martes, 28 de mayo de 2013

Con retardo, pero nunca es tarde cuando la dicha llega

Kuznets y Gini en el facebook

Asdrúbal Romero M.

Leí un comentario muy inusual en las redes sociales: “En todas las discusiones que he tenido con los adoradores de Chávez y su ‘paraíso socialista’ que viven en el extranjero, todos tratan de chapearme con el mentado índice Gini. Todos citan el condenado índice como el Santo Grial que prueba en forma definitiva como todos los que criticamos a Chávez (incluidos los venezolanos que vivimos acá) estamos equivocados (y que somos, indudablemente, seres demoníacos)”. Sorprendente en verdad: conseguirse con un texto como este en el Facebook; no pude evitar la tentación de entrar en el coloquial intercambio entre unos jóvenes, al parecer, con llamativa inquietud intelectual. Les sugerí una tarea, la cual pretendo resolver, lo más sencillamente que pueda, en este artículo.
  El índice de Gini es un indicador de la desigualdad en los ingresos de los pobladores de un país. Un valor de cero se corresponde con la perfecta igualdad (todos perciben los mismos ingresos) y un valor de cien se correspondería con la hipotética desigualdad perfecta (una persona percibe todos los ingresos y los demás nada). Es más sofisticado que el indicador que utiliza el Banco Mundial para medir la desigualdad social, resultante de dividir la suma de los ingresos de los pobladores ubicados en el quintil más rico entre la de los ubicados en el quintil más pobre. En todo caso, debería quedar claro, ahora, porque a los defensores de las políticas oficialistas les encanta que Venezuela se ubique en el puesto 84, mientras Chile está posicionado mucho más atrás, en el 141, en una lista ordenada de menor a mayor índice de Gini de todos los países del mundo. ¡Como en Chile hay más desigualdad, nosotros estamos mejor!
Al respecto, recordé lo que sostenía Simon Kuznets, Premio Nobel de Economía de 1971. Analizando la relación entre crecimiento económico y desigualdad social, él defendía la hipótesis de que la misma iba cambiando según fuera el grado de desarrollo de las naciones. Si nos vamos a una aldea tribal en África, independientemente de las desigualdades políticas que podamos conseguir –no es igual el estatus del reyezuelo o del hechicero que el de los demás-, en el plano económico todos serán pobres. En las sociedades premodernas se daba la coincidencia de un bajo nivel de desarrollo y un bajo nivel de desigualdad social. Sin embargo, eso cambia cuando se inicia el proceso de desarrollo económico. En la primera etapa se da lo que Marx denominó “acumulación primitiva”. Los acumuladores comienzan a enriquecerse antes que los demás. La desigualdad económica, por lo tanto, se instala en el sistema. Es la durísima etapa donde crecimiento y desigualdad avanzan simultáneamente, que fue lo que suscitó la severa denuncia moral de Marx.
Cuando se llega a un cierto nivel de desarrollo económico, la desigualdad social comienza a bajar. Kuznets señalaba dos razones para ello. En primer lugar, una estrictamente económica: como a los industriales “acumuladores” les interesa un mercado creciente en el que puedan colocar su producción, les conviene aumentar los ingresos de sus propios trabajadores a fin de convertirlos en consumidores. Un juego de suma positiva, donde todos ganan. Aludía, como ejemplo, a la revolución del industrial norteamericano Henry Ford.  Pero también hay una segunda razón de orden político: como los países económicamente desarrollados tienden a democratizarse tarde o temprano (averigüen si hoy existe un país realmente desarrollado que no sea democrático), la votación de la mayoría más pobre pesa más que la de la minoría más rica y se genera una acentuación de las políticas distributivas.
Kuznets lanzó entonces su famosa curva de la U invertida, como una descripción gráfica de la evolución de la desigualdad en el curso de los procesos de desarrollo económico. Cuando los países son muy pobres, se ubican en el piso de la primera “pata” de la U invertida.  Fue lo que ocurrió con la India, que a raíz de su independencia se acogió a un socialismo precapitalista. Debido a esa tradición política, en 1995 todavía ocupaba un excelente lugar en la lista ordenada de menor a mayor desigualdad, un excelente 4,7 (índice del BM), pero su producto territorial por habitante era apenas 300 dólares.  Repartía bien, sí, pero migajas. Hoy eso está cambiando, al igual que China, un excelente ejemplo de lo que ocurre cuando la acumulación crece a la par que la desigualdad. Todo el mundo habla de los “nuevos ricos” chinos que les encanta comprar bolsos de Louis Vuitton y vehículos Ferrari, mientras que una gran parte de su población se mantiene todavía en escandalosos niveles de pobreza. Fue el caso de Brasil  que creció espectacularmente durante la dictadura militar (1964 a 1985), pero en 1995 tenía la relación de desigualdad más alta del planeta: ¡un descomunal 32,1!
Después de alcanzar el lomo de la “U” invertida, se da una tercera etapa donde la desigualdad comienza a bajar por la segunda “pata”. Se comenzarán a reflejar desigualdades semejantes a la de la primera “pata”, sólo que ahora irán acompañadas de niveles de vida incomparablemente superiores. Chile se encuentra en la bajada, su índice de desigualdad todavía es muy alto, peor que el de Venezuela, pero su PIB per capita es 18354 dólares (puesto 49 según estimados 2012 del FMI) y sólo 11% de sus pobladores se considera que viven en estado de pobreza. En nuestro país es el 30% y el PIB per capita es 13242 dólares (puesto 71). ¿Cuál de los dos países anda mejor?
La tarea que les sugerí a los chicos fue que revisaran la “U” invertida de Kuznets. Fue así como él y Corrado Gini se encontraron en el Facebook con mis jóvenes amigos, mientras recordaba mis tiempos de ocio madrileño leyendo a Mariano Grondona. El ensueño se convirtió en angustia: ¿Y será que éstos que nos gobiernan nos quieren retroceder a la India de 1995? Todos muy pobres, mendigando por migajas. ¡Si los dejamos!



