarios.
El Gobierno también debe hacer una lectura acertada de la situación. La Universidad no es PDVSA. Las complejas y múltiples ramificaciones dentro de la sociedad venezolana de la identidad universitaria, podrían confabularse para crearle a este gobierno un Vietnam de imprevisibles consecuencias. A esos estudiantes que se fueron a sus casas y dejaron en hombros de los profesores la defensa del último reducto de la Academia que nos queda, y a sus padres, les digo: se verán mil veces más perjudicados cuando en nuestras universidades se pretendan instalar remedos de la Bolivariana o de la UNEFA. ¿Cuál será entonces su reacción?
Por eso, Sr. Maduro, lo aconsejable es que se ocupe de crear las condiciones para una sentaíta (rememoré la ayudaíta que la misteriosa candidata requirió de Aymara). Si usted se compromete a incluir en el ajuste salarial del 2014 el porcentaje de devaluación que, a lo mejor, se vea obligado a aplicar en lo que queda de año. Si se compromete a incluir a este sector universitario en una discusión, así sea a marcha forzada, de un proyecto de ley de educación superior que incluya un nuevo modelo de financiamiento que sincere la situación del sector y se abandona esa recalentada pretensión de introducir extractos de una ley vetada en una convención colectiva –ya se produjo un gesto bastante positivo en este sentido-. Si usted reconoce al “otro” porque ya no están dadas las condiciones ni políticas ni económicas para que ese “otro” se siga calando que lo desconozcan,  usted acaba con este conflicto universitario a muy bajo costo. ¡Usted es quien puede hacerlo!