sábado, 26 de mayo de 2012

Una mafia que apesta


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VENTA DE CUPOS


                                                                                                                   Prof. Asdrúbal Romero M

¿Por qué abordar este tema? ¿A cuentas de qué un ex rector que debería estar escribiendo sobre sus memorias lindas en la U opta por referirse a tan escabroso y feo tópico universitario? Lo considero mi deber. En primer lugar, creo que la venta de cupos se ha convertido en el problema que más afea la imagen externa de la Universidad de Carabobo. Cada vez con mayor frecuencia me encuentro con personas que me hablan sobre lo que les ha ocurrido al respecto (sobre todo cuando se enteran que soy ex). Mire ex, pagué seis millones para que mi hijo ingresara y, efectivamente, el chamo que tienes en frente te cuenta de sus sufrimientos en la U: todavía no ha logrado aprobar ninguna materia pero no importa, está dentro. Una madre me cuenta que la estafaron, le pedían doce, dio la mitad y hasta el sol de hoy, cómo puede hacer para hablar con la Rectora, me interroga, después de aclararle yo que ella no es mi esposa.
En segundo lugar: creo que la mafia que ha crecido bastante al calor de estas múltiples ventas delictuosas es responsable de la mayoría de los hechos de violencia que ocurren en la UC. Constituyen su principal mecanismo de presión: quemas de despachos decanales, sacadas de pistolas en las oficinas de Control de Estudios, secuestros de autoridades, etc. Nótese que muchos de estos hechos no son conocidos ni siquiera por los miembros de la Comunidad, se ha optado por tratar de cubrirlos con un manto espesamente obnubilador a la luz de la famosa teoría aquella: lo que no se sabe es porque no ocurre. Pero no es así, para eso están los pasillos a lo largo de los cuales han corrido las más singulares leyendas sobre el decano que finalmente renunció a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas: sobre la bala de plata que le tenían preparada; el perro santero lanzado desde el techo de Faces como metáfora de la más rabiosa amenaza; la puerta tapiada  con bloques de aquí no entras más, etc. En un día lo secuestraron tres veces en su oficina pero eso no lo publicaron los periódicos. Me cuentan que en una oportunidad se fue a negociar como con cincuenta capuchas a la sede de la radio universitaria (allí todavía le quedaba un instituto), el personal todo atemorizado -la gente los conoce y además ellos no se preocupan de ocultar sus magnums-, amenazó con apagar la 104,5. De ese ex decano ya, no seré yo quien le dé la bienvenida al gremio, se dicen tantas pero tantas cosas, que realmente uno siente vergüenza ajena. Ojalá ni el ochenta por ciento de ellas sean ciertas. En verdad yo no sé cuáles sí y cuáles no.  Lo curioso es que él y distinguidos miembros de su familia, de arraigada valencianidad por cierto,  también han comenzado a hablar, al parecer no se siente cómodo en el rol de único chivo expiatorio.
En tercer lugar y esto es lo más grave: la mafia detrás de la venta de cupos se ha hecho tan poderosa que comienza a tratar de penetrar el poder institucional. Así como en Colombia llegó un momento que el narcotráfico tenía diputados en el Congreso y todo el mundo lo sabía. Así como en nuestra apaleada Venezuela, los pranes de nuestras cárceles tienen el poder para sentarse a negociar con los chivos más gordos de este particular gobierno, desde Dios le ha dado para abajo. Por cierto, aprovecho para aclarar: han pretendido manipular mi discurso, no he calificado de pranes a decanos ni autoridades, válgame Dios, estoy clarito dónde se ubican los pranes a los que me refiero, son, por si no se han enterado o prefieren apelar a la técnica de la transposición de roles para tergiversar mi posición, los que manejan la mafia que planifica, organiza, ejecuta y supervisa, en fin: gerencia la venta de cupos en nuestra universidad. Ah y se me olvidaba: amenazan y perpetran graves hechos delictuosos a cuenta de su mafiosa actividad. También aclaro que no conozco a la señora Ginoy, no tengo nada en contra de ella, a lo mejor llego a conocerla y me resulta una encantadora abuelita. No estoy diciendo que ella sea parte de esa mafia ni pran. Lo que sí digo es que los verdaderos pranes comienzan a ejercer un poder lo suficientemente audaz como para atreverse a condicionar decisiones trascendentales de gobierno universitario, porque decidir la designación de un decano para una facultad, así sea de naturaleza interina, constituye una decisión de alto gobierno. ¡Por supuesto que lo que señalo es grave! No tengo pruebas pero sí una larga, diría más bien: larguísima ruta de indicios, que me conducen al planteamiento en cuestión. Todavía no puedo entregarles pruebas, capaz y comienzan a llegarme a raíz de estos escritos, pero sí puedo compartir toda esa serie de indicios y que ustedes juzguen. Como la historia es extensa, hoy publicaré, además de esta introducción que ya va larga, un artículo que escribí para este blog el 13/8/2010 –hace ya casi dos años-. No lo busquen, nunca lo publiqué, dos personas muy amigas me recomendaron que no lo hiciera, que lo que yo escribía arrojaba un manto de dudas sobre muchas personalidades ucistas. Me arrepiento de no haberlo hecho, pienso, quizás ilusionadoramente, que en algo se hubiera frenado esta vorágine. No lo voy a alterar en nada. Lo contenido en él es la versión de cómo yo apreciaba el problema en aquel momento. Hoy creo que quizás sea una versión edulcorada. Cada cual lo puede leer con mayor o menor buena fe, lo importante es que más o menos así comenzó el proceso que empoderó a una peligrosa mafia. Lo he releído varias veces y creo que sigue teniendo vigencia como crónica del inicio de un mal camino. Si se generan dudas sobre personalidades del mundillo  que cada cual se preocupe de aclarar su parte. Se titulaba “Venta de Cupos”, voy a retitularlo:


ASÍ COMENZÓ TODO


Me dice la señora que me hace las labores domésticas todos los martes: “Señor Asdrúbal, escuché a dos señoras hablando en la camionetica. Una de ellas comentaba que un decano le había pedido ocho millones por el cupo de su hijo. ¿Tanto señor Asdrúbal?”
Inmediatamente le aclaré que ningún decano haría eso. También: que estaba en conocimiento de la existencia de una mafia dedicada a la venta de cupos, en la que participaban algunos dirigentes estudiantiles  como avanzada caza incautos que se encargaba de proponer ese tipo de negociaciones muy deshonestas. ¿Incautos? –me preguntó-. Le expliqué que la mayoría de ellas terminaban en estafas -amparados en su condición de dirigentes, convencían a muchos padres de acceder  a ese riesgoso atajo que muchas veces no terminaba en la concreción de lo prometido-; que no me extrañaba que en ese proceso de convencimiento hablaran en nombre del respectivo decano. Le conté que en una oportunidad: a un decano muy amigo le abordó un joven que conocía desde pequeño; le solicitó, directamente, que le diera el número de cuenta donde debía depositarle los seis millones que le habían pedido a nombre suyo (bajo la lógica aparentemente candorosa del muchacho: ¿para qué un intermediario si él podía acceder por vía directa al amigo decano?). Imagínense el rostro de mi amigo.
Lo cierto es que con mayor frecuencia venimos escuchando sentidas quejas sobre la venta de cupos –ya hasta en los programas matutinos de radio lo comentan-, también la denuncia interna que, lamentablemente, se queda entre las cuatro paredes, viene generando ese típico y creciente ruido de las piedras sonando que trae el río. Entiendo que las autoridades rectorales y decanos están conscientes de la problemática, sin embargo, todavía no se ha exteriorizado la articulación de alguna política institucional conducente a intentar erradicar estas actividades fraudulentas. Y digo intentar, porque en mi opinión esta problemática siempre ha estado presente; siempre, también, resistiéndose tercamente a un sostenido esfuerzo institucional por mantenerla a niveles verdaderamente reducidos. ¿Cómo entonces es que se ha llegado a una situación en la que el crecimiento de este corrupto mercado de cupos ha dado lugar al empoderamiento de una estructura mafiosa enquistada a él?
Yo diría que el factor revulsivo ha sido la alocada política de crecimiento matricular que ha aplicado la UC desde el período rectoral anterior. Aunque las autoridades, no sólo las de nuestra universidad sino las de todas las autónomas, aparecieron en los medios de comunicación defendiendo con firmeza el derecho de las universidades a ejercer su plena autonomía en la implantación de sus políticas de admisión (recordemos la pretensión del Gobierno, todavía no extinguida, de centralizar y controlar todo lo concerniente a la oferta de oportunidades de estudios en todo el subsistema de Educación Superior), lo cierto es que, soterradamente, se cedió a la presión de incrementar las plazas de estudio. Esto, sin la debida contraprestación por parte del Ejecutivo Nacional de asignar mayores recursos. Es así como nuestra universidad pasa de 50 mil a 70 mil estudiantes de pregrado. En el caso del faculticidio que se perpetró contra mi facultad de Ingeniería, ella pasó de cinco mil alumnos cuando yo era rector a los trece mil que malamente alberga en la actualidad –números gruesos-. Me dicen que de igual forma están afectadas las facultades de Educación y Derecho; sobre las restantes no manejo información. Este crecimiento matricular no tuvo el debido acompañamiento de una política que garantizara: el mantener ese estricto celo, que sí se aplicó en el pasado, en la asignación transparente  de esas plazas de