martes, 28 de febrero de 2017

El segundo de la trilogía universitaria: Los Destructores y la Universidad


Ante la Inviabilidad: ¿Qué Hacer?


Asdrúbal Romero M. (@asdromero)

 

1-Hay que diferenciar contextos


Los relatos de Inviabilidad en la universidad venezolana se cuentan por centenares. Lo peor es que aunado al empobrecedor embate inflacionario: no se dan abasto los escasos recursos para reponer los cuantiosos daños patrimoniales causados por infinidad de robos –muchos de ellos con complicidad interna-. Sin embargo, la Universidad continúa su vida como si nada grave pasara, excepto por aquello del crónico déficit presupuestario y su cantinela anual de que “los recursos de funcionamiento alcanzarán hasta mayo”. Todo continúa agónicamente, como si se estuviese haciendo un ejercicio de resiliencia institucional a la espera de un mañana que no termina de llegar, el del “Cierre Técnico”, y mientras tanto los estándares de cumplimiento académico se siguen relajando hasta niveles de muy triste asombro. Sólo se necesita sensatez para elaborar el diagnóstico, mucho más difícil resulta responder la pregunta de qué hacer ante este gélido baño de realidad.

Los decanos de mi imaginaria conversación me la hicieron. Despertar, lo primero –dije-. Reaccionar. Diseñar una estrategia de defensa. Si no un día se verán, recibiendo 27 cauchos, 9 baterías y 13 potes de pintura para tapar los supuestos déficits de una funcionalidad de mentira. Y, en el ínterin, el Régimen disfrutando del sometimiento de la “universidad de verdad” a su estrategia propagandística: “altísima escolaridad universitaria y educación de calidad” – de cuál falsa calidad se estarán jactando-. Posterior al casi  inevitable sarcasmo, les aporté mi opinión sobre cómo debería abordarse una primera acometida estratégica. Pero antes de referirme a ello, es menester que haga una diferenciación entre dos contextos radicalmente distintos: el de “construcción”, encontrándose ya el país liberado del régimen destructor y en manos de un gobierno serio que aspire a contar con una universidad académica y pertinente, y el actual que denominaré de “inviabilidad por compensar”.


2-En el contexto de “Construcción”


Prefigurarse un plan de transformación en el contexto de “construcción” es una tarea de mucho mayor alcance y amplitud, que intentar bosquejar algunas iniciativas estratégicas destinadas a recuperar oxígeno para que no se continúe perpetrando un daño irreparable a la Academia. ¡Imposible resolver la Inviabilidad con estos destructores! Pero es un deber intentar compensarla para evitar llegar a una muerte cerebral.

Como lo he venido señalando en documentos anteriores, en el período de construcción será imperativo concertar un consenso entre el Estado y la Universidad que tome en cuenta el gravoso estado de la economía que aquejará al país por unos cuántos años. Sólo de ese consenso puede surgir un conjunto articulado de medidas que pinten una nueva realidad para la universidad venezolana. Sería inoficioso que me arriesgara a aventurarme cuáles pueden ser tales medidas, apenas alcanzo a imaginarme que esa nueva universidad no será como la que hemos tenido. ¡Ni tampoco sería bueno que lo fuera!

En un reciente programa que grabé con el Vicerrector Académico de la UC, prof. Ulises Rojas, y el prof. Frank López, me atreví a predecir que esa universidad del futuro será más pequeña. Tendrá que redimensionarse para adaptarse a las posibilidades reales de financiamiento. El prof. Alejandro Sué, gran amigo y Secretario de la Institución en el período que fui Rector, siempre insistía en este principio cuando se discutían las políticas de admisión en el Consejo Universitario. El asunto no será tan controversial: menos jóvenes aspirarán a acceder a la Universidad, tomando en cuenta lo golpeada que quedará la situación económica de las familias. Opino también que será inviable la continuidad de un modelo completamente gratuito (esto deberá quedar asentado en las cuentas por cobrar a la plaga destructora), aunque aspiraría que nuestros estudios de tercer nivel fueran bastante menos costosos que los de países como Colombia o Chile. Lo tercero que señalé fue que esa universidad del futuro tendrá que ser mucho más eficiente que la actual. Se verá obligada a ello. Estoy consciente que este tipo de pronósticos, constituyen un  baño de realidad que les cuesta aceptar a muchos universitarios aferrados al paradigma tradicional. Sin embargo, estoy convencido que así tendrá que ser si realmente se desea que el país disponga de un modelo de universidad sostenible, auténticamente académica y pertinente con relación a los nuevos desafíos que a la Venezuela de ese hermoso renacimiento  -así lo deseo visualizar- se le van a plantear. Pueden acceder al precitado video en la siguiente dirección url: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2017/02/bloque3asdrubal.html