viernes, 17 de mayo de 2013

Un cuento- ensayo o ensayo- cuento en seis actos: sobre el deterioro de la UC


Un Ojo en el Presente y el Otro en el Futuro

Escenas UC

Asdrúbal Romero M.

1.     Introducción: ¡Cómo crecemos!

En un artículo que leí recientemente, su prestigioso autor decía que los gobernantes en esta época debían siempre tener un ojo en el presente y otro en el futuro. Una imagen válida para resaltar la necesidad de que quienes nos gobiernen, siempre actúen con la conciencia del impacto de sus ejecutorias en el futuro. Pensé, por supuesto, en nuestro país; pero también, vino a mi mente nuestra querida alma mater.
Por varios años ya, las autoridades administrativas de la Institución han venido, reiteradamente en los medios, quejándose de la debacle presupuestaria más grave de todos los tiempos. Quizás lo sea, pero tales anuncios no se comparecen con la política de crecimiento irracional que venimos observando: más estudiantes; más contratación de profesores, empleados y obreros –por encima del ritmo jubilatorio-; nuevas carreras; nuevas sedes para las ya existentes, etc. Es como si la Institución padeciera de una enfermedad hormonal que le impidiera acotar su crecimiento, hasta un tamaño razonable y cónsono con sus posibilidades de financiamiento.
A raíz de una tensa discusión en el Consejo Universitario, se suscitaron comentarios críticos en reunión social a la que asistí. Es así como capturo la información que varios decanos se habían molestado en exceso al enterarse, en plena sesión, que la Escuela de Derecho estaba abriendo un primer año en el Núcleo La Morita. No sé si esa iniciativa cuente con la debida autorización por parte del CNU, ni si sea para el país prioritario ofertar mayores oportunidades de estudio en un campo profesional, evidentemente saturado, pero al preguntar si existía algún documento formal de planificación que se hubiese discutido en el máximo organismo, contentivo de una política de crecimiento de la oferta académica –en cuáles áreas crecer y las justificaciones pertinentes para hacerlo-, recibí risas sarcásticas como respuesta.  Para que no terminara de salir de mi asombro, el cual, reitero, tenía y tiene su razón de ser en la evidente contradicción con la “quejadera presupuestaria”, uno de los interlocutores  me dice: no se caiga hacia atrás Rector, Relaciones Industriales ya tiene alumnos a nivel de quinto año en La Morita sin la aprobación correspondiente por el CNU y también quieren abrir Economía. ¿Y dónde me dejas a Enfermería? –apunta otro-. Es decir: crecemos y crecemos, mientras la torta a repartir está cada vez más mermada por el efecto inflacionario. No puede, entonces, causarnos extrañeza alguna el perverso deterioro del funcionamiento académico ni que los “pobresores”, además de cobrar salarios infames, tengan que esperar lo nunca antes visto para ver concretados sus ascensos en nómina.
Cuando uno se pone a indagar cuáles pueden ser las razones que motivan esta especie de desorden bulímico, no se consiguen densos informes académicos que consideren las áreas de desarrollo del país en las que se requieren mayor cantidad de profesionales o los argumentos típicos que se estilan en esta clase de situaciones, no, lo realmente triste, es que la poderosa fuerza subyacente que motiva todas esas iniciativas tiene que ver con el hambre de votos. Es lo que impulsa esa alocada competencia por quién hace crecer más su respectivo feudo político. Cuando no existe un equilibrio de poder, esta competencia asume tal furia que llega, incluso, a generar un marcado sesgo en la distribución de los recursos presupuestarios hacia las facultades –sostenido en el tiempo además-, buscando favorecer a aquellas que pudieran servir de plataforma de apoyo al candidato de la continuidad en el poder. ¡Ay mi universidad, cuánto te pareces al país, así critiques mil veces lo que ocurre en él!

