¿Por
qué tanto secretismo?
Asdrúbal Romero (@asdromero)
“Confía en el cuento,
no en quien lo
cuenta”
D.H.Lawrence
I-Antes
de las vacaciones
La
acometida de servicio eléctrico al edificio de FACYT Química fue sustraída
totalmente a finales del mes de mayo. La fecha exacta podría precisarla aunque
no creo sea necesario. Casi un kilómetro de cable tipo 4 AWG, bastante costoso,
hurtado como por arte de magia. Con anterioridad a este robo, la mafia roba
cables cebada en las instalaciones ucistas nunca se había atrevido a operar en
contra de un edificio destinado a cumplir funciones prioritariamente académicas,
hasta el punto de lograr con su acción la paralización académica completa de
una escuela. Lo señalo así porque, hasta ese momento, dicha mafia se había
dedicado mayormente a canibalizar equipos y materiales de los sistemas de
iluminación, de bombeo de agua desde los pozos, así como de las instalaciones
eléctricas del Complejo Deportivo de la UC, Dirección de Deportes, Dirección
General de Asuntos Estudiantiles (DIGAE), etc. Instalaciones que en varias
oportunidades fueron recuperadas para luego volver a ser robadas. Estamos denunciando una acción
hostil que lleva ya varios años, con llamativa insistencia en los últimos dos
muy posiblemente debido a su mayor rentabilidad.
Debo
reconocer que cuando me enteré de lo de FACYT Química –resulta lógico y natural
que un hecho de tanta gravedad llegue a mis oídos-, volví a pensar en lo que ya
hacía casi un año había escrito y propuesto: la imperiosa necesidad que las
autoridades de la UC denunciaran ante la opinión pública el asalto a mansalva
del cual venía siendo objeto nuestra alma mater y exigieran ante las
autoridades competentes asumir su
responsabilidad ante la inefectiva custodia del patrimonio universitario. Este,
aunque suene a verdad de Perogrullo, constituye porción no excluible del
patrimonio del Estado.
Tampoco
se produjo algún tipo de declaración en los medios sobre lo acontecido en FACYT
Química. La política institucional de
silencio público ante tan grave y continuada situación de riesgo de los activos
ucistas se mantuvo. Esto a pesar de lo escaso que ya ellos resultan de cara al
reto de mantener una agónica funcionalidad y de lo costoso que implica su
reposición en el contexto de radical empobrecimiento institucional en el que
nos ha hundido el errado modelo de desarrollo elegido por el Régimen. Tampoco
las autoridades locales de esa facultad, su decano y su consejo de facultad, se
atrevieron a manifestar opinión contraria
al público silencio institucional.
En
mi caso, a riesgo de ser calificado de cansonamente reiterativo, ratifico mi
opinión que esa política de no reclamo público ante el evidente incumplimiento
de los organismos de seguridad del Estado es equivocada. No es nueva y la hice
pública el 25 de junio de 2016 cuando colgué en mi blog: “¿Hasta cuándo le
rendimos pleitesías al Verdugo?”. Les invito a leerla en: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2016/06/hasta-cuando-le-rendimos-pleitesias-al.html
Siendo
coherente con esta posición, osé opinar, en el caso de FACYT Química, que
constituía un craso error continuar enterrando en canalizaciones subterráneas costosos
conductores eléctricos para que terminaran alimentando las alforjas de los roba
cables, como con alta probabilidad ocurriría de no intentarse con carácter
previo un cambio en las condiciones de seguridad del campus. Aun cuando no
ejerza un papel activo en la cadena de gestión,
así lo reconozco, he procurado mantenerme siempre en activo estado de
tutela con relación a lo que acontece en la UC, por esta razón exterioricé mi
opinión a través de canales institucionales de suficiente autoridad. Como lo
hice de modo informal, no puedo afirmar, responsablemente, que ella haya
llegado al más alto nivel del gobierno universitario. Al final, la inversión se
hizo para reponer la operatividad en FACYT Química. La acometida fue otra vez
robada y el edificio, a la fecha de hoy, se encuentra de nuevo en condiciones
de paralización de sus actividades.
