miércoles, 21 de agosto de 2013

Una reflexión a raíz de la destitución de Edmeé

La Despedida de Edmeé

Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)


Suelo leer todos los artículos de Fausto Masó, me parecen muy interesantes. De su más reciente, rescato la siguiente línea: “reemplaza bruscamente a la Presidenta del Banco Central cuando no cumple una orden”. Masó maneja buena información, por lo que supongo que, después de todo, la Ing. Edmeé Betancourt de García salió por no querer ejecutar una orden presidencial y no por el escándalo del BANDES como tan insistentemente se rumorea. 

Debo decir que recibí el Vicerrectorado Administrativo de manos de Edmeé –año 1992-. Profesora de muy larga trayectoria en nuestra alma máter (Universidad de Carabobo), se jubiló con una imagen bien ganada de ser una persona muy trabajadora, responsable y honesta. Intentó dos veces, sin lograrlo, ser Rectora y luego entró a ese mundo de la supuesta intelligentsia técnica del régimen. Se le ha identificado con la línea Giordani, otro ingeniero, que aunque, recurrentemente, ha venido ocupando los primeros lugares en los rankings de peores ministros de finanzas a nivel mundial, se le ha asignado una cierta aura de relativa honestidad. Bastante comentados han sido estos días, en los que el show anticorrupción domina los medios, los párrafos contenidos en un libro de su autoría en los que critica a los boliburgueses: una especie de catarsis de ese permanente ratón moral que le acompañará por el resto de sus días. Me parece escucharlos burlándose de “ese viejo loco”, cuando alguno de ellos dice con autoridad: “No os preocupéis, que a ese ni bo… le paran”. Y así ha sido. La misma Edmeé, citando cifras calculadas por Giordani, declaró que empresas de papel creadas por personas cercanas a altos funcionarios del gobierno, habrían obtenido una buena porción de los 59.000 millones de dólares otorgados el 2012 al tipo de cambio preferencial. ¿Y qué ocurrió con una declaración tan grave como esa y compartida por funcionarios de tan alto nivel dentro del Régimen? Exquisita interrogante para planteársela  a Maduro en su tan propagandeado debate sobre la corrupción.

Pienso que a figuras como Giordani y Edmeé, el Régimen las ha utilizado como “detergentes de honestidad”. Les promovió esa imagen de “viejos maestros morales” venidos de las aulas universitarias, para encargarse de las más altas responsabilidades de gobierno, cuando, en verdad, no hicieron otra cosa sino avalar las disparatadas políticas que las próximas generaciones conocerán como EL LEGADO DE CHÁVEZ. Ahora, cuando el legado comienza a develarse en su verdadera dimensión trágica, ya el Régimen no está dispuesto a dejarles un espacio para que se conviertan en piedritas en el zapato de nadie.

Aunque Maduro no reúna las condiciones personales de Chávez para conducirse como un autócrata, no le queda otro remedio que hacerlo. Seguramente tendrá que consultar más con unos pocos, pero después de hacerlo tiene que asumir su rol de autócrata, lo que tiene debajo de él es una organización vertical ya habituada en demasía a operar bajo los principios de imposición de órdenes de arriba hacia abajo y la sumisión total. Quien quiera seguir ocupando posiciones de poder, sabe perfectamente que no puede ni rechistar a las “órdenes superiores”. 

