jueves, 19 de julio de 2018

Un video para reflexionar




El Reinado de la Maldad

Asdrúbal Romero M
@asdromero

No suelo abrir todos los videos que me envían a través de los diversos grupos de whatsapp, pero hace unos días abrí uno que no lo puedo apartar de mi mente. Me ha incitado algunas investigaciones y reflexiones que deseo compartir con ustedes, convencido como estoy que ya va siendo hora que los venezolanos internalicemos la ineluctable presencia entre nosotros del Reinado de la Maldad.

En el video publicado en youtube el 12 de junio de este año, un día antes de ser liberados, dos jóvenes famélicos nos dan su testimonio del infierno por el que tuvieron que pasar desde su detención en un módulo policial el 25 de enero de este mismo año. Apenas cuatro meses y medio, para que los hermanos León Ramírez se convirtieran en dos reproducciones casi exactas de los tantos sobrevivientes de campos de concentración de la Alemania nazi que hemos visto en innumerables películas y documentales. No es necesario que abunde en lo que ellos mismos cuentan sobre el extremo grado de crueldad al que fueron sometidos. Viendo el video lo pueden constatar. A unos presos comunes por un delito relativamente menor se les niega la alimentación, ni siquiera las que debiera suministrarles el Estado, como es su deber, sino la que religiosamente les llevaba su madre. Se les tortura  de múltiples formas con refinado sadismo como si acaso ellos fuesen espías de alguna potencia invasora. La interrogante que cada uno de nosotros debe hacerse, sobre todo los escasos simpatizantes del oficialismo que todavía creen en el “buenismo” de este régimen: ¿cómo es posible que hayamos llegado a tales niveles de perpetración de gratuita maldad?

No soy historiador. Podría cometer un error si exculpara a la sociedad venezolana de no haber caído en el tremedal de la maldad generalizada en algún lapso de su historia. Pero lo que sí me atrevo a afirmar como ciudadano con unos cuantos años a cuesta, es que desde mi primera juventud marabina nunca percibí en nuestro país la reiteración de tantos episodios de maldad como los que vienen aflorando en estos recientes tiempos. Es como si un maligno proceso hubiese estado incubándose en los intersticios de nuestro tejido social, atreviéndose finalmente a mostrar con notorio desparpajo el lado muy oscuro de la nueva sociedad que la revolución nefasta nos viene dejando como legado. Recordemos también el macabro episodio de los setenta y tantos cadáveres carbonizados que resultaron del supuesto motín en el retén de la Navas Spinola.

El sicólogo social Philip Zimbardo, promotor del muy publicitado experimento de la Prisión de Stanford –del cual se hizo una película casi documental que se puede conseguir en algunas páginas de descarga-, en su libro “El Efecto Lucifer” con el sugerente subtítulo: “Entendiendo como buenas personas se vuelcan hacia la maldad”, nos devela bastante claves sobre la progresiva institucionalización de un reinado de la maldad en nuestro país.

En el sótano de un edificio de esa universidad se instala una simulación experimental de una prisión (1971). Estudiantes universitarios saludables fueron reclutados para el experimento a través de un aviso en el cual se prometía un pago. La selección de quienes asumirían los roles de guardias y prisioneros fue totalmente aleatoria. Al inicio del experimento no existían diferencias significativas entre los dos grupos. En el documental –preferí verlo a leer parte de las 400 páginas del libro contentivas de un diario detallado del experimento-, se observa cómo en menos de una semana se desarrollan todo tipo de comportamientos patológicos que obligan a detener el experimento. La simulación había dado paso a toda una  tóxica realidad donde los prisioneros, guardias y personal de administración se comportaban como si estuviesen en una cárcel real. Podía alucinar uno viendo cómo los guardias cometían una secuencia creciente de abusos en contra de sus compañeros. Hasta llegar a extremos brutales, sólo con la finalidad de hacer valer la posición de poder que les había sido asignada y no admitir ningún gesto de rebeldía tendiente a debilitarla.

Por supuesto, del libro de Zimbardo se pueden extraer muchas conclusiones.  En primer término, este estudio, así como muchos otros, desafían el enfoque tradicional de asignarles únicamente  a determinantes internos -el carácter, la personalidad, etc.- la responsabilidad de guiarnos moralmente por el mal o el buen camino. Frente al estudio de la personalidad como determinante del comportamiento, premisa de la ética de la virtud, surge el reconocimiento del rol explicativo de los contextos situacionales igual o superior al de los rasgos de la personalidad en un gran número de casos.
 