El
monto de esa inversión se debiera, en aras de la transparencia, informar a la
comunidad ucista. Es más, debiera consolidarse un informe contentivo de todas
las pérdidas patrimoniales millonarias que se han derivado de los múltiples
robos, así como de las inversiones realizadas para intentar reponer aunque sea
parcialmente tales pérdidas. En el caso de FACYT Química, me es obligante
aclarar que la inversión no se hizo en su total requerimiento, considerando que
se aprovecharon gran cantidad de retazos salvados de los masivos
desmantelamientos de materiales eléctricos en las áreas deportivas. Invoco el
rol de agentes activos de tutela que todo miembro de la comunidad debería
ejercer y que constaten por sí mismos el estado en el que se encuentran tales
áreas.
Relacionado
con la misma facultad, FACYT, aprovecho para comentar la ocurrencia de otro
evento de la misma naturaleza, aunque no pueda precisar si la fecha en la que
aconteció fue también en el lapso previo a las vacaciones. Me refiero al robo
de dos motores grandes, 25 o 30 HP, encargados de impulsar las bombas del
sistema de refrigeración de tipo chiller instalado en el edificio de la escuela
de Computación. Su efecto directo es la parálisis de los laboratorios por el
riesgo que correrían los múltiples equipos de computación ante la ausencia de
aire acondicionado. De esta manera, tenemos otra escuela de esa misma facultad
con una operatividad académica severamente restringida. La razón por la que
traigo a colación este evento está relacionada con las dimensiones de los
motores. Ellas implican el uso de vehículos grandes y de equipos especiales
para su movilización. A pesar de esto: nadie vio nada; nadie escuchó nada. Tal
como ocurrió con la sustracción de otro motor de similares dimensiones del
chiller del paraninfo, el cual para ser bajado desde la azotea del viejo
edificio de la Facultad de Derecho, suponemos que hacia el callejón que la
separa de la iglesia de San Francisco, habría requerido un accesorio tipo
winche. Son estos robos los que han generado una ola de comentarios sobre la
posibilidad de complicidad interna. No falta quien hable de la existencia de un
“pranato interno”. Pero de esto no se les puede hablar a las autoridades,
porque se molestan como si se les estuviese imputando a ellos de la
responsabilidad directa en la comisión de tales acciones.
Un
poco antes del inicio del período vacacional, se produjo el primer robo de
cables, ciento ochenta metros, en la Facultad de Ingeniería que afectó al área
de postgrado y otras dependencias. Recuerdo una conversación con el Decano
Nazar, muy preocupado y dispuesto a invertir la totalidad de los ingresos
propios generados por la Facultad –que han venido persistentemente reduciéndose
como consecuencia de la situación país-, para resolver el problema. Le reiteré
el criterio que había expuesto en la circunstancia de FACYT Química: No
entierres allí tus escasos recursos que tanto te han costado generar porque te
los van a volver a robar. Debes convencer a la Rectora y al CU de emprender una
campaña pública para exigirle al Régimen la solución de los problemas que su
incompetencia en materia de inseguridad les viene creando. A los pocos días
salí del país en un breve viaje de visita familiar.
II-Después
de las vacaciones: ¡El megarobo!
A
mi regreso me consigo que el reinicio de actividades en Ingeniería con un nuevo
semestre académico está seriamente comprometido a raíz de un nuevo robo –el
anterior entiendo que fue subsanado aunque no manejo información sobre el
origen de los recursos aportados para la ejecución de la obra-. Esta vez el
daño es de mucho mayor alcance: un tercio de las áreas de la Facultad sin
energía. Las acometidas a tres grupos de transformación, de los nueve
existentes, totalmente sustraídas. Mi paciencia ante la desidia en el manejo
del recurrente problema se agotó. Aunque no faltará quien diga quién soy yo
para demostrar paciencia e impaciencia ante el mismo. En todo caso, el extenso
e informativo prolegómeno contenido en la sección anterior, me es útil para
dejar constancia de mi relación afectiva con una nefasta problemática que
podríamos comenzar a calificar como de larga data.
