martes, 19 de octubre de 2010

Un ensayo corto sobre esta crisis y el impago

Recapitulaciones sobre esta crisis universitaria

Cuando salía de Caracas, el día de la marcha, me calé por radio, íntegramente, las declaraciones de Jaua y el ministro Ramirez. Cual modositos gatitos lamentaban, con suma tristeza, que no hubiesen podido dialogar con los rectores. Cualquiera que no conozca el historial de improperios del resentido repitiente de catorce años hecho ministro, por obra y gracia de los criterios de selección ministerial de Chávez, se los creería. Pero lo que evidenció mejor la perversión de ese discurso diseñado para engañar y confundir, fue la retahíla de Jaua relacionando crédito adicional tras otro, millones y más millones de los fuertes, todo lo que se estaba tramitando para atender a los universitarios. No pude evitar imaginarme tratándole de explicar a mi madre las razones por las que me había movilizado a Caracas para marchar. Ella, sorprendida, me manifestaría que en Mundial Zulia, la emisora que toda la vida ha escuchado y que es chavista, decían que todas las solicitudes nuestras habían sido atendidas, ¡incluyendo un aumento del 30%! Cómo explicarle que todos esos millones correspondían a una situación que debió haber sido, definitivamente, zanjada en el presupuesto del 2009. Pero más afrentoso para uno resulta: que unos cuantos personajes del chavismo universitario se aboquen a hacerse eco de ese falso discurso, enviando correítos con la gaceta oficial contentiva de los rezagados créditos adicionales, o publicándola en facebook, cómo si ellos no fuesen también víctimas del maltrato. En verdad que prefiero no calificarlos por esta vía, pero coño, les agradezco que no insulten más mi inteligencia, al menos la mía, allá los que se dejen insultar la suya. Toda esta situación, el bombardeo de desinformación, tanto externo como interno, nos obliga a recapitular unas cuantas cosas sobre esta crisis que vivimos.

Sobre nuestra normativa salarial

Primero hay que señalar, y repetirlo hasta la saciedad, que los universitarios no pedimos que nos aumenten, pedimos que nos compensen la pérdida del poder adquisitivo de nuestro salario causada por la inflación. Si este régimen tuviera al menos una adecuada política económica que mantuviera la inflación en niveles similares a las de otros países, es poco lo que los universitarios podríamos reclamar. Como le decía a mi madre: ¡si yo no quiero que me aumenten! lo que quiero es que me protejan de la inclemente inflación que ellos mismos causan con sus desacertadas políticas –eso sí lo entiende ella cada vez que va al supermercado-. Como sector de avanzada que somos en el país, los universitarios logramos hace muchos años una normativa salarial que debía constituirse en ejemplo para el resto de los gremios. Nuestro salario debe ser revisado cada dos años en función de la inflación acumulada en los dos años anteriores.

