domingo, 28 de junio de 2020

El Vacio Generacional- Pensando en la Venezuela del Futuro(III)



El Vacío Generacional


@asdromero


I-La Cadena Rota


En el trabajo anterior nos referíamos a la sensatez de estados como los europeos. Estoy convencido que uno de los factores que contribuye a esa sensatez, es la existencia de un hilo generacional al interior de los estados que siempre apunta a mantener, aunque no siempre lo consiga en el nivel deseable, un cierto grado de coherencia y consistencia en el tiempo del comportamiento de estas complejas estructuras. ¿A qué me refiero con esta denominación de hilo generacional, un tanto abierta para diversas interpretaciones? Lo voy a precisar a los efectos de este texto.

Dentro de las organizaciones que conforman los estados, existe un funcionariado de carrera que es el que se encarga de aportarle sustentación técnica a las decisiones que emergen de cada una de ellas y conformar ese pegamento burocrático necesario para generar una dinámica de estabilidad y un cierto margen de predictibilidad en sus respuestas. Los funcionarios arriban jóvenes, son formados por los más veteranos y, en algún momento, les corresponde a ellos mantener esa correa de transmisión generacional o hilo. Apelo a una imagen gráfica para transmitir esa idea de cómo la experiencia y el “know how” específico de una organización va siendo traspasada a lo largo de generaciones; de cómo el testigo va siendo entregado por los más viejos que ya se jubilan a los que han venido formándose por varios años dentro de la cultura organizacional que, progresivamente,  se ha consolidado en el Ministerio, ente autónomo o empresa del Estado.

La existencia de este hilo generacional es real en los países que funcionan. Y también existió en Venezuela. Recuerdo haber disfrutado mucho, en los tiempos que asistía a las reuniones de la Junta de Individuos de Número de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat, los relatos de los miembros más antiguos sobre lo que había significado en Venezuela el Ministerio de Obras Públicas (MOP). Y así como este, el de Transporte, el del Ambiente o CADAFE. Al interior de estas organizaciones existía una estructura a la cual los nuevos ministros, presidentes o rectores designados para detentar los cargos de confianza escuchaban, incluso aquellos con un perfil más político. Los “importados”, es decir: los nuevos jerarcas que no provenían de esa estructura, se cuidaban en su inmensa mayoría de “inventar” sin antes empaparse de cómo se hacían las cosas dentro del Ministerio. Para eso estaban los funcionarios de carrera que ocupaban los cargos más altos dentro del organigrama, digamos, de perfil más técnico.

Ocurría también en las Universidades. Recuerdo cuando fui electo vicerrector administrativo por un claustro profesoral, sin experiencia alguna sobre cómo administrar una institución tan humanamente compleja como una universidad autónoma.  Ni Ricardo Maldonado, electo Rector, ni yo  comenzamos a articular planes concretos en lo administrativo sin antes abocarnos a recibir la orientación del equipo técnico sobre lo que se podía hacer o no,. Ya habría un tiempo en el futuro en el cual nosotros podríamos tener criterio propio sobre hasta dónde esas limitaciones “técnicas” podían ser reformuladas, pero de entrada, existía un respeto. Me resulta tentadora la digresión de aprovechar este inciso para reconocer la excelente orientación recibida de las profesionales Lic Berenice Paruch de Mascia, Recursos Humanos, y la Economista Norka Nuñez (QEPD), Presupuesto, en aquellos tiempos tan aterrorizantes. ¡Uno se preocupaba por hacerlo bien!

Esa correa de transmisión o hilo generacional sufrió una abrupta ruptura con el advenimiento del régimen chavista. Es posible que viniera debilitándose desde antes, no lo sé. Al menos, en mi experiencia más directa, el Ministro de Educación los cinco años del segundo gobierno del Presidente Caldera, Antonio Luis Cárdenas Colmenter, siempre me pareció que actuaba conforme a aquellos preceptos más tradicionales del respeto a cómo se debían hacer las cosas dentro de un estado sensato. Chávez, no podía ser de otra manera, quebró palitos con la educada tradición. Sabía de todo. Y en su recalentada cabeza tenía la solución para todos los problemas sin conocer siquiera cómo se había llegado al problema.

