lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Qué es lo que está detrás de esta arremetida estratégica del Gobierno?

Las Verdaderas Razones

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

El Gobierno en su más reciente arremetida estratégica pretende detener su estrepitosa caída de imagen tratando de engañar, una vez más, al pueblo, sobre todo al segmento que le ha favorecido con su voto en anteriores contiendas electorales. Para ello, hace ver que está tomando radicales medidas contra las causas de la problemática económica que aqueja a la gente cuando, en verdad, lo que está es tratando de aprovechar con fines electorales los síntomas de una enfermedad cuyas causas estructurales son mucho más profundas. Actúa como el médico que intenta bajar la fiebre sin realmente averiguar cuál puede ser la raíz infecciosa que la está originando.
Actuar en contra de la especulación, que sería necio negar su existencia, o contra el acaparamiento, con el fin de enfocar el dedo acusador sobre el sector empresarial como el causante de todos los males que aquejan a nuestra economía es pura y dura manipulación, además, a estas alturas, pavorosamente irresponsable. La principal causa de todos esos síntomas, exacerbados por el galopante deterioro ético  a todos los niveles, es la pérdida acelerada del valor de nuestro signo monetario frente al dólar. El Régimen pretende ocultar que nuestra moneda ha perdido cien veces su valor en estos últimos quince años, de lo cual es el único responsable, pero como la economía real actúa como un cuero seco: esa disparidad disparada entre el verdadero valor de los bienes fuera de nuestras fronteras y el valor que el Gobierno pretende imponerles aquí dentro, está en el núcleo de la explicación de todos esos síntomas que tratan de vendernos como los causantes de nuestra crisis.
Mejor ejemplo de lo que digo no lo podrán conseguir, si no leen el espléndido y valiente artículo de Milagros Socorro en El Nacional de este domingo (24/11/2013) titulado “Caravanas de  200 camiones”. “No hay en la actualidad ninguna actividad más rentable en Venezuela que el bachaqueo”, así comienza la excelente radiografía de un negocio donde el simple traslado de un bien adquirido a precio regulado en Maracaibo hasta el otro lado de la frontera con Colombia, le incrementa el valor siete o más veces. ¡Qué hay una red de corrupción que ampara a ese negocio!  ¡Claro que la hay! Injustificable, pero explicable a través de una tentadora y poderosa lógica económica. Ahhh, pero el Gobierno no se atreve a  emprenderla contra los  militares que patrullan esa zona para endilgarles la causa del imparable desagüe fronterizo de parte de nuestra riqueza. La misma disparidad es la que causó toda la corruptela que se montó alrededor de la raspadera fantasma de los cupos para consumos de viajeros en el exterior, la que ha generado el incremento de las tarifas de los pasajes aéreos y el consecuente aislamiento internacional del país. Aunque con respecto a este problema también concurre otra razón: el Gobierno quiere mantener la ficción del pasaje a 6,30 pero no le cancela los dólares a las líneas aéreas. Dicen que van a ir por ellas, pues si van: preparémonos para ver cómo muchas líneas excluyen a Venezuela de sus rutas.
Es más fácil para el Gobierno emprenderla contra los empresarios y políticamente más rentable (así lo creen ellos). Se trata de meterlos a todos en un saco: a los empresarios enchufados que sí tuvieron acceso a dólares de CADIVI y vendían a precios similares a los de otros que, no queriendo cerrar sus negocios, se arriesgaron a comprar sus mercancías importadas al precio del mercado paralelo. En el primero de los grupos parece estar DAKA, que en el 2012 tuvo acceso a estos dólares preferenciales a pesar de que los bienes que comercializaba no entraban en el renglón de prioritarios de conformidad a la política que publicitaba el Gobierno.
Vamos a estar claros, la incidencia del dólar CADIVI ha sido mínima en cuanto a la adquisición de muchos bienes importados que llenaban los anaqueles, pero eso al Gobierno no le ha importado. Los ha maltratado a todos por igual. Pues bien, en el caso de los que se arriesgaron: habría que preguntarse si el continuo remarcar de sus precios no se debía más bien a la creciente volatilidad del precio del dólar paralelo que a una supuesta voracidad especulativa. ¿Se les podría culpar porque aplicaran la política del costo de reposición en la asignación del precio a sus mercancías en aras de no descapitalizarse en dólares y poder mantener la dimensión de su actividad de comercialización? Cuando el Gobierno habla de márgenes escandalosos de ganancia, lo hace en bolívares que van camino de convertirse en billeticos de monopolio. ¿Por qué no analiza los tales márgenes en dólares a ver si podrían calificarse de auténticamente especulativos? Porque no les conviene, sería reconocer una realidad que ellos quieren ocultar cuando la verdad es que pretenden mantener la ficción de una pujante economía montada sobre una gran mentira.  ¡Sería reconocer su estruendoso fracaso!
Por supuesto, en el análisis individualizado podremos conseguir casos de casos, y habrá algunos en los que subyaga esa voracidad por la ganancia fácil muy propia de esa moralidad media del ser humano promedio (Raymond Aron), la mismísima que alimenta el fenómeno del bachaqueo. El Gobierno tendría que ir a la raíz del tumor canceroso, a extirpar esa disparidad distorsionante que infla de tanta tentación a los demonios. Pero no, más fácil es echarle las culpas a los empresarios como casta parásita y si por allí se nos atraviesa uno, que además es diputado opositor, candidato y virtual ganador de una alcaldía de una ciudad importante: ¡mejor que mejor!
Lo cierto es que la tibieza de la defensa que esgrimió la dirigencia política opositora formal, tanto a nivel nacional como regional, ante el indisimulado atropello a las reglas del juego limpio democrático, pondrá a pensar a los empresarios si valdrá la pena que ellos salgan a la defensa de los políticos. Así, en esta Venezuela del sálvese quien pueda y en plena función del circo ELECTRODOMÉSTICOS PA HOY Y HAMBRE PARA MAÑANA, estaremos muy pendientes de ver si los resultados del 8D validan el efecto electoral a favor del Gobierno, que algunos analistas le han augurado a su irresponsable y suicida estrategia. Yo no estoy tan seguro de esto. Un problema de timing: la gente comenzó a ver con excesiva prontitud el triste espectáculo  de las grandes tiendas fantasmas con anaqueles vacíos, las emblemáticas empresas que cierran y ya todos hablan de un amigo o familiar que se queda sin empleo. Ya no se trata de pronósticos sino de realidades y nadie quiere un EPA MERCAL. Quizás esto incida para que la problemática nacional tome la máxima preponderancia que amerita en el análisis del qué hacer de cara a ese 8D y más allá de las fortalezas y debilidades de los candidatos locales y sus propuestas programáticas, más allá de la pésima conducción política en algunos estados (incluido Carabobo),  los electores se vuelquen a votar para poner a estos irresponsables en la picota que se merecen. POR ESTO ES QUE YO SÍ VOY A VOTAR y sobre el tan aleccionador episodio de Cocciola escribiré con mayores detalles después del 8D.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Otro enfoque sobre por qué lo que viene es JOROPO

