martes, 11 de junio de 2019

Foucault y una reflexión sobre los peligros de la eternización en el poder



Convencido que como comunidad universitaria, es muy importante que quede, debidamente, asentada y documentada la resistencia intelectual que en nuestra alma mater ha irrumpido, con respecto a la pretensión de eternizarse en el poder de IPAPEDI de su actual presidente (en su tercer período), les comparto esta reflexión del Dr. Orlando Arciniegas. Profesor jubilado de nuestra casa de estudios y reconocido intelectual.

El poder o el espejo de Narciso


 Dr. Orlando Arciniegas
@oarcinie




La elección de autoridades en IPAPEDI ha resultado esta vez un tanto más interesante. Que el eficiente colega Fermín Conde amenace con una cuarta reelección, no ha pasado por debajo de la mesa: le ha salido oposición y hasta una fórmula electoral alternativa. Los que apoyan la reelección se escudan en la gestión de Conde, a la que aprecian como exitosa, pero que, por supuesto, no hay que admitir como el summum de lo posible, pues siempre caben otras posibilidades, que, en buenas manos también, respondan a otros criterios, igualmente válidos y legítimos.

A mí lo que me inquieta es la ligereza con la que se ha asumido la posibilidad de una larga detentación de un poder, en este caso el de IPAPEDI, que, poder al fin, es como cualquier otro. Recuerden que luego del largo ejercicio intelectual de Foucault sobre el poder, visto como múltiples relaciones de fuerza, debemos admitir que, socialmente, el poder está en todas partes, incluso en IPAPEDI. Así las cosas, no es nada extraño que el que llegue allí en plan de jefe quiera quedarse, pues el deseo de mantener el poder y de aumentarlo es parte de la naturaleza humana. Es que el poder resulta adictivo, ¿verdad? Casi una verdad de Perogrullo.

Pues bien, lo que se sabe del poder es que seduce, alucina, hincha de vanidad, incita, y, aunque nos enferme, no deja de darnos, entre otras, una agradable sensación de superioridad e imprescindibilidad. Del Síndrome de Hybris, hablan los que han visto su rostro patológico. Lo cierto es que el poder, a estas alturas, debe ser asumido con el escepticismo que se debe tener frente a la naturaleza humana, y con una racional desconfianza a toda forma de poder, repito. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no serían necesarios los controles ni las limitaciones al poder, decía James Madison, gran arquitecto de la Constitución de los EE.UU. Pero ya sabemos que no nos gobiernan los ángeles, ni que los hombres son ángeles. Ponerle, entre los varios límites que debe tener el poder, el de la limitación en el tiempo, resulta entonces de lo más prudente y sabio. Al fin y al cabo, el poder legítimo es aquel que no le faltan controles y limitaciones.

Por último, agregaría, que, después de la terrible experiencia del chavismo, los venezolanos deberíamos ser, definitivamente, partidarios de la alternabilidad en los cargos y mucho más desconfiados del poder, de todo poder. Y que además no hay ningún ejercicio inocente del poder; el poder per se reporta un extraordinario provecho personal a quien lo ejerce. Y no estoy hablando de torticeros beneficios. Cosa que no viene al caso.



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