Cuando
recibí información más detallada sobre las longitudes y tipos de cables
sustraídos, tomé conciencia de las dimensiones financieras del problema. Ya no
valían pañitos calientes, me dije. ¿La UC tendría recursos para resolver las
ingentes carencias causadas en el corto plazo de pocas semanas? Continúo
albergando fuertes dudas. Por eso me aboqué a una campaña informativa sobre la
problemática en el ámbito de las redes sociales. El 11 de octubre publiqué en
Facebook una nota que les transcribo a continuación:
“Extremadamente
preocupado por nuestra Alma Mater. A la inviabilidad debida al radical
empobrecimiento se suma la acción devastadora de una mafia roba cables que se
ha cebado en la UC. Tanto que parece condenar a una facultad, mi facultad, a un
prematuro cierre técnico. En Ingeniería se han robado más de 2000 metros de
cable de alimentación eléctrica. Con porcentaje mayoritario de conductores de
alto grosor y por ende costo: 240 mts de 350 MCM, cuyo costo unitario es $ 6.24
por metro; 980 mts de cable #2/0 cuyo costo unitario es $ 2.38 por metro
-precios de fabricante a nivel internacional-.
Una estimación muy conservadora apunta a 8000 dólares, aproximadamente, el
costo sólo de adquirir los conductores que se necesitan para reemplazar los
robados. ¿A qué tasa de cambio ponemos esos dólares? A 30000, el simple costo
de adquisición remonta a los doscientos cuarenta millones de bolívares. Si
añadimos costo de otros materiales, mano de obra, ganancia y costo financiero
para la empresa contratista en un país donde la inflación ya sobrepasa el 50%
mensual, no me extrañaría que el monto total requerido para reponer la alimentación
de energía eléctrica sobrepase los quinientos millones de Bolívares. ¿Tiene la
UC presupuesto para acometer la obra? Al parecer no. Lo que extraña es el
hermetismo de las autoridades. Cuando deberían estar protestando a viva voz el
grave problema de inseguridad que plaga a nuestra institución y exigirles a las
autoridades competentes los recursos para afrontar la inminente situación de
cierre técnico, predomina el silencio y el fingimiento de una normalidad que no
existe. También preocupa, sobremanera, la pasividad de los miembros de esa
comunidad. ¿Dónde está la dirigencia estudiantil? ¿Dónde el gremio profesoral? Hay
más, mucho más, sobre la difícil situación que también afrontan otras
facultades. Un reinicio donde nada es normal pero las instancias de cogobierno
actúan como si todo estuviese normal. Continuaré informando.”
Como
pueden darse cuenta, había acometido la tarea de calcular costos. Así fuera a precios internacionales,
porque la volatilidad local de los precios la habría convertido en
interminable. Sin embargo, comparaciones con algunos de los precios
suministrados por empresas locales del ramo me convenció de que mis estimados
eran más bien conservadores por defecto. La nota, inmediatamente, produjo
múltiples reacciones y comentarios. Por razones que manifestaré al final de
esta crónica, me pareció justo e interesante incluir en ella la reproducción de
una de las secuencias de intercambio de opiniones –comúnmente denominadas en la
jerga técnica de Facebook como “thread”-.
III-Del
intercambio de opiniones
A
continuación, la transcripción del primer comentario del profesor Gustavo
Guevara: “Responsablemente, frente a los comentarios, no sólo de mis queridos
amigos Asdrúbal, María Isabel y Evelyn, sino de todos los demás comentaristas, no
puedo permanecer callado, pues como decía el Gran Rector Unamuno, a veces
callar puede ser interpretado como aquiescencia. Quienes me conocen saben
que no soy un borrego de las autoridades universitarias. Sin embargo, durante
mi asistencia como representante profesoral ante el Consejo Universitario, he
podido constatar que si hay un punto en el cual todo el Consejo, y sobre todo
el Vicerrector Administrativo José Ángel Ferreira, se ha devanado lo sesos para
buscar una solución, ha sido precisamente el tema de la seguridad, y de los
robos de los equipos de nuestra Casa de Estudios. Después de que uno escucha
las historias de los vigilantes desarmados que cuando ven venir a los ladrones
portando armas largas, lo único que pueden hacer para salvar sus vidas, es
montarse en el techo de las instalaciones y observar impotentes cómo desvalijan
nuestras instalaciones, uno cambia su forma de pensar en lo que se refiere a
criticar desde afuera, sin conocer la cruda realidad de los hechos. He
presenciado las carreras para obtener un carro o una moto, así sean usadas que
permita al menos recorrer las instalaciones durante las noches, para saber, al
menos, visualmente que todo está bien (sin novedad). El tema ha sido tan
importante para el Consejo Universitario que ha estado de forma permanente en
las agendas de todas las sesiones, y en todas las sesiones, el Vicerrector
Ferreira informa lo que se ha estado haciendo. Evidentemente, comparto todas
