lunes, 28 de noviembre de 2016

¡¡Comprendiendo, Comprendiendo!!


Maduro 1/7/2017: Un Mal Resultado


Asdrúbal Romero M. (@asdromero) 


Desde meses antes a la celebración del anestesiante diálogo, dentro de las filas opositoras ha circulado, profusamente, una narrativa política que se puede sintetizar en los siguientes términos: a) Estamos cerca de la victoria; b) La estrategia electoral exitosa de la MUD es la que nos ha traído hasta aquí; c) Tenemos que mantenernos unidos apoyando a la MUD y mejor es que no la critiques.

Aunque corro el riesgo de que no se me crea, yo les he comprado ese discurso a sus difusores en los diversos círculos de opinión en los que participo –excepto en lo de abstenerme de las críticas constructivas-. Es gente a la que respeto. Un factor aglutinador que observo entre los que, tozudamente, siguen sosteniendo esa tesis es el del miedo a cambiar. ¿Vamos a ponernos a estas alturas a cambiar algo que ha funcionado? ¿Cuánto tiempo tomaría construir una nueva plataforma política opositora que sustituya a la MUD?  ¿Se daría el consenso para ese proceso de reingeniería o se generaría una división?

Son preguntas pertinentes. Poderosas. Resulta comprensible que muchas personas, al producir en sus cerebros sus propias respuestas a tan inquietantes interrogantes, asuman una posición conservadora. Se escuchan, entonces, frases como esta: “Al único que beneficiaría una aventura, desconociendo lo hecho hasta ahora, es al gobierno”. Insisto, les comprendo que cierren filas alrededor de la MUD aún en el caso del inadmisible comunicado donde la MUD valida el discurso de la “Guerra Económica” del Régimen. El temor a que se libere una caja de pandora en el flanco opositor es libre y hasta válido.

El problema es que…comprendiendo, comprendiendo, ¿hasta dónde podremos llegar? Apegándonos al argumento de la inconveniencia de reemplazar la MUD por una entidad que sea más representativa del sentimiento opositor, podríamos llegar a tener a Maduro gobernándonos en el 2019, cientos de miles de venezolanos muertos, millones de niños desnutridos y los más privilegiados cargando baldes de agua por las escaleras de edificios en los que no funcionen ni las bombas ni los ascensores, también tablas para quemar cocinando arepas de harina de ocumo porque gas no habrá y en lo político: ¡comprendiendo, comprendiendo! ¡Si es que lo están destruyendo todo, qué más necesitamos ver para proyectar!

Por otra parte, no resulta admisible que estos señores que dirigen a la MUD, por el hecho de haber obtenido unos importantes éxitos –y traídos hasta estado de supuesta cercanía de la victoria-, se hayan ya ganado el derecho de seguirnos dirigiendo per secula seculorum, independientemente, de los resultados que obtengan de ahora en adelante. Por estas razones que he señalado, semanas antes del paralizador comunicado venía planteando en los chats de opinión: la necesidad de generar una discusión de la que pudieran derivarse objetivos a conseguir y límites específicos en el tiempo para su consecución, de manera tal que dispusiéramos de criterios concretos para hablar de buenos o malos resultados y poder justificar las decisiones a tomar tanto a nivel individual como colectivo.

No hubo respuesta, pero yo insisto en este artículo y formalizo mi planteamiento. Y lo hago porque también resulta incalable, para uno, que se pretenda extender en el tiempo la validez del argumento del temor al cambio, sólo sobre la base de éxitos del pasado que están próximos a su fecha de caducidad. Hay que arrancar con esta discusión. Es hora de acotar el campo de los logros y asignarles lapsos máximos para su cumplimiento –deadlines- . Para saber a ciencia cierta cuándo estamos avanzando o cuando hemos traspasado las fronteras hacia el terreno de los malos resultados. Esto último es bien importante porque nos permitirá demandar un cambio de la plataforma política opositora, sin necesidad de tener que soportar ese chantaje que ya está haciéndose extremadamente reiterativo. O mejor aún: debería constituirse en un campanazo de alerta para hacer saber a los permanentes directores de la conveniencia de poner sus cargos a la orden -¿demasiado optimista?- para facilitar una renovación de los cuadros.