Todos los gobiernos que he conocido, absolutamente todos, a la hora de la obligante revisión salarial trataron de negociarla por debajo de lo que arrojaban los indicadores inflacionarios; de diferir al máximo el inicio de los desembolsos correspondientes después del tradicional tira y encoge con los gremios universitarios –unas veces más tenso que otras- a los efectos de ratificar la vigencia de las Normas de Homologación, pero al final, por encima de los deseos de los gobiernos, imperaba el deber de sentarse a dialogar y alcanzar convenimientos como norma tácita de todo gobierno democrático. Con este régimen la posibilidad del diálogo se fue evaporando; en la medida que fueron sintiéndose más fuertes en el poder, la intransigencia prepotente se fue imponiendo, hasta el punto que los últimos incrementos acordados para el sector universitario fueron anunciados, unilateralmente, por Chávez, siempre por debajo del nivel de referencia establecido para la mínima nivelación salarial. Con razón la pobre presidenta de Fapuv –pobre por cuanto este gobierno se ha cansado de ningunearla- anda por allí con la cantaleta que el déficit acumulado, en cuanto a lo que debería ser el salario universitario actualizado, ¡anda en el ciento cuarenta por ciento! Pero para no ponernos más históricos de lo aconsejable, retrocederemos sólo hasta el 2008, año en el que correspondía una nivelación salarial a partir del primero de enero. El 16 de octubre, bastante tarde, el Ministro Acuña anunció el incremento unilateral del 30% que se comenzaría a cancelar a partir de ese mismo mes. Unilateral, en cuanto concierne a los profesores, porque no fue convenido con la FAPUV, aunque, aparentemente, sí fue avalado por las federaciones de gremios de empleados y obreros universitarios de tendencia oficialista. Habló también el Ministro de conversaciones que había adelantado con el Presidente para la tramitación de un crédito por BsF 997 millones para cancelar el retroactivo de enero a septiembre, básicamente el mismo crédito que Elías Jaua sacaba a relucir con bombos y platillos en sus publicitadas declaraciones el día de la marcha, ¡dos años después! En realidad, el crédito es por un monto inferior, porque debemos recordar que ya hubo un pequeño adelanto de ese retroactivo, el cual fue cancelado de una manera tan particular que amerita su correspondiente aclaratoria.

En el pasado, digámoslo: en la Cuarta república, el gremio profesoral, por su mayor peso específico, era el abanderado en la lucha por las reivindicaciones, pero lo que él conseguía era inmediatamente homologado para los empleados y obreros. En la Quinta ha ocurrido que algunos gremios esquiroles de empleados y obreros le hacen el juego al Gobierno, prestándose para que éste pueda dividirnos, discutiendo traicioneramente en la trastienda convenios que son más beneficiosos para el patrono que para sus compañeros, pero eso sí: asegurándose de obtener prebendas sectoriales que les permita seguirse justificando internamente. Así vemos: como para los empleados ya se les ha aprobado una prima por hogar y un bono equivalente a la cesta ticket para sus jubilados, mientras a los profesores nanay nanay. ¿Será que estos señores no se han puesto a pensar cómo podría ser el boomerang en la Sexta? Como una evidencia más de esas odiosas estratagemas sectoriales que tanto le encantan al Régimen, veamos lo que ocurrió con el escuálido segmento de retroactivo que ya se canceló. A los obreros se les pagó íntegramente su deuda, para los demás se aplicó una tábula rasa de BsF 4000 per cápita. Este monto para muchos empleados significó un porcentaje significativo de su deuda; para los profesores con categoría de titular representó un escuálido porcentaje; para muchos docentes, como es mi caso, ese monto de cuatro mil ni siquiera alcanza a ser lo que debería corresponder al pago por intereses moratorios en el retardo del pago de una deuda salarial que tiene más de dos años vencida, eso, calculando dichos intereses a la módica rata del 10% anual, muy por debajo de la galopante inflación a las que no tiene condenado este gobierno. Creo que me asiste la razón para decir que a mí no me han pagado nada de ese retroactivo, entonces: ¿Debo alegrarme que ahora quieran venderme como gran logro gubernamental que dos años después me lo vayan a cancelar?