estudio adicionales. La liberación en el número de plazas a ser asignadas trajo consigo una excesiva flexibilización en cuanto a los mecanismos de asignación. A los decanos se les concedió demasiadas libertades y como si se tratara de una piñata de nuevos cupos a repartir: varios de ellos cedieron a la presión de grupos estudiantiles que les presentaban listas de aspirantes a ingresar, con la pretensión de que éstos fueran admitidos por la vía graciosa de la concesión. Y así ocurrió, sin dejar de señalar que este clima de relajamiento posibilitó el que funcionarios de menor escala también usufructuaran, en la práctica, la potestad de otorgamiento de algunos cupos.
En ese proceso de incorrecta cesión a dirigentes estudiantiles de atribuciones que nunca le debieron ser entregadas, supongo que en los decanos (y también en algunas autoridades, ¿por qué no?) privó el deseo de congraciarse políticamente en la búsqueda de resolver, negociadamente, conflictos que estaban planteados y quizás, en algunos casos, la intención de fortalecerse en el ámbito político estudiantil. Y digo esto para señalar que no creo que existiese motivación pecuniaria alguna de parte del sector authoritas, pero debieron pasearse por la posibilidad de que ésta si existiese en los demandantes de ese tipo de peticiones. De setenta o sesenta concesiones de esa naturaleza (me dicen que hasta más), a lo mejor un significativo porcentaje habían sido negociadas en ese mercado de venta de cupos que le ha venido pintando una cara muy fea a la Universidad.
 ¿Qué hacer ahora cuando existen indicios sobre la movilización anual de millardos de los de antes en ese mercado de descomposición moral putrefacta de parte de nuestra dirigencia estudiantil? Son los Julio Soto que no negocian con tickets de subsidio de transporte estudiantil, sino con algo mucho más delicado desde el punto de vista académico y humano (vean una publicación previa en mi blog: ¿Quién fue Julio Soto?). No puede extrañar a nadie que se haya instalado una mafia, ni que ésta esté dispuesta a recurrir a la violencia delictiva para defender su tajada en el perverso negocio. Ahora, que se ha dejado que el problema crezca hasta tales dimensiones, no basta con que un decano diga que va a reducir el ingreso matricular a su facultad como su racionalidad se lo aconseja, que ese ingreso reducido tendrá que ser absolutamente transparente y que, por ello, se acaban las concesiones graciosas de cupos (como lo mencioné antes, debo hacerlo ahora a fin de evitar malos entendidos: se trata de Jose Luis Nazar, el Decano de la Facultad de Ingeniería). Las consecuencias las está sufriendo, como también, se dice, que las sufrió la primera directora -de esta gestión rectoral- de Control de Estudios Central de nuestra casa de estudios,  cuando al intentar entrabar las actividades de la mafia vio que le ponían unas pistolas en su escritorio y le hablaban de sus hijos (la referida profesora tendrá, obviamente, la posibilidad de negar si esta leyenda que corre a sotto voce en los pasillos de la Universidad es falsa; en todo caso: el simple hecho que corra ya es señal de que las cosas no andan nada bien en esta materia). Prefirió renunciar – a escasísimos meses-. ¿Qué hacen tantos dirigentes estudiantiles pululando sempiternamente por los pasillos de esa dirección? La respuesta institucional tiene que ser sistémica e integral, autoridades rectorales, decanos, Consejo Universitario, todos como un bloque, generando un mecanismo de contrapeso de poderes donde nadie, por sí solo, tenga la atribución, o pueda ser percibido que tiene la atribución, para entregar cupos que puedan ser negociados en ese mercado persa que debe ser erradicado a como dé lugar y sin dilación alguna.