Esta afirmación me hace recordar una reunión en la Isabelica en mis andanzas como coordinador del Frente Amplio, a la cual asiste una joven chica venida, según se me dijo, del chavismo disidente. Después de escucharnos atentamente, ella se destapa con una extensa intervención en la que exterioriza su decepción al señalar cómo se había perdido el sentimiento de solidaridad entre hermanos compatriotas en el contexto de la severa crisis social que estábamos viviendo. La lucha por la sobrevivencia estaba incidiendo para que nos sacáramos los ojos los unos a los otros, dijo. Sus controvertidas palabras generan una discusión con una dirigente popular muy querida en la zona –tengo una foto con ella en Instagram- que insistía vehementemente en el carácter solidario y bonachón del venezolano. Al final me correspondió matizar una discusión que amenazaba con hacerse interminable. Pero, dentro de mí, sentía que la chica tenía razón: que el terrible contexto social cuyo deterioro se acentuaba, día a día, se había convertido en otro poderoso motor de cambio del modo de ser del venezolano.

 El texto de Zimbardo, que se refiere no sólo a su prisión simulada sino a múltiples situaciones, viene a aportarme, unos meses después, la fundamentación científica de aquel sentimiento. En su análisis bastante detallado de la pesadilla moral que representó para los Estados Unidos lo acontecido en la prisión iraquí de Abu Ghraib, él pone el acento en los factores sistémicos que promueven los abusos, las torturas y las conductas asociadas a la maldad como las que ahora estamos padeciendo en Venezuela con mayor regularidad. “Sistemas malos” crean “malas situaciones”, crean “manzanas malas”, crean “malos comportamientos”, aun en buenas personas –cito textualmente-. He aquí la principal conclusión para mí, en el sentido de poder concatenarla con la situación presentada al inicio.

Están los actores, las situaciones y el Sistema: entendido este como “los agentes y agencias cuya ideología, valores y ejercicio del poder crean situaciones, dictan los roles y expectativas para comportamientos aprobables de actores dentro de su esfera de influencia”. ¿Qué duda nos cabe de que estamos siendo regidos por una cúpula de la Maldad? Una cúpula que para salvarse ellos –mantenerse en el poder les permite su salvación- desestiman olímpicamente que ya no estén en capacidad, ni siquiera, de gestionar la consecución de los alimentos y las medicinas necesarias para la población de seres humanos dependiente del ejercicio de su poder. No les importa la muerte y la destrucción que han traído con tal de salvar su pellejo. Esta es la línea maestra de su Maldad Capital.

¿Qué se puede esperar entonces que se irradie hacia abajo del Sistema Genocida que se ha entronizado en el poder de la Nación? Egoísmo en su quintaesencia, no solidaridad. Indiferencia ante el sufrimiento, no empatía social. Mentira sistemática, no verdad. Abuso y brutalidad en el ejercicio del poder, no compasión. En términos de conductas ejemplarizantes, ideología, valores, mecanismos de mantenimiento en el poder, son muy nítidos los patrones de conducta que se envían  a todos los que se mantienen alineados con esa estructura de poder, sea por fanatismo o viveza. No sólo son unos enchufados, que los hay a todos los niveles: desde los bolichicos hasta los que administran el clap en algún recóndito lugar del territorio nacional o para un reducido grupo de profesores universitarios privilegiados en alguna universidad nacional. Se han terminado convirtiendo en agentes activos de la maldad.

Es como si el Sistema Genocida tendiera hacia abajo un manto de impunidad que les protege del uso abusivo del poder en estricto beneficio suyo. Cógete el alimento del prisionero como si fuese tu derecho hacerlo. Que se lo lleva la madre, no importa. Si te protesta, maltrátalo. Si te vuelve a protestar, dale una patada por las bolas. Usa el poder como nosotros lo hacemos. No te dejes retar el poder que te hemos dado. Si te lo dejas quitar, te jodemos nosotros. Toda una lógica de la crueldad en la que las víctimas ya no son nada. No sé si todos se habrán dado cuenta o si habrán reflexionado sobre este particular asunto de gravedad terminal, pero la Venezuela toda se encuentra bajo el angustioso imperio de un reinado de la maldad.

2 comentarios:

  1. Buenos días de hoy. Asdrúbal: no te sorprendas. Todo cuanto ocurre según lo sabido a partir de los relatos - no los escuché, solo tomo por cierto tu comentario - lo lleva a uno a los tiempos pasados de las obras compradas en el Círculo de Lectores de los cuales estábamos afiliados ¿Recuerdas? Y ¿por alguna casualidad recuerdas aquel título que recordaba un campo de concentración de la segunda guerra mundial: TREBLINKA? Rememora, hermano. Ahí está la clave.

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  2. Buenos días, como dice Nelson hay que releer a "Treblinka" de Richjman donde se narra la "vida" de los judíos en dicho campo de concentración nazi. Lo que esta pasando en venezuela (en minúscula) es algo muy parecido. Pero lo que da más rabia es que algunos idiotas personeros de la MUD dicen que la única salida es electoral. Esta gente no sale del poder sino es con los pies por delante, es la única salida.

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Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.