viernes, 20 de octubre de 2017

Crónica de la Inseguridad Crónica en la UC


¿Por qué tanto secretismo?


Asdrúbal Romero (@asdromero)

“Confía en el cuento,
no en quien lo cuenta”
D.H.Lawrence

I-Antes de las vacaciones


La acometida de servicio eléctrico al edificio de FACYT Química fue sustraída totalmente a finales del mes de mayo. La fecha exacta podría precisarla aunque no creo sea necesario. Casi un kilómetro de cable tipo 4 AWG, bastante costoso, hurtado como por arte de magia. Con anterioridad a este robo, la mafia roba cables cebada en las instalaciones ucistas nunca se había atrevido a operar en contra de un edificio destinado a cumplir funciones prioritariamente académicas, hasta el punto de lograr con su acción la paralización académica completa de una escuela. Lo señalo así porque, hasta ese momento, dicha mafia se había dedicado mayormente a canibalizar equipos y materiales de los sistemas de iluminación, de bombeo de agua desde los pozos, así como de las instalaciones eléctricas del Complejo Deportivo de la UC, Dirección de Deportes, Dirección General de Asuntos Estudiantiles (DIGAE), etc. Instalaciones que en varias oportunidades fueron recuperadas para luego volver  a ser robadas. Estamos denunciando una acción hostil que lleva ya varios años, con llamativa insistencia en los últimos dos muy posiblemente debido a su mayor rentabilidad.
Debo reconocer que cuando me enteré de lo de FACYT Química –resulta lógico y natural que un hecho de tanta gravedad llegue a mis oídos-, volví a pensar en lo que ya hacía casi un año había escrito y propuesto: la imperiosa necesidad que las autoridades de la UC denunciaran ante la opinión pública el asalto a mansalva del cual venía siendo objeto nuestra alma mater y exigieran ante las autoridades competentes  asumir su responsabilidad ante la inefectiva custodia del patrimonio universitario. Este, aunque suene a verdad de Perogrullo, constituye porción no excluible del patrimonio del Estado.
Tampoco se produjo algún tipo de declaración en los medios sobre lo acontecido en FACYT Química.  La política institucional de silencio público ante tan grave y continuada situación de riesgo de los activos ucistas se mantuvo. Esto a pesar de lo escaso que ya ellos resultan de cara al reto de mantener una agónica funcionalidad y de lo costoso que implica su reposición en el contexto de radical empobrecimiento institucional en el que nos ha hundido el errado modelo de desarrollo elegido por el Régimen. Tampoco las autoridades locales de esa facultad, su decano y su consejo de facultad, se atrevieron  a manifestar opinión contraria al público silencio institucional. 
En mi caso, a riesgo de ser calificado de cansonamente reiterativo, ratifico mi opinión que esa política de no reclamo público ante el evidente incumplimiento de los organismos de seguridad del Estado es equivocada. No es nueva y la hice pública el 25 de junio de 2016 cuando colgué en mi blog: “¿Hasta cuándo le rendimos pleitesías al Verdugo?”. Les invito a leerla en: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2016/06/hasta-cuando-le-rendimos-pleitesias-al.html
Siendo coherente con esta posición, osé opinar, en el caso de FACYT Química, que constituía un craso error continuar enterrando en canalizaciones subterráneas costosos conductores eléctricos para que terminaran alimentando las alforjas de los roba cables, como con alta probabilidad ocurriría de no intentarse con carácter previo un cambio en las condiciones de seguridad del campus. Aun cuando no ejerza un papel activo en la cadena de gestión,  así lo reconozco, he procurado mantenerme siempre en activo estado de tutela con relación a lo que acontece en la UC, por esta razón exterioricé mi opinión a través de canales institucionales de suficiente autoridad. Como lo hice de modo informal, no puedo afirmar, responsablemente, que ella haya llegado al más alto nivel del gobierno universitario. Al final, la inversión se hizo para reponer la operatividad en FACYT Química. La acometida fue otra vez robada y el edificio, a la fecha de hoy, se encuentra de nuevo en condiciones de paralización de sus actividades.