En aras de lanzar un fósforo a fin de que prenda la discusión y a manera de ilustrar por dónde arrancar: pensaba hace ya algún tiempo en lo que yo podría asumir como un mal resultado si me encontrare en la posición de los permanentes directores y la respuesta de mi cerebro, casi automática, fue Maduro todavía al frente del Gobierno en marzo 2017.   Luego traté de racionalizarla. Recordemos que todo comenzó por la necesidad que tenía el país de salir de este funesto gobierno. Por esa vía llegamos al RR sobre el cual llevamos meses hablando. Si este se realizara antes del 31 de diciembre de este año -como debió haber sido-, todavía quedarían pendientes las elecciones para sustituir al revocado, lo cual nos colocaría con una relativa proximidad a la finalización del primer trimestre.

También, por los mismos meses, se produjeron insinuaciones de que el Régimen estaba más inclinado a proponer unas elecciones generales –quizás esto era un mito o un canto de sirena más-, en consecuencia: habría tenido sentido plantearse una negociación para canjear el RR por unas elecciones generales, así fueran éstas en el 2017 e involucraran a los miembros de la Asamblea Nacional que no tienen sus períodos vencidos. El dando y dando político de esta imaginaria negociación sí está perfectamente retratado, cuestión que no viene ocurriendo en el fulano diálogo actual.

Luego seguí meditando y me dije que quizás el 31 de marzo 2017 era un hito demasiado optimista. Podría flexibilizar. Un objetivo más razonablemente alcanzable: Maduro fuera del Gobierno al final del primer semestre del 2017. Más allá de esta fecha, a la velocidad que campea la destrucción, no quiero ni imaginármelo.

Definitivo: considero, desde mi perspectiva personal, que Maduro gobernando a Venezuela un primero de julio 2017 constituye un mal resultado que estos permanentes directores deberían aceptar. Si desean extenderlo más allá, madre mía en manos de quién estamos. Pero, al fin y al cabo, es sólo una propuesta para iniciar el debate sobre cuál sería el escenario inaceptable que nos convocaría a todos a rediseñar la organización opositora.



domingo, 20 de noviembre de 2016

¿Cómo recomponemos LA ESPERANZA?

LA ESPERANZA COMO ELEMENTO AGLUTINADOR DE FUTURO


Prof. Pedro Villarroel
@pedvill

Noviembre 17 / 2016  

El lenguaje de la clase política hace rato que no expresa, ni habla, ni se conecta con el idioma de la gente. Ese ser del día a día, que trabaja, que sufre, que entra en desesperanza, desánimo, crispación, miedo y soledad.

El lenguaje de la clase política perdió su naturaleza ontológica. Ese espacio que permite un diálogo en reflexión con los elementos que constituyen el horizonte de la existencia.

Sus actos de habla se refieren a cosas, a entidades. No responden ni dan cuenta, ni mucho menos establecen itinerarios que resignifiquen la esperanza.  

La gente está sola, arrojada a la nada, sin mapa ni bitácora, cual náufragos. La pregunta en las colas infinitas, en las calles, en las plazas, en los sitios de trabajo es ¿Qué pasa, que no pasa nada?

Quiero recoger este testimonio que es expresión del sentimiento de frustración, desolación e incertidumbre de una venezolana.

Cito:

Ayer cobré mi quincena de trabajo…en mí casa habíamos pasado todo el día sin comer…sólo logré comprar: un pan campesino, un litro de aceite y un kilo de hígado de res…solo me quedaron 400 bolívares para el pasaje de hoy. Mayor frustración y arrechera, se suma a que también anteayer se me fue del país mi segundo sobrino, aquel que sostenía con su alegría a mi madre de 84 años, mis dos hermanos discapacitados gracias a la inseguridad de este régimen maldito. Hoy amanezco con un duelo profundo en el corazón que me la sostiene mi fe profunda en un Dios vivo y actuante en mi vida. Quise creer en una MUD que se crecía por el apoyo popular y que nuevamente me decepciona al demostrar que su ego y sus intereses personales están por encima de los intereses de una nación. Un ego en donde creen que se la saben todas más una y no le dan oportunidad a otros para que demuestren que también pueden aportar… y entonces, recuerdo las palabras de Bolívar cuando manifestaba algo así como “si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”… Dios, perdónanos por nuestra ingenuidad, por nuestros pecados y por nuestra soberbia.