2.     El peligroso contagio del virus chavista

Una de las imágenes que más daño le ha hecho al país: es la del fallecido presidente Chávez resolviendo en cadena nacional algún complicado problema técnico o logístico, mientras conversa, improvisadamente, con sus ministros y realiza anotaciones en su cuadernito. A ver fulanito, si instalamos tantos megavatios aquí, y tú, menganito, te encargas de instalar otros tantos allá. Trazaba entonces una raya sobre el cuadernito, se quedaba un segundo pensando concentradamente para luego exclamar: ¡debemos instalar una línea! De cuánta capacidad, zutanito, y una voz temerosa surgía aventurándose a improvisar con una cifra. Lo que en otros países se resuelve utilizando complejísimos paquetes de computación, aquí se aparentaba resolver mediante el despliegue mediático del “Método del Bodeguero”. Ese desprecio por la complejidad técnica de los sistemas de apoyo al funcionamiento de los países modernos; esa priorización, siempre, de las razones políticas por encima de la racionalidad técnica y económica que demanda el manejo sistémico de las organizaciones humanas complejas fue lo que trajo al país al borde del abismo. Además, produjo un efecto colateral. Ese modo de proceder parece haberse contagiado a la mayoría de las autoridades en este país, sean del bando oficialista o del opositor. Asuntos que antes se llevaban con cierto apego a procedimientos formales y respeto a las normas pertinentes, ahora se resuelven al voleo, con prescindencia de las restricciones normativas, financieras o técnicas y sin medir cuál será su impacto en el futuro. En definitiva: lo que prevalece es el “si conviene políticamente, hay que hacerlo como sea y punto”.
Traigo lo anterior a colación, porque se relaciona con este nuevo modo de gestión universitaria de meter a más estudiantes donde no caben y contratar a más profesores así no se sepa cómo se les pagará en el futuro. En nuestra UC, a pesar de que su máxima autoridad, la Rectora, se identifica muy activa y visiblemente con la Oposición; que el Secretario se presenta todos los lunes con una ardorosa columna criticando al Gobierno; que los dos Vicerrectores también se identifican con el “Progreso”, aunque con mayor recato, y, en general, la mayoría de los Decanos y miembros del Consejo Universitario dicen ser críticos de este régimen, la Gerencia de la Institución viene evidenciando, cada vez más, que ha sido tocada por esa epidemia causada por el virus chavista de muy peligroso contagio. De vez en cuando, el Vicerrector Académico alza su voz disidente, pero muy apagada, para  criticar la forma cómo se está procediendo en cuestiones académicas bien delicadas. No es suficiente, la sensación que transmite la UC es de contagio total.
Consciente de que estoy siendo duro (no quisiera serlo tanto), necesito remitirme a ejemplos concretos. A escenas, como he subtitulado este artículo. Se referirán a lo que continúa ocurriendo en la Facultad de Educación. Creo no equivocarme, al señalar que la muy errada decisión de designar a la actual decana encargada (errada porque abortó las posibilidades de que se gestara un escenario de convivencia académica, política y democrática en esa facultad y por ser, claramente, ilegal), será reconocida, históricamente, como un punto de inflexión nefasto de esta gestión rectoral. Si anteriormente a esa decisión, podía señalársele de la carencia de una vocación racionalizadora del funcionamiento institucional, a la luz de la crisis presupuestaria en la que tanto insistían; lo cierto es, que con posterioridad a ella, han aflorado una serie de conductas que han desnudado a los lobos debajo de sus pieles de cordero. Muchos miembros de esta comunidad han podido apreciar de lo que son capaces y hasta dónde puede llegar su obscenidad académica con tal de sostener sus maniobras politiqueras. Ese “lograrlo por encima de lo que sea”, llevándose por los cachos lo que haya de llevarse, le induce a uno a pensar que el contagio ya iba por dentro, que era cuestión de tiempo para que comenzara a evidenciarse en aberrantes manifestaciones.
¿Por qué lo digo? Nada más designarla y consciente, la Rectora, que su designada contaba con un piso político interno de muy frágil estabilidad, decidió apuntalarla asignándole recursos presupuestarios para la realización de un macro concurso de oposición con el objetivo de cubrir doscientos veinte nuevos cargos docentes. ¡Se dice rápido pero hay que ver lo que cuesta eso! Cuando el proceso se haya completado, la Facultad sobrepasará por mucho el máximo tamaño de su plantel ordinario en toda su historia. Hecho éste que no se comparece ni con su crecimiento matricular (comparado al de otras facultades), ni con la crisis por la que tanto lloran, ni con las recomendaciones de racionalidad académica que, desde mi gestión rectoral, se plantearon con relación a la excesiva frondosidad curricular que venía gestándose en esa facultad. Explico esto: aunque en el papel FACE tiene una sola escuela, a través de la creación de nuevas menciones, y ahora submenciones (me enteré hace unos días de una propuesta sobre la submención Teatro), a esa facultad se le deja crecer como si tuviera no sé cuántas escuelas, cuando la racionalidad curricular lo que aconseja es reducir a nivel de pregrado el exceso de especialización. No obstante lo señalado, se me informa que hay en proyecto la apertura de un proceso adicional de concursos de oposición para cubrir cincuenta cargos a tiempo completo. Díganme ustedes: ¿Cómo se le puede dar credibilidad a las lágrimas de cocodrilos sobre la tan mentada crisis?  ¡Cómo! Cuando se nos exhibe, impunemente, un ejemplo de cómo se subestima la racionalidad académica y se le confiere prioridad al objetivo político asignándole una porción significativa de los muy escasos, supuestamente, recursos presupuestarios no comprometidos. ¿Qué tan diferentes somos de lo que criticamos?