Nunca olvidaré la escena que ya una vez relaté, en otro texto incorporado a este blog, en la que Chávez, en plena cadena nacional, con un plano al frente suyo rediseñaba el tendido de transmisión del sistema eléctrico interconectado nacional. Los ministros y grandes “gurús” del área que le acompañaban lucían prestos a acoger, complacientemente, cualquier comentario del “Big Boss” y nerviosos ante la posibilidad que les fuera a interrogar y sus respuestas no fueran las esperadas por él. Sin embargo, Chávez también fue cuidadoso al principio, al menos con los ministerios claves –dejó a Maritza Izaguirre seis meses más al frente del Ministerio de Hacienda-. Ya sabemos que le tomó su tiempo desmantelar la meritocracia técnica que imperaba en PDVSA.


Cuando arribamos a la ceremonia de los pitos para despedir a toda esa estructura  técnico- profesional en la que se condensaba el “know how” de nuestra gallinita de los huevos de oro, se cerraba un ciclo a partir del cual se asumía sin complejos el paradigma del “Estado Insensato”. El conocimiento y la gerencia dejaron de ser insumos necesarios para su funcionamiento. La formación de cuadros dejó de tener sentido. Como corolario, desapareció la preocupación por salvaguardar los equilibrios más esenciales preceptuados en el respeto a las leyes económicas fundamentales. Como lo dijo un escritor venezolano, si pudiesen se habrían atrevido a violar hasta la Ley de la Gravedad. Los pocos funcionarios que quedaban del otrora estado, fueron apartados o se replegaron espantados por aquel desastre y así se fueron jubilando. Se derivó de este funesto proceso un gran vacío o “gap” generacional. La cadena de transmisión de la lógica de funcionamiento del estado se había roto.




II-¡No Escuchan!


Esa ruptura tuvo su paralelismo equivalente en  las organizaciones políticas, en las que también existía una correa de transmisión generacional asociada a la experticia en las diversas áreas –más reducida pero existía-. Y esta realidad se reflejaba en la conformación de las planchas de representantes cuando se llevaban a cabo las elecciones. En ellas se incluía a dirigentes de base cuyo accionar operaba, primariamente, a nivel de las comunidades y la organización geográfica del partido y también a sus expertos, usualmente vinculados a organismos funcionales o secretarías tales como: Educación y Cultura, Profesionales y Técnicos, Sindical, Agraria, etc. Es así como un hombre como Sánchez Bueno, por señalar un ejemplo emblemático, sempiterno representante del partido Acción Democrática en la Comisión de Finanzas del Congreso, era usualmente impuesto en la plancha de representantes del Estado Aragua –del cual  él no era dirigente de base- con las consabidas protestas, rápidamente atenuadas, de la dirigencia regional de ese estado. Esta lógica de designación reflejaba en cierta forma la organización matricial del partido.

Pues bien, esa lógica brilló por su ausencia en el ya reconocido como glorioso proceso que condujo a la victoria electoral por mayoría calificada de los factores democráticos en la elección de la actual Asamblea Nacional. La decisión fue de los partidos que asumieron sin mayor complejo ante la sociedad civil el monopolio de las designaciones. Y fue: acordarse sobre la base de los dirigentes de base de los diferentes circuitos, mayormente jóvenes. Al menos esa fue la forma como se procedió en el estado Carabobo –exceptuando la plancha por lista-. Confieso que no he hecho el análisis exhaustivo en otros estados, pero a juzgar por el sector etario predominante en la fracción opositora de la AN, creo que ese fue el criterio nacional.

Es así como llegamos a una representación en la Asamblea Nacional a la que se le premiaba el trabajo de "patear" los circuitos; con buen conocimiento de campo y penetración en el entramado geográfico; con una relativa adecuada capacidad para la movilización de las bases –habida cuenta de las crecientes limitaciones- y  vigorosa energía juvenil. Pero, considerando la muy complicada situación del país a la que se debía enfrentar, eso no lo era todo lo que se necesitaba. También nuestra representación se caracterizaba por inexperiencia en el manejo de los temas complejos; escasa visión de estado; deficiente formación porque les ha correspondido hacer política en el país de los triquitraquis permanentes y, aunque en menor porcentaje, también es obligante decirlo: vulnerabilidad en su estructura de valores morales.

Algunas de estas deficiencias se hicieron evidentes nada más comenzar el período de sesiones. Un veterano de legislaturas anteriores que no voy a mencionar su nombre para no perjudicarlo me dijo: Lo que está ocurriendo es una locura. Algunos asociaciones conformadas por gente muy honorable y con experiencia se acercaron para entregar por escrito recomendaciones –me consta que el Bloque Constitucional lo hizo, específicamente, con una propuesta de desconocimiento de la designación de los nuevos miembros del TSJ por haberse llevado a cabo mediante procedimiento “express”. ¡No fueron escuchados!

