miércoles, 8 de mayo de 2013

Del Ing. Nelson Romero, duro, pero cargado de unas cuantas verdades.

INSACIABILIDAD
Ing. Nelson Romero Diaz
locuteur@hotmail.com


A temprana edad conocí las cualidades más constantes del Estado venezolano y, particularmente, de sus gobiernos, ellas son: I N E F I C A C I A e I N E F I C I E N C I A. Y, aquel momento apenas, era el inicio de los cuarenta primeros años de democracia representativa.
Ese período sirvió, entre todas las cosas buenas que ocurrieron, para que unos cuantos inmorales se hicieran de una riqueza súbita. Sirvió a otros tantos para esconder sus tropelías para luego irse al exterior a adquirir títulos nobiliarios porque la condición de Señor Ciudadano les resultaba insignificante. Sirvió a los creyentes de la Revolución Marxista Cubana, para tratar de imponer un régimen de terror en el territorio nacional secuestrando personas, matando soldados, estimulando golpes de estado de los cuadros medios y medios altos del Ejército y también, para darse cuenta, al fin, de que esa no era la vía para la conquista del poder. Sirvió para la consolidación del caudillismo en los partidos y por ello las generaciones de relevo no ascendieron, salvo que el jefe máximo lo ordenara.

El descrito estilo de vida política fue utilizado por un golpista del 4F para convertirse en un Presidente y conducir al país hasta donde está. Ténganlo por seguro: los ciudadanos venezolanos, por acción u omisión, tenemos una enorme carga de responsabilidad ética sobre el asunto. E igualmente, por omisión o acción, hemos creado las condiciones necesarias para que la venezolanidad sea una mácula y no un orgullo; para tener un país mal visto y ser miembros de la marginalidad económica, social y política universal.

Es probable que al cabo de siglo y medio, con el aumento de la población y un proceso poblacional selectivo natural, cambie la genética nuestra. Los historiadores escribirán sobre un período de 25 años, no tan bueno como aspiramos a que fuera, pero si tan malo cuyas secuelas han dejado un gran aprendizaje sobre los fracasos y saber para qué sirven los que no sirven.

Ahora bien, no hay una imagen, figura o efigie más parecida a mi concepto del Estado Venezolano que la representada por esas personas cuyo cuerpo pesa más de 300 kilogramos y son incapaces de moverse debido a esa condición. En estos, sus cuerpos conservan solamente dos piezas en su tamaño original: la cabeza y los pies. Lamentablemente para ellas y sus familiares, estas personas son insaciables dada su patología. Solo viven para comer ¡Y cómo sufren!

Pues bien, esa “obesidad”, esa deforme figura, por demás grotesca es, lo reitero, mi percepción acerca del Estado Venezolano. Ha crecido en grado sumo hasta ese bufo tamaño de la mano de anteriores administraciones, y exponencialmente durante la Administración Chávez, Ramírez, Castro, Rodríguez, Cabello, Ortega, Morales, Maduro y ¡uf! Tantos otros. Esa híperfagia estatal ha vuelto “pupú” la administración de los recursos ingresados al país.

Lo peor de todo, es la convicción abrigada por la gran mayoría de los venezolanos de que los actuales políticos gubernamentales trabajan para engrandecer la patria cubana antes que la suya propia. Han preferido ser faroles de la calle y oscuridad de la casa, accedido a entregar miles de millones de unidades monetarias estadounidenses de nuestros recursos a cambio de reconocimientos, loas y alabanzas del binomio del poder cubano, mientras la población criolla replica las colas del racionamiento cubano para comprar un paquete de harina pre cocida, un kilo de azúcar, dos paquetes de papel sanitario, uno de pasta, un pomo de limpieza dental, dos paquetes de galletas.

Les ha encantado que Castro les masajee el ego, sentirse queridos por él. Les agrada el rol de peones de una revolución que llegó al poder no a redimir a las personas más desfavorecidas sino a empobrecerles aún más; a someterlos a la voluntad del amo todopoderoso, a formar ciudadanos delatores de otros ciudadanos, aún siendo sangre de su sangre, a lo largo de más de medio siglo. Todo esto al cabo de más de 50 años, 19.562 días de años de 360 días y más de catorce mil días laborables.

Entiendo que el marxismo-leninismo-maoísmo-castrismo que siguen los socialistas criollos, sea una forma de vida. Sea un estilo. Pero eso es personal. Como política de Estado, han olvidado que en el Referendo convocado para votar el cambio de la Constitución del 2007, el pueblo dijo NO al cambio de origen del Poder Popular y demás aspectos. Eso fue calificado como una “victoria de mierda” por parte de Hugo Chávez Frías en medio de una cadena de Radio y TV con niños atentos a sus palabras. No obstante esa resultado, los conductores del país han menospreciado la voz ciudadana y mediante “decretos y resoluciones” otorgados por la vía de lo “emergente” han ido arrimando las costas venezolanas a las cubanas. ¿Será para que les resulte más fácil a los de allá huir del desgraciado régimen de vida a lo que los han sometido?

La siguiente pregunta está dirigida a cualquier funcionario de Gobierno y a cualquier ciudadano: ¿Hasta cuando se dilapida el dinero?
Con tanto dinero enviado a las alforjas de otros gobernantes, se habrían embaulado cañadas, cursos de aguas, se habrían construidos plantas de tratamiento de agua servidas.
Por cada víctima del hampa, hay un mínimo de cinco o seis recordatorios de la madre de cada uno de los funcionarios de Alto Rango, miembros dedicados al problema de la Seguridad de los ciudadanos.
Cada día que los enfermos tienen que gastar sus pocas energías en un “tour farmacéutico” para adquirir los medicamentos de su tratamiento, se alienta un mal deseo contra los funcionarios que despotrican de la medicina venezolana y alaban a la cubana.
Por cada hora que pasan hombres y mujeres de la tercera edad frente a las instituciones financieras cobrando su pensión alimenticia, aumenta el rechazo a todo lo que sea estatal.
Y a esos funcionarios gubernamentales que hablan de solidaridad, de soberanía popular convénzanse que la gente no les cree, así vayan desde Miraflores hasta la Iglesia de El Recreo, en Sabana Grande, de rodillas, con los brazos en cruz, rezando el Credo.

En fin, este grotesco Estado Venezolano va a explosionar. Estallará en mil pedazos. Volará por los aires. Se reducirá a cenizas. Y nunca más regresarán al poder individuos manipuladores del sentimiento de la gente humilde, acomplejados afiebrados por el desquite social, desconocedores de las máximas reglas de la moral pública y mínimas luces del conocimiento. No tardará mucho.

Nelson Romero Díaz
3 de mayo de 2013
locuteur@hotmail.com

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