El monto de esa inversión se debiera, en aras de la transparencia, informar a la comunidad ucista. Es más, debiera consolidarse un informe contentivo de todas las pérdidas patrimoniales millonarias que se han derivado de los múltiples robos, así como de las inversiones realizadas para intentar reponer aunque sea parcialmente tales pérdidas. En el caso de FACYT Química, me es obligante aclarar que la inversión no se hizo en su total requerimiento, considerando que se aprovecharon gran cantidad de retazos salvados de los masivos desmantelamientos de materiales eléctricos en las áreas deportivas. Invoco el rol de agentes activos de tutela que todo miembro de la comunidad debería ejercer y que constaten por sí mismos el estado en el que se encuentran tales áreas.
Relacionado con la misma facultad, FACYT, aprovecho para comentar la ocurrencia de otro evento de la misma naturaleza, aunque no pueda precisar si la fecha en la que aconteció fue también en el lapso previo a las vacaciones. Me refiero al robo de dos motores grandes, 25 o 30 HP, encargados de impulsar las bombas del sistema de refrigeración de tipo chiller instalado en el edificio de la escuela de Computación. Su efecto directo es la parálisis de los laboratorios por el riesgo que correrían los múltiples equipos de computación ante la ausencia de aire acondicionado. De esta manera, tenemos otra escuela de esa misma facultad con una operatividad académica severamente restringida. La razón por la que traigo a colación este evento está relacionada con las dimensiones de los motores. Ellas implican el uso de vehículos grandes y de equipos especiales para su movilización. A pesar de esto: nadie vio nada; nadie escuchó nada. Tal como ocurrió con la sustracción de otro motor de similares dimensiones del chiller del paraninfo, el cual para ser bajado desde la azotea del viejo edificio de la Facultad de Derecho, suponemos que hacia el callejón que la separa de la iglesia de San Francisco, habría requerido un accesorio tipo winche. Son estos robos los que han generado una ola de comentarios sobre la posibilidad de complicidad interna. No falta quien hable de la existencia de un “pranato interno”. Pero de esto no se les puede hablar a las autoridades, porque se molestan como si se les estuviese imputando a ellos de la responsabilidad directa en la comisión de tales acciones.
Un poco antes del inicio del período vacacional, se produjo el primer robo de cables, ciento ochenta metros, en la Facultad de Ingeniería que afectó al área de postgrado y otras dependencias. Recuerdo una conversación con el Decano Nazar, muy preocupado y dispuesto a invertir la totalidad de los ingresos propios generados por la Facultad –que han venido persistentemente reduciéndose como consecuencia de la situación país-, para resolver el problema. Le reiteré el criterio que había expuesto en la circunstancia de FACYT Química: No entierres allí tus escasos recursos que tanto te han costado generar porque te los van a volver a robar. Debes convencer a la Rectora y al CU de emprender una campaña pública para exigirle al Régimen la solución de los problemas que su incompetencia en materia de inseguridad les viene creando. A los pocos días salí del país en un breve viaje de visita familiar.