El tema del déficit moral tardó más para aflorar, aunque cuando terminó de irrumpir en esa forma tan grotesca como lo que, tristemente, nos ha tocado ver desde la fallida sesión de juramentación de enero de este año, obligó a que muchos de nosotros anuláramos los restantes pocos cheques que nos quedaban en la libreta de confianza que habíamos reservado para esperanzadoramente invertir en esa asamblea nacional. Cabe acotar con respecto a este tema, que ya se había producido una señal de la descomposición con el tema de las francachelas y el pésimo uso de recursos humanitarios en la frontera colombo venezolano  en el lapso cercano a la fallida entrada de la ayuda humanitaria (23 de febrero de 2019). Deleznable episodio, por cierto, que término siendo el causante de la insuficientemente explicada e injusta destitución del Dr. Calderón Berti.

Recuerdo que cuando los candidatos por Carabobo fueron anunciados, mostré mi molestia en algunos de los grupos de opinión en los que participaba. Esa decisión de los partidos me parecía una ofensa a la sociedad civil en un estado vital para el país desde la perspectiva  de su potencialidad en todos los ámbitos: industrial; educacional; histórico; cultural, etc., además: políticamente complicado y con una sociedad civil muy participativa. Llegué un momento que callé. Van a pensar que mi reclamo es un resentimiento por no ser tomado en cuenta para ser candidato, me dije, y no era así porque consideraba existían muchas personalidades con mayores méritos de constancia  que mi persona. Incluso el mismo Rubén Pérez Silva, incansable motor de actividades en el ámbito de la sociedad civil del estado. Y: ¿Por qué no le manifesté a él, en su condición de coordinador de la MUD en el estado en ese momento, mi opinión? Porque sabía que le iba a llevar un problema que no tenía capacidad de resolver. Los partidos, a la hora de utilizar la prerrogativa administrativa que les confiere el CNE de ser las únicas organizaciones con capacidad de postular a los cargos cuando hay elecciones, suelen entrar en un trance viral que les produce sordera y un campo de visión extremadamente reducido para sus  sesudos análisis políticos. ¡Esto debe cambiarse!

En realidad, figuras como Rubén, y yo mismo cuando me correspondió temporalmente iniciar las actividades del Frente Amplio en el estado, hemos servido como detergente Ariel regional para blanquear el pecado capital de los partidos en su muy irregular e insatisfactoria relación con la sociedad civil. Y esta relación, tan necesaria en esta hora tan menguada que vivimos, continua sin ser levantada al nivel que se requiere. De hecho, creo que ha disminuido inquietantemente.  Cuando recorrí el estado, pude darme cuenta que muchachos como Bozo, Ángel, Ylidio y el mismo Lozano mostraban buena técnica discursiva, capacidad de animar y entusiasmar a los ciudadanos que nos acompañaban en sus manifestaciones. Yo no escribo este texto que, inevitablemente, va a tomarse como un reclamo tardío para responsabilizarles a ellos. La falla estuvo arriba. ¿Qué faltó?

Lo que tanta falta le ha hecho al país en estos recientes años de incontrovertible deterioro político. Una instancia superior, unificada y legitimada por el reconocimiento de ella por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos que añoramos un cambio, en la que se hubiese ponderado exhaustivamente y con altura de miras cuál era el perfil de Asamblea Nacional que le convenía al país en el 2015 y, posteriormente, asumir con valentía el reto de convencer al país nacional de las bondades de su decisión. Tantos años de destrucción que han transcurrido y todavía no se ha podido construir esa instancia del interés superior.

No albergo duda que de haber existido, habría llegado a la conclusión que  era absolutamente necesaria una mezcla, una combinación generacional que compensara ese vacío, ese gap que ya se había producido a nivel del Estado y al cual hacíamos referencia al inicio de este texto. A esa asamblea, por supuesto estoy haciendo abstracción de la fracción chavista, le faltaban referentes sociales, intelectuales y éticos. Y esa ausencia va a estar presente en cualquier explicación que se vaya a dar sobre las deficientes ejecutorias de la Asamblea Nacional.