Aunque luzca exagerado, me cuento entre los que creen que ese estilo de gerencia pública autocrática al cual se ha hecho adicto este régimen, es responsable en buena parte de su ineptitud y de la proliferación metastásica de la corrupción. Trataré de explicarme con un par de ejemplos. Imaginemos a un alto gerente de CORPOELEC, recibiendo la orden de asumir la instalación de un conjunto de plantas de generación distribuida compradas a Cuba con la supuesta finalidad de resolver la crisis eléctrica. Si es un profesional con buen nivel técnico, sabrá, de entrada, que las dichosas plantas en vez de ser la solución se convertirán en un problema (lo cual, efectivamente, ya ha quedado demostrado). Como una guinda adicional, se enterará del grosero sobreprecio al cual han sido adquiridas. ¿Cuáles son sus opciones en un régimen como éste? Si se atreve a escribir un buen informe técnico oponiéndose a la solución venida de arriba, está consciente que muy probablemente será removido de su alto cargo. Similar dilema confrontaría un alto gerente de PDVSA, al cual se le ordena comprar sopotocientas toneladas de productos alimenticios –un negocio de algún actor ubicado en un nivel superior-, cuando él bien sabe que las restricciones logísticas en cuanto a la operatividad de nuestros puertos y sitios adecuados de almacenamiento muy, probablemente, causarán que una buena porción de lo adquirido termine en los pudrevales. ¿Cómo proceder? Mi tesis es que en la medida que el gerente desempeñe su profesión con buen nivel técnico, dignidad, apego a su código de ética profesional y celo por cuidar una reputación ganada a lo largo de una trayectoria de años, con mayor probabilidad se opondrá a la “solución superior” aun a riesgo de perder su cargo (nótese que el argumento se plantea bajo una lógica probabilística y no determinística).

Las malas decisiones en el vértice superior de la jerarquía generan en una organización vertical la pérdida de sus mejores recursos humanos. ¿Quiénes quedan? Los más ineptos, aquellos cuya baja autoestima de su condición profesional los hace ser más dependientes del cargo que desempeñan: no tienen la confianza suficiente como para arriesgarse afuera y optan por ser cómplices del desastre así tengan plena conciencia del mismo (algunos se auto engañan). Pero no sólo ellos, también están los que se quedan para beneficiarse ilícitamente del cargo sin importarles el daño que se pueda estar causando. Este es el punto en el que nos encontramos: la ineptitud y la corrupción han hecho mella de nuestra gerencia pública.

En cuanto a Edmeé: no sé si algún día se llegará saber cuánto del desastre del BANDES y el Fondo Chino se debió a sus propias decisiones y ejecutorias o, quizás, cuánto se debió a no haber tenido ella la suficiente valentía para oponerse a las inconvenientes decisiones superiores cuando Chávez ejercía vivazmente su condición de puedelotodo. Al parecer, finalmente plantó cara, demasiado tarde. Perdió el cargo, así fuera la Presidencia del Banco Central (¡Qué autonomía!) pero no creo que la cosa vaya mucho más allá. A este gobierno no le conviene perjudicar toda la mitología creada alrededor de su profeta, ni tampoco dañar la imagen de una de sus figuras “detergente de honestidad”. ¡Ya no quedaría ni en quién creer!

lunes, 5 de agosto de 2013

Algo muy malo puede estarse incubando

Con la Embajadora de Suráfrica y amigos de FACES

No se sabe lo que se tiene
Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)