II-Después de las vacaciones: ¡El megarobo!


A mi regreso me consigo que el reinicio de actividades en Ingeniería con un nuevo semestre académico está seriamente comprometido a raíz de un nuevo robo –el anterior entiendo que fue subsanado aunque no manejo información sobre el origen de los recursos aportados para la ejecución de la obra-. Esta vez el daño es de mucho mayor alcance: un tercio de las áreas de la Facultad sin energía. Las acometidas a tres grupos de transformación, de los nueve existentes, totalmente sustraídas. Mi paciencia ante la desidia en el manejo del recurrente problema se agotó. Aunque no faltará quien diga quién soy yo para demostrar paciencia e impaciencia ante el mismo. En todo caso, el extenso e informativo prolegómeno contenido en la sección anterior, me es útil para dejar constancia de mi relación afectiva con una nefasta problemática que podríamos comenzar a calificar como de larga data.
Cuando recibí información más detallada sobre las longitudes y tipos de cables sustraídos, tomé conciencia de las dimensiones financieras del problema. Ya no valían pañitos calientes, me dije. ¿La UC tendría recursos para resolver las ingentes carencias causadas en el corto plazo de pocas semanas? Continúo albergando fuertes dudas. Por eso me aboqué a una campaña informativa sobre la problemática en el ámbito de las redes sociales. El 11 de octubre publiqué en Facebook una nota que les transcribo a continuación:
“Extremadamente preocupado por nuestra Alma Mater. A la inviabilidad debida al radical empobrecimiento se suma la acción devastadora de una mafia roba cables que se ha cebado en la UC. Tanto que parece condenar a una facultad, mi facultad, a un prematuro cierre técnico. En Ingeniería se han robado más de 2000 metros de cable de alimentación eléctrica. Con porcentaje mayoritario de conductores de alto grosor y por ende costo: 240 mts de 350 MCM, cuyo costo unitario es $ 6.24 por metro; 980 mts de cable #2/0 cuyo costo unitario es $ 2.38 por metro -precios de fabricante a nivel internacional-.
Una estimación muy conservadora apunta a 8000 dólares, aproximadamente, el costo sólo de adquirir los conductores que se necesitan para reemplazar los robados. ¿A qué tasa de cambio ponemos esos dólares? A 30000, el simple costo de adquisición remonta a los doscientos cuarenta millones de bolívares. Si añadimos costo de otros materiales, mano de obra, ganancia y costo financiero para la empresa contratista en un país donde la inflación ya sobrepasa el 50% mensual, no me extrañaría que el monto total requerido para reponer la alimentación de energía eléctrica sobrepase los quinientos millones de Bolívares. ¿Tiene la UC presupuesto para acometer la obra? Al parecer no. Lo que extraña es el hermetismo de las autoridades. Cuando deberían estar protestando a viva voz el grave problema de inseguridad que plaga a nuestra institución y exigirles a las autoridades competentes los recursos para afrontar la inminente situación de cierre técnico, predomina el silencio y el fingimiento de una normalidad que no existe. También preocupa, sobremanera, la pasividad de los miembros de esa comunidad. ¿Dónde está la dirigencia estudiantil? ¿Dónde el gremio profesoral? Hay más, mucho más, sobre la difícil situación que también afrontan otras facultades. Un reinicio donde nada es normal pero las instancias de cogobierno actúan como si todo estuviese normal. Continuaré informando.”
Como pueden darse cuenta, había acometido la tarea de calcular  costos. Así fuera a precios internacionales, porque la volatilidad local de los precios la habría convertido en interminable. Sin embargo, comparaciones con algunos de los precios suministrados por empresas locales del ramo me convenció de que mis estimados eran más bien conservadores por defecto. La nota, inmediatamente, produjo múltiples reacciones y comentarios. Por razones que manifestaré al final de esta crónica, me pareció justo e interesante incluir en ella la reproducción de una de las secuencias de intercambio de opiniones –comúnmente denominadas en la jerga técnica de Facebook como “thread”-.

