miércoles, 29 de noviembre de 2017

La necesidad de diferenciar las victorias políticas de las electorales

Andrés Velásquez vino en gira a Valencia. Dentro de su agenda incorporó una reunión con el Tren. Nos presentó su tesis de la necesidad de unificar a la mayor brevedad posible a la Oposición alrededor de un líder elegido en una primarias. Hubo comentarios, planteamientos, preguntas y respuestas. El Dr. Frank López le planteó al visitante la necesidad de diferenciar entre victorias políticas y victorias electorales. En el siguiente artículo queda muy bien plasmada su propuesta, la cual encuentro muy recomendable analizar.




NOS URGE COMPRENDER EL GIRO POLÍTICO DEL RÉGIMEN
Frank López



Primera advertencia: El primero de mayo de 2017 debemos leerlo como la primera señal que enviaba el régimen de que su forma de hacer política había llegado a su punto de inflexión. Un punto de quiebre a partir del cual el régimen, ya fuera del marco democrático y constitucional, forzaría a la oposición a ajustar su estrategia democrática, electoral y constitucional que había venido desplegando con tanto éxito desde el año 2006. Quiero explicar esta primera sentencia. Ese primero de mayo, el presidente de la república, invocando el artículo 348 y 349 constitucional, decidió por voluntad propia y bajo el cálculo frio de su inminente pérdida del poder, convocar, a troche y moche, a un proceso constituyente. Semejante convocatoria, hecha desde el exterior del marco democrático y constitucional, no podía sino violar el artículo 7 constitucional que obliga al presidente a mantenerse dentro de los límites constitucionales, y violar también - y abiertamente- principios sagrados de la doctrina democrática, contemplados además en nuestro ordenamiento constitucional: me refiero al artículo 347 de la constitución que establece que la soberanía reside en el pueblo, y el artículo 63 constitucional que obliga a actos electorales libres, secretos, universales y directos. Por tanto, cuando el 30/7/2017, desafiando la enorme presión nacional e internacional, el régimen impone su voluntad de efectuar la consulta referendaria para imponer su ANC, la señal había aparecido con suma claridad: El régimen, ya fuera del límite democrático y constitucional, e imposibilitado de actuar democrática y legalmente, se disponía a desconocer las dos reglas de oro de la democracia: al pueblo soberano como titular del poder y las elecciones libres, secretas, universales y directas como forma de expresión de la soberanía. Es decir, a partir de entonces ha debido quedar claro para las fuerzas democráticas que el régimen había decidido, al costo supremo de convertirse en tiranía, no entregar el poder por ningún medio.

Segunda advertencia: Pero si aquella señal no prendió las alarmas en las fuerzas democráticas, que siguieron distraídas sin variar su visión política, todas las violaciones constitucionales y de las normas electorales que le precedieron a las elecciones regionales del domingo 15 de octubre de 2017, que bien pueden leerse como la continuidad y la confirmación de la voluntad tiránica del régimen, adoptada el 30/7/2017, de no entregar el poder por ningún medio. Porque, ya sin ningún tipo de escrúpulo democrático ni legal, el régimen, en su determinación tiránica de no entregar el poder, actuó violando, sin ningún disimulo, todos, absolutamente todas las regulaciones democráticas y constitucionales del proceso electoral. Por ejemplo, como las ha enumerado la periodista Ashley Flores Montesinos en los RUNRUNES del06/10/2017, se violaron los artículos 160 y 162 constitucionales, al no realizar las elecciones regionales de 23 gobernadores y 237 legisladores estatales cuando correspondía, en diciembre del 2016. Se violó el numeral 1 del artículo 2 de la Ley de Regulación de los Períodos Constitucionales y Legales de los Poderes Públicos Estadales y Municipales, al separar las elecciones de gobernadores de las de los diputados a las Asambleas Legislativas. Se violó, además, el artículo 42 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE), al iniciar el proceso electoral antes de publicar el Cronograma Electoral. Se violaron los artículos 62 y 63 de la misma ley al no permitir la sustitución de candidatos. El artículo 75, al no regular la propaganda oficial. Y se mantuvo la violación de dicha ley al modificar el registro electoral luego del cierre de la auditoría del padrón, eliminando 17 mil personas en el Estado Táchira y 7 mil mesas de votación a nivel nacional; cambiando arbitrariamente los votantes de sus centros, 48 horas antes del día de las elecciones; suprimiendo el sorteo de mesas, el simulacro electoral y la acreditación de observadores nacionales e internacionales. Y como si fuera poco, expulsando con las fuerzas militares y en pleno proceso de totalización, a los ciudadanos que, como testigos amparados en la LOPE, presenciaban los conteos, según lo ha denunciado Andrés Velázquez. De manera que, si las elecciones de la ANC no prendieron las alarmas, esta violación masiva de todas las garantías electorales y ciudadanas, han debido indicarnos que se estaba produciendo un giro en la actuación política del régimen.