3.     La cuestión moral

No suficiente con lo señalado anteriormente, que ya es grave, se vienen filtrando un conjunto de informaciones realmente alarmantes sobre la moralidad que adorna a tales concursos. Un nepotismo que raya en lo escandaloso y aprovecho para decir: que las graves acusaciones contenidas en este documento, son sustentables todas con datos, oficios, nombres y apellidos, que se podrían suministrar a una Comisión Ética, interna o externa, que se designara para una revisión integral de tales concursos.   Pero además, como miembro integrante de una comisión de IPAPEDI para revisar lo del Montepío, tengo la oportunidad de enterarme que buena parte de los “presuntos ingresos” comprometen seriamente el futuro de la Universidad, porque en número altamente significativo son personas con una edad no cónsona con lo que debería calificarse como un proceso constitutivo de una generación de relevo (este asunto, en particular, me ha generado una serie de reflexiones sobre la ruptura de la institucionalidad que compartiré con ustedes en otro artículo). En número nada desestimable, son profesores adscritos al Ministerio de Educación, unos cuantos jubilados y otros tantos próximos a jubilarse. Existen problemas de colisión de dedicaciones que deberían auditarse mediante un sano cruce de nóminas, cuyo alcance debería extenderse para incluir a quienes ingresaron en los concursos anteriores (casos concretos de “enchufados” con cargos de dedicación exclusiva adentro y afuera). En fin...
No se crea que es fácil criticar tan duramente a personas con las que se ha compartido o, en todo caso, tendrá que compartir en los archivos de la historia institucional; ni desligarse, en la condición de uno, de esa especie de chantaje implícito en cuanto a no criticar  a autoridades opositoras porque se le hace el juego al gobierno que es capaz de “mil monstruosidades peores”. Desde hace meses he sido recipiendario de las fétidas emanaciones: como gotas de una tortura china. ¿Escribo o no escribo? He ahí el dilema, hasta que ocurre un evento que nos impulsa a hacer lo correcto. Asumo una responsabilidad histórica, indestructible, con relación al futuro de mi universidad. A continuación: la primera escena.