las inquietudes de Asdrúbal, de Evelyn, de María Isabel, de Ángel Ardón y de
los demás comentaristas. Lo que no puedo compartir es la acusación, porque es
una acusación que llega hasta insinuar la complicidad por ceguera, de que las
autoridades de la Universidad han guardado hermetismo y que los organismos de
cogobierno actúan como si todo estuviese normal, porque eso sería mentir y
además injusto. Incluso hace dos sesiones, el Consejo Universitario
decretó el estado de emergencia de la Universidad, y sobre esa base ha tomado
una serie de decisiones para enfrentar la crisis, como son por ejemplo, la
delegación en las facultades de algunas potestades centralizadas, en aras de
agilizar los procesos de compras, acortando los lapsos para evitar las brechas
entre el precio cotizado y el precio efectivo de compra. Ello por solo nombrar
una medida puntual. Para el caso concreto de los robos, en la sesión 1829 se
nombró una Comisión presidida por el Vicerrector Administrativo y varios
decanos. Yo los invito a ponerse en contacto con la Comisión y a ofrecer su
posible colaboración. He estado pensando que hasta sería interesante nombrar
comisiones de profesores que eventualmente pasen la noche en las instalaciones
más sensibles, para que puedan ser testigos de la cruda realidad que es pasar
una noche en un sitio donde la vida no vale medio cuando se trata de enfrentar
a grupos armados hasta los dientes y decididos a todo, sabiendo que nadie puede
enfrentarlos. En lo que se refiere al inminente cierre técnico de la
Universidad, lo cual está muy cerca de la realidad, tengo la posición de que
sin fingir normalidad, porque además nadie la ha fingido (no se habría
decretado el estado de emergencia), hay que luchar hasta el último aliento por
mantener abierta la Universidad, y si hay que cerrarla que sean los miembros de
la comunidad universitaria, a través de sus gremios, quienes tomen esa
iniciativa desde la óptica de las condiciones del ejercicio del proceso de
enseñanza-aprendizaje.”
La
transcripción es completa, aunque con menores correcciones de acentuación
gramatical. Es una decisión que asumo, a riesgo de extender esta crónica, en
aras de reflejar con la mayor justicia posible el estado de ánimo que pudiera
estar embargando a las autoridades y miembros del CU que han venido afrontando
el problema desde la perspectiva de buscar un esquema de solución interna.
¿Existe éste? ¿A qué costo? ¿Cuáles son las limitaciones? De no haber expuesto
con anterioridad mi posición sobre el tema e incluso haber tenido la
posibilidad de un diálogo directo con el Prof. Ferreira a raíz de mi post en el
blog ya referenciado, me habría sentido muy mal con el comentario de mi
estimado amigo. Gustavo, para quienes no lo conocen, es un reconocidísimo
profesor de la escuela de Economía. Brillante, inteligente, por eso mismo nos
alegró que se le hubiese brindado la oportunidad de asistir al CU. Fue elegido
como representante profesoral suplente en la última elección para tal efecto,
hace ya unos cuantos años, y desde hace pocos meses está ejerciendo esa
representación. El haberse molestado a responder mi nota in extenso me motivó una respuesta que transcribo a continuación:
“Estimado
Gustavo, lo primero decirte que estoy muy consciente del difícil contexto país.
El responsable de los robos masivos en la UC es el Régimen. De esto no tengo
dudas. No me hago eco de quienes transforman mi denuncia en una acusación
directa al profesor Ferreira. Sé que él también está muy preocupado. Si de algo
es culpable, es de haber querido venderle a la Institución el slogan UC SEGURA,
con el cual terminaba asumiendo frente a la comunidad la dación de una garantía
que ni él, ni la Rectora, han estado en condición de cumplir. Precisamente por
el contexto país. De lo que yo me quejo es del silencio frente a la opinión
pública. E incluso frente a una comunidad que debe ser informada con
transparencia de la gravedad de lo que está aconteciendo. Que es dantesco,
porque tal como están las cosas Ingeniería no podrá abrir efectivamente sus
puertas en meses. Pero algo parecido está ocurriendo con FACYT. Y Ciencias de
la Salud por otras razones. Entonces amigo creo que el CU, como máximo
organismo, no está ejerciendo una conducción acertada. Y uno espera de gente
como tú, con inteligencia y experiencia de procesos pasados, palabras de mejor
orientación y no quedarte encerrado en las continuas lamentaciones del
vicerrector porque allí, dentro de esas cuatro paredes, no se va a resolver
nada hermano. Si eres tu quien va asumir la defensa de lo que está haciendo el
CU frente a la crisis, te invito a que hagamos un debate público sobre tan
dolorosa situación, al menos para mí. Y que conste que lo que asomo en mi
denuncia pública no es sino la punta del iceberg. ¡A ver si cada uno asume su
responsabilidad!”