3-En el contexto de la “Inviabilidad por Compensar”


Hecha la aclaratoria: ¿Qué hacer en este contexto de “Inviabilidad” que todavía no ha sido compensada? De resignada sobrevivencia “por ahora”, porque la ola destructora de la “Inviabilidad” tiende a hundirnos. Y en esta catastrófica precipitación hacia profundidades nunca vistas, la realización de las actividades académicas se está quedando sin el oxígeno mínimo como para que ellas puedan ser llevadas a cabo. Es muy posible que en ciertas áreas ya se haya sobrepasado el nivel de daño irreparable a capacidades esenciales para hacer Academia. Se impone la necesidad de una estrategia de salvamento. De compensar a la grave paciente, la Academia, inyectando recursos de funcionamiento adicionales a las facultades, las cuales constituyen el núcleo del deber ser de la Universidad.

Ahora bien, ¿de dónde pueden obtenerse estos recursos? Sólo hay tres alternativas. Del fortalecimiento de actividades generadoras de ingresos propios; de ahorros que se obtengan del cierre o suspensión temporal de actividades no directamente relacionadas con la función primordial de la Universidad o de aportes módicos que realicen los padres de estudiantes que puedan hacerlo (como las alcaldías en su estrategia de elevar impuestos). Con relación a la primera, por supuesto que hay que generar una acometida estratégica en esa línea, pero debe advertirse que “la calle esta dura”. Lo expresan de esa manera metafórica decanos que se han destacado, en términos relativos, con relación a este tipo de actividades. La tendencia observada es que los ingresos de esta naturaleza tienden a decaer, lo cual no es de extrañar considerando que la economía ha sido destruida.

Queda el análisis de las otras dos alternativas. Antes es necesario incorporar otro elemento a la discusión. En el actual contexto de “inviabilidad por compensar” son aplicables los conceptos de la Teoría de Juegos. Nadie puede ofrecer garantías que una vez haya decretado la Universidad un conjunto de medidas compensatorias en el sentido de lo ya expuesto, el Régimen vaya a asumir un rol pasivo con relación a ellas, es decir: las vaya a respetar. Lo esperable, en correlación con lo que ha sido su conducta en el pasado, es que reaccione tomando sus propias decisiones en función de preservar la consecución de sus objetivos –que deberían ser, pero no son los mismos de la Universidad-. El gran objetivo de la Universidad,  en la actual coyuntura, debe ser preservar al máximo de sus posibilidades la Academia, que ella no continúe siendo la gran sacrificada. Tal como está el panorama, es a la Universidad a quien corresponde ahora mover su ficha. Pero, en su proceso de toma de decisiones de cuál puede ser ese movimiento, su naturaleza y amplitud, debe incorporar el análisis de cuáles pueden ser las respuestas del Régimen.

Un ejemplo hipotético. Si la Universidad anunciara la puesta en vigencia de una módica matrícula mensual para quienes pudieran pagarla: ¿El Régimen lo aceptaría? ¿O rugiría argumentado que unas autoridades apátridas quieren acabar con el modelo de universidad gratuita, del cual ellos han sido sus ardorosos defensores cuando, en verdad, han sido los que han destruido su viabilidad? De ser la segunda su actitud, tendríamos que esperar que tomaran medidas dirigidas a torpedear la iniciativa universitaria. ¿Cuáles podrían ser éstas?  A esto es a lo que me refiero cuando expreso la necesidad de plantearnos un tablero de decisiones como el que conceptualmente se utiliza en Teoría de Juegos. El ejemplo es hipotético, en el sentido que no estoy adelantándome a decir que esa debe ser la medida, aunque tampoco podemos negarnos a considerar alternativas en esa vecindad –intentaré ser más preciso al respecto en la siguiente entrega-.

Lo que sí deseo resaltar es la existencia, al menos, de dos actores involucrados en la toma de decisiones: la Universidad y el Régimen. Sin ambages debo reconocer que el tablero es bastante simplificado, tomando en cuenta la diversidad de intereses que se confrontan al interior de la comunidad universitaria. Esta dificultad cierta lo que plantea  como desafío es la necesidad de que, internamente, se avance en el análisis del problema y la búsqueda de alternativas. La Universidad está obligada a honrar lo que ella es. No se puede seguir rehuyendo una discusión que es urgente abordar. Discusión que permitiría una sensibilización compartida del grave problema que tenemos: la Academia se nos muere en nuestras manos. Discusión que tendría un norte: el comprometer a una mayoría más que calificada de universitarios alrededor de un plan estratégico de salvamento de la Academia. Es indispensable unificar al máximo la posición interna para poder presentarse con opción al tablero principal.

