martes, 10 de diciembre de 2019

¿Dónde encontraremos ese elemento aglutinador que tanta falta nos hace?




¿Desaliento político?


Nelson Acosta Espinoza


Un sentimiento  parece caracterizar este fin de año: el desaliento político. Resulta paradójico contrastar esta emoción con la que prevalecía al inicio del año: optimismo rebosante ante la posibilidad de salir del régimen en un periodo relativamente corto. Sin embargo, la estrategia diseñada (cese de la usurpación, conformar un Gobierno de Transición y convocatoria de elecciones libres) hasta el momento no ha podido alcanzar el objetivo de propiciar el aspirado cambio político. Por el contrario, pareciera que a estas alturas el oficialismo ha logrado consolidar sus posiciones de gobierno. Todo esto, es bueno resaltarlo, existiendo una mayoría ciudadana que se opone al régimen y anhela  un cambio político en el país.

¿Cómo podemos explicar esta contrariedad? ¿Aun la práctica política del pasado ejerce su dominio hegemónico? ¿Por qué la gente está perdiendo la esperanza en el cambio? Interrogantes vitales cuyas respuestas pudieran ayudar en el diseño de una estrategia ajustada a las circunstancias actuales. Esta última afirmación es vital. Es básico poder delimitar la coyuntura y, a partir de esta precisión, construir una alternativa que vaya al encuentro de los tiempos por venir. Aproximarse al futuro y construir alternativas a partir de nuevos relatos que den cuenta de la dinámica implícita en lo político.

Las agrupaciones partidistas en general están enfrascadas  en una lucha más administrativa que política. Prevalece en sus rutinas una aproximación burocrática y administrativista del ejercicio del poder. Como lo demuestran los últimos acontecimientos. Sus prácticas se encuentran alejadas de los conflictos y problemas que se suceden dentro de la sociedad civil  y, esta circunstancia, les impide procesar adecuadamente la conflictividad social presente en el país.

Huelgas, paros, reclamos se suceden a diario a lo largo de la geografía nacional.  Acontecimientos estos que  ocurren en el marco de una crisis económica, social e institucional que se agrava diariamente. Resulta paradójico que hasta el momento los actores políticos opositores no hayan podido evaluar apropiadamente esta realidad. Una explicación a esta conducta podríamos encontrarla en la ausencia de una narrativa alternativa a la que ha estado vigente a lo largo de la existencia democrática del país. Esta carencia juega en un doble sentido. Por un lado, fortalece las políticas gubernamentales y, por el otro, estimula el desaliento creciente en la población del país.

¿Qué hacer? No es fácil dar respuesta a esta interrogante de corte leninista. Sin embargo, voy a intentar esbozar algunas ideas que pudieran ir al encuentro de la sugerencia implícita en la pregunta esbozada por el revolucionario ruso. En principio es vital “hacer” o instrumentar estrategias políticas contrarias a las que se han venido utilizando hasta los momentos.  Un punto de partida, podría ser intentar generar una gramática política que facilite escindir, sin ambages,  el campo político en dos facciones: “ellos” y “nosotros”; el oficialismo y los ciudadanos. E intentar expresar esta disyunción electoralmente en los comicios venideros. Desde luego, para alcanzar este objetivo se requiere cambiar de narrativa y aislar a los “desertores” de esta política oposicionista.

Lo que propongo, es justo recalcarlo,  es más complejo que la simplicidad implícita en estas líneas. Implicaría, entre otras cosas,  una revisión de toda la estrategia oposicionista, consolidar nuevos lazos que garanticen una verdadera unidad y promover esta nueva narrativa con los elementos (significantes) que interpelen a la ciudadanía y la transforme en un sujeto de acción política y electoral.

Creo, firmemente, que esta sería una vía apropiada para combatir el desaliento que está siendo promovido por el oficialismo.

En fin, sirvan estas cortas líneas para incentivar reflexiones sobre estos aspectos capitales para el futuro del país.


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