III-Del intercambio de opiniones


A continuación, la transcripción del primer comentario del profesor Gustavo Guevara: “Responsablemente, frente a los comentarios, no sólo de mis queridos amigos Asdrúbal, María Isabel y Evelyn, sino de todos los demás comentaristas, no puedo permanecer callado, pues como decía el Gran Rector Unamuno, a veces callar puede ser interpretado como aquiescencia. Quienes me conocen saben que no soy un borrego de las autoridades universitarias. Sin embargo, durante mi asistencia como representante profesoral ante el Consejo Universitario, he podido constatar que si hay un punto en el cual todo el Consejo, y sobre todo el Vicerrector Administrativo José Ángel Ferreira, se ha devanado lo sesos para buscar una solución, ha sido precisamente el tema de la seguridad, y de los robos de los equipos de nuestra Casa de Estudios. Después de que uno escucha las historias de los vigilantes desarmados que cuando ven venir a los ladrones portando armas largas, lo único que pueden hacer para salvar sus vidas, es montarse en el techo de las instalaciones y observar impotentes cómo desvalijan nuestras instalaciones, uno cambia su forma de pensar en lo que se refiere a criticar desde afuera, sin conocer la cruda realidad de los hechos. He presenciado las carreras para obtener un carro o una moto, así sean usadas que permita al menos recorrer las instalaciones durante las noches, para saber, al menos, visualmente que todo está bien (sin novedad). El tema ha sido tan importante para el Consejo Universitario que ha estado de forma permanente en las agendas de todas las sesiones, y en todas las sesiones, el Vicerrector Ferreira informa lo que se ha estado haciendo. Evidentemente, comparto todas las inquietudes de Asdrúbal, de Evelyn, de María Isabel, de Ángel Ardón y de los demás comentaristas. Lo que no puedo compartir es la acusación, porque es una acusación que llega hasta insinuar la complicidad por ceguera, de que las autoridades de la Universidad han guardado hermetismo y que los organismos de cogobierno actúan como si todo estuviese normal, porque eso sería mentir y además injusto. Incluso hace dos sesiones, el Consejo Universitario decretó el estado de emergencia de la Universidad, y sobre esa base ha tomado una serie de decisiones para enfrentar la crisis, como son por ejemplo, la delegación en las facultades de algunas potestades centralizadas, en aras de agilizar los procesos de compras, acortando los lapsos para evitar las brechas entre el precio cotizado y el precio efectivo de compra. Ello por solo nombrar una medida puntual. Para el caso concreto de los robos, en la sesión 1829 se nombró una Comisión presidida por el Vicerrector Administrativo y varios decanos. Yo los invito a ponerse en contacto con la Comisión y a ofrecer su posible colaboración. He estado pensando que hasta sería interesante nombrar comisiones de profesores que eventualmente pasen la noche en las instalaciones más sensibles, para que puedan ser testigos de la cruda realidad que es pasar una noche en un sitio donde la vida no vale medio cuando se trata de enfrentar a grupos armados hasta los dientes y decididos a todo, sabiendo que nadie puede enfrentarlos. En lo que se refiere al inminente cierre técnico de la Universidad, lo cual está muy cerca de la realidad, tengo la posición de que sin fingir normalidad, porque además nadie la ha fingido (no se habría decretado el estado de emergencia), hay que luchar hasta el último aliento por mantener abierta la Universidad, y si hay que cerrarla que sean los miembros de la comunidad universitaria, a través de sus gremios, quienes tomen esa iniciativa desde la óptica de las condiciones del ejercicio del proceso de enseñanza-aprendizaje.”
La transcripción es completa, aunque con menores correcciones de acentuación gramatical. Es una decisión que asumo, a riesgo de extender esta crónica, en aras de reflejar con la mayor justicia posible el estado de ánimo que pudiera estar embargando a las autoridades y miembros del CU que han venido afrontando el problema desde la perspectiva de buscar un esquema de solución interna. ¿Existe éste? ¿A qué costo? ¿Cuáles son las limitaciones? De no haber expuesto con anterioridad mi posición sobre el tema e incluso haber tenido la posibilidad de un diálogo directo con el Prof. Ferreira a raíz de mi post en el blog ya referenciado, me habría sentido muy mal con el comentario de mi estimado amigo. Gustavo, para quienes no lo conocen, es un reconocidísimo profesor de la escuela de Economía. Brillante, inteligente, por eso mismo nos alegró que se le hubiese brindado la oportunidad de asistir al CU. Fue elegido como representante profesoral suplente en la última elección para tal efecto, hace ya unos cuantos años, y desde hace pocos meses está ejerciendo esa representación. El haberse molestado a responder mi nota in extenso me motivó una respuesta que transcribo a continuación:
