domingo, 28 de junio de 2020

El Vacio Generacional- Pensando en la Venezuela del Futuro(III)



El Vacío Generacional


@asdromero


I-La Cadena Rota


En el trabajo anterior nos referíamos a la sensatez de estados como los europeos. Estoy convencido que uno de los factores que contribuye a esa sensatez, es la existencia de un hilo generacional al interior de los estados que siempre apunta a mantener, aunque no siempre lo consiga en el nivel deseable, un cierto grado de coherencia y consistencia en el tiempo del comportamiento de estas complejas estructuras. ¿A qué me refiero con esta denominación de hilo generacional, un tanto abierta para diversas interpretaciones? Lo voy a precisar a los efectos de este texto.

Dentro de las organizaciones que conforman los estados, existe un funcionariado de carrera que es el que se encarga de aportarle sustentación técnica a las decisiones que emergen de cada una de ellas y conformar ese pegamento burocrático necesario para generar una dinámica de estabilidad y un cierto margen de predictibilidad en sus respuestas. Los funcionarios arriban jóvenes, son formados por los más veteranos y, en algún momento, les corresponde a ellos mantener esa correa de transmisión generacional o hilo. Apelo a una imagen gráfica para transmitir esa idea de cómo la experiencia y el “know how” específico de una organización va siendo traspasada a lo largo de generaciones; de cómo el testigo va siendo entregado por los más viejos que ya se jubilan a los que han venido formándose por varios años dentro de la cultura organizacional que, progresivamente,  se ha consolidado en el Ministerio, ente autónomo o empresa del Estado.

La existencia de este hilo generacional es real en los países que funcionan. Y también existió en Venezuela. Recuerdo haber disfrutado mucho, en los tiempos que asistía a las reuniones de la Junta de Individuos de Número de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat, los relatos de los miembros más antiguos sobre lo que había significado en Venezuela el Ministerio de Obras Públicas (MOP). Y así como este, el de Transporte, el del Ambiente o CADAFE. Al interior de estas organizaciones existía una estructura a la cual los nuevos ministros, presidentes o rectores designados para detentar los cargos de confianza escuchaban, incluso aquellos con un perfil más político. Los “importados”, es decir: los nuevos jerarcas que no provenían de esa estructura, se cuidaban en su inmensa mayoría de “inventar” sin antes empaparse de cómo se hacían las cosas dentro del Ministerio. Para eso estaban los funcionarios de carrera que ocupaban los cargos más altos dentro del organigrama, digamos, de perfil más técnico.

Ocurría también en las Universidades. Recuerdo cuando fui electo vicerrector administrativo por un claustro profesoral, sin experiencia alguna sobre cómo administrar una institución tan humanamente compleja como una universidad autónoma.  Ni Ricardo Maldonado, electo Rector, ni yo  comenzamos a articular planes concretos en lo administrativo sin antes abocarnos a recibir la orientación del equipo técnico sobre lo que se podía hacer o no,. Ya habría un tiempo en el futuro en el cual nosotros podríamos tener criterio propio sobre hasta dónde esas limitaciones “técnicas” podían ser reformuladas, pero de entrada, existía un respeto. Me resulta tentadora la digresión de aprovechar este inciso para reconocer la excelente orientación recibida de las profesionales Lic Berenice Paruch de Mascia, Recursos Humanos, y la Economista Norka Nuñez (QEPD), Presupuesto, en aquellos tiempos tan aterrorizantes. ¡Uno se preocupaba por hacerlo bien!

Esa correa de transmisión o hilo generacional sufrió una abrupta ruptura con el advenimiento del régimen chavista. Es posible que viniera debilitándose desde antes, no lo sé. Al menos, en mi experiencia más directa, el Ministro de Educación los cinco años del segundo gobierno del Presidente Caldera, Antonio Luis Cárdenas Colmenter, siempre me pareció que actuaba conforme a aquellos preceptos más tradicionales del respeto a cómo se debían hacer las cosas dentro de un estado sensato. Chávez, no podía ser de otra manera, quebró palitos con la educada tradición. Sabía de todo. Y en su recalentada cabeza tenía la solución para todos los problemas sin conocer siquiera cómo se había llegado al problema.