El horizonte es una nube negra, es una alforja vacía. Se requiere en esta hora hacer un alto. Pensar, pensar, pensar.  

Irremediablemente hemos sido arrojados al impersonal “se”. Se desea de esa forma. Se piensa de esa forma. Se siente de esa forma. Se cree de esa forma.

Por lo tanto, toda la sociedad, incluida la clase política, ha caído en el campo de la inexistencia y la inautenticidad; lugar que hace imposible el proceso de apropiación de la persona como valor fundamental.

Se establece una barrera infranqueable al cambio y a la emancipación en libertad, que convierte al ser humano en un ser banal, en una masa amorfa, sin sentido ni propósito. Pingüe negocio para los proyectos igualitarios que desencadenan irremediablemente regímenes totalitarios.

Es un momento de freno y reflexión, de pausa necesaria para pensar, pensar y volver a pensar. Quebrar el ritornelo que nos sujeta a un eterno presente.

Es propicia la hora para que la clase política que hace como referente de su existencia el cambio, trabaje para el cambio. Trabajar para el cambio es conectar, decidida y ampliamente con la gente. Con la gente que sufre, con la gente que siente rabia, que odia, con la gente que demanda. Con esa gente que está arrojada irremediablemente a este terrible y doloroso precipicio.

Si no hacemos nada que refiera a actitudes ciertas, a movimientos con precisión hacia el propósito fundamental de cambiar los modos de vida, la sociedad venezolana va a fallecer.

La sociedad venezolana va a fallecer, porque se fallece como cosa, no como ser. Ni siquiera vamos a morir. Para morir se requiere haber vivido, haber reflexionado sobre nuestra existencia y sus límites, experiencia además intransferible.

Lo que está en juego es la construcción de una voluntad colectiva que establezca como propósito la profundización de la democracia con toda su carga valorativa, unido a un relato articulador de las diferencias y las múltiples demandas.

Finalmente, la esperanza como elemento aglutinador de futuro que sea susceptible de ser entendido a través de una operación discursiva clara, prístina, que a decir del Dr. Nelson Acosta, emocione para convencer. Esa esperanza que como escribió Alberto Barrera Tyszka, no se improvisa.


Qué no triunfe la vehemencia sobre el discernimiento. ¡Jamás!

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La auténtica "Piedra en el Zapato" del Diálogo

¿Diálogo sin Leopoldo?


Asdrúbal Romero M. (@asdromero)


No pueden imaginarse cuánto he evadido el tener que repetirme en ese inagotable debate que se ha venido dando en el país sobre las bondades y/o errores en las actuaciones de la MUD. Sobre todo, después de escuchar a Fernando del Rincón decir, al inicio de uno de sus más recientes programas en CNN, que en Venezuela todo parecía haber girado en 360 grados: habíamos completado toda una vuelta para quedar en lo mismo; todo un ciclo para darnos el gusto de repetir, como si hubiésemos reprobado una materia de bachillerato.

La verdad es que quienes nos atrevemos a exteriorizar planteamientos críticos sobre las ejecutorias de la MUD, algunos con excesiva frecuencia y otros que nos vamos cuidando hasta que explotamos, conformamos un amplio espectro de opiniones. Los hay desde los que acusan a los jerarcas de la MUD de colaboracionistas vendidos que negocian el sentimiento opositor a cambio de billetes verdes, -este no es mi caso y además nunca he creído en esa monserga-, hasta los que osamos de vez en cuando argumentar sobre algún aspecto con relación al cual creemos que la MUD lo está haciendo mal.  Argumentar, es decir: exponiendo razones. Pero al final, todos: desde los ominosos guerreros del teclado hasta los sabelotodos, somos lanzados al mismo infierno de Dante, que por estos días Tom Hanks lo ha puesto de moda, por esos ardorosos espadachines de la lengua que pretenden blindar a la MUD ante cualquier señalamiento crítico.