Cada bolívar del salario nuestro al primero de enero del 2008, se convirtió en 76,4 céntimos al 1 de enero del 2009 (inflación 30,9%), y en 61,1 céntimos a la misma fecha del 2010 (inflación 25,1 %). Desde los primeros meses del año deberíamos estar peleando por un incremento del 63,75% -por lo mínimo- para recuperar nuestro poder adquisitivo, pero estamos a octubre y lo único que se nos ofrece es terminarnos de pagar un refrito. ¡Gran triunfo del Gobierno! Ayudado por unos cuantos esquiroles que no entiendo cómo es que existe todavía gente dentro de la Universidad que los siga. No sé por qué no se van a esas universidades del sistema paralelo universitario que Chávez ha creado, donde según ellos todo es perfecto. Parte del trabajo de estos nefastos esquiroles es alimentar falsas esperanzas, según ellos: cada fin de semana es propicio para que Chávez anuncie un escuálido 30%, que es lo que a ellos les han impuesto en la trastienda. Así nos van llevando y la pasividad nuestra nos va convirtiendo en los grandes derrotados. Eso sí, cuando las autoridades se ven, finalmente, en la situación de impago, como ha ocurrido esta primera quincena, son los primeros en tomar el Rectorado. Ahora bien, esto que ha acontecido y que se veía venir amerita otra recapitulación, pero antes una petición: Autoridades, la Universidad Autónoma nunca más debe prestarse a ser vehículo para el pago de una deuda salarial en forma tan inequitativa. Ante pretensiones de ese tipo, la Universidad debe decir que es inaceptable y no prestarse al juego de sus enemigos internos.

Sobre el presupuesto paralelo en la OPSU

Volvamos a fines del 2008, el aumento unilateral e insuficiente comenzó a ser cancelado, ¿Me puede alguien explicar porque la incidencia de ese 30% en los gastos de nómina no fue consolidada en los presupuestos de las instituciones para el 2009? No existe ninguna justificación técnica para ello. Alguien podría cuestionar también: ¿Y por qué los rectores aceptaron en el CNU tal aberración presupuestaria? Esta es una interrogante más difícil de responder, porque no es fácil para nadie colocarse en el lugar de estas autoridades lidiando con un régimen tan impositivo como el chavista. A lo mejor, siendo Rector, no me habría quedado más remedio que aceptarlo, así que no critico. Lo cierto es que esos gastos, súper ultra ordinarios, quedaron en partidas centralizadas a nivel de la OPSU, una especie de presupuesto paralelo extra institucional que no tiene ninguna razón de existir, a menos que sea, me atrevo a elucubrar, por las jugosas comisiones bancarias que tan inflamados saldos financieros a nivel de la OPSU generan para los jerarcas ministeriales. Se demanda transparencia a las universidades, pero ellos son absolutamente oscuros y discrecionales en el manejo de estos presupuestos paralelos centralizados. En todo caso, las administraciones universitarias se han visto en la necesidad de pagar quincenalmente sueldos incrementados, sin tener el debido sustento legal en lo presupuestario y sin haber recibido, financieramente, las porciones correspondientes al incremento por parte de la OPSU. No entiendo por qué las autoridades administrativas no han publicado, no ahora sino desde el principio de esta aberración, las fechas en las que realmente se recibían estos recursos de la OPSU –siempre con retardo-. Habría sido bueno que todo el mundo se enterara: cómo del ya menguado presupuesto universitario se financiaba el incremento que a todos nos transmitía una sensación de cierta normalidad. Y esto no sólo ocurrió el 2009, se impuso también para el 2010. Al principio de este año se produjo un intento de separar las dos nóminas, la que correspondía a los recursos incluidos en el presupuesto ordinario y la del aumento. Supuse que se quería sincerar la situación, mandar una señal clara a una comunidad que prioriza su comodidad siempre y cuando reciba su sueldo enterito quince y último. Inmediatamente se levantaron los ánimos, sobre todo con el Vicerrector Ferreira que, correctamente, había planteado la medida. En eso nos hemos convertido los universitarios: en arrechos y protestones con los que tenemos cerquita, las autoridades que están a la distancia de una toma, pero bobalicones y temerosos con respecto a quien realmente nos está haciendo el daño. Las autoridades no resistieron la presión y levantaron la medida. Lo que no se sabía entonces era que el presupuesto paralelo tampoco estaba completo, el Gobierno, de lo incompetente que es, quedó descubierto en su juego y lo hemos visto, dando carreras, para ir aprobando en pedazos los créditos adicionales que se requerían para seguir cancelado el incremento del 2008. Primero fue: las porciones correspondientes a agosto y el bono vacacional, después septiembre y ahora, finalmente, el resto del año, y es así como hemos llegado a la situación de impago. Si todo el mundo ya sabe que este último crédito apenas acaba de salir publicado en Gaceta, por qué se extrañan que las autoridades no hayan podido pagar la quincena, por qué la emprenden contra ellas si debe resultar evidente que, tarde o temprano, el juego se les iba a trancar. ¿Por qué no somos gallos con quienes tenemos que serlo?