Esta
respuesta me permite colocar en el justo nicho la intencionalidad de esta
denuncia. No se trata de atacar por atacar, o de atacar para inferir algún daño
político. Se alimenta en la convicción de que están atacando el problema de
manera equivocada. Y de que en su fracaso, terminan asumiendo una conducta defensiva
que muy bien se retrata en el comentario de Gustavo. Debo reconocer que en el mismo me extrañó
sobremanera no se refiriera a la gravedad de lo denunciado. Quizás deba decir que me produjo una
irritación que se refleja en mi respuesta y algo de desencanto. Gustavo
continuó con el thread:
“Por
supuesto, Asdrúbal, siempre sería muy interesante tener un debate contigo pues
con toda seguridad sería muy enriquecedor por los desafíos que implicaría
enfrentarse a tu lucidez. Sin embargo, el responsable mayor de todo este
problema, y quien maneja los datos con todos los detalles importantes, es
precisamente José Ángel Ferreira, y es él quién debe afrontar el reto, al
cual yo asistiría como un disciplinado oyente. Sin embargo, solo te puedo
adelantar, porque eso es algo que no se puede esconder, que la angustia y los
esfuerzos del VRAD por el problema de la seguridad son visibles hasta en su
aspecto físico. Ahora bien, que José Ángel ofreció algo que se
escapaba de sus posibilidades como fue el slogan UC SEGURA, es algo de lo cual
no hay ninguna duda. Creo que en este momento, tu aporte sería fundamental y
deberías ofrecerle al CU el aporte de tus conocimientos. Si yo hubiera leído tu
nota antes, habría propuesto la incorporación de algunos profesores como tú en esa
comisión, donde si mal no recuerdo están entre otros Ferreira, José Luis
Nazar, Benito Hamidian y José Marcano que son los decanos más
afectados. No recuerdo si está también David Rutman.”
Mi
respuesta: “Gustavo, creo, no sé por cuales razones, percibo que deseas
encauzar el debate sobre si José Ángel ha hecho un gran esfuerzo o no. Si está
enflaquecido a raíz de ese gran esfuerzo. Déjame decirte que ese debate me
parece pueril. No parecen, sinceramente, frutos de tu lucidez que también eres
muy lúcido. El debate es si le seguimos ocultando a la comunidad la gravedad de
todo lo que está ocurriendo y en esto no es solo el tema de los robos: hay
muchas otras cosas graves desde el punto de vista académico que están pasando.
O si de un diagnostico sincero comenzamos a abordar los problemas. ¿Por qué
tanto secretismo? Los que te conocemos y sabemos de tus capacidades esperamos
de ti una gestión distinta como consejero universitario. Hemos tenido esa
esperanza en esta hora muy menguada que vive nuestra alma mater”.
