sábado, 22 de abril de 2017

Sobre la necesidad de elevar la calidad de la Política en Carabobo


Diario entre dos marchas


Asdrúbal Romero M. (@asdromero)


Me sentí contento. Realmente feliz. Por mi participación en la marcha del 19 de abril. Partí desde la avenida Lara. Acompañando a la Universidad, como sentí era mi rol institucional. Los ucistas, quizás pocos para mis expectativas, marchando con entusiasmo al lado del pueblo. Los espectadores dejaban ver en sus rostros el agrado de vernos manifestar pacíficamente nuestro rechazo a la dictadura. Aunque no se sumaran, constituía una nota muy positiva.

Luego supe que había participado en la marcha más grande que se había dado en Valencia en todos estos años de falsa revolución. Eché en falta un buen discurso de cierre, coherente con la importancia del histórico acontecimiento del que estábamos siendo parte. Caracas, conjuntamente con Valencia, Maracaibo y otras tantas capitales del interior reviviendo aquella otra jornada histórica del 19 de abril de 1810: ahora éramos millones los que manifestábamos un resonante NO a este destructor gobierno. Sólo faltaba la dignidad de un Emparan.  Las dificultades para la acertada conducción política en el estado se hicieron una vez más patentes. En medio de esa ausencia, muchos anunciaban que se iban a la autopista, a la zona del “desafío”. Se les puede comprender ese deseo, pero no podemos dejar de expresar nuestra preocupación que, una vez instalados en esa zona, la insuficiente conducción política concluye haciéndose inexistente.

En la tarde noche de ese mismo día comenzó el fluir de muchas preocupaciones en los chats de opinión en los que participo. Se activó una vez conocida la respuesta de los factores democráticos al Plan Zamora, desconozco si ella fuera totalmente consensuada: “nos vemos mañana a la misma hora”. Mientras algunos se sumaban, entusiastamente, al llamado de intentar reiterar al siguiente día la celebración de una jornada histórica. Otros expresaban sus reservas al respecto. Citaré una con la cual me sentí identificado –no aportaré nombres-: “La manifestación de hoy fue anunciada con suficiente tiempo. La gente estuvo preparándose para ella. Si convocamos una marcha similar para mañana, no va a asistir ni la décima parte de la gente que hoy se movilizó. Pasaremos de una inmensa demostración de fuerza a una de lamentable debilidad. No me parece bien pensada esa convocatoria para mañana. Ni siquiera hemos tenido el tiempo y la posibilidad de asimilar el gran éxito de hoy”. Concluía nuestro interlocutor en varios chats, hablando de la necesidad de “metabolizar” este trascendental 19 de abril para transformarlo en una gran sensación de victoria democrática.

¿Por qué me sentí identificado con esta opinión? Antes de responder esta interrogante, considero importante valorar positivamente el efecto sorpresa para el Régimen del llamado a los opositores a permanecer en las calles. El Régimen ya había gastado todos sus cartuchos organizativos en la celebración de una marea roja, no tendría capacidad para contrapuntear lo que en el lado opositor se construye a partir de la espontaneidad y el fervor democrático de la gente. Quizás en Caracas, donde se condensa el liderazgo democrático nacional, hacía más sentido insistir en la permanencia en las calles. Pero a nivel regional, tal llamado  constituía un reto organizativo difícil de superar. Me sustraeré de emitir opinión con relación a otras regiones cuyas circunstancias de organización política desconozco, me referiré, específicamente, al caso de Carabobo. Con relación al ámbito regional, la opinión ya citada de mi compañero de chat tenía mucho sentido y la realidad de lo acontecido el 20 le dio plenamente la razón.

En vista de las preocupaciones e inquietudes emitidas a través de los chats, los compañeros del Grupo de Pensamiento Universitario, que no todos pensamos homogéneamente pero hacemos el ejercicio periódico de reunirnos para compartir puntos de vista, convenimos en presentarnos al día siguiente en el Rectorado, lugar del cual habíamos partido hacia la Lara para marchar. En cuanto arribamos, pudimos constatar lo que temíamos. Muy pocas personas. El punto de partida de la avenida Lara no se pudo constituir. Como tampoco, eficazmente, el de la redoma de Guaparo y otros puntos correspondientes ubicados más al norte. Entiendo que tampoco el de la avenida Aranzazu. Con los que se hicieron presentes en el Tijerazo y en el Shopping se logró sacar una pequeña marcha que la mayoría de los entendidos coincidió en apreciar: había alcanzado a convocar apenas entre un 5 a un 10 por ciento de los que habían marchado el 19 de abril. La marcha careció otra vez de una exteriorización discursiva del sentido y propósito político de lo que se acometía. De allí, otra vez un sector de los marchistas terminó en la zona de “desafío”.