Aunque suene a pedantería decirlo, me he  auto ubicado en el grupo de los sabelotodos, también calificados con sarcástico encono de incómodos managers de tribuna.  Me baso para este atrevimiento en el hecho de haber especializado mis críticas en el área de los errores sistémicos cometidos por la MUD. El de la obstinada negativa a construir una articulación orgánica con las diversas organizaciones de la sociedad civil es uno, importante por lo demás. Entenderán porque hablo de la posibilidad de repetirme si consultan, por ejemplo: “Otra vez el debate sobre la MUD” (http://quepasaenlauc.blogspot.com.es/2015/05/la-exitosa-convocatoria-de-ll-para-el.html). Y este error sistémico no sólo lo he denunciado yo, sino infinidad de analistas y hasta la misma Comisión para la Estrategia de la Mesa de la Unidad Democrática, designada por la MUD, coordinada por Arístides Hospedales e integrada por gente muy valiosa, se los dijo. Nunca hicieron caso.
 
El otro error sistémico en el cual he insistido es el de las marcadas deficiencias y carencias en el manejo discursivo frente al Régimen. No voy a señalar referencias específicas al respecto, porque llenaría este artículo de un excesivo número de enlaces a mi blog. Entren a él y constatarán. Valga la autopromoción. No voy a auto repetirme, reitero, así que no hablaré de tales temas. Sino de los pequeños errores que se montan uno sobre el otro y cuando venimos a ver…..

La lengua me la he mordido hasta llenar de sangre mi boca, pero el otro día un amigo –conociéndole: sospecho que deseaba provocarme- me envió un correo electrónico contentivo de un artículo el cual, palabras más, palabras menos, me confirmaba con formalidad lo ya difundido -a través de decenas de cadenas en las redes sociales-, sobre todo el pandemónium que se había generado alrededor de la tarima de la marcha denominada “La Toma de Venezuela” -26O-. Quien escribe, Ezequiel Abdala para la Revista Ojo, confiesa haberse sentirse abrumado por la popularidad del “Vamos a Miraflores” entre la masa que rodeaba la tarima. Les invito a que lean su crónica, excelentemente escrita, en: http://revistaojo.com/2016/10/26/cuando-los-lideres-se-crecen/ .

Bien vale la pena recrear a través de sus palabras aquel hervidero en el que una masa enrabietada coreaba: Si no salimos hoy / se acaba la Unidad. Dirigente que se atrevía a hablar, dirigente que era abucheado y cargado de duros epítetos. Todos tuvieron lo suyo. Según la crónica: Capriles y Ramos Allup fueron valientes al mantenerse en contracorriente contra el deseo de esa masa enardecida y argumentar el porqué. De allí el título del artículo “Cuando los líderes se crecen”, pero no es su conclusión, la cual comparto, lo que me interesa destacar. Sino el cómo de una circunstancia totalmente cargada de irracional emocionalidad, surge una decisión política de tanta trascendencia como anunciar para una fecha específica una marcha que tendrá como objetivo central el dirigirse a Miraflores.

¿La MUD había decidido en frío una decisión de tanta trascendencia como esa? ¡Y tan equivocada! No sé si esta afirmación merezca mayor discusión, en todo caso me remito al introito del precitado artículo: “De la gente que pensaba que podría cambiar su vida con el premio que sacara de una caja de Ace, hemos pasado a los que creen que pueden sacar a una dictadura con apenas pisar el asfalto que rodea el palacio de Miraflores. Que eso es llegar, tocar el suelo, ver el Palacio y el dictador huir”. A este hermoso sarcasmo le añadiría: si es que acaso la MUD cuenta con un ejército secreto que sacaría ese día con la finalidad de proteger una marcha de desesperados inocentes, porque con estos bichos ya no se requiere tanto ejercicio de imaginación para saber cómo la iban a detener. ¡Obviamente no! No hubo ninguna decisión formal de la MUD en ese sentido, como lo demostraron los discursos de Capriles y Ramos Allup, pero lo que emergió como una decisión de la MUD hacia la gente fue esa. Pregunto entonces, para no decirlo yo: ¿Se concreta con esa aventurada convocatoria un error o no?