Insisto: en cuanto la Universidad proponga, el Régimen va  a interpretar que se pretende poner en entredicho su “verdad” de lo mucho que él está haciendo en beneficio de los jóvenes universitarios. Su objetivo es preservar, en medio de la destrucción que acomete, la prevalencia de su hipócrita discurso. Va a reaccionar y no va a ser para ayudar. Se trata de un régimen pretencioso con muy escasa entidad de Estado que no escucha, impone, arrolla, juega duro políticamente, al rojo candente cuando ve en peligro la develación de su falsa opereta discursiva. Por esta caracterización que hago de él, no creo que sea posible un juego ganar- ganar, aunque debemos iniciar nuestra acometida intentándolo, eso sí: con la convicción  de sentir nuestra posición sustentada en un sólido discurso académico. Los argumentos que se pueden construir a partir de la realidad inviable son de una pasmosa contundencia y están a la orden del día.

Nadie ha dicho que va a ser fácil. Pero la Universidad no puede estacionarse en un estado de pasividad mientras ve morir a la Academia sacrificada en el altar de la “Inviabilidad”. O sale a defender activamente el paradigma tradicional, con todas sus fuerzas. O asume el resquebrajamiento de dicho paradigma en aras de preservar la más preciosa capacidad que ella tiene: hacer buena academia y, en concordancia con esta postura, decide en ejercicio de su autonomía tomar medidas que, quizás con algo de razón, se puedan calificar de desesperadas, pero las toma y las sale a defender en un peligroso tablero lleno de riesgos. La confrontación discursiva será, por lo demás, interesante y muy reveladora. Lo que no se puede hacer es no hacer nada.    


4-Una anécdota ucista sobre la necesidad de unificación interna


A los efectos de enfatizar la necesidad del debate interno y el indispensable esfuerzo para lograr la unidad alrededor de posiciones institucionales, me voy a permitir relatar una situación recientemente acontecida en la UC. Me entero por las redes sociales que a nivel de una de sus facultades se está requiriendo un aporte de los estudiantes de Bs 300 en el momento de la inscripción del próximo semestre. Me entero porque varios docentes publican protestas con relación a la medida aludiendo al derecho de la gratuidad. Debo confesar que la iniciativa me produjo la sensación de una breve corriente de aire fresco en un cálido solar maracucho donde ni las hojas se atreven a moverse. Por lo menos, me dije, un grupo directivo se atreve a tomar una medida que rompe con la inexplicable quietud de un paisaje institucional adormecido. No fue tanto por el monto, los trescientos bolívares representan algo así como la quinta parte del costo de una arepa en un lugar bien económico (si se le aplica el factor de devaluación de 1/1000000 con respecto al dólar a 4,30, el monto es inferior a los dos bolívares que se cobraba por comedor en mis tiempos de rector que ya, para aquella distante época, no daba ni siquiera para cubrir el “overhead” administrativo de vender los tickets). Tampoco sentí el fresquito  por lo mucho que se pudiera resolver con el total recolectado. Fue porque esa iniciativa, tuve la esperanza, generaría en la Universidad un interesante debate.

Al parecer no tuvo la intensidad esperada. A los pocos días, en la misma red social, un representante profesoral ante el respectivo Consejo de la Facultad informa que se ha logrado vencer el despropósito emprendido por el Decano. Termina diciendo: “la Educación Superior en Venezuela es gratuita”. Muy bien, no se crea que yo no le respeto su posición. Pero veamos las contradicciones. El mismo profesor, es un dirigente gremial que salió derrotado por muy pocos votos en la reciente contienda electoral para elegir al Presidente de la APUC. Él, como muy pocos, conoce del problema de inmovilidad que, inexplicablemente, aqueja a la Universidad cuando se trata de salir a defender la Institución de los reiterados maltratos que el Régimen le ha perpetrado. Infructuosamente, hay que reconocérselo, lo ha intentado y ha tenido que tragarse el amargo resultado de las convocatorias sin dolientes.

No hemos respondido los profesores. No quisimos asumir ese rol pedagógico que, como integrantes de una élite intelectual del país, nos correspondía ejercer en la defensa bien argumentada de la Universidad, y del país, ante los múltiples desvaríos de los “Destructores”. Tampoco han respondido los empleados, ni los obreros, ni los estudiantes comunes que, tarde o temprano, serán las víctimas de la destrucción de ese modelo de calidad, popular, autónomo y gratuito que disfrutaron anteriores generaciones. No salimos a protestar contra quienes debíamos protestar, pero si nos envalentonamos adentro, criticando y protestando contra unas cabezas de turco que tenemos allí, que tienen que hacer milagros para mantener operativas grandes facultades sin que hasta esta fecha, último día del segundo mes del año, hayan recibido ni un céntimo para gastos de funcionamiento y con los costos volando hacia el infinito cielo. Estas son las contradicciones que no alcanzo a comprender. Creo que tenemos un severo problema de estructuración de nuestras prioridades que debemos resolver, tanto a nivel institucional como individual.

La Facultad a la que se refiere el escueto relato tiene quince mil estudiantes –al menos son los que nominalmente aparecen inscritos-. ¿Cómo se hace para mantener a una facultad de tales dimensiones operando en tan aberrante estado de inviabilidad? ¿Será que ya aprendimos a convertir el aire en buena academia? Al parecer la dramática crisis en la que hemos sido sumidos –y nos hemos dejado sumir-, no está siendo bien comunicada ni siquiera entre nosotros mismos. No la estamos procesando. No le estamos viendo sus aristas. No hemos comprendido que hemos sido conducidos a una situación dilemática, a un perfecto nudo gordiano: ¿O dejamos perecer a la Academia o buscamos recursos de algún lado para preservarla en un estado que tampoco será el óptimo?


Es necesario que se dé una franca discusión interna.  Por allí debemos comenzar. Por allí debimos haber comenzado hace ya algún tiempo. Hay que deponer la lucha interna por el poder, porque este no es más, en las actuales circunstancias, que una botella vacía. La crisis de la “Inviabilidad” no nos da margen para no hacer nada. Es menester emprender iniciativas sin olvidar que, por encima de cualquier cosa somos Universidad: una institución universal que tiene como primerísima misión la búsqueda y difusión del conocimiento. Es decir: la Academia. Todo lo demás viene después. Aunque nos suene duro: es accesorio.  Teniendo esto como principio, todo lo demás se puede discutir. En la siguiente entrega, me referiré a las dos alternativas que quedaron planteadas en este texto. ¿Qué factibilidad tienen en ese tablero de la Teoría de Juegos al que hice mención? 

3 comentarios:

  1. Estimado Asdrúbal:

    El tablero tiene más de dos actores porque hay personas que se aprovechan de la mediocridad para su propio beneficio, y hay (o debo decir habemos?) quienes tiene temor de hacer lo que necesariamente hay que hacer para sacudirnos de esa mediocridad que poco a poco como un cáncer va haciendo metástasis en la sociedad.
    A los que han tenido oportunidad de estudiar o trabajar en universidades del exterior han sido testigos de que lo que busca la Universidad es ser formadora de personas que creen oportunidades de superación y una mejor calidad de vida. Mientras vemos que el mundo evoluciona aquí estamos involucionando y ser un país cada día más alejado del progreso.
    Espero que lo que escribes sea semilla para deslastrarnos de la mediocridad.
    Saludos,
    José

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  2. De entrada lo felicito por el artículo, lleno de verdades incuestionables, como:
    “…la Academia se nos muere en nuestras manos.
    …este tipo de pronósticos, constituyen un baño de realidad que les cuesta aceptar a muchos universitarios aferrados al paradigma tradicional.
    …Lo que no se puede hacer es no hacer nada.
    …no creo que sea posible un juego ganar- ganar, aunque debemos iniciar nuestra acometida intentándolo.
    …Es indispensable unificar al máximo la posición interna para poder presentarse con opción al tablero principal.
    …tenemos un severo problema de estructuración de nuestras prioridades que debemos resolver, tanto a nivel institucional como individual.”

    Con relación a este último aspecto es que me han quedado ciertas dudas… cuando leo al final que:
    “…sin olvidar que, por encima de cualquier cosa somos Universidad: una institución universal que tiene como primerísima misión la búsqueda y difusión del conocimiento. Es decir: la Academia. Todo lo demás viene después. Aunque nos suene duro: es accesorio.”
    Eso de la que “primerísima misión la búsqueda y difusión del conocimiento.” me suena más a un Centro de Investigación de alto nivel apoyado con un muy buen sistema de divulgación... Venga no niego la importancia de ello, pero en la onda del comentario anterior del Sr. José Barrios, pienso el propósito fundamental de toda Universidad está más en: “el graduar estudiantes con alta calidad de preparación”.
    Por ello resulta imperativo el conocer con claridad cuál es la meta de la Universidad, cuál es su propósito, para luego tomar acciones que nos faciliten alcanzarla. En base a esa meta definiremos las mediciones o indicadores que nos permitan juzgar el impacto de las decisiones locales sobre la meta global. Es que, simplemente, una acción que nos lleve hacia su logro será productiva y las que nos alejen de ella improductivas.
    Saludos...
    Edgar Redondo

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  3. Agradecido por sus comentarios. Con relación a lo que comenta Edgar, es de hacer notar que como primerísima misión abarco búsqueda y difusión del conocimiento. Esto segundo tiene que ver directamente con lo que ud expone sobre el graduar estudiantes. En el primero de la trilogía señalo que estos títulos académicos cada vez están valiendo menos a raíz del severísimo problema académico que estamos confrontando.

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Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.