4.     Escena primera

Lunes 13/05 en la mañana. A punto de entrar a una reunión de la Junta Directiva del OVA, recibo la llamada de una querida amiga. ¿Puedes hablar? Necesito hacerte una consulta –me dice-. Claro que sí, dale. No sé si sabrás que estoy como Jefe de Departamento. Si tú no me informas, difícil que lo sepa –le respondo-. Me lanza la pregunta: ¿Estoy obligada a darle carga a una profesora que ganó en los recientes concursos? El problema es que no tengo secciones para asignarle carga y me están presionando para que divida secciones.  Lo primero que se me ocurre preguntarle: ¿Y cómo es eso? ¿Esos concursos no fueron avalados por Auditoría Académica? No sé cómo habrán logrado el aval, pero no hay suficiente carga para asignarles a varios de los ganadores de los concursos, no es sólo en mi departamento. En ese momento, me menciona tres departamentos más.
Un inciso: no es la primera vez que percibo que Auditoría Académica ha perdido todo ese vigor institucional que tenía cuando nació como un ente bipartito autoridades- gremio. Eran los tiempos en los que el gremio se había constituido en el principal contralor de los excesos de las autoridades. Por informaciones de lo acontecido en otras facultades, considero que a Auditoría Académica, en vez de fortalecerle en el trascendental rol que debe jugar en el contexto de una crisis tan severa, se le ha debilitado hasta convertirle en un ente burocrático que sólo sirve para avalar hechos consumados e injustificables con significativa frecuencia.
Para hacer el cuento corto, en ese momento le respondo a mi amiga que si la profesora ha ganado un concurso, la Institución le ha creado derechos subjetivos por cuya satisfacción pudiera demandar a la misma universidad. No es culpa de la profesora que no se hayan aplicado correctamente los procedimientos previos a la apertura de los concursos. Seguro –le digo-, terminarán asignándole carga, pero cuídate tú de avalar eso. Recuerda que la cuerda revienta por lo más delgado. En estos tiempos tan precarios, actúa la Contraloría para revisar la asignación de carga y terminas tú pagando los platos rotos. Deja a salvo tu responsabilidad, que sean los que te presionan los que asuman la responsabilidad de ejecutar sus irregularidades. No puedo evitar la tentación de preguntarle: ¿Quién te está presionando? El Jefe de la Cátedra, supongo que siguiendo órdenes del Director de la Escuela, la profesora es su hija. ¿No fue ese señor el que metió dos de sus hijos? –una de las gotas de la tortura china-. Así es –me responde con tono de hartazgo-. Con el mapa del entramado de relaciones familiares y de intimidad concurrente en esos concursos, podría construirse un poema de la contracultura académica – lo pienso pero no le digo nada para no abrumarla más-.
La conversación concluye con una invitación suya a una nueva reunión con un grupo de profesores, a la cual accedo (ya son tres las veces que me reúno con la golpeada resistencia de esa facultad). Debo aclarar que para el momento de la consulta, supuse que la profesora que se sienta, pacientemente, en el departamento con su uniforme de bioanalista  a esperar que le den carga mientras cumple horario, tenía ya su oficio de designación por parte de la Rectora. El día de la reunión me enteré que todavía no. El proceso no se ha consumado, se está a la espera de la opinión del Vicerrectorado Académico. También tuve conocimiento que mi amiga había dado pasos en la línea de lo recomendado: se había dirigido a la Coordinadora de Auditoría Académica. La reacción de la Decana Encargada no se hizo esperar. Cual una Diosdada Cabello cualquiera, le envió un oficio prohibiéndole el envío de comunicaciones a cualquier ente externo a la facultad. Tanto le irritan que los oficios dirigidos al Consejo de la Facultad la califiquen de “Encargada”, que ha ordenado no sean recibidos. No me reconoces con el título que yo quiero para mí, te desconozco tu derecho a dirigirte a mi consejo. Cualquier parecido con ese mundo externo paralelo y bizarro que sufrimos, al menos, la mitad de los venezolanos, no parece ser, precisamente, una cuestión de simple coincidencia.
La conclusión fundamental de esta escena: Ya no sólo se trata de ambición política desmedida, ni de dudas sobre la ética con la que se han manejado concursos académicos, sino de gasto dispendioso de recursos públicos que bien pudiera justificar una averiguación por parte de la Contraloría General de la República.

5.     Escena segunda

Al siguiente día en la tarde, en la reunión. Informaciones van, informaciones vienen. Realmente siento que es horroroso todo lo que me denuncian. Es en ese momento, cuando surge mi convicción de escribir este artículo que dejó de serlo para convertirse en documento. Confío en lo que me dicen, pero, en todo caso, si sólo una de una de las denuncias fuera cierta ya se justificaría abrir una averiguación. Debería designarse una Comisión de la Verdad que recibiera todas esas denuncias, adonde estos profesores pudieran acudir. Quizás haya subjetividad en ellos, que les haga ver irregularidades donde no las hay, pienso, mientras me siguen sacando papeles y mostrando oficios, suministrándome pruebas. Más se refuerza en mí la tesis de que una comisión honorable de esta universidad debiera revisar todo ese cúmulo de situaciones que se abigarran en pavoroso escándalo académico. No es la primera vez, recuerdo los precedentes en dos procesos anteriores de concursos de oposición organizados por esa facultad. En ambos casos, el Consejo Universitario designó sendas comisiones, las cuales consiguieron abundante tela para cortar.
Me cuentan que el día anterior, el Consejo Universitario aprobó la reincorporación directa de una ex profesora ordinaria, que se había ido al exterior por dos años,  para dar clases en una cátedra cuya jefatura no le ha dado el visto bueno y que es distinta a la que en ella concursó. Hija de dos profesores influyentes, estaba a punto de que le abrieran un expediente por inasistencia a clases cuando renunció. Ahora, el mismísimo CU la premia permitiéndole pasar por “GO” sin pagar los doscientos. Si bien un profesor ordinario que haya renunciado, puede reincorporarse y readquirir su escalafón, debe cumplirse: primero, el reingreso a través de su cátedra originaria y segundo, al cabo de un año, la verificación que de manera permanente existe la necesidad de cubrir una carga académica en esa cátedra. La solicitante de la reincorporación ni siquiera ha comenzado a dictar clases por lo que, obviamente, el procedimiento previo no se ha cumplido. Y a Auditoría Académica la volvieron a dejar otra vez pintada en la pared. No sé, en verdad, qué les puede estar pasando a los señores miembros del Consejo Universitario, ya a estas alturas deberían saber que las solicitudes provenientes de esa facultad tendrían que ser tomadas con largas pinzas y analizadas con potentes binoculares. Entiendo que sólo el Vicerrector Académico salvó su voto.
Pero de todo lo que me cuentan, esta segunda escena es lo cumbre. Evidencia incontrovertible de la chapucería académica. A un salón de clase se presentan dos profesores, los alumnos son los mismos, la materia es la misma, ¡la sección es la misma! ¡Diooos, cómo puede explicarse esto! La materia es una sola: Proyecto Comunitario, pero es administrada por dos departamentos Orientación y Psicología. Abrieron dos concursos para la misma materia, a través de cada uno de los departamentos, con áreas de conocimiento y contenidos programáticos diferentes. Risas al fondo. ¿Qué tal? Dos profesores para una misma sección. Abundancia sobrevenida, que se lo expliquen a los profesores de otras facultades que andan pasando tanto trabajo.