Me podrán responder: sí fue un error, pero no de la MUD, sino de unas personalidades que hacen vida dentro de la MUD y que no podían ser contradichas en aras de la Unidad. ¡Perdónenme! La Unidad, como valor, tiene que estar subordinada al obligado imperio de principios y valores que están por encima de ella. Si había que desmentir a quienes, en esta oportunidad, se equivocaron -como en el pasado se equivocaron los otros-, había que hacerlo, porque el delicado momento así lo exigía. La aventurada convocatoria fue tan errada, finalmente no me contuve, que condujo a un error mayor.

¿Cuál? El diálogo. No porque no haya que dialogar, siempre será importante la posibilidad de establecer un diálogo como una de las vías para salir de esta pesadilla. Un diálogo, por ejemplo, bajo la modalidad que tan brillantemente ha expuesto la abogado Thays Peñalver (@thayspenalver). Del reciente referéndum que se celebró en Colombia, quedó plasmado en mi memoria un dicho que me parece es aplicable a esta situación nuestra: no es el sí (al diálogo), ni es el no (al diálogo), es el así no. La MUD terminó participando en un diálogo cuyas condiciones de contexto no le fueron convenientes. ¿Y por qué no condiciono de mejor manera su participación?

Posiblemente, esta es mi opinión personal y, por lo que he leído, de algunos otros managers de tribuna, porque la MUD, ante la inminente convocatoria a un evento de muy probables nefastas consecuencias y de compleja controlabilidad política, se vio forzada a participar en algo sin el tiempo suficiente para trabajar la construcción de un consenso interno.  Incluso, se ha dicho, fue un tanto entendiblemente coaccionada por los representantes de la Iglesia que, habida cuenta de la naturaleza de su representación, tenían que priorizar su justificada inquietud acerca de la probable pérdida de muchas vidas. Pero no sólo fue la MUD, también el Régimen se vio precipitado hacia el diálogo. Preocupados tendrían que estar, no por las vidas sino por la posibilidad que su método asesino de contención les acarreara, finalmente, la pérdida del Poder.

Ambos bandos se vieron obligados al diálogo, pero el Régimen, con mayor poder, manejo de recursos y la funcionalidad de su unidad jerárquica, logró sacar mejores resultados de su escenificación. La MUD cometió errores. La presencia del desacreditado Timoteo Zambrano en esa mesa, debían saber que les iba a generar millones de comentarios ácidos en su contra, de esos que le proporcionan oxígeno a los tan mentados guerreros del teclado y después se quejan. Nunca deberían olvidar que sus errores se convierten en argumentos de sus opositores más radicales  Permitir la participación de Maduro, que es un rayador que a quien toca raya. En fin, no deseo extenderme en esto, para darle espacio preponderante a la que yo creo es la razón fundamental por la que un diálogo celebrado, en esas condiciones, terminaría siendo malo para la MUD como lo ha sido hasta ahora.

La auténtica y verdadera piedra en el zapato del diálogo es la condición de Leopoldo López preso. Y lo centro en su figura personal, consciente como estoy de su no aceptación a ser liberado si antes no lo son todos los presos políticos. Asume para sí el papel del capitán que debe abandonar de último el barco siniestrado y le concedo toda la razón. Yo, en su lugar, también la asumiría.  Reitero: con Leopoldo preso, es muy complicado para la MUD participar en un diálogo que pueda resultar fructífero porque su misma participación divide y al dividir pierde su representatividad.

