viernes, 3 de enero de 2014

La primera reflexión del 2014

Un largo primero de enero

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

Se me ha hecho largo este primero de enero de 2014. Al igual que el día de Navidad, las salas de cine cerraron sus puertas. Leo en sustitución: “Historia Menuda de un País Que Ya No Existe” de una magnífica Mirtha Rivero –también autora de “La Rebelión de los Náufragos”-. No sé si sea cósmica coincidencia, pero sus páginas se alinean en resonancia con esa sensación de un país diferente donde ya no podemos hacer las mismas cosas. Como cinéfilo fraguado al transcurrir de los años, internalizo con tristeza que ya no pueda cumplir con la tradición de ir al cine en estos particulares días. Quizás sea que nos estamos haciendo viejos  y nuestra sensación no sea más que una vana resistencia al imparable tren del progreso, pero, la verdad: no lo siento así. Al parecer: una nueva lógica económica- laboral, leyes que van en una dirección contraria a lo que se requiere en nuestro improductivo país, da pie a que muchos venezolanos como yo nos veamos impedidos de honrar una sencilla tradición.
El país que conocimos se nos desvanece hasta en la posibilidad de concretar las más sencillas realizaciones y no es cuestión de progreso, que es lo preocupante. Ha sido este pensamiento el que me ha impulsado a sentarme a escribir estas líneas. Tenía exactamente veinte días sin hacerlo. Les confieso que en estos últimos días del año que fenecía, sentía una gran resistencia interna a hacerlo. ¿Para qué escribir? –me preguntaba-. Para cualquier articulista que se precie de serlo y yo sigo intentando convertirme en uno, la tradición demanda en estas transiciones de un año al siguiente: la elaboración de un mensaje esperanzador o un concienzudo enunciado de pronósticos. Ninguna de las dos opciones se me iba a dar bien. En éste, mi primer artículo del 2014, me aboco a presentarles las razones por las que lo creía.
Después de haber leído decenas de balances sobre los resultados electorales del 8D y más allá de los cálculos numéricos que cada cual pueda hacer sobre quién ganó o quien perdió dicha contienda, yo no puedo auto engañarme con relación a lo que, muy personalmente, siento sobre tales resultados. Ya no es cuestión del calor del momento ni de la primera impresión –muy negativa, por cierto-, ya han transcurrido suficientes días como para que se haya consolidado un sentimiento más frío y objetivo al respecto. Debo señalar antes, que le había adjudicado al resultado nacional del 8D: el carácter de indicador de cuán consciente podría estar la porción de electores no claramente identificados con el Chavismo sobre el inminente derrumbe económico al que todos estaremos expuestos. Tal consideración la hice, habida cuenta de la evidente concreción, en los meses transcurridos de abril a diciembre, de los pésimos pronósticos que nos habíamos atrevido a enunciar en varios artículos escritos con anterioridad. Los mismos se referían al acelerado empobrecimiento nuestro como pobladores de este país: la súbita escalada del dólar paralelo; su incidencia real en el precio de muchos de los artículos que consumimos; el sostenido y perverso incremento de la escasez en una vasta diversidad de rubros; etc. Debo decir también, aunque suene presuntuoso de mi parte, que tales pronósticos a pesar de lo pesimistas que podrían haber parecido en su momento –quizás hasta aventurados y extremadamente audaces-   fueron absolutamente acertados por cuanto fueron, de hecho, superados por la nefasta realidad que estamos sufriendo.
Expresado lo anterior, no me resta más que decir: el Resultado Nacional 8D me transmitió un mensaje sumamente desalentador sobre la capacidad de reacción que tenemos para no dejarnos llevar por el despeñadero por el cual, precisamente, nos están conduciendo. Este sigue siendo mi sentir. Cuando he intentado hacer ejercicios de introspección para identificar allá dentro qué es lo que lo alimenta (nótese que estoy comunicándome en un plano que excede lo estrictamente racional), creo que el quid  de la cuestión reside en que sigo sin comprender cómo dos millones y medios de electores que votaron por Capriles en abril, no salieron a ratificar en las urnas su sentimiento opositor a este mal gobierno, siendo  el caso que en diciembre disponían de elementos de información más evidentes sobre el grave problema en el que nos han metido (incluyendo el trasfondo de todo lo que inspiró la estrategia del Dakatazo). Y no se trata de que desconozca muchos de los factores que podían desalentar el voto opositor: el agotamiento del modelo MUD, los enredos y conflictos políticos a nivel local (verbigracia: Carabobo). Si alguien ha sido un señalador crítico de estos factores he sido yo. No escribo para caerle bien o mal a uno u otro lado de la ecuación política nacional o regional. De hecho, creo que soy de los que terminan cayéndole mal a los dos lados y no me importa. No me mueven a escribir aspiraciones de poder,  sino mantenerme integramente fiel al principio de honestidad con mis lectores. Puede ser que me equivoque, pero no les voy a mentir por conveniencia. Ahora bien, retornando al tema: mi punto era que todos esos factores desalentadores “podían” pero no “debían” alejar al voto opositor de su compromiso ciudadano, porque, en definitiva, su naturaleza era verdaderamente secundaria frente a los graves problemas que ya habían comenzado a evidenciarse. Al final: no concurrieron a las urnas; arrugaron; me equivoqué; ahora todo será, políticamente, mucho más arduo y difícil.
Ya al final de este largo primero de enero, mientras veo a mi señora madre cabecear frente al canal televisivo en el que irradian las predicciones astrológicas para el 2014  de Alfonso León, tomo consciencia que he escrito un resumen del 2013 de mis “temores confirmados”. ¿Cómo podría haber escrito un mensaje esperanzador? Con relación a los pronósticos, nada de lo que he visto entre el 8D y este primer día del año ha comenzado a revertir tendencias en lo económico, así que los problemas siguen profundizándose y los pronósticos se agravan. Nada de lo que se anuncia detendrá al “innombrable”, pero ya habrá tiempo para hablar de ello. No fui al cine a ver “Papitas, Maní y Tostón”, para lo cual pensaba a invitar a una vieja amiga maracucha y chavista -intentaría hacer las paces-, pero me senté a exorcizar mi desmotivación para escribirles. 



2 comentarios:

  1. Comparto mi desmotivacion..debemos buscar soluciones.activarnos

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  2. Carlos Ramirez Landaeta3 de enero de 2014, 19:13

    Comparto totalmente las lamentables conclusiones de este articulo. Sera que no hay forma de hacer que se produzca una toma de consciencia en esta porcion de la poblacion opositora?

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Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.