“Estimado Gustavo, lo primero decirte que estoy muy consciente del difícil contexto país. El responsable de los robos masivos en la UC es el Régimen. De esto no tengo dudas. No me hago eco de quienes transforman mi denuncia en una acusación directa al profesor Ferreira. Sé que él también está muy preocupado. Si de algo es culpable, es de haber querido venderle a la Institución el slogan UC SEGURA, con el cual terminaba asumiendo frente a la comunidad la dación de una garantía que ni él, ni la Rectora, han estado en condición de cumplir. Precisamente por el contexto país. De lo que yo me quejo es del silencio frente a la opinión pública. E incluso frente a una comunidad que debe ser informada con transparencia de la gravedad de lo que está aconteciendo. Que es dantesco, porque tal como están las cosas Ingeniería no podrá abrir efectivamente sus puertas en meses. Pero algo parecido está ocurriendo con FACYT. Y Ciencias de la Salud por otras razones. Entonces amigo creo que el CU, como máximo organismo, no está ejerciendo una conducción acertada. Y uno espera de gente como tú, con inteligencia y experiencia de procesos pasados, palabras de mejor orientación y no quedarte encerrado en las continuas lamentaciones del vicerrector porque allí, dentro de esas cuatro paredes, no se va a resolver nada hermano. Si eres tu quien va asumir la defensa de lo que está haciendo el CU frente a la crisis, te invito a que hagamos un debate público sobre tan dolorosa situación, al menos para mí. Y que conste que lo que asomo en mi denuncia pública no es sino la punta del iceberg. ¡A ver si cada uno asume su responsabilidad!”
Esta respuesta me permite colocar en el justo nicho la intencionalidad de esta denuncia. No se trata de atacar por atacar, o de atacar para inferir algún daño político. Se alimenta en la convicción de que están atacando el problema de manera equivocada. Y de que en su fracaso, terminan asumiendo una conducta defensiva que muy bien se retrata en el comentario de Gustavo.  Debo reconocer que en el mismo me extrañó sobremanera no se refiriera a la gravedad de lo denunciado.  Quizás deba decir que me produjo una irritación que se refleja en mi respuesta y algo de desencanto. Gustavo continuó con el thread:
“Por supuesto, Asdrúbal, siempre sería muy interesante tener un debate contigo pues con toda seguridad sería muy enriquecedor por los desafíos que implicaría enfrentarse a tu lucidez. Sin embargo, el responsable mayor de todo este problema, y quien maneja los datos con todos los detalles importantes, es precisamente José Ángel Ferreira, y es él quién debe afrontar el reto, al cual yo asistiría como un disciplinado oyente. Sin embargo, solo te puedo adelantar, porque eso es algo que no se puede esconder, que la angustia y los esfuerzos del VRAD por el problema de la seguridad son visibles hasta en su aspecto físico. Ahora bien, que José Ángel ofreció algo que se escapaba de sus posibilidades como fue el slogan UC SEGURA, es algo de lo cual no hay ninguna duda. Creo que en este momento, tu aporte sería fundamental y deberías ofrecerle al CU el aporte de tus conocimientos. Si yo hubiera leído tu nota antes, habría propuesto la incorporación de algunos profesores como tú en esa comisión, donde si mal no recuerdo están entre otros Ferreira, José Luis Nazar, Benito Hamidian y José Marcano que son los decanos más afectados. No recuerdo si está también David Rutman.”
Mi respuesta: “Gustavo, creo, no sé por cuales razones, percibo que deseas encauzar el debate sobre si José Ángel ha hecho un gran esfuerzo o no. Si está enflaquecido a raíz de ese gran esfuerzo. Déjame decirte que ese debate me parece pueril. No parecen, sinceramente, frutos de tu lucidez que también eres muy lúcido. El debate es si le seguimos ocultando a la comunidad la gravedad de todo lo que está ocurriendo y en esto no es solo el tema de los robos: hay muchas otras cosas graves desde el punto de vista académico que están pasando. O si de un diagnostico sincero comenzamos a abordar los problemas. ¿Por qué tanto secretismo? Los que te conocemos y sabemos de tus capacidades esperamos de ti una gestión distinta como consejero universitario. Hemos tenido esa esperanza en esta hora muy menguada que vive nuestra alma mater”.
Cohabitando con la coloquialidad y el intercambio de filigranas de mutua admiración, creo no fingidas al menos de mi parte, existe dureza en el debate que es arquetípico de la forma como muchas veces abordamos el tratamiento de los problemas en nuestro ámbito institucional. Le perdemos la vista a lo trascendental, distraídos en la contabilidad de los daños personales o políticos. Gustavo continúa:
“Asdrúbal, lo que pasa es que esta discusión tiene al menos dos niveles, y si bien uno es más importante que el otro, ninguno es pueril. El primer nivel, el más importante, es el que tú planteaste, y con el cual estoy de acuerdo en lo fundamental: no debe haber secretismo en la crisis de la Universidad, y tanto las autoridades como las instancias de cogobierno no deben actuar como si todo estuviera normal. El segundo punto es que hay una acusación hacia un cuerpo de cogobierno y hacia algunos responsables de la política universitaria en el sentido de que están actuando como si todo fuera normal, y allí es donde no estamos de acuerdo pues al menos desde que yo estoy asistiendo al CU, las actuaciones de dicho cuerpo en ningún momento han apuntado a sostener que la situación en la UC está normal. Por tal motivo considero injusta tal afirmación, y sobre todo considero injusto que algunas personas se monten en la cresta de algo que tú señalas a título de justa crítica para linchar políticamente a personas o a grupos de personas, sin aportar al menos una propuesta de solución. Esa forma de pensar y de actuar, muy parecida a la usada para linchar hoy a la MUD, a la Cuarta en 1998, es algo que, además de hacernos mucho daño como institución, me parece injusto, sobre todo cuando pueden convertirse en linchamientos, y sabes que nunca me ha gustado ningún linchamiento. Por esa razón no me parece pueril, aunque no sea el punto principal, que introduzca en la discusión los esfuerzos que ha hecho la PIPSUC y Ferreira, pues la crítica puede ser muy constructiva cuando se comienza al menos reconociendo los esfuerzos que se han hecho como un punto de partida. Lo otro, la negación de todo lo que se hecho, y la crítica a secas, sin proponer soluciones, solo nos aleja de la unión que debemos tener en aspectos tan difíciles como el de la seguridad en la UC”.
El intercambio podría haberse extendido ad infinitum. Pero interviene otra profesora, ex decana de FACYT, distinguida también por cumplir su rol de agente activa de tutela. Yaquelín Loyo expresa: “Gustavo han habido avances importantes al tomar decisiones difíciles como la eliminación de los kioskos que rodeaban FACES y el permitir el resguardo de los organismos de seguridad del estado en su momento.
Pedirle a la comunidad universitaria que aporte soluciones es cuesta arriba si no eres experto en asuntos de seguridad. También fue y es cuesta arriba para el CU.
¿Qué podemos hacer como comunidad? Ya lo expresé anteriormente. Debemos protestar y mostrar cifras contundentes de cómo ha sido desmantelada la infraestructura universitaria, plantarse ante el MPPEUCT y demostrar cómo afecta a la academia y a el normal funcionamiento. Mientras sigamos dando clases (yo doy) sin parecer afectados por la inseguridad poco podremos lograr.”
Me encantó la intervención de Yaquelín. Como buena ingeniera, apuntó exacto al quid del asunto. Ella expresa lo que hay que hacer que es, precisamente, lo que no se ha querido hacer. Por razones que no alcanzo a entender. A provecho entonces para cerrar el thread: “Para terminar la discusión por este medio, me identifico totalmente con la posición expresada por la prof.  Yaquelín Loyo. Creo que allí está el quid del asunto. Creo que en lo fundamental podemos estar de acuerdo. A mí no me anima ninguna intención de linchamiento y menos hacia Ferreira, a quien le expresé hace tiempo mis profundas reservas con relación a las falsas expectativas que se creaban con la campaña UC SEGURA. Y lo hice con lealtad porque le aprecio en lo personal. Esa conversación fue a raíz de un post en mi blog dónde planteaba la interrogante de hasta cuándo le rendíamos pleitesías al verdugo -Ameliach-. Vale la pena que lo leas porque en su contenido se incluía una advertencia sobre el creciente problema de la inseguridad y el desmantelamiento.
Yo lo que creo es que se ha corrido la arruga demasiado tiempo con este tema y ahora hay temor de que la comunidad se entere de todo el desmantelamiento que se ha producido. ¡¡Es masivo!! Gustavo averigua un poco y entonces entenderás porque llega un momento que la molestia y la rabia comienzan a generar efervescencia por canales que pudieran confundirse con algún plan de linchamiento político”.
Y eso es lo que yo creo: que se ha corrido demasiado la arruga. También están afectadas otras áreas: pabellón de postgrado de Odontología, Aula Magna, Torre de transmisión en el cerro La Cruz –todos los equipos de transmisión, etc., etc., robados-. También la Dirección de Transporte donde se llevaron hasta el transformador, aunque entiendo que este caso ya fue resuelto. La Universidad, como el País, diluyéndose en nuestras manos. A la Comunidad se le mantiene de espaldas; poco informada  a pesar de la gravedad de sólo una de las facetas de la profunda crisis que embarga a la Institución. Quizás a algunos poco le importe, pero no son la mayoría.