6.     Cierre del telón

A lo mejor es que estoy siendo mal informado o es que, a mitad del período rectoral, les agarré tirria a algunas de estas autoridades. ¿Será? ¿Pero no creen ustedes que hay elementos suficientes en lo denunciado como para acercarse a averiguar que puede haber allí de verdad, sin entrar a prejuzgar cuáles pueden ser las malas intenciones de los denunciantes (me incluyo)? Elementos no sólo vinculados a la Ética Académica, sino también señalamientos concretos sobre el desidioso manejo de los recursos públicos, tan escasos y necesitados, y  la forma poco sustentada como se timonea la navegación institucional en estos tiempos tan convulsionados.
Creo que las autoridades, en especial la Rectora y el Secretario, deben reflexionar. Porque hayan cometido un desaguisado con la designación de esa señora decana, no deben auto condenarse  a permanecer enterrados en un hueco a recibir desde arriba arena a palazos –por no decir otra cosa-. Todavía están a tiempo de enmendar, para que lo de Educación no se les vaya más de las manos: la designación de una comisión que acometa una revisión integral y, sobre todo, un ojo de futuro para el manejo de la crisis con austeridad y racionalidad. Comprendan que muchos estamos, realmente, muy preocupados con respecto hacia dónde conducen a nuestra querida alma máter. Y ustedes, tampoco han lucido muy receptivos a permitir el escenario electoral.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Del Ing. Nelson Romero, duro, pero cargado de unas cuantas verdades.

INSACIABILIDAD
Ing. Nelson Romero Diaz
locuteur@hotmail.com


A temprana edad conocí las cualidades más constantes del Estado venezolano y, particularmente, de sus gobiernos, ellas son: I N E F I C A C I A e I N E F I C I E N C I A. Y, aquel momento apenas, era el inicio de los cuarenta primeros años de democracia representativa.
Ese período sirvió, entre todas las cosas buenas que ocurrieron, para que unos cuantos inmorales se hicieran de una riqueza súbita. Sirvió a otros tantos para esconder sus tropelías para luego irse al exterior a adquirir títulos nobiliarios porque la condición de Señor Ciudadano les resultaba insignificante. Sirvió a los creyentes de la Revolución Marxista Cubana, para tratar de imponer un régimen de terror en el territorio nacional secuestrando personas, matando soldados, estimulando golpes de estado de los cuadros medios y medios altos del Ejército y también, para darse cuenta, al fin, de que esa no era la vía para la conquista del poder. Sirvió para la consolidación del caudillismo en los partidos y por ello las generaciones de relevo no ascendieron, salvo que el jefe máximo lo ordenara.

El descrito estilo de vida política fue utilizado por un golpista del 4F para convertirse en un Presidente y conducir al país hasta donde está. Ténganlo por seguro: los ciudadanos venezolanos, por acción u omisión, tenemos una enorme carga de responsabilidad ética sobre el asunto. E igualmente, por omisión o acción, hemos creado las condiciones necesarias para que la venezolanidad sea una mácula y no un orgullo; para tener un país mal visto y ser miembros de la marginalidad económica, social y política universal.