A estas alturas, quienes me conocen se estarán preguntado lo que me pasa, “de crítico ha pasado a ser ardiente defensor de las autoridades”. Realmente no es así, sigo manteniendo que estas autoridades son también culpables de un mal manejo de esta crisis. Lo han sido cuando no fueron capaces de presentarle a la comunidad un plan serio de racionalidad y austeridad en el gasto institucional. Prefirieron ir corriendo la arruga, soñando ilusamente conque este despiadado gobierno en algún momento les escucharía y, mientras, seguir gastando como si nada estuviese ocurriendo, como si no nos estuviésemos aproximándonos a un peligroso despeñadero. Varios se lo advertimos. En lo personal, lo hice mediante artículos de opinión en este blog y conversaciones personalísimas. Sólo en lo de las farmacias y el HCM comenzó la gente a percibir la crisis, pero, por otra parte, el ritmo de gasto de las actividades rectorales transmitía una señal opuesta, como la del que está quebrado pero se niega a disminuir su nivel de vida. Había que amarrarse los pantalones, y las faldas, para enfrentar una crisis como la que ya tenemos encima; ser eficaces, comunicacionalmente, en la transmisión de una nueva realidad; ser antipáticos, duros, porque cuando estas crisis nos corresponde gerenciarlas no nos queda de otra. Sólo así la gente comenzaría a creerles, comunicando con el ejemplo. Una que otra declaración, de cuando en cuando, sobre lo deficitario del presupuesto no bastaba. Cuando me convocaron para que participara en la marcha, asistí con gusto porque siempre he tenido claro dónde está el verdadero enemigo, pero les digo: por dentro llevaba esa incómoda sensación de “piaron tarde pajaritos”, máxime cuando observé lo exigua que era frente a la dimensión de la carajada que el Gobierno nos está haciendo. También han sido culpables, las autoridades, en no terminar de blindar a la Institución con respecto a esos flancos débiles por donde el enemigo nos ataca. Cuánto más van a esperar para implantar una draconiana pero súper transparente política de cupos, a lo Alejandro Sué, cero favorcitos, cero concesiones a grupos estudiantiles que lo que hacen es venderlos. ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar que personajes, tan oscuros como José Vicente Rangel, se den el tupé de cuestionar el manejo de los recursos universitarios con denuncias que, tristemente, uno sabe tienen ciertos visos de verosimilitud? El mensaje está claro, pero aún con todos estos cuestionamientos: tampoco es que vamos a ser estúpidos para dejarnos confundir. La nómina no se paga y la culpa de ello, en un 95%, es del gobierno y de sus esquiroles, que ahora van a querer ser los primeros en tomarse las fotos protestarías. Si la mayoría de la comunidad se deja engañar, será por ese facilismo sicológico que caracteriza a los colectivos: de pretender pagar su rabiosa impotencia con los jerarcas que tiene a distancia de tiro. Pero no es a ellos a los que hay que apuntar, reflexionemos y comencemos a organizarnos para enfrentar a quienes debemos enfrentar. Sobre esto último prepararé una continuación de estas recapitulaciones, pero antes, Rectora: si no tiene el debido sustento presupuestario no pague. Este gobierno es capaz de justificar una intervención porque usted, en aras de mantener a la Universidad abierta, termine violando la Ley Orgánica de Régimen Presupuestario. Recuerde la voz de cínica extrañeza cuando la representante del Ministro escuchó su reconocimiento de diez millones de déficit presupuestario en la partida de HCM. Ellos la estrangulan y la cercan para que usted caiga, y si ello llegare a suceder, muy pocos de los que usted haya calmado cancelándole una nómina que el Gobierno no le ha dado van a salir en su defensa. El de Rector es un cargo muy solitario, cuando se presentan estas coyunturas es cuando más se internaliza tan triste soledad. Que haya joropo si tiene que haberlo, a ver si reaccionamos y comenzamos, de una vez por todas, a luchar con el verdadero enemigo que se está saliendo con la suya al no darnos, este año, un incremento salarial a pesar de la inflación acumulada de casi el 64% en 2008-2009. Coño y que no me manden otro correíto, esquiroles, que estoy en guerra y no respondo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Venezuela Insensata