¿Por qué? No dejemos de lado que quienes se están sentando en la mesa del diálogo fueron los mismos que lo hicieron en el 2014. En aquella oportunidad fueron muy criticados. Una no desestimable porción de sus problemas de imagen devienen de aquel evento. De aquellos barros, estos lodos. Por supuesto, ellos pudieran alegar en su defensa, como de hecho lo hicieron, que consideraban, políticamente: las condiciones no estaban dadas para una salida como la que promovía Leopoldo con María Corina y Ledezma. Acusaron, sobre todo a Leopoldo, de jugar un “adelantaíto”, es decir: de no haberles informado, oportunamente, lo que se proponía con la aviesa intención de tomar mayor ventaja política de los resultados positivos que pudieran derivarse de su acometida estratégica, etc., etc. No estoy en condiciones de saber si eso fue realmente así o si lo que hubo fue una diferencia de visión con relación a la acelerada dinámica de lo que iba a ocurrir en Venezuela en materia de deterioro social y económico en estos tres últimos años.

Quizás, por qué no asomar el escenario alternativo, Leopoldo trató de compartir con ellos su visión de lo que ya estaba en proceso de inevitable evolución dinámica. Que les argumentara la necesidad de evitarle al país esta irremediable pérdida que se ha producido desde el 2014 hasta acá y, en consecuencia, planteara la necesidad de no postergar más la salida del Régimen. Pudo haber ocurrido de esta manera también, por qué no. Mi propia experiencia me dice que la cuestión pudo haber fluido de esa forma, porque a cuántos no he intentado convencer yo de esa misma visión que ya unos cuantos compartíamos, por diferentes vías, con Leopoldo y, sin embargo, no lo logré. De nada valía que uno se desgañitara hablando de tendencias explosivamente dañinas. Que uno mostrara curvas exponenciales apuntando hacia la tragedia que hoy vivimos (qué puede extrañar que la tasa de cambio del dólar, en cuestión de días, se haya acelerado hasta casi superar  los 2000 Bs/$, cuando lo que está haciendo es recuperar en brevísimo plazo una predecible tendencia artificiosamente contenida). Al parecer, no todo el mundo tiene la misma capacidad para la visión sistémica. O, también es verdad, muchos, aunque la tengan, priorizan la solución del nudo gordiano político, como paso primero, aunque de la dinámica socio económica que se estuviere visualizando a futuro pudiera derivarse una crisis humanitaria. Hoy lo tengo claro, antes no.

Asomo el escenario alternativo porque hoy, a casi tres años del inicio de aquellos eventos, resulta incontrovertible que la visión acertada fue la de Leopoldo –y sus acompañantes, disculpen que no siempre les mencione por razones de brevedad-. Esa visión trastocada en insondable realidad la está sufriendo el pueblo venezolano. Y Leopoldo está pagando, ¡de qué manera! su supuesto aventurerismo. Entonces, aquellos argumentos que pudieron haber esgrimido quienes se sentaron a dialogar con el Régimen en aquella ocasión, hoy día ya perdieron totalmente su vigencia. Si en el 2014 existía un espacio relativamente creíble para la contraposición de dos puntos de vista, este ya se agotó.  La Oposición no puede plantearse sentarse con el Régimen si en esa mesa de diálogo no está presente Leopoldo o quienes puedan válidamente representarle. Y, por supuesto, para que esto pueda ocurrir Leopoldo tiene que estar libre y, como él, todos los actuales presos políticos.

Si la MUD insiste en un diálogo sin Leopoldo, divide. Resulta inevitable que divida, así los ardorosos espadachines digan lo que digan intentando convertirnos en focas no pensantes y proclives al fácil aplauso.  Y si, además, el Régimen implementa toda una estrategia de liberar los presos afines a los que acceden a dialogar mientras continúa persiguiendo a Voluntad Popular, le echa leña a la caldera de la división. Ellos bien saben lo que hacen. Proponen un escenario de inmoral extorsión que no puede ser aceptado por la MUD sin que ello también la raye. Por eso, el rumbo actual tiene que ser corregido. La primera condición para el diálogo tiene que ser la liberación de todos los presos políticos. Y de allí en adelante, lo que se pueda concertar estando todos comprometidos alrededor de una unidad auténticamente creíble. Vuelvo a hacerme eco del esquema de diálogo propuesto por Thays Peñalver.