Es probable que al cabo de siglo y medio, con el aumento de la población y un proceso poblacional selectivo natural, cambie la genética nuestra. Los historiadores escribirán sobre un período de 25 años, no tan bueno como aspiramos a que fuera, pero si tan malo cuyas secuelas han dejado un gran aprendizaje sobre los fracasos y saber para qué sirven los que no sirven.

Ahora bien, no hay una imagen, figura o efigie más parecida a mi concepto del Estado Venezolano que la representada por esas personas cuyo cuerpo pesa más de 300 kilogramos y son incapaces de moverse debido a esa condición. En estos, sus cuerpos conservan solamente dos piezas en su tamaño original: la cabeza y los pies. Lamentablemente para ellas y sus familiares, estas personas son insaciables dada su patología. Solo viven para comer ¡Y cómo sufren!

Pues bien, esa “obesidad”, esa deforme figura, por demás grotesca es, lo reitero, mi percepción acerca del Estado Venezolano. Ha crecido en grado sumo hasta ese bufo tamaño de la mano de anteriores administraciones, y exponencialmente durante la Administración Chávez, Ramírez, Castro, Rodríguez, Cabello, Ortega, Morales, Maduro y ¡uf! Tantos otros. Esa híperfagia estatal ha vuelto “pupú” la administración de los recursos ingresados al país.

Lo peor de todo, es la convicción abrigada por la gran mayoría de los venezolanos de que los actuales políticos gubernamentales trabajan para engrandecer la patria cubana antes que la suya propia. Han preferido ser faroles de la calle y oscuridad de la casa, accedido a entregar miles de millones de unidades monetarias estadounidenses de nuestros recursos a cambio de reconocimientos, loas y alabanzas del binomio del poder cubano, mientras la población criolla replica las colas del racionamiento cubano para comprar un paquete de harina pre cocida, un kilo de azúcar, dos paquetes de papel sanitario, uno de pasta, un pomo de limpieza dental, dos paquetes de galletas.

Les ha encantado que Castro les masajee el ego, sentirse queridos por él. Les agrada el rol de peones de una revolución que llegó al poder no a redimir a las personas más desfavorecidas sino a empobrecerles aún más; a someterlos a la voluntad del amo todopoderoso, a formar ciudadanos delatores de otros ciudadanos, aún siendo sangre de su sangre, a lo largo de más de medio siglo. Todo esto al cabo de más de 50 años, 19.562 días de años de 360 días y más de catorce mil días laborables.

Entiendo que el marxismo-leninismo-maoísmo-castrismo que siguen los socialistas criollos, sea una forma de vida. Sea un estilo. Pero eso es personal. Como política de Estado, han olvidado que en el Referendo convocado para votar el cambio de la Constitución del 2007, el pueblo dijo NO al cambio de origen del Poder Popular y demás aspectos. Eso fue calificado como una “victoria de mierda” por parte de Hugo Chávez Frías en medio de una cadena de Radio y TV con niños atentos a sus palabras. No obstante esa resultado, los conductores del país han menospreciado la voz ciudadana y mediante “decretos y resoluciones” otorgados por la vía de lo “emergente” han ido arrimando las costas venezolanas a las cubanas. ¿Será para que les resulte más fácil a los de allá huir del desgraciado régimen de vida a lo que los han sometido?

La siguiente pregunta está dirigida a cualquier funcionario de Gobierno y a cualquier ciudadano: ¿Hasta cuando se dilapida el dinero?
Con tanto dinero enviado a las alforjas de otros gobernantes, se habrían embaulado cañadas, cursos de aguas, se habrían construidos plantas de tratamiento de agua servidas.
Por cada víctima del hampa, hay un mínimo de cinco o seis recordatorios de la madre de cada uno de los funcionarios de Alto Rango, miembros dedicados al problema de la Seguridad de los ciudadanos.
Cada día que los enfermos tienen que gastar sus pocas energías en un “tour farmacéutico” para adquirir los medicamentos de su tratamiento, se alienta un mal deseo contra los funcionarios que despotrican de la medicina venezolana y alaban a la cubana.
Por cada hora que pasan hombres y mujeres de la tercera edad frente a las instituciones financieras cobrando su pensión alimenticia, aumenta el rechazo a todo lo que sea estatal.
Y a esos funcionarios gubernamentales que hablan de solidaridad, de soberanía popular convénzanse que la gente no les cree, así vayan desde Miraflores hasta la Iglesia de El Recreo, en Sabana Grande, de rodillas, con los brazos en cruz, rezando el Credo.

En fin, este grotesco Estado Venezolano va a explosionar. Estallará en mil pedazos. Volará por los aires. Se reducirá a cenizas. Y nunca más regresarán al poder individuos manipuladores del sentimiento de la gente humilde, acomplejados afiebrados por el desquite social, desconocedores de las máximas reglas de la moral pública y mínimas luces del conocimiento. No tardará mucho.