IV- Sobre el decreto de emergencia


 Como no quisiera tener que escribir más sobre este tema concreto de la crónica inseguridad en la UC, no puedo cerrar esta publicación sin referirme al Decreto de Emergencia que el prof. Guevara mencionó varias veces en el intercambio de opiniones.
De mi experiencia, un decreto de tal naturaleza se hace con la finalidad  de justificar y autorizar a los jerarcas administrativos: la recurrencia a procedimientos, más expeditos, que permitan las compras y/o contrataciones que fueran necesarias para la pronta normalización de actividades paralizadas por hechos sobrevenidos. La redacción de los considerandos justificativos debe ser específica –recordando al Dr. Sué-, indicando las áreas afectadas así como el grado de afectación en cada una de ellas. Una redacción genérica y ambigua como la siguiente: “Atendiendo a las circunstancias fortuitas e imprevistas acontecidas durante este último año en espacios de la Universidad de Carabobo, en las cuales la inseguridad, hurtos, robos y delitos en general han azotado reiteradamente nuestra Alma Mater, ocasionando graves daños en la infraestructura física operacional que impiden dar cumplimiento  a los compromisos y exigencias de la gestión en la formación académica pautada para sus estudiantes” no cumple con lo señalado. Cualquier contralor celoso en el desempeño de sus funciones la objetaría. La lectura entrelínea que uno le hace, considerando los antecedentes y entretelones  de esta continuada controversia, apunta hacia la insistencia en no querer revelar detalles del drama de inseguridad que nos aqueja. De aquí la interrogante que nos hacemos en el título: ¿Por qué tanto secretismo? En este sentido, este documento de denuncia sí contiene una propuesta, a su vez ratificada en mejor estilo por la prof. Loyo. Lo correcto y transparente es presentar el inventario pormenorizado de todas las pérdidas. Y a los efectos de viabilizar la aplicación de procedimientos administrativos de emergencia, precisar las áreas en las que se requiera su instrumentación.
Por otra parte, la única medida concreta de emergencia que se decreta es una delegación  de las competencias administrativas en los consejos de facultad -artículo tercero del decreto-. Ojo avizor, decanos presidentes y demás miembros sobre lo que realmente puedan hacer con ese decreto desde la perspectiva de las normas contraloras, habida cuenta de lo señalado en el párrafo anterior.