Hasta que se lo pierde. ¿Cuántas veces no habremos escuchado en nuestras vidas tan sencillo pero profundo mensaje? Estoy seguro de haberlo escuchado de labios de mi madre unas cuantas, desde los tiempos en los que mi memoria se pierde. El viernes 25 de julio, en un sencillo acto celebrado en el salón de sesiones del Consejo Universitario de la Universidad de Carabobo, con motivo de la conmemoración de los veinticinco años de haberle otorgado nuestra alma máter el doctorado Honoris Causa a Nelson Mandela, fui impactado por la apelación a tan sabio refrán que hiciera la Excelentísima Embajadora de la República de Suráfrica en nuestro país. No creo haber sido el único. Me atrevería a decir que en ese auditorio encantado por la inesperada brillantez de un discurso hilvanado con sencillas palabras, la resonancia de un mancomunado silencio de entendimiento colectivo marcó la profundidad con la que, todos los que allí nos encontrábamos, acogíamos como sabia advertencia la amarga lección de vida macerada por años de un ser humano que, por momentos, nos pareció venido de otra dimensión.
Dijo que no nos iba a hablar sobre la vida de Mandela. ¿Quién no conoce los aspectos más resaltantes de su legendaria vida? Nos habló sobre el Apartheid. Sin necesidad de dramatizar lo que ella pudo haberlo sufrido, sus sencillos ejemplos bastaban para trasmitirnos lo que significó para los habitantes de su país el terrible estigma de vivir en un estado de discriminación institucionalizada. Si una ambulancia que sólo podía atender a blancos, llegaba a prestar auxilio en un accidente de tránsito en el cual también había víctimas de color, sin importar si éstas estuviesen en condición de gravedad mucho mayor que el de las víctimas blancas, incluso a punto de morir, el vehículo sólo podía retirar a los blancos heridos.
Nos narró sobre cómo Suráfrica, había estado en un par de ocasiones a punto de entrar en guerra civil. Fue entonces cuando se refirió al discurso de Nelson Acosta, Secretario Ejecutivo de la comisión organizadora de los actos conmemorativos y quien le había antecedido en el derecho de palabra. Nelson había hecho referencia a la peligrosa circunstancia de desencuentro entre dos mitades de un país, el nuestro, sin que se visualizara, a corto plazo, la posibilidad de construir un escenario de encuentro a partir del cual se pudiera plantear el relanzamiento de una nueva Venezuela. La Reconciliación, tal cual como la que el liderazgo de Mandela había cimentado en Suráfrica, constituía el tema impostergable en la agenda política venezolana.
La experiencia vivencial de cada cual determina la mayor o menor sensibilidad con la que percibimos los rasgos sociales de un país al que visitamos. Con apenas siete meses entre nosotros, la Embajadora hizo hincapié en su agrado por la naturaleza amable y muy sociable  del venezolano. Pude deducir que nos consideraba un pueblo naturalmente inclinado a confraternizar y contrario a la desunión e intolerancia. Tienen algo muy bello ustedes, que no se pueden permitir perderlo. Tienen un país muy bello ustedes y deben luchar para que se mantenga unido. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Así, de sopetón, en muy correcto español, nos sorprendió con un decir muy nuestro, alguien venido de una dimensión donde el simple hecho de nacer era la rifa de tu destino, incluyendo el número malo que te podía granjear gratuitas calamidades por el resto de tu vida. Como si fueran las paredes de mi casa materna las que me hablaran, la frase resonó ofreciéndome una perspectiva desde la cual nunca se me había ocurrido analizar nuestra situación presente como país.

Desde ese día, estas nueve palabras  rondan por mi cabeza. Lo hacen en un momento muy oportuno, porque les confieso mi sentir desesperanzado sobre el futuro de esta bella tierra. Será cansancio, desmotivación, la sensación de que he perdido el rumbo, la impotencia de no poder ayudar por no hallar cómo articularme a un esfuerzo colectivo con el que me sienta identificado y le vislumbre alguna posibilidad de impacto positivo, no sé qué, pero lo cierto es un inhóspito vacío que comienza a llenar mis días. Aunado a ello, una rabia sorda que produce respuestas reflejas de intolerancia. Como universitario que he sido toda mi vida, me entrené para la confrontación de ideas, para el respeto a la diversidad de ellas, para relacionarme con gente de todas las tendencias y comprender sus posiciones intentando verlas desde su perspectiva, en fin: para el diálogo sincrético. Vi a muchos universitarios de los que todavía hoy comulgan con el Oficialismo, criticar a la corrupción, abanderarse con un gremialismo a ultranza, protestar por las violaciones de los derechos humanos, y me toca verlos hoy defender este presente en el cual todos los males del pasado han sido aberrantemente superados. Por varios de estos más recientes años, he intentado darle una explicación a su ceguera, pero ya no la soporto más. Ya no los tolero. ¿Será acaso un ánimo guerrerista y vengativo en contra de todos estos cómplices de la destrucción del futuro de mis hijos y de mis nietos y del mismo mío que todavía tengo derecho a uno aunque sea por pocos años? Quizás. Y no soy el único. He escuchado a gente decir cosas como ésta: ojalá se instale aquí un Pinochet y les persiga como ratas. Definitivamente, debajo de la aparente calma, algo muy malo se está incubando. Por eso es que saludo a las palabras de la Embajadora, se destilaron en mi conciencia como una plegaria de la Venezuela afable que conocimos, cayeron en el momento justo para exorcizar los malos espíritus. Ojalá estemos a tiempo y no lleguemos a perder lo que sí sabíamos que teníamos.