Nelson Romero Díaz
3 de mayo de 2013
locuteur@hotmail.com

sábado, 4 de mayo de 2013

Consejos a quien no me los pide, igual se los doy


Los “pobresores”

Asdrúbal Romero M.
asdromero@gmail.com

La aplicación en nuestro país de políticas equivocadas por demasiados años ha generado un conjunto de distorsiones que cuando, hoy día, pretendemos analizarlas, o compararlas con los indicadores correspondientes en el resto del mundo, nos  sirven para darnos cuenta de cómo la irracionalidad ha plagado el manejo de nuestros asuntos públicos. Un ejemplo emblemático de lo que señalo y que causa el mayor de los asombros es el precio de la gasolina, pero en esta oportunidad me voy a referir a otra distorsión de muy actual vigencia: un pobresor universitario, instructor a tiempo completo, devenga un sueldo que es apenas 220 bolívares mayor al salario mínimo (Bs 2457 a partir de este primero de mayo). ¿Qué le diría usted a un talentoso hijo suyo que, en vísperas de su graduación, le comunicara su decisión de dedicarse a la docencia universitaria? Mi reacción sería: ¡Estás loco! Lo cual, comprenderán, cuán  triste es tener que reconocerlo, cuando uno ha dedicado toda su vida a la Universidad.
¿Cómo es posible que hayamos arribado a una situación tan, escandalosamente, distorsionada? ¿Qué podemos esperar de la universidad venezolana del futuro si ella persiste? De seguir así, nos encontraremos dentro de unos diez años cuestionándonos el cómo ha sido posible que nuestra nación se haya convertido en la incubadora de los peores profesionales del planeta.  Es de agradecer, entonces, que los pobresores universitarios hayan despertado finalmente y se estén sacudiendo de ese polvo de miedo que los ha arropado por unos cuantos años. Como integrantes del reservorio intelectual de este país, les corresponde retomar el protagonismo de luchar para que este gobierno entienda, de una vez por todas, que el unilateralismo en la asignación de incrementos salariales ya no va a seguir siendo posible.
Chávez, con su poder omnímodo, se dio el lujo de desestimar las cifras de inflación aportadas por el BCV (las cuales, sospecho, están cada vez más maquilladas) e imponer a todos los sectores laborales, año tras año, aumentos que no compensaban la pérdida real de poder adquisitivo. Las distorsiones salariales se fueron magnificando hasta llegar a esta situación en la cual, desde el punto de vista de los ingresos, conviene más ser obrero de la construcción o “taxear” con un vehículo, así esté todo escachalandrado, que dedicarse a educar a los hijos de esta patria. Lo mismo puede señalarse con respecto a cualquier profesional que se desempeñe en un cargo público y no sea corrupto.
Maduro, quien pasó de ocuparse por varios años de una agenda internacional, excesivamente activa, a tener que manejar una crisis, verdaderamente dramática, en lo político, social y económico, parece no haber tenido el tiempo suficiente para realmente entender cuál es el legado que tiene entre sus manos (o quizás sea una carencia de su entidad como estadista lo que le impide visualizarlo). Por eso nos habla de una guerra económica perpetrada por la “derecha fascista”, como si fuera el Quijote refiriéndose a sus molinos imaginarios, y percibe a los pobresores universitarios, o a los obreros de varias de las empresas básicas de Guayana que ya llegaron al límite de no poder cobrar regularmente sus salarios quincenales, como actores de esa supuesta guerra en contra suya. No, señor Maduro, lo que tiene en frente suyo son víctimas de una situación, crónicamente, mal atendida que ya está llegando al clímax de la desesperación. Los molinos que ve son las múltiples manifestaciones que se anticipan a esa bomba atómica que nos amenaza a todos con un incesante tic tac que usted no quiere escuchar. Me lo imagino sorprendido porque en cada hora de su gestión le estallen, por aquí y por allá, nuevas granadas de esa guerra imaginaria. En verdad, que me lo imagino desbordado por la multiplicidad de problemas que usted pretende evadir mediante su “bobalicón gobierno de calle”. Entiéndalo de una buena vez, esa es la herencia de su padrecito Chávez y si usted quiere sobrevivir en el poder: déjese de mentir, amenazar y perseguir; siéntese a escuchar; considere como opción, al menos considérela, la posibilidad de recurrir a una caja de herramientas bien distinta a la que utilizaba su antecesor. No le ordene a su ministro Calzadilla, quien -si es como me dicen-, supongo deberá estarse sintiendo muy incómodo, que se reúna solamente con los esquiroles oficialistas que se prestaron para dividir a los gremios universitarios y cuya representatividad de los trabajadores es casi nula. Eso viene a ser más de lo mismo que ya no se soporta.