V- Comentarios y reflexiones finales


No es fácil en mi condición de ser un ex rector que con frecuencia asisto a actos protocolares de la Universidad, encontrarme con las autoridades en funciones así como miembros del CU, con algunos de los cuales mantengo lazos de amistad y profundo agradecimiento, y asumir el riesgo de ser percibido como una especie de “Chapulín Linchador”. Pero la crítica hay que hacerla, porque la Universidad está primero.
Cuando uno se aboca finalmente a escribir, es porque las observaciones y críticas que uno pueda hacer ha tratado de canalizarlas por vía informal, sin conseguir la receptividad que en buena conciencia creemos ellas ameritan. Por supuesto, suele ocurrir que cuando una denuncia se hace pública, la mayoría de sus lectores la van a procesar de manera muy plana y puntual: los hechos concretos. Cada cual extraerá de esos hechos interpretaciones propias porque las flechas lanzadas han dejado de pertenecerle a quien las escribe. La mayoría no sabrá, ni tienen por qué saberlo, los entretelones de la historia que ha conducido a la denuncia. Por eso agradecí que Gustavo decidiera confrontar y, al mismo tiempo, enriquecer mi escueta versión; expusiera un punto de vista alternativo que daba cabida, con mayor justeza, a todo lo que se ha obrado al interior de la UC en procura de atender la problemática. Se ha hecho, pero los resultados, incontrovertiblemente, han sido fallidos. Es el momento de democratizar los problemas, no sólo este sino muchos otros que viene confrontando la Universidad como resultado del convulso cambio de contexto que se ha derivado de la fulana revolución.
Por esta razón, abandoné mis macundales de ingeniero y me lancé a esta extensiva crónica que a muchos parecerá un exceso. Lo es, pero también es un registro detallado de un inclemente y continuado ataque externo a nuestra universidad en este trágico lapso de historia que nos está tocando sufrir.  Debemos atrevernos a registrar todo, lo bueno y lo malo, las ideas y pareceres que se han confrontado. Nos haría mucho bien, y ojalá en esto diéramos ejemplo hacia el resto de la sociedad, abandonar la cultura del “pobrecito” que tanto daño nos ha hecho desde los tiempos de la Cuarta.
En este país, y también en nuestro entorno más pequeñito, cuando alguien critica o denuncia, es habitual que primero se sopese cuáles son las intenciones del denunciante; qué objetivo persigue; quién es el “pobrecito” o la “pobrecita” a quien se busca dañar en lo personal o en lo atinente a su proyecto político; antes de entrar a valorar si la crítica o denuncia tiene algún asidero; qué tan grave es lo que se plantea; qué se propone. He aquí la otra razón por la que quise abocarme al registro completo de todo el intercambio de opiniones. No sólo porque amplió el horizonte de justicia donde se ubicaba mi denuncia, sino también ilustró a la perfección esta maníaca forma que tenemos de comportamos como sociedad.

En esta universidad, hoy día, nadie puede afirmar con seguridad si algún día llegaremos a tener elecciones. Así pues, dejémonos de celos políticos que en mi opinión constituyen la principal causa para tanta cerrazón;  para tanto fingimiento de normalidad cuando la realidad nos está arropando. Abrámonos al libre flujo de la información para que la comunidad tome conciencia de la gravedad del estado institucional y partamos de allí al abordaje de los problemas con los que ese entorno externo absolutamente cambiante y convulsionado nos está desafiando. Se requiere de medidas audaces; de reorganización; sino acometemos  cambios pereceremos en la debacle de nuestra pertinencia social.