Tercera advertencia: En este sentido, el arrebatón arbitrario y delictivo que el régimen le hizo a los gobernadores Andrés Velázquez y Juan Pablo Guanipa en las pasadas elecciones, no deja ningún rasgo de duda de que ya existe, claramente, en este giro político, una determinación del régimen de no permitir triunfos electorales como los obtenidos en las elecciones parlamentarias del 15/12/2015. Y ello resulta más que evidente, porque si el 30/7/2017, cuando violó las dos reglas sagradas de la democracia, como los son el poder del pueblo y las elecciones libres, decidió desafiar al mundo y asumir los altísimos costos políticos que ello suponía, nada podía indicar que en estos desafíos electorales menores no fuera a reafirmar su propósito.

Cuarta advertencia: Por tanto, la determinación del gobierno de arrebatarle también el poder a los gobernadores adecos Laidy Gómez, Antonio Barreto Sira, Alfredo Díaz y Ramón Guevara, mediante el uso de la ilegal e ilegítima ANC, no puede interpretarse sino como la consecuencia de esta nueva forma de actuación política, en la que –como ya dijimos-no se contempla permitir ningún triunfo electoral como el de la AN, que ponga en riesgo el poder del régimen, porque, seamos francos, si el régimen fue capaz de violar, al enorme precio de su aislamiento y de su división interna, los principios sagrados de la democracia como son el poder del pueblo y las elecciones libres, entonces no hay razones para pensar que no esté dispuesto a violar normas y reglamentos electorales de menor jerarquía. En fin, se ha producido un punto de inflexión, un giro político, en el actuar político del régimen, que las fuerzas democráticas deben comprender para ajustar su estrategia.


FRENTE A ESTE GIRO POLÍTICO ES IMPERATIVO UN AJUSTE A LA PRAXIS POLÍTICA OPOSITORA.


1.  En razón a lo expuesto, creo que la oposición no ha tomado nota adecuada de este giro político que ha dado el régimen, de este punto de inflexión, que se ha producido en la política oficial y que la obliga a introducir un cambio de perspectiva y una reconsideración en sus prácticas políticas. Quizá esa sea la razón por la cual, en cada proceso electoral, la oposición sigue esperando resultados similares a los de la AN del 2015, sin percatarse de que, se ha producido este giro que hace que la voluntad tiránica del régimen, salvo una mayor presión internacional, no está dispuesto a permitir ningún otro triunfo electoral que lo ponga en riesgo de entregar el poder.

2.   Y esta podría ser la causa por la que los argumentos de la oposición para participar en estos nuevos procesos electorales, sigan siendo invariablemente los mismos que se esgrimieron a lo largo de los 11 años que van del 2006 hasta hoy: que no hay que ceder espacio, que se puede ganar las elecciones si se tienen todos los testigos electorales, etc., cuando el arrebatón a Velázquez deja claro que el juego político ha sido puesto en otro tablero.