Venezuela Insensata

Asdrúbal Romero M.

Cuando me fue solicitado un aporte para la más reciente edición aniversaria de “El Carabobeño”, titulada: “Nuestro Hogar Venezuela: Una mirada a través de la familia”, el primer texto que produje es el que les voy a presentar. No pasó el requisito de la longitud, lo que les resultará comprensible. Mi tendencia es hacia textos largos. Es muy personal además. Permaneció invernando en mi disco duro, hasta hoy que lo releí y decidí que deseaba compartirlo con ustedes.

Hay quienes dicen que un país no es más que una fiscalidad y una historia, pero ello no es cierto. Un país (o nación) puede y debe cumplir funciones complementarias que favorezcan, aun más, aquellas que nuestros núcleos hogareños suelen rendir para nosotros. Es lo normal, por ejemplo, que la familia oriente y propicie la construcción progresiva de nuestros proyectos individuales de vida. De alguna manera, el país debería facilitarlos, eso lo haría “Hogar”, que es sobre lo que esta edición aniversaria de “El Carabobeño” desea indagar: ¿En qué medida Venezuela es extensión de ese hogar que todos sus pobladores tenemos? Supongo que la respuesta dependerá del rasgo de funcionalidad familiar que elijamos. Yo me voy a enfocar en la que antes señalé como ejemplo: ¿Está nuestro país ayudando a que los proyectos de vida de sus habitantes puedan concretarse dentro de sus límites territoriales?

La más reciente experiencia: Un sencillo almuerzo con tres ingenieros electricistas desempleados.

La última vez que fue solicitada mi colaboración ad honorem para dictar un curso de pregrado en mi escuela, me tocó un pequeño grupo de alumnos del último semestre. El nivel de convivencia que alcanzamos a construir fue excepcionalmente grato. Dos de ellos se convirtieron en mis tesistas, pero también a otros ayudé en la realización de sus proyectos de grado. Transcurridos pocos meses después del acto de grado, al cual asistí motivado por ellos, recibo una inusual llamada telefónica. Me invitan a un almuerzo. No quieren que se pierda la relación, me dicen. El encuentro se da en la feria del Veneto. Resultó inevitable que cayéramos en el tema de la falta de trabajo. No sólo ellos, todos los jóvenes de la promoción de la escuela seguían desempleados, excepto por una de las chicas; también se refirieron a egresados que conocían de otras escuelas: su situación era muy similar. Uno de mis tesistas está dedicado a la administración de un negocio familiar de crianza de cerdos, le da más dinero de lo que podría ganar como ingeniero recién graduado, pero me confiesa su preocupación de si no podría ir progresivamente perdiendo su profesión. Es brillante, en cualquier país del mundo, con una actividad económica medianamente normal, le auguraría un prometedor futuro desarrollando la excelente competencia tecnológica que ha alcanzado en nuestra universidad. ¿Qué le puedo decir?