En la medida que ella ha sido neutralizada, siento que el descontento de la cohorte generacional más experimentada ha ido in crescendo. Constantemente recibo opiniones en esa línea. El episodio Calderón Bertí, al cual me referiré con mayor detenimiento en la siguiente entrega porque creo que bien vale la pena hacerlo, incorporó unos cuantos decibelios a esa molestia. El Régimen ha sido muy hábil en ir demoliendo las cohortes generacionales que se  le han colocado en la acera de enfrente. Si se descuidan, hasta la generación de Borges, Capriles, Leopoldo y María Corina corren el riesgo de ser destripados por esa voraz máquina destructora. En su relevo, ha tenido que emerger la generación 2007 sobre cuyos hombros el país cargó cuantiosas y fundadas esperanzas, muchas más de lo que ellos podían ser capaces de procesar. Cuando Guaidó, su máximo representante, pronunció las esperadas palabras de su juramentación como Presidente Interino el 23 de enero del 2019, este evento fue interpretado por muchos como un parteaguas, un punto de inflexión que marcaba una brecha generacional a nivel de las agrupaciones políticas. Y el país NO PARTIDISTA viendo aquello, también se inflamó de entusiasmo.

Pero al final, la falla de origen se está manifestando. Ellas a veces tardan pero nunca dejan de aparecer para destruirnos vanas esperanzas. Todo parece indicar que el Principio de Peter nos alcanzó a todos. Y cuando digo a todos, es a todos. A los que han actuado y a los que nos hemos quedado mirando desde la baranda, un poco acomplejados por aquello de que había que entregarle el testigo a los más jóvenes, porque eso era lo que el país quería como si el país realmente tuviese en ese hondo foso en el que le han hundido la real capacidad de saber lo que debía querer. Hemos visto acontecimientos y episodios que nos preocupan, que siembran en nuestras mentes y corazones serias dudas. Este texto, que ya voy concluyendo, sirve como abrebocas para plantear interrogantes que muchos con mayor experiencia y visión de estado nos venimos haciendo ya desde hace dos años en mi caso. Otros, quizás mayor lapso.

En realidad: ¿Vamos bien? ¿Cuándo hemos ido bien? ¿Cuáles son los indicadores para respaldar esas afirmaciones o son sólo slogans que manifiestan el más puro voluntarismo (Wishful Thinking)? Si de pronto, el régimen de Maduro se cayera como un castillo de naipes: ¿Podría la Generación 2007 conducirnos por el buen camino de la recuperación de Venezuela? ¿Qué creen ustedes? Yo llevo algún tiempo pensando que mi respuesta tiende a un ROTUNDO NO. Ellos, quizás por su déficit de entidad pueden estarse imaginándose que sí lo pueden hacer (esto requiere todo un análisis), pero es tal la pesada carga que ha descendido sobre sus hombros que ellos, por sí solos, están imposibilitados de llenar esa carencia fundamental del país sobre la que versa este texto: el vacío generacional que creó el chavismo. ¿Por qué afirmas eso me dicen algunos amigos con quienes he comentado mis cuitas? Lo que tienen es que escuchar a los expertos. Pero no escuchan, he aquí el problema. Parte del problema generacional. ¡No sólo lo digo yo! Cada vez son más lo que compartimos esa sensación. ¡No Escuchan! Y si es que escuchan a un misterioso grupo de expertos al que no conocemos, que lo presenten. ¡Es urgente que nos reunamos para conformar un nuevo equipo!

domingo, 7 de junio de 2020

Pensando en la Venezuela del Futuro- (segunda entrega)





EL OTRO ASCENSOR

@asdromero


I-Enseñanzas del Viejo Mundo


"Si no se hace ahora una reforma profunda, seria y progresiva, mañana vendrá otro que hará una brutal, verdaderamente brutal". Esto lo expresó el primer ministro francés, Edouard Philiphe, a raíz del estancamiento en el parlamento y el mayoritario rechazo de la ciudadanía a la reforma del régimen de jubilaciones que ha propuesto el presidente Macron. De reformas brutales, cuyos perjuicios a los ciudadanos terminan siendo infinitamente más dañinos que los que pudieran haberse derivado de medidas correctivas asumidas a tiempo, tenemos un doctorado los venezolanos. Aunque calificar de reformas: las consecuencias del NO HACER NADA HASTA ENTRAR EN EL PRECIPICIO, que es la política pública que describe de manera más excelente el accionar del régimen chavista, equivale a reconocerle altas capacidades cognitivas a un burro. Inmejorable ejemplo ilustrativo: lo que está aconteciendo justamente ahora con la gasolina.