El tema es complejo. Una amplia diversidad de temas conexos se quedan en el tintero. Pero deseo finalizar con una recomendación. El momento político que vive Venezuela es en extremo delicado, por eso no hay espacio en él para un ejercicio de la política que esté reñido con la verdad y los valores morales fundamentales. Cualquier decisión que se vaya a tomar, sométanla a la criba de la autenticidad moral y verán que dejarán de errar. Y se interrumpirá ese deambular en el que un error pequeño deriva en otro más grande y así, sucesivamente, hasta llegar quizás a una situación que se pueda calificar, incontrovertible e irreversiblemente, como un mal resultado de la actuación de la MUD. Que será también un mal resultado para todos y para el país.

¿Podríamos definir para un futuro, objetivamente, lo que es un MAL RESULTADO? Un buen tema para abordar en un próximo artículo, porque toda delegación a un cuerpo de dirección debiera tener una acotación en el tiempo para el cumplimiento de objetivos.    



martes, 1 de noviembre de 2016

Adivinen quién continúa ganando la Batalla de las Palabras

He disfrutado mucho este artículo con el cual concuerdo 100%. Aunque lo dice de otra forma, coincide con planteamientos hechos por mí en anteriores posts de este blog. El Régimen siempre se sale con la suya a la hora de imponer el frame del debate mediático. O sea sigue ganando la Batalla de las Palabras, a pesar de que la crisis dantesca que aqueja al pueblo venezolano constituye un filón infinito.   



Semántica y Régimen Chavista


Héctor E Schamis* (@hectorschamis)




Cuentan los historiadores que cuando los expertos acudieron a Honecker con información sobre el creciente endeudamiento externo de los setenta, su respuesta fue simple. Decidió la inmediata interrupción de los estudios financieros y la destrucción de los datos estadísticos acumulados hasta la fecha.


A su manera, Honecker era un constructivista, ese postulado heurístico según el cual la realidad como tal no existe sino que es “lo que se dice que es”; o sea, se construye subjetivamente. Fue fácil para él: sin información, no habría más crisis de endeudamiento. Una aclaración objetiva: la crisis financiera eclosionó en 1989 y Honecker partió al exilio. Fue el comienzo de la gran transformación europea de fin de siglo.



La parábola es por la Venezuela chavista, también “constructivista” si bien con un estilo importado de La Habana más que de Berlín Oriental. Donde sea que origine la inspiración, lidiar con el chavismo siempre sera titánico esfuerzo por definir la realidad. Nótese la preocupación de la MUD en dejar establecido que “hubo golpe y ahora sí, se trata de una dictadura”.



Entre paréntesis y a propósito del “ahora sí”: la democracia es un método para llegar al poder y un conjunto de reglas que limitan el ejercicio de dicho poder. No importa cuantas elecciones pudieran ganar, el chavismo rara vez, si alguna, se sometió a esas reglas. En este mismo espacio, quien aquí escribe lo viene diciendo desde 2013. Conste.



El hecho es que al chavismo no le ha ido mal con su propia versión de constructivismo, es decir, su estrategia comunicacional. Tanto que a veces Venezuela se reduce a un cruento experimento semántico, una batalla por las palabras que trivializa la tragedia humanitaria y de derechos humanos. Es que no se trata de un debate genuino sino de la construcción de una realidad paralela.



Quienes hablan de derechos humanos se han convertido en los ultras de hoy, estigmatizados por un discurso vacío que solo repite la palabra “dialogo” como si fueran términos mutuamente excluyentes
En la propia OEA, la misión venezolana circuló un comunicado el 18 de octubre solicitando al Consejo Permanente la terminación del contrato entre la Secretaría General y una firma consultora en comunicación. No es casual que ello ocurriera dos días antes que el CNE anunciara la suspensión del revocatorio. La diplomacia venezolana es como el bravucón más pendenciero del barrio: para evitar que le peguen, siempre pega primero.