¿Qué hizo falta en el lapso de lo inmediato? Como lo expresé en una reunión que se dio por coincidencia en el despacho rectoral: hizo falta que alguna instancia de coordinación política regional se reuniera el mismo 19 en la noche y se planteara como problema puntual el cómo responder al reto que anunciaba Caracas. La concentración en un solo punto de los esfuerzos de todos los partidos políticos; la Universidad, que también había asumido el llamado hacia la calle, y demás factores comprometidos en el accionar democrático y pacífico, pudo haber constituido el criterio de partida para el diseño de una actividad política distinta. ¿Otra marcha? Muy posiblemente sí. ¿Por qué no? Pero no vaciada de propósito político, todo lo contrario: estructurada alrededor de la necesidad de emitir un mensaje claro sobre las razones por las cuales se protesta y del compromiso de las fuerzas democráticas con mantener el perfil pacífico de su lucha, a pesar de las provocaciones que el Régimen, continuamente, perpetra en aras de conducirnos al terreno que más le beneficia.

Con relación a esto último, considero muy oportuno reproducir aquí lo expresado por un compañero del GPU en la reunión a la que aludí y que luego plasmara como texto en varios de los chats. Cito: “Hoy las evidencias, soportadas en fuentes creíbles, muestran de forma clara el escalamiento del conflicto. Este escalamiento deja ver cómo en este nivel: la conducción del curso de las acciones queda en manos de los grupos más violentos.  Es decir, ya en ese tramo del escalamiento, la estrategia pacífica, democrática y constitucional comienza a desvanecerse de manera abrupta. De modo que en el obligado diagnóstico se muestra un enorme déficit de conducción democrática y de organización ciudadana que impide la continuidad de la estrategia que fuera inicialmente trazada. Se impone, como he dicho, una reflexión política a profundidad en este aspecto”. No es lo mismo, añado yo a esta reflexión, que el Régimen reprima, violentamente, una marcha pacífica a cuya cabeza están nuestros diputados y lo más granado de nuestra dirigencia democrática nacional, cuando ya hemos visto como muchos de ellos son afectados por las lacrimógenas y hasta internados en clínicas para su recuperación, ciertamente no es lo mismo que cuando el Régimen reprime a unos marchistas que, en un ámbito regional y a motu propio, han asumido irse a la zona de “desafío” a interrumpir la circulación en una autopista, que no ha sido objeto del trazado inicial de una manifestación de carácter político diseñada por la instancia de coordinación política regional a quien compete su organización. ¿Por qué cuando esto ocurre ningún líder político regional se atreve a asomarse por esa zona? La respuesta es obvia. Como también es obvio que cuando ello ocurre: la naturaleza de nuestra lucha democrática comienza a pervertirse.

No hay duda, después de los acontecimientos ocurridos anoche en El Valle y otras zonas de Caracas, así como en diversos lugares del interior, que el conflicto está escalando. Toda la política comunicacional del Régimen, persistentemente, está orientada a denigrar nuestra justa lucha democrática para hacerla ver como violento golpismo. Provoca, provoca y provoca para inseminar la arrechera en nuestra gente que la lleve a perder los estribos y caer en el juego que a ellos les conviene. Estoy plenamente consciente que no es nada fácil contrarrestar esa diabólica tentación, pero hay que hacerlo, hay que controlar a las masas y eso sólo puede ser logrado con un auténtico ejercicio de liderazgo democrático. Regionalmente, hay que edificarlo.

Es justo y necesario que, en nuestro ámbito, podamos llegar a la etapa de poder mantener, organizadamente, a los ciudadanos por varios días en la calle sin pervertir su lucha. Pero para ello es necesario: más organización; más y mejor conducción política;  más reflexión estratégica; más cohesión entre los diversos liderazgos regionales de cara al gran objetivo común al que aspiran los ciudadanos; mayor apalancamiento institucional al interior de todos los partidos y organizaciones que se comprometan con este combate final que se nos abalanza encima. La confluencia de todos estos factores de mejoramiento en el ámbito regional es una necesidad de vida o muerte. Por eso, la recomendación dada a la Rectora en esa incidental reunión donde estuvieron presentes varios representantes de las cámaras empresariales, autoridades y ex autoridades universitarias, así como connotados generadores de opinión, en el sentido de que hiciera gala de sus mejores oficios, como una autoridad muy representativa en el estado, a los efectos de coordinar la concertación de una reunión entre los diversos factores regionales en aras de explorar puntos de coincidencia en la dirección de lo que hemos expuesto. En esa reunión se produjo un muy mayoritario consenso, sobre la necesidad de crear una instancia de coordinación regional en la que se trabaje a marcha forzada en el logro de todos esos factores de mejoramiento. En mi opinión, el escenario actual de confrontación se caracteriza por un cierto equilibrio de fuerzas. Contamos con un muy mayoritario apoyo popular; apoyo internacional; el explosivo desarrollo de una crisis humanitaria que el Régimen no ha podido ni sabido detener; etc., pero ellos disponen de los recursos del poder y de la fuerza del Estado. En este escenario, ninguna de las dos partes pareciera tener en lo inmediato la fuerza suficiente para forzar un desenlace. Por ello, el aporte que pueda obtenerse de una masiva participación regional a la lucha que se libra en la Región Capital es fundamental. Es entonces estricta y absolutamente necesario elevar la calidad de la política a nivel regional.