Retornando a Francia, las preocupaciones sobre la insostenibilidad del régimen de jubilaciones son viejas. Ya dos gobiernos que intentaron reformarlo en los años 1995 y 2003 terminaron cayendo sin lograrlo. Macron ha asumido el desafío de poner orden en el caótico sistema galo, en el que conviven cuarenta y dos regímenes distintos con llamativas desigualdades y además el costo ya asciende a un 14.3% del PIB. El tiempo para introducir un reequilibrio que detenga la escalada se le acaba. Pero los sindicatos, con el apoyo ciudadano, se le resisten con una oleada de paros, movilizaciones y hasta violentas protestas.

El desafío ha generado interés mundial. Algunos autores llegan a decir que en Francia se está poniendo a prueba la capacidad que tienen los gobiernos democráticos para poder introducir reformas correctivas a articulados legales que amparan el usufructo de derechos sociales, una vez demostrado que su costo no puede ser provisto por un sistema económicamente sostenible en el tiempo. El sistema de jubilaciones francés es uno de los más generosos a nivel mundial –muy similar al español-, y lo que suele suceder, una vez internalizada esa generosidad y asumida como un derecho adquirido, es que resulta muy difícil plantear desmejoras así sean éstas inevitablemente necesarias. Interrogados en frío, los ciudadanos suelen responder que les gustaría que sus políticos pensaran en el mediano plazo y se preocupasen más por las futuras generaciones. Se quejan de que falten políticos con altura de miras; “todos están demasiado obsesionados por mantenerse en sus cargos”. Pero luego, del dicho al hecho.... la realidad es que, en el momento en el que alguien plantea una reforma real con el objetivo de asegurar la sostenibilidad del sistema, todas esas reflexiones de alta ciudadanía se quedan en el olvido y el cortoplacismo y la demagogia se imponen.

En España, que están viendo las barbas del vecino arder, se están tardando para colocar sus barbas en remojo. El Pacto de Toledo, un pacto de estado en el que intervienen todos los partidos políticos, justamente con la idea de despolitizar los obligantes cambios a implantar en su sistema de pensiones y jubilaciones, está prácticamente paralizado. Y con pocas probabilidades de echarlo a andar en una legislatura que no termina de arrancar y con un creciente estado de crispado enfrentamiento entre las fuerzas políticas.

Ustedes se estarán preguntando: ¿A cuenta de qué esta narrativa europea? Mi intención es trasladar a nuestra realidad nacional: las enseñanzas que uno puede ir extrayendo de esta experiencia de vivir el día a día en un cuadrilátero de opiniones vertidas sobre el funcionamiento de estos estados europeos. Unos más que otros, avanzan pistoneando para mantener un balance positivo que dista de lo óptimo. El costo de la democracia, o mejor decir: el costo de la política, siempre les va gravando con obstáculos para lograr lo que la fría racionalidad de los números evidencia como necesario. Del tema de las pensiones y jubilaciones, voy internalizando dos lecciones.

Por supuesto, lo que resalta como obvio es la dificultad para introducir cambios que reviertan derechos concedidos en tiempos de excesiva generosidad, ya sea por haber sido de vacas gordas o marcados por la prevalencia de alguna ola demagógica en el ciclo político. Pero para llegar a la etapa de la dificultad, se hace indispensable, primero, la existencia de ese nivel de gestión técnica capaz de detectar el desequilibrio que se está produciendo en algún subsistema del estado y pronosticar las graves consecuencias que se pueden derivar a futuro del mismo. Los estados, al igual que los organismos vivos, requieren para su adecuado funcionamiento de satisfacer la condición de homeostasis, lo cual es posible gracias a un conjunto de mecanismos de autorregulación que están, permanentemente, monitoreando el desvío con respecto a las condiciones deseables y generando las acciones de control necesarias para corregir los desequilibrios que causan el indeseable desvío. A modo de ejemplo: la propiedad de nuestro cuerpo de poder mantener el nivel de glucosa en la sangre dentro de un rango admisible, la homeostasis del azúcar que cuando no funciona da paso a la diabetes, es posible si y sólo si funciona el respectivo mecanismo de autorregulación.