Así, mientras tanto, se habla de otra cosa. Argentina se subió a ese bote en otra muestra de las reiteradas incongruencias entre lo que su presidente dice y lo que su cancillería hace, a propósito de realidades paralelas. Solicitó una reducción de presupuesto tal que paralizaría la operación del departamento de prensa y comunicaciones de la OEA, nada menos. Almagro respondió con elocuencia: la misma censura de prensa que el gobierno de Maduro aplica en Venezuela, ahora busca imponerla en el seno de la propia OEA. No dijo que, evidentemente, lo hace con socios.



Resulta inverosímil, por ello, que un régimen sin economía ni Estado, sin medicinas ni alimentos, una dictadura pura y dura tenga la capacidad de definir los términos del debate a voluntad, al punto que quienes hablan de derechos humanos—como lo hace Almagro—se han convertido en los ultras de hoy, estigmatizados por un discurso vacío que solo repite la palabra “dialogo”, como si fueran términos mutuamente excluyentes. En este fútbol perverso el chavismo siempre juega de local, con doce y con el arbitro comprado.



No son pocos los que dicen que la administración Obama se contenta con mirar correr las agujas del reloj para que Maduro aguante hasta el 20 de enero. Hace dos años que también hablan de diálogo y el chavismo se burla de ello. El Departamento de Justicia imputa a Reverol, pero Maduro lo hace ministro del interior. Liberan dos presos políticos con gran impacto en los medios, uno de ellos ciudadano estadounidense, pero apresan muchos más en secreto y torturan a los que tienen.



No sorprende entonces que ocurriera lo que se temía: la suspensión del revocatorio y las elecciones de gobernadores. En Venezuela se extinguió el concepto de sufragio y, sin embargo, esa misma idea de diálogo—“diálogo-pistola-en-mano”, como lo llamó Ibsen Martínez—ahora es política exterior del Vaticano, que se hizo presente no con uno, sino con dos enviados. Las fotos son elocuentes: los representantes papales junto a los mediadores oficialistas Rodríguez Zapatero y Fernández.


Prueba adicional que el chavismo continúa definiendo los términos del debate, es que hasta el día de hoy la MUD no ha sido capaz de descalificar el rol de Zapatero y su sesgada mediación. También una buena parte de la oposición, debe reconocerse, usa la semántica para construir su propia realidad. Juzgarán a Maduro por abandono del cargo, lo cual no necesariamente ha sucedido, y le harán juicio político, el cual sería solo simbólico ya que en Venezuela no existe el proceso de destitución por impeachment.

Y esto sin contar las propias contradicciones entre asistir o no, si en Margarita o en Caracas, al nuevo capítulo de este diálogo. El problemas más grave de la MUD es que no parecen entender que no hay manera de derrocar un régimen autoritario sin una agenda común que posponga las disputas personales. No tendrían más que darle una leída rápida a cualquier transición exitosa—España, Argentina, Sudáfrica o Chile, por ejemplo—para darse cuenta que el objetivo era uno solo: la retirada del régimen.

Lo preocupante ahora es que los acontecimientos bien podrían superarlos. La gente en la calle y el riesgo de la represión del gobierno, lo cual no ocurrió todavía en Caracas pero sí en las regiones, podría suceder el 3 de noviembre en la marcha a Miraflores, sede del Ejecutivo, convocada por la MUD. Si la cancelan, por lógica precaución, podrían distanciarse de la base. Si siguen adelante, podrían ser padres y testigos de una tragedia.

Este es precisamente el escenario que quienes invocan la Carta Democrática han intentado evitar durante largos meses. Propusieron una mediación colectiva pero en serio, un diálogo sin pistola, la intervención de la comunidad internacional, la restitución de derechos, la ayuda humanitaria. Pero esos son los ultras de hoy. Sería muy triste que ellos—la OEA, los expresidentes nucleados en IDEA, las organizaciones de derechos humanos, la prensa y muy pocos gobiernos de la región—tengan que recurrir al “les advertimos que esto pasaría”.


Ya veremos más adelante cómo se asignan las culpas y responsabilidades. De lo que hay certeza es que la víctima sería—ya lo es—el pueblo de Venezuela. Y esa es la realidad objetiva, no la paralela.

*Héctor Schamis es profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos y en el programa “Democracy & Governance” de la Universidad de Georgetown.