Las otras dos chicas también poseen en su haber una sobresaliente formación profesional, una de ellas reconoce que ha comenzado a evaluar la opción de irse del país. ¡Qué insensatez! Nuestras mejores universidades, que tanto le cuestan al erario venezolano, producen buenos profesionales para otros países. Cómo culparles porque consideren concretar en otros lares el proyecto de vida profesional para el cual decidieron prepararse. La conversación sigue rodeada por un halo de tristeza mal disimulada. Les prometo, sin albergar mucha esperanza, que les ayudaré a conseguir alguna oportunidad de trabajo. Ellos muestran más interés en que les hable de cómo son las cosas afuera, en que les cuente de mi experiencia madrileña.

Mi experiencia como cofundador de la Plataforma Democrática de Venezolanos en Madrid.

Industrióloga de la UCAB, economista de la UC, abogado de la Santa María, ingeniero de la Simón Bolívar… imágenes de carne y hueso que efluyen espontáneamente de mi memoria de esos tiempos de activismo. Jóvenes venezolanos, de todas las profesiones, de todas las universidades, llegados a Madrid en busca de una oportunidad que les permitiera concretar el proyecto de vida que sentían ya no podían realizar en su país. Todos buscaban el contacto con el movimiento, querían manifestar a viva voz su frustración, algunos colaboraban más, otros menos, comprensible, considerando el diario compromiso de luchar por la sobrevivencia de su proyecto personal en país extraño. Una excelente periodista, egresada de la UCV, ganaba, cuando podía, ocho euros la hora limpiando salas de cine, como las de “Cines Unidos”, pero no cejaba en su empeño en luchar, desde la distancia, por un entrañable pedazo de tierra que había dejado de ser su hogar. También: un poeta falconiano y un novelista larense ya convertido en doctor salmantino. Algunos no pudieron, regresaron, no sé con cuánta tristeza o con cuánta alegría. Otros, todavía están allá, han conseguido un nuevo país- hogar donde trabajan todos los días por realizarse. Sus ojos miran con creciente lejanía a esa insensata patria de la que, todos los días, parte de sus más valiosos hijos se escapan. ¿Cuántos volverán algún día?

Mi recomendación final en el Veneto

Sobre este desastre, ya existen fríos datos de la pérdida para el país que representa ese derrame de cerebros que no se alcanza a ver cuándo se taponeará. Les dejo a otros la exposición de los datos, la cuantificación de lo irreversiblemente perdido, prefiero el vívido testimonio de lo experimentado con asombro y creciente tristeza, máxime cuando la férrea decisión también se engendró en dos de mis hijos.

En el 2003 observé con impotencia cómo mi pensión jubilatoria se reexpresaba en moneda dura a un cuarto de su antiguo valor, hora de regresar, también en una edad donde la valoración de lo qué es para uno el país- hogar tiene que ser distinta a la de los jóvenes. Regresamos los padres, se quedaron los hijos y algunas habitaciones vacías de un arrendado viejo piso madrileño donde podían caber los corotos y los muchos estantes de libros. Nuevo proyecto de vida, luchado y forjado con las palabras. Mientras las habitaciones vacías pasaron a ser ocupadas por jóvenes médicos, también ellos, ahora, se escapan. Piensan en el MIR, en sus postgrados y, en general, son bien valorados.

A mis apreciados interlocutores del Veneto – al momento que esto escribo todavía no he podido conseguirles nada-, les narré muchas más experiencias individuales, sólo correspondientes a compatriotas que habían logrado consolidar su estadía, al final sólo les dije: es una decisión muy individual, es dura, se puede pero es muy duro. Bajó la tristeza: son mis hijos y los “como mis hijos”, son los hijos de tantos y tantas como uno, que cada vez somos más. Algunos preferimos decir que estamos contentos porque ellos estén allá, luchando por hacer verdad su proyecto de vida que un poco bastante nos excluye. Ocultamos la tristeza por el desmembramiento de la familia, disimulamos la rabia que nos embarga el reconocer que esta nueva Venezuela no sabe ser hogar para nuestros hijos.