Volviendo al tema del desafío que pareciera haberse autoimpuesto Macron: ¿Por qué asumir un riesgo político tan alto para lograr aprobar una reforma que le es tan antipática a los ciudadanos? Porque el elemento primario de uno de los lazos de autorregulación que contribuyen a la sensatez y la homeostasis del estado francés, de hecho: uno muy importante, viene emitiendo desde hace años luces amarillas de alarma cada vez más centelleantes. Las decenas de informes que, a lo largo de veinte años, se han venido elaborando con el fin de alertar el peligro de lo que pudiese venir -la reforma brutal por la vía de los hechos sobre la que advierte Philippe-, se condensan en el Informe Delevoye (del alto comisionado para la reforma de las pensiones) que en resumen dice que el problema ya no se puede diferir más.

II-La Verdad Liberadora


En definitiva no sé si Macron logrará el cambio, pero a uno le admira esa “sensatez” de Estado que en Venezuela perdimos hace tiempo. Por supuesto Chávez, con su concepción centralista del poder y su multi sapiencia en todos los campos del saber, aceleró el proceso de primitivización del estado venezolano hasta lograr una absurda insensibilidad ante groseros desequilibrios, que en vez de corregirse se han venido retroalimentando tal cual crecientes bolas de nieve que al agigantarse se han convertido en incontrolables. No es que los sistemas de autorregulación hayan dejado de funcionar, peor que eso: es que desde hace años ningún ente o individuo dentro del estado se atreve a señalar el riesgo de continuar con alguna política pública que, de seguirla aplicando, nos conducirá al desbarajuste. Y debajo de esta insensatez,  subyace la explicación a la pavorosa devaluación del dólar desde los 550 Bolívares de siempre  a los veinte billones; o una pensión mensual del Seguro Social en dos dólares; o la infinita inflación en el precio de la gasolina. En estos sencillos datos que todo el mundo entiende ahora, se retrata el efecto brutal de que el estado perdiera su capacidad de garantizar su homeostasis.

Es el momento de aclarar: no la perdimos con Chávez. Los estertores de la sensatez los recuerdo en los bufidos del Búfalo Leopoldo Díaz Bruzual y los planteamientos del gabinete tecnócrata al cual Carlos Andres Pérez, en su segundo gobierno, no pudo proveerle del suficiente escudo político que les permitiera poner en marcha sus tesis reformistas. Tenemos más de treinta años en los que las escasas palabras sobre lo que venimos haciendo mal no tienen ningún eco. En un trabajo anterior que publiqué en este mismo blog el siete de julio de 2014 (https://quepasaenlauc.blogspot.com/2014/07/un-viaje-en-el-tiempo-y-fopediuc.html), relataba como en 1992, estrenándome como Vicerrector Administrativo, asistí a un Consejo Nacional de Universidades donde expertos en Ciencias Actuariales de la Universidad de los Andes, presentaron una investigación muy seria que demostraba que el sistema de pensiones y jubilaciones de los profesores universitarios no era sostenible. Todo se quedó allí. A quienes correspondía asumir el toro por los cachos, se hicieron los locos.

Pero escapándome un tanto del tema universitario, al cual tengo tendencia a retornar con reiteración porque es el que, comprensiblemente, más conozco: ¿Desde cuándo no se sabe que el ultra generoso régimen de jubilación  venezolano, más caótico que el galo, no es más que ínfula de un país rico que todavía no quiere tomar conciencia que se ha convertido en pobre de solemnidad? Les voy a compartir el siguiente estudio: https://www.tuproyectodevida.es/edades-de-jubilacion-en-europa-con-respecto-a-espana/, en el que se hace un análisis comparativo de los regímenes de jubilación en los países europeos. Son todos países más desarrollados, prósperos y, hoy podemos afirmarlo sin duda alguna, ricos que nosotros. En todos, en promedio la edad para acceder a una jubilación es superior a la nuestra. Y todos están en continua revisión de la auto sostenibilidad de su sistema. Al menos se preocupan, otra cosa es que puedan con la premura aconsejable implantar las reformas necesarias –por aquí comenzamos este texto-. ¿Y nosotros qué? Por supuesto, con los bárbaros chavistas no podíamos esperar que se dieran cuenta que había algo que era urgente cambiar. Pero los que supuestamente desean sucederlos, tampoco hablan del problema. Y así como evaden este, también impera la silente omisión sobre muchos otros asuntos de similar cariz.