Sobre la inestabilidad de nuestra economía

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

He enseñado sobre el comportamiento de sistemas dinámicos desde que me gradué de ingeniero –mediados de los setenta-. Ha sido el dominio de este tema el que me ha llevado a pronosticar desde hace ya varios años lo que ahora se encuentra en pleno desarrollo: la inestabilidad absoluta de nuestra economía, evidenciada en la subida exponencial del precio del dólar paralelo –más adelante explicaremos el significado del calificativo exponencial- y sin límite, que es lo más preocupante.
Me temo que la mayoría de nuestros economistas han recibido una formación tradicional que les permite lidiar con el sistema bajo su escrutinio en condiciones estáticas de equilibrio. A lo sumo, cuando se produce un desequilibrio, suponen que el sistema se desplazará gradualmente hacia un nuevo punto de equilibrio, como si él ostentase siempre la deseable propiedad de autoregularse. Obviamente, esto no es lo que está ocurriendo. La dinámica de nuestra economía se mueve en un escenario de inestabilidad, que es lo que causa que algunas de las variables nefastas –inflación por señalar una- hayan comenzado a tomar un ritmo bastante alocado de crecimiento al cual, reitero, no se le ve límite a menos que se asuma un plan integral de medidas para la estabilización de nuestro sistema económico.
A estas alturas, supongo se habrán dado cuenta de la inevitable recurrencia a una terminología un tanto técnica. Intentaré explicarme en la forma más sencilla y sucintamente que pueda. La causa principal de la inestabilidad actual es el desequilibrio evidente entre la oferta de dólares que el Estado puede aportar para el funcionamiento de nuestra economía (los cuales provienen casi exclusivamente del ingreso de divisas por concepto de la venta de petróleo) y la demanda de dólares que nuestra economía requiere para seguir funcionando al ritmo al cual venía haciéndolo. Ricardo Hausmann señaló, con absoluta razón, que Venezuela gastó dólares en el 2012 como si el barril de petróleo se estuviese vendiendo a doscientos dólares. Traigo esto a colación, porque el desequilibrio entre los dólares que, realmente, le ingresaban a Venezuela por concepto de producción petrolera y los que nuestra economía consumía viene desde varios años atrás –siendo conservador: por lo menos desde el 2011-. La diferencia se financió con endeudamiento, creándose así una ficción de que nuestra economía podía seguir creciendo, sobre todo el sector comercio, como si tal desequilibrio no existiese. Una ficción que yo califiqué de fiesta, alimentada por el mismísimo gobierno por razones políticas: les era indispensable que el finado fuese reelecto.
Cuando las posibilidades de seguir financiando la fiesta con crédito externo se agotaron –quedará como anécdota la negativa de los chinos-, la terrible realidad del desequilibrio que se había fraguado por varios años hasta convertirse en verdaderamente sustancioso, comenzó a descargar su venenoso e incontrolable impacto sobre el funcionamiento de nuestra economía. Como no existe posibilidad alguna de incrementar la oferta de dólares, por parte del Estado, quedan dos caminos. El primero: que el aparato económico se reduzca para adaptarse a la cantidad de dólares que realmente puede disponer para su funcionamiento. Se dice fácil, pero no lo es. Como el Régimen, obstinadamente, evade cualquier reconocimiento de la realidad económica que él mismo ha creado, la reducción no responderá a ninguna planificación previa en atención a lo realmente necesario, será a trancazos, por la vía de los hechos: que cada cual sobreviva como pueda (me refiero a empresas), con la cual se generan las circunstancias para que se produzca escasez en una vasta diversidad de bienes de consumo (desde lo más lujosos y por ende: menos necesarios