Cohabitando
con la coloquialidad y el intercambio de filigranas de mutua admiración, creo
no fingidas al menos de mi parte, existe dureza en el debate que es arquetípico
de la forma como muchas veces abordamos el tratamiento de los problemas en
nuestro ámbito institucional. Le perdemos la vista a lo trascendental, distraídos
en la contabilidad de los daños personales o políticos. Gustavo continúa:
“Asdrúbal,
lo que pasa es que esta discusión tiene al menos dos niveles, y si bien uno es
más importante que el otro, ninguno es pueril. El primer nivel, el más
importante, es el que tú planteaste, y con el cual estoy de acuerdo en lo
fundamental: no debe haber secretismo en la crisis de la Universidad, y tanto
las autoridades como las instancias de cogobierno no deben actuar como si todo
estuviera normal. El segundo punto es que hay una acusación hacia un cuerpo de
cogobierno y hacia algunos responsables de la política universitaria en el
sentido de que están actuando como si todo fuera normal, y allí es donde no
estamos de acuerdo pues al menos desde que yo estoy asistiendo al CU, las
actuaciones de dicho cuerpo en ningún momento han apuntado a sostener que la
situación en la UC está normal. Por tal motivo considero injusta tal
afirmación, y sobre todo considero injusto que algunas personas se monten en la
cresta de algo que tú señalas a título de justa crítica para linchar
políticamente a personas o a grupos de personas, sin aportar al menos una
propuesta de solución. Esa forma de pensar y de actuar, muy parecida a la usada
para linchar hoy a la MUD, a la Cuarta en 1998, es algo que, además de hacernos
mucho daño como institución, me parece injusto, sobre todo cuando pueden
convertirse en linchamientos, y sabes que nunca me ha gustado ningún
linchamiento. Por esa razón no me parece pueril, aunque no sea el punto
principal, que introduzca en la discusión los esfuerzos que ha hecho la PIPSUC
y Ferreira, pues la crítica puede ser muy constructiva cuando se comienza
al menos reconociendo los esfuerzos que se han hecho como un punto de partida.
Lo otro, la negación de todo lo que se hecho, y la crítica a secas, sin
proponer soluciones, solo nos aleja de la unión que debemos tener en aspectos
tan difíciles como el de la seguridad en la UC”.
El
intercambio podría haberse extendido ad
infinitum. Pero interviene otra profesora, ex decana de FACYT, distinguida
también por cumplir su rol de agente activa de tutela. Yaquelín Loyo expresa:
“Gustavo han habido avances importantes al tomar decisiones difíciles como
la eliminación de los kioskos que rodeaban FACES y el permitir el resguardo de
los organismos de seguridad del estado en su momento.
Pedirle a la comunidad universitaria que aporte soluciones es cuesta arriba si
no eres experto en asuntos de seguridad. También fue y es cuesta arriba para el
CU.
¿Qué podemos hacer como comunidad? Ya lo expresé anteriormente. Debemos
protestar y mostrar cifras contundentes de cómo ha sido desmantelada la
infraestructura universitaria, plantarse ante el MPPEUCT y demostrar cómo
afecta a la academia y a el normal funcionamiento. Mientras sigamos dando
clases (yo doy) sin parecer afectados por la inseguridad poco podremos lograr.”
Me
encantó la intervención de Yaquelín. Como buena ingeniera, apuntó exacto al
quid del asunto. Ella expresa lo que hay que hacer que es, precisamente, lo que
no se ha querido hacer. Por razones que no alcanzo a entender. A provecho
entonces para cerrar el thread: “Para terminar la discusión por este medio, me
identifico totalmente con la posición expresada por la prof. Yaquelín
Loyo. Creo que allí está el quid del asunto. Creo que en lo fundamental podemos
estar de acuerdo. A mí no me anima ninguna intención de linchamiento y
menos hacia Ferreira, a quien le expresé hace tiempo mis profundas
reservas con relación a las falsas expectativas que se creaban con la campaña
UC SEGURA. Y lo hice con lealtad porque le aprecio en lo personal. Esa
conversación fue a raíz de un post en mi blog dónde planteaba la interrogante
de hasta cuándo le rendíamos pleitesías al verdugo -Ameliach-. Vale la pena que
lo leas porque en su contenido se incluía una advertencia sobre el creciente
problema de la inseguridad y el desmantelamiento.
Yo lo que creo es que se ha corrido la arruga demasiado tiempo con este tema y
ahora hay temor de que la comunidad se entere de todo el desmantelamiento que
se ha producido. ¡¡Es masivo!! Gustavo averigua un poco y entonces entenderás
porque llega un momento que la molestia y la rabia comienzan a generar efervescencia
por canales que pudieran confundirse con algún plan de linchamiento político”.
Y
eso es lo que yo creo: que se ha corrido demasiado la arruga. También están
afectadas otras áreas: pabellón de postgrado de Odontología, Aula Magna, Torre
de transmisión en el cerro La Cruz –todos los equipos de transmisión, etc.,
etc., robados-. También la Dirección de Transporte donde se llevaron hasta el
transformador, aunque entiendo que este caso ya fue resuelto. La Universidad,
como el País, diluyéndose en nuestras manos. A la Comunidad se le mantiene de
espaldas; poco informada a pesar de la
gravedad de sólo una de las facetas de la profunda crisis que embarga a la
Institución. Quizás a algunos poco le importe, pero no son la mayoría.