En un texto que anda circulando profusamente por los chats y que se le atribuye a Gerver Torres, se afirma que “la mayoría de los venezolanos no conoce la gran dimensión de los problemas de Venezuela”. ¡Coincido totalmente con este planteamiento! Me atrevería a decir que la mayoría piensa que Maduro se va. ¡Hay nuevo gobierno! Pero ellos continuarán jubilándose a los cincuenta años como si aquí no hubiese pasado nada. Y perdonen que insista con un tema con el cual sé que me hago odioso. Pero es que, por otra parte, es tan evidente, desde hace tanto tiempo, que tal aspiración ya no puede ser posible y para darse cuenta de  ello solo basta con levantar la mirada y ver lo que pasa en el mundo que nos rodea, que no consigo mejor tema para ilustrar lo que me angustia.

Es hora de hablarles a los ciudadanos con la verdad. El otro día pensaba en otro ascensor, no en el salarial al que me referí en los dos anteriores trabajos, sino en el que nos montó el Régimen Destructor para descender a tan mísero inframundo. Es como si su velocidad en los últimos niveles hubiese sido tan alta, que a sus pasajeros no les hubiese dado el tiempo para equiparar las presiones. Andan la mayoría como mareados, como atontados sin ser capaces de valorar en su justa dimensión la profundidad a la que han sido transportados. Se puede ver a la mayoría de quienes decían ser los políticos todavía como beodos en cruenta peleas por botellas vacías; a los catedráticos universitarios y señores de las leyes que debieron ser faro intelectual en todo el proceso y no lo han sido, todos perdidos y desorientados sin comprender el nuevo contexto en el que ejercerán su apostolado los que decidan y puedan quedarse; incluso algunos de sus togados con franjas de más distinguidos colores, haciendo gala de supina ignorancia, o lo que podría ser peor: jugando con premeditada intención al engaño de sus pares y a  los líderes religiosos y la profusión de noveles coaches, predicando la paciencia y resiliencia ad infinitum. Una sociedad en la que la mayoría  no ha internalizado la nueva realidad con la que le toca lidiar sea por ineducación o porque ha optado inconscientemente por las cuatro paredes del autoengaño.

Los líderes comprometidos con el cambio en el país se han acogido al estilo de conducta habitual de los políticos: edulcorar realidades, vender sueños bonitos sin mención de los aspectos antipáticos del asunto. En mi opinión, en Venezuela esto ya no es pertinente. Claro que se puede vender un sueño, de una nueva Venezuela que renace con espléndida brillantez, pero hay que ofrecer que lo haremos desde la pobreza de una economía destruida, a partir del sacrificio y el trabajo de todos. Es a partir de esta premisa que se debe elaborar y difundir un nuevo relato político. El cual será verosímil si no se hace ocultación de las primeras medidas que habrá de tomar una vez se instale el nuevo gobierno y en ese paquete habrá de incluirse, necesariamente, medidas muy duras. ¡Que nadie se llame a engaño!

¿Y por qué hablar de eso ahora? Lo primero es llegar, me lo han dicho personas que conocen este planteamiento. Bueno, lo que voy a decir al respecto es estrictamente mi visión personal: pensé por muchos años que, con toda seguridad, saldríamos de la pesadilla, en algún momento pero saldríamos. Ahora, deseo de todo corazón que salgamos, pero es incierto para mí si tal salida se producirá. E incierto el cuándo. Percibo que el contexto internacional se nos ha puesto adverso. Y adentro no hay confianza en la élite política. Hace unos días, alguien con muy buen tino planteaba en twitter: ¿Por qué no recuperamos la fe?  ¡Claro que sería genial RECUPERARLA! ¡Hace demasiada falta que la RECUPEREMOS! –le respondí en otro tuit-.

Pero mi hábito de profesor con el que iré a la tumba: diseñé un examen con una sola pregunta: ¿Qué crees tú que deben hacer los actores políticos identificados con el CAMBIO para que RECUPEREMOS LA FE? Invité a mi interlocutora desconocida a que comenzáramos con esta pequeña tarea. Le repregunté, por si acaso: ¿Tendrían que hacer algo? ¿O tú crees que no? Lo primero que tendrían que hacer, antes de cualquier conjunto de pertinentes acciones que se les ocurra, es abrirse al conocimiento; escuchar la voz de los expertos, nutrirse de ellos y prepararse para hablarle al país con la VERDAD. Si se logran convencer a sí mismos que la verdadera salida de Venezuela se podrá dar sí y sólo sí se respeta la verdad técnica: el nuevo relato saldrá de manera natural.