hasta productos de primera necesidad). En el contexto de esa lógica de sobrevivencia, no pueden faltar quienes no queriendo verse forzados a bajar las santamarías de sus negocios, recurran, muy valientemente en mi opinión, a ese mercado paralelo para intentar seguir trayendo sus productos o materias primas. Este es el segundo camino, que menos mal existe porque si no: la escasez sería más patética y generalizada. Es en ese mercado, donde existiendo una brecha sustanciosa entre oferta y demanda, el precio crece y crece, a una velocidad tal que es proporcional al precio vigente. Esta es la característica esencial de lo que los sistémicos denominamos crecimiento exponencial. Comportamiento que es propio de una variable cuyo crecimiento se realimenta o refuerza positivamente, como en una especie de círculo vicioso.
No existe la posibilidad de que el mercado se mueva a un nuevo punto de equilibrio porque, para ello, debería producirse un incremento importante en la oferta de dólares, lo cual no se avizora posible en el corto plazo. Así pues, estamos en presencia de un lazo con realimentación (feedback) positiva que genera un comportamiento inestable (crecimiento exponencial ilimitado) en una variable, que a su vez es incidente sobre otra muy importante: la inflación.
Como si no fuera suficiente con el dantesco cuadro que ya tenemos, el gobierno ha recurrido al expediente de tratar de mantener la ficción generando bolívares inorgánicos (que no tienen ningún respaldo) lo cual incrementa la liquidez. De nuevo, este incremento alimenta la demanda de bienes, pero no existe como contraparte: la posibilidad de incrementar a la misma velocidad la producción en el país de estos bienes (las condiciones de nuestra capacidad productiva: otra variable importante que en este análisis muy esquemático no entramos a discutir). Otro desequilibrio que dispara el incremento de los precios. La presión de los trabajadores por salarios que compensen su pérdida adquisitiva; los incrementos de sueldos financiados con dinero inorgánico; mayor liquidez; mayor inflación; estamos pues en presencia de otro lazo con realimentación positiva que dará pie a una híper inflación, en el contexto de una economía bolivarizada cuyos tales bolívares han perdido su referencia con cualquier moneda dura (con comportamiento estable) que se nos pueda ocurrir.
Cuando esto ocurre en una economía, los gobiernos se imponen la nada fácil tarea de instalar lazos de control que corrijan realmente los desequilibrios con el objetivo de estabilizar las variables fuera de control. Hasta ahora, el gobierno de Maduro no ha instalado ni uno solo de estos lazos. Todo lo contrario, esa manipulación discursiva que ha conducido al saqueo de DAKA justo cuando escribo estas líneas, es una muestra evidente de que no se sabe y no se quiere asumir una conducción responsable de nuestra economía que tienda a estabilizarla. Lo que importa es la política: mantenerse en el poder a como dé lugar. Así las cosas, nos enrumbamos directo hacia una cubanización de nuestra realidad doméstica. Olvidémonos de celulares, laptops, televisores, electrodomésticos y hasta carros. A ver si reaccionamos y dejamos de esperar que de “los cerros bajen” –una expresión que he escuchado muchas veces- a resolver un problema que nos compete a todos.
Hace más de un año, con ocasión de la muerte de un compañero de graduación,  les dije a mis otros amigos: pronto veremos dólares a cuarenta y me miraron como si tuviese cara de loco. Ahora resulta que mi predicción de sesenta para diciembre ya fue sobrepasada, ya no me siento tan mal por los calificativos de “boca de sapo” o ”nube negra” que me han endilgado quienes me han escuchado mis supuestamente temerarios pronósticos. Ahora sí que los más incrédulos (¿O serán los más crédulos?) pueden tener clarito el escenario al cual nos conducen.