3.     Es quizá por esta falta de precisión en la caracterización del momento político, que las fuerzas democráticas en estos procesos electorales, donde debe participar, centran su campaña electoral en la esperanza de un triunfo que, repito, el régimen no está dispuesto a permitir por ningún medio. Lo cual hace que esta esperanza de triunfo se convierta en una inflada ilusión difícil de alcanzar, que impide convertir las derrotas electorales en triunfos políticos. Triunfos políticos que son los que deslegitiman e ilegalizan al régimen.

4.     En este sentido, la participación electoral, en el contexto de este giro político, si bien no garantiza triunfos electorales que puedan convertirse en triunfos políticos, si deben ser medios para mostrar al mundo, a partir de las violaciones gubernamentales del orden democrático y constitucional, el carácter tiránico y bárbaro del régimen. Y ello, desde luego, usando los procesos electorales como medios eficaces para levantar las evidencias técnicas que sirva para que los órganos competentes de la comunidad internacional tengan razones éticas y jurídicas para escalar, al máximo extremo existente, las presiones necesarias para hacer retornar el Estado venezolano al orden democrático y constitucional. De esta manera, esta forma de participación emerge como la única forma de evitar la desmoralización y la derrota de las fuerzas democráticas.

5.     Por todas estas razones creo pertinente mantener la estrategia de participación electoral, pero desde luego, concientizando a los factores democráticos de que el propósito no es necesariamente el triunfo electoral sino el triunfo político, ya que una derrota electoral sufrida por la oposición – cuya probabilidad es elevada- no es necesariamente una catástrofe, toda vez que puede transformarla en una victoria política, tal como ocurrió por ejemplo el 15 de diciembre de 1957, cuando Pérez Jiménez ganó el plebiscito, quedando políticamente tan debilitado que se vio forzado a entregar el poder el 23 de enero del año siguiente. O en el año 2000, cuando Alberto Fujimori, habiendo ganado las elecciones presidenciales del Perú, sufrió una enorme derrota política que el 21 de noviembre, apenas 4 meses más tarde, se vio forzado a entregar el poder. O en el año 2017, cuando el régimen de Maduro, habiendo ganado las elecciones de la ANC, quedó políticamente tan debilitado que ha terminado aislado y a duras penas se sostiene en el poder. O el mismo hecho de que, los gobernadores Velázquez y Guanipa, luego de haber perdido las elecciones, tanto se han fortalecido políticamente que hoy han adquirido rango de presidenciables. En definitiva, este giro político que se ha producido en el régimen obliga a la oposición a revisar y ajustar su práctica política.


jueves, 16 de noviembre de 2017

Let's Go Back to Basics!


Retornemos a los Fundamentos


Asdrúbal Romero (@asdromero)

En estos tiempos de tanto desconcierto, sostengo que puede ser útil retornar a la revisión de los fundamentos que, a nivel de los países democráticos más desarrollados, se consideran las bases imprescindibles para alcanzar la idoneidad de la dinámica política  que transcurre en ellos. Quizás, esta es mi hipótesis: podamos encontrar en dicha revisión parte de las causas que nos han traído hacia este escenario de severo desencuentro de las fuerzas opositoras y los ciudadanos –intra e inter-.

Cuando las cosas no andan bien, el equipo no gana, se dice en el argot beisbolero: “let’s go back to basics” –retornemos a los fundamentos-. Uno de ellos, cuando hablamos de procesos políticos, es el de la necesaria existencia y cohabitación de partidos cuyo funcionamiento sirva de soporte a una democracia siempre perfectible. Que los partidos son indispensables para el funcionamiento de la democracia es una verdad tan de Perogrullo, que algunos la utilizan para intentar acallar cualquier crítica que se le haga a los partidos bajo la acusación de ejercicio nocivo de la “Antipolítica”.

Los partidos políticos son necesarios, sí, pero no cualquier tipo de partidos. Las democracias exitosas han sido bien estudiadas. También los partidos políticos que les dan sustento a ellas. En un foro organizado en el contexto de la celebración de la FILUC, “Para seguir leyendo al País”, a raíz de una pregunta que se me hiciera en mi carácter de panelista, proponía que los estudiosos de las Ciencias Políticas acometieran una investigación. Que diseñaran un instrumento contentivo de todos aquellos rasgos deseables de funcionamiento que debieran ser satisfechos por los partidos políticos, que en nuestro ámbito nacional afirman estar comprometidos con un cambio de régimen y la construcción a futuro de una moderna democracia. En cada uno de estos ítems, una escala que permitiera medir cualitativamente el grado de cumplimiento por parte del partido bajo escrutinio del factor de deseabilidad en cuestión. Reconozco que es un proyecto ambicioso porque debería involucrar el examen de todos nuestros partidos, si ellos accedieran, extendido hacia todos los ámbitos regionales. El objetivo: obtener un ranking de aptitud de estas organizaciones, de cara al desafío que constituirá reconstruir una democracia donde los ciudadanos se sientan representados en los partidos.

El tema de la representatividad es fundamental. Desde hace muchos años, se ha reconocido, a nivel de toda Latinoamérica, que el principal obstáculo para la concreción de una agenda de democracia orientada hacia la ciudadanía es la crisis de representatividad de sus partidos políticos. Según el Latinobarómetro: en 2008 el 77% de los electores tenía ninguna o baja confianza en los partidos. En Venezuela, esta crisis hizo su erupción en la década de los 90 dando paso a la emergencia de esta pesadilla de la cual todavía no sabemos cómo salir. A muchos se les ha olvidado y recargan toda la culpa del surgimiento del fenómeno político del Chavismo en la “Antipolítica”.

En mi opinión, este es un argumento sobre simplificador de la realidad de aquel entonces. Una posición extrema que se contrapone a otra también extrema, y sobre simplificadora, que le achaca toda la responsabilidad a los partidos.  Hoy día, vemos como esta confrontación maniquea entre el blanco y el negro reitera su presencia en el debate político.  Se ha generado toda una corriente de opinión que les endilga toda la responsabilidad de la debacle electoral del 15 de octubre a los abstencionistas y  a los ciudadanos que no sólo se dejaron, supuestamente, seducir por ellos sino que, además, tampoco se movilizaron a participar en las protestas de las semanas anteriores con la cuantía requerida. En simultáneo, otros tantos generadores de opinión recargan la tinta de la culpabilidad sobre los errores, incoherencias y traspiés de los líderes de los partidos aglutinados hasta ese evento alrededor de la MUD. Se me podrá acusar de un cómodo eclecticismo, pero es mi más sincera y profunda convicción que las dos corrientes no son disyuntivas, como algunos pretenden, sino contributivas en el sentido de que ambas aportan con su verdad parcial a la explicación de lo que ha venido aconteciendo en el mayoritario flanco opositor. Todos, partidos y ciudadanos, le hemos añadido ingredientes y condimentos a este caldo indigesto que no terminamos de hallar la forma de cómo digerirlo.

En ese “todos” debemos incluir a los cómodos ciudadanos que no terminan de entender que este descomunal problema que afrontamos es de todos y que ya basta de exonerarse de responsabilidades asignándole exclusivamente a los partidos la titánica tarea de resolverlo. Pero también  hay que incluir a todas las fuerzas políticas.  A las que salieron derrotadas pero que, sintiéndose arropadas por el argumento extremo de señalar como única causa de su derrota al abstencionismo, continúan en una endemoniada dinámica hacia adelante como si nada hubiese ocurrido. No han dado muestras de haberse detenido a pensar si su problema pudiera ser el de haber perdido la conexión con sus supuestos representados. Hablan de Unidad, Unidad, Unidad…, pero tampoco dan muestras de haber hecho esfuerzos en la dirección de cómo recomponerla. Y también son responsables, las otras fuerzas que ubicadas en la otra esquina del maniqueo boxeo  blanco versus negro, pierden representatividad al no percibir los ciudadanos de a pie claridad ni concreción en la prometida ruta alternativa que nos conducirá al cielo –porque sí, ese día que hayamos salido del Régimen me sentiré como en el cielo-. Critican a los otros de haber acabado con la “calle” pero tampoco se muestran ellos con la potencialidad de organizar  “su calle”, quizás porque tengan miedo de que a ellos sus supuestos representados tampoco les acompañen.

En definitiva, que estamos todos quedando muy mal como país. ¡Todos! Y que en este trágico escenario del desencuentro, parece evidenciarse, de nuevo, una crisis de representatividad de los partidos. ¿Qué hacer? “Let’s go back to basics”. Los partidos deberían hacerse un profundo examen de conciencia sobre si lo están haciendo bien como partidos. ¿Están trabajando en la consolidación de una organización celular que les proporcione cobertura geográfica a sus iniciativas estratégicas, más allá de lo mediático? Esto es fundamental de cara al reto de convertirse en un auténtico partido moderno. Estoy consciente de la dificultad de avanzar en este aspecto en el contexto específico del país como lo tenemos y las severas restricciones de financiamiento, pero aún con todas las limitaciones no se debería perder el norte de hacer todo lo que se pueda, y donde se pueda, para ir ganando terreno en esta dirección. Si al menos se hubiese avanzado en el ámbito de los bastiones opositores, otro gallo hubiese cantado el 15O.

¿Se está trabajando en la estructuración y fortalecimiento de los organismos funcionales? Esto es básico de cara a la instalación de mecanismos de articulación con la sociedad civil. Se necesitan urgentemente las fracciones partidarias  de jóvenes, gremios profesionales, educadores, organizaciones obreras, universitarias, etc. Cada una de ellas haciendo política en su ámbito natural. ¿Cómo está funcionando la democracia interna? ¿Existe confrontación de ideas en el partido y se respeta su diversidad? ¿Se producen documentos sobre estas discusiones? ¿Se trabaja en el diseño de una visión estratégica compartida por todos los miembros del partido? ¿Cómo anda la formación de los dirigentes del partido a todos los niveles?

¿Se trabaja en el diseño de una narrativa política y los diversos instrumentos de comunicación para poderla permear hacia todos los ciudadanos en sus diversos niveles de formación? ¿Disponemos de mecanismos para elegir a los mejores para el ejercicio de las funciones públicas que el partido vaya a asumir? ¿Se han incorporado mecanismos meritocráticos para la designación de los representantes? ¿Se han creado las condiciones para que intelectuales, empresarios, en general ciudadanos con trayectoria en otros ámbitos no políticos pero con inquietudes, puedan incorporarse con cierta comodidad a las labores del partido?

Podríamos continuar postulando interrogantes como esta, pero no se trata de diseñar en este artículo el instrumento al cual hicimos referencia. Estamos conscientes, lo reitero una vez más, de que  los positivos de las respuestas a todas estas interrogantes apuntan hacia un ideal muy difícil de construir habida cuenta de las nefastas circunstancias. ¿Pero al menos se tiene claro el norte de hacia dónde deben enfocarse las actividades del partido y se ha comenzado a trabajar en cada una de las áreas? Porque el quid de la cuestión es el siguiente: Tenemos por delante el formidable reto de reconstruir al país; y lo queremos hacer en democracia; necesitamos para ello de partidos idóneos con visión de modernidad. No se vale eso de que ahora tengamos partidos mediocres, chucutos, que luego, cuando lleguemos al poder, los vamos a reconvertir de la noche a la mañana en los partidos que se requieren en esa visión del gran país del futuro que pretendemos vender. En consecuencia: la gran pregunta que deberían hacerse al interior de todos nuestros partidos es si ellos ya se están preparando para funcionar como los partidos de esa vigorosa democracia que nos venden como en un sueño. A lo mejor, al calor de estas respuestas, a preguntas que quizás ahora parezcan como inoportunas, podamos conseguir algunas claves de por qué la representatividad de los partidos vuelve a estar siendo tan comprometida.