viernes, 11 de octubre de 2013

Un ejercicio de imaginación: qué debería estar sopesando el 99

Si yo fuese el 99

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero en twitter)

Me refiero a ese diputado que pareciera estar dispuesto a saltar la talanquera. No se sabe a ciencia cierta quién pueda ser, aunque haya indicios que apuntan hacia el suplente de la diputada por el estado Monagas, María Aranguren. Pero pudiera ser otro y todo el espectáculo alrededor del antejuicio de mérito a la mencionada diputada no ser más que una maniobra distractiva del Régimen, para mantener a la Oposición mirando hacia otro lado y luego sorprendernos con un insospechado traidor emergente. Si tomamos en cuenta el importante paso que el Gobierno dio ayer, al introducir ante la AN la solicitud de la Ley Habilitante, todo pareciera indicar que el decidido a dar el enorme salto ya está dispuesto.
Atascado en una de esas terribles colas valencianas, no sé por qué se me ocurrió pensar en qué cosas podrían estar pasando por la mente del incógnita saltador de garrocha. Si yo fuese él, a pesar de las villas y castillos que pudieren estar ofreciéndole, me lo pensaría muy bien para abalanzarme en ese terrible salto que a estas alturas del partido no es cualquier cosa. Mi inconsciente se sublevó e, inmediatamente, me envió una señal de corrección: tú nunca podrías ser él. Ciertamente, quienes me conocen saben que por principios y bajo ninguna circunstancia: ni siquiera entraría a considerar la posibilidad de ser él. Tozudamente, me negué a abandonar el juego mental. Supongamos por un momento, Asdrúbal, que tuvieses tu precio, alto, pero precio al fin y al cabo. Los cínicos dicen que todo ser humano tiene su precio. Anda, continúa: ¿Qué pensarías?
Analizaría el terrible costo que tendría que pagar. Significaría montarme a última hora en un barco que se está hundiendo. Ya a estas alturas, en mucho más de la mitad del país existe un consenso de que con este gobierno es inviable continuar –Maduro ha puesto de moda la inviabilidad-. En todos lados, la gente te lo dice: aquí algo tiene que pasar. No saben qué, pero presienten que cualquier día de éstos ocurrirá lo que tenga que pasar para detener esta inminente caída por el precipicio. Ya no es que no se consiga harina pan o leche; unos te hablan de su vehículo inmovilizado por meses porque no hallan forma de adquirir un vulgar repuesto; otros de la medicina para sobrellevar el cáncer de un familiar querido que lleva semanas agotada en el país; el estudiante de la farsa académica de un laboratorio donde no hay equipos ni componentes; el contratista que decidió tirar lo toalla porque ya no consigue los materiales para construir; en fin: podría continuar hasta el final de este artículo señalando innumerables ejemplos, de la más vasta diversidad, sobre porqué la vida en este país se nos ha hecho inviable. Y lo más importante, que ya la inmensa mayoría coincide en darte sin tapujos su parecer: con este gobierno es imposible que salgamos de este marasmo. La sabiduría popular no deja espacio para las dudas: les queda poco tiempo en el poder. ¿Cómo salen? No tengo idea, no soy adivino, pero si fuese el diputado 99 elaboraría algunos escenarios y me preguntaría: ¿Cómo quedo yo cuando a quienes auxilio se hundan? ¿De qué me valdrán las villas y castillos? ¿Será que tendré que huir al extranjero para disfrutarlas y adónde, que no me alcancen los tentáculos de la justicia?
Ya no se trata de la raya y el descrédito que el Sanchecito y el Ojeda- ¡tan elocuente que era para ocultar su bajo precio!- se echaron encima. Ya ha transcurrido algún tiempo de la ejecutoria de su marca en salto largo y seguro estoy que, aun así, les embargará la preocupación sobre cómo quedarán ellos. El problema del diputado 99 es de otra dimensión: se trata de un salto de garrocha sin red de protección.  Cada día que transcurre, le suben la vara y el riesgo de una caída mortal se incrementa. El escenario político ya no es el mismo. La sensación de deterioro continuado ha dejado de ser difusa para convertirse en negro nubarrón que presagia tempestades. Tan traidora decisión representaría un avieso desafío a la ya evidente voluntad mayoritaria a favor  de un cambio de rumbo, conformada a raíz  de esa intuitiva percepción de proximidad al barranco que ha comenzado a democratizarse con tendencia irreversible. En este contexto, el diputado 99 tendría que prepararse para asumir que su actuación no  fuese recibida con la misma tolerancia de meses atrás. Si fuese él, me paralizaría el terror de ver condenada mi inmortalidad a vivir entre los entretelones más negros de nuestra historia,
Así concluyó mi imaginativo juego mental. No sin antes suponer que nuestros líderes de la bancada opositora habrían buscado contactar, por aire, mar o tierra, a todo el universo de potenciales 99 (sin prejuicio previo sobre su ética, es decir: a todos), para hacerles saber con pelos y señales cómo sería interpretada su acción. Supongo que muy buenos argumentos hay en este momento para hacer desistir a cualquiera de tan osada decisión. No quedarían bien ante el país que después de la tan telegrafiada estrategia oficialista, anunciada como en cámara lenta, igual apareciera el diputado 99 permitiéndole a este régimen salirse con la suya.  El Gobierno asume una guerra -que en la realidad es una auto guerra-, ya va siendo hora que nosotros asumamos la nuestra.