Nunca olvidaré la escena que ya una vez relaté, en otro texto incorporado a este blog, en la que Chávez, en plena cadena nacional, con un plano al frente suyo rediseñaba el tendido de transmisión del sistema eléctrico interconectado nacional. Los ministros y grandes “gurús” del área que le acompañaban lucían prestos a acoger, complacientemente, cualquier comentario del “Big Boss” y nerviosos ante la posibilidad que les fuera a interrogar y sus respuestas no fueran las esperadas por él. Sin embargo, Chávez también fue cuidadoso al principio, al menos con los ministerios claves –dejó a Maritza Izaguirre seis meses más al frente del Ministerio de Hacienda-. Ya sabemos que le tomó su tiempo desmantelar la meritocracia técnica que imperaba en PDVSA.


Cuando arribamos a la ceremonia de los pitos para despedir a toda esa estructura  técnico- profesional en la que se condensaba el “know how” de nuestra gallinita de los huevos de oro, se cerraba un ciclo a partir del cual se asumía sin complejos el paradigma del “Estado Insensato”. El conocimiento y la gerencia dejaron de ser insumos necesarios para su funcionamiento. La formación de cuadros dejó de tener sentido. Como corolario, desapareció la preocupación por salvaguardar los equilibrios más esenciales preceptuados en el respeto a las leyes económicas fundamentales. Como lo dijo un escritor venezolano, si pudiesen se habrían atrevido a violar hasta la Ley de la Gravedad. Los pocos funcionarios que quedaban del otrora estado, fueron apartados o se replegaron espantados por aquel desastre y así se fueron jubilando. Se derivó de este funesto proceso un gran vacío o “gap” generacional. La cadena de transmisión de la lógica de funcionamiento del estado se había roto.




II-¡No Escuchan!


Esa ruptura tuvo su paralelismo equivalente en  las organizaciones políticas, en las que también existía una correa de transmisión generacional asociada a la experticia en las diversas áreas –más reducida pero existía-. Y esta realidad se reflejaba en la conformación de las planchas de representantes cuando se llevaban a cabo las elecciones. En ellas se incluía a dirigentes de base cuyo accionar operaba, primariamente, a nivel de las comunidades y la organización geográfica del partido y también a sus expertos, usualmente vinculados a organismos funcionales o secretarías tales como: Educación y Cultura, Profesionales y Técnicos, Sindical, Agraria, etc. Es así como un hombre como Sánchez Bueno, por señalar un ejemplo emblemático, sempiterno representante del partido Acción Democrática en la Comisión de Finanzas del Congreso, era usualmente impuesto en la plancha de representantes del Estado Aragua –del cual  él no era dirigente de base- con las consabidas protestas, rápidamente atenuadas, de la dirigencia regional de ese estado. Esta lógica de designación reflejaba en cierta forma la organización matricial del partido.

Pues bien, esa lógica brilló por su ausencia en el ya reconocido como glorioso proceso que condujo a la victoria electoral por mayoría calificada de los factores democráticos en la elección de la actual Asamblea Nacional. La decisión fue de los partidos que asumieron sin mayor complejo ante la sociedad civil el monopolio de las designaciones. Y fue: acordarse sobre la base de los dirigentes de base de los diferentes circuitos, mayormente jóvenes. Al menos esa fue la forma como se procedió en el estado Carabobo –exceptuando la plancha por lista-. Confieso que no he hecho el análisis exhaustivo en otros estados, pero a juzgar por el sector etario predominante en la fracción opositora de la AN, creo que ese fue el criterio nacional.

Es así como llegamos a una representación en la Asamblea Nacional a la que se le premiaba el trabajo de "patear" los circuitos; con buen conocimiento de campo y penetración en el entramado geográfico; con una relativa adecuada capacidad para la movilización de las bases –habida cuenta de las crecientes limitaciones- y  vigorosa energía juvenil. Pero, considerando la muy complicada situación del país a la que se debía enfrentar, eso no lo era todo lo que se necesitaba. También nuestra representación se caracterizaba por inexperiencia en el manejo de los temas complejos; escasa visión de estado; deficiente formación porque les ha correspondido hacer política en el país de los triquitraquis permanentes y, aunque en menor porcentaje, también es obligante decirlo: vulnerabilidad en su estructura de valores morales.

Algunas de estas deficiencias se hicieron evidentes nada más comenzar el período de sesiones. Un veterano de legislaturas anteriores que no voy a mencionar su nombre para no perjudicarlo me dijo: Lo que está ocurriendo es una locura. Algunos asociaciones conformadas por gente muy honorable y con experiencia se acercaron para entregar por escrito recomendaciones –me consta que el Bloque Constitucional lo hizo, específicamente, con una propuesta de desconocimiento de la designación de los nuevos miembros del TSJ por haberse llevado a cabo mediante procedimiento “express”. ¡No fueron escuchados!

El tema del déficit moral tardó más para aflorar, aunque cuando terminó de irrumpir en esa forma tan grotesca como lo que, tristemente, nos ha tocado ver desde la fallida sesión de juramentación de enero de este año, obligó a que muchos de nosotros anuláramos los restantes pocos cheques que nos quedaban en la libreta de confianza que habíamos reservado para esperanzadoramente invertir en esa asamblea nacional. Cabe acotar con respecto a este tema, que ya se había producido una señal de la descomposición con el tema de las francachelas y el pésimo uso de recursos humanitarios en la frontera colombo venezolano  en el lapso cercano a la fallida entrada de la ayuda humanitaria (23 de febrero de 2019). Deleznable episodio, por cierto, que término siendo el causante de la insuficientemente explicada e injusta destitución del Dr. Calderón Berti.

Recuerdo que cuando los candidatos por Carabobo fueron anunciados, mostré mi molestia en algunos de los grupos de opinión en los que participaba. Esa decisión de los partidos me parecía una ofensa a la sociedad civil en un estado vital para el país desde la perspectiva  de su potencialidad en todos los ámbitos: industrial; educacional; histórico; cultural, etc., además: políticamente complicado y con una sociedad civil muy participativa. Llegué un momento que callé. Van a pensar que mi reclamo es un resentimiento por no ser tomado en cuenta para ser candidato, me dije, y no era así porque consideraba existían muchas personalidades con mayores méritos de constancia  que mi persona. Incluso el mismo Rubén Pérez Silva, incansable motor de actividades en el ámbito de la sociedad civil del estado. Y: ¿Por qué no le manifesté a él, en su condición de coordinador de la MUD en el estado en ese momento, mi opinión? Porque sabía que le iba a llevar un problema que no tenía capacidad de resolver. Los partidos, a la hora de utilizar la prerrogativa administrativa que les confiere el CNE de ser las únicas organizaciones con capacidad de postular a los cargos cuando hay elecciones, suelen entrar en un trance viral que les produce sordera y un campo de visión extremadamente reducido para sus  sesudos análisis políticos. ¡Esto debe cambiarse!

En realidad, figuras como Rubén, y yo mismo cuando me correspondió temporalmente iniciar las actividades del Frente Amplio en el estado, hemos servido como detergente Ariel regional para blanquear el pecado capital de los partidos en su muy irregular e insatisfactoria relación con la sociedad civil. Y esta relación, tan necesaria en esta hora tan menguada que vivimos, continua sin ser levantada al nivel que se requiere. De hecho, creo que ha disminuido inquietantemente.  Cuando recorrí el estado, pude darme cuenta que muchachos como Bozo, Ángel, Ylidio y el mismo Lozano mostraban buena técnica discursiva, capacidad de animar y entusiasmar a los ciudadanos que nos acompañaban en sus manifestaciones. Yo no escribo este texto que, inevitablemente, va a tomarse como un reclamo tardío para responsabilizarles a ellos. La falla estuvo arriba. ¿Qué faltó?

Lo que tanta falta le ha hecho al país en estos recientes años de incontrovertible deterioro político. Una instancia superior, unificada y legitimada por el reconocimiento de ella por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos que añoramos un cambio, en la que se hubiese ponderado exhaustivamente y con altura de miras cuál era el perfil de Asamblea Nacional que le convenía al país en el 2015 y, posteriormente, asumir con valentía el reto de convencer al país nacional de las bondades de su decisión. Tantos años de destrucción que han transcurrido y todavía no se ha podido construir esa instancia del interés superior.

No albergo duda que de haber existido, habría llegado a la conclusión que  era absolutamente necesaria una mezcla, una combinación generacional que compensara ese vacío, ese gap que ya se había producido a nivel del Estado y al cual hacíamos referencia al inicio de este texto. A esa asamblea, por supuesto estoy haciendo abstracción de la fracción chavista, le faltaban referentes sociales, intelectuales y éticos. Y esa ausencia va a estar presente en cualquier explicación que se vaya a dar sobre las deficientes ejecutorias de la Asamblea Nacional.

En la medida que ella ha sido neutralizada, siento que el descontento de la cohorte generacional más experimentada ha ido in crescendo. Constantemente recibo opiniones en esa línea. El episodio Calderón Bertí, al cual me referiré con mayor detenimiento en la siguiente entrega porque creo que bien vale la pena hacerlo, incorporó unos cuantos decibelios a esa molestia. El Régimen ha sido muy hábil en ir demoliendo las cohortes generacionales que se  le han colocado en la acera de enfrente. Si se descuidan, hasta la generación de Borges, Capriles, Leopoldo y María Corina corren el riesgo de ser destripados por esa voraz máquina destructora. En su relevo, ha tenido que emerger la generación 2007 sobre cuyos hombros el país cargó cuantiosas y fundadas esperanzas, muchas más de lo que ellos podían ser capaces de procesar. Cuando Guaidó, su máximo representante, pronunció las esperadas palabras de su juramentación como Presidente Interino el 23 de enero del 2019, este evento fue interpretado por muchos como un parteaguas, un punto de inflexión que marcaba una brecha generacional a nivel de las agrupaciones políticas. Y el país NO PARTIDISTA viendo aquello, también se inflamó de entusiasmo.

Pero al final, la falla de origen se está manifestando. Ellas a veces tardan pero nunca dejan de aparecer para destruirnos vanas esperanzas. Todo parece indicar que el Principio de Peter nos alcanzó a todos. Y cuando digo a todos, es a todos. A los que han actuado y a los que nos hemos quedado mirando desde la baranda, un poco acomplejados por aquello de que había que entregarle el testigo a los más jóvenes, porque eso era lo que el país quería como si el país realmente tuviese en ese hondo foso en el que le han hundido la real capacidad de saber lo que debía querer. Hemos visto acontecimientos y episodios que nos preocupan, que siembran en nuestras mentes y corazones serias dudas. Este texto, que ya voy concluyendo, sirve como abrebocas para plantear interrogantes que muchos con mayor experiencia y visión de estado nos venimos haciendo ya desde hace dos años en mi caso. Otros, quizás mayor lapso.

En realidad: ¿Vamos bien? ¿Cuándo hemos ido bien? ¿Cuáles son los indicadores para respaldar esas afirmaciones o son sólo slogans que manifiestan el más puro voluntarismo (Wishful Thinking)? Si de pronto, el régimen de Maduro se cayera como un castillo de naipes: ¿Podría la Generación 2007 conducirnos por el buen camino de la recuperación de Venezuela? ¿Qué creen ustedes? Yo llevo algún tiempo pensando que mi respuesta tiende a un ROTUNDO NO. Ellos, quizás por su déficit de entidad pueden estarse imaginándose que sí lo pueden hacer (esto requiere todo un análisis), pero es tal la pesada carga que ha descendido sobre sus hombros que ellos, por sí solos, están imposibilitados de llenar esa carencia fundamental del país sobre la que versa este texto: el vacío generacional que creó el chavismo. ¿Por qué afirmas eso me dicen algunos amigos con quienes he comentado mis cuitas? Lo que tienen es que escuchar a los expertos. Pero no escuchan, he aquí el problema. Parte del problema generacional. ¡No sólo lo digo yo! Cada vez son más lo que compartimos esa sensación. ¡No Escuchan! Y si es que escuchan a un misterioso grupo de expertos al que no conocemos, que lo presenten. ¡Es urgente que nos reunamos para conformar un nuevo equipo!

2 comentarios:

  1. Hola Asdrúbal, el escrito y las interrogantes en cuanto a esa generación de relevo, tengo mas preguntas que respuestas, cuando leía lo citado anteriormente, me vino a la mente muchas cosas; lo aplanado de nuestra estructura social, el tema de la autoridad y legitimidad, el resentimiento social, la corrupción muy ligada a los políticos, viejo esquema de gobernar y por último; una gran dificultad para entender nuestra realidad de parte de los políticos, no se si estoy equivocada, pero intuyo que apuestan a la toma del poder y el retorno a la cuarta república.

    ResponderEliminar
  2. Comparto tu analisis y creo que debemos asumir nuestras responsabilidades ...

    ResponderEliminar

Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.