IV- Sobre
el decreto de emergencia
Como no quisiera tener que escribir más sobre
este tema concreto de la crónica inseguridad en la UC, no puedo cerrar esta
publicación sin referirme al Decreto de Emergencia que el prof. Guevara
mencionó varias veces en el intercambio de opiniones.
De
mi experiencia, un decreto de tal naturaleza se hace con la finalidad de justificar y autorizar a los jerarcas
administrativos: la recurrencia a procedimientos, más expeditos, que permitan
las compras y/o contrataciones que fueran necesarias para la pronta normalización
de actividades paralizadas por hechos sobrevenidos. La redacción de los
considerandos justificativos debe ser específica –recordando al Dr. Sué-,
indicando las áreas afectadas así como el grado de afectación en cada una de
ellas. Una redacción genérica y ambigua como la siguiente: “Atendiendo a las
circunstancias fortuitas e imprevistas acontecidas durante este último año en
espacios de la Universidad de Carabobo, en las cuales la inseguridad, hurtos,
robos y delitos en general han azotado reiteradamente nuestra Alma Mater,
ocasionando graves daños en la infraestructura física operacional que impiden
dar cumplimiento a los compromisos y
exigencias de la gestión en la formación académica pautada para sus
estudiantes” no cumple con lo señalado. Cualquier contralor celoso en el
desempeño de sus funciones la objetaría. La lectura entrelínea que uno le hace,
considerando los antecedentes y entretelones
de esta continuada controversia, apunta hacia la insistencia en no
querer revelar detalles del drama de inseguridad que nos aqueja. De aquí la
interrogante que nos hacemos en el título: ¿Por qué tanto secretismo? En este
sentido, este documento de denuncia sí contiene una propuesta, a su vez
ratificada en mejor estilo por la prof. Loyo. Lo correcto y transparente es
presentar el inventario pormenorizado de todas las pérdidas. Y a los efectos de
viabilizar la aplicación de procedimientos administrativos de emergencia,
precisar las áreas en las que se requiera su instrumentación.
Por
otra parte, la única medida concreta de emergencia que se decreta es una
delegación de las competencias
administrativas en los consejos de facultad -artículo tercero del decreto-. Ojo
avizor, decanos presidentes y demás miembros sobre lo que realmente puedan
hacer con ese decreto desde la perspectiva de las normas contraloras, habida
cuenta de lo señalado en el párrafo anterior.
V- Comentarios y reflexiones finales
No es fácil en mi condición de ser un ex rector que
con frecuencia asisto a actos protocolares de la Universidad, encontrarme con
las autoridades en funciones así como miembros del CU, con algunos de los
cuales mantengo lazos de amistad y profundo agradecimiento, y asumir el riesgo
de ser percibido como una especie de “Chapulín Linchador”. Pero la crítica hay
que hacerla, porque la Universidad está primero.
Cuando uno se aboca finalmente a escribir, es porque
las observaciones y críticas que uno pueda hacer ha tratado de canalizarlas por
vía informal, sin conseguir la receptividad que en buena conciencia creemos ellas
ameritan. Por supuesto, suele ocurrir que cuando una denuncia se hace pública,
la mayoría de sus lectores la van a procesar de manera muy plana y puntual: los
hechos concretos. Cada cual extraerá de esos hechos interpretaciones propias
porque las flechas lanzadas han dejado de pertenecerle a quien las escribe. La
mayoría no sabrá, ni tienen por qué saberlo, los entretelones de la historia
que ha conducido a la denuncia. Por eso agradecí que Gustavo decidiera
confrontar y, al mismo tiempo, enriquecer mi escueta versión; expusiera un
punto de vista alternativo que daba cabida, con mayor justeza, a todo lo que se
ha obrado al interior de la UC en procura de atender la problemática. Se ha
hecho, pero los resultados, incontrovertiblemente, han sido fallidos. Es el momento
de democratizar los problemas, no sólo este sino muchos otros que viene
confrontando la Universidad como resultado del convulso cambio de contexto que
se ha derivado de la fulana revolución.
Por esta razón, abandoné mis macundales de ingeniero y
me lancé a esta extensiva crónica que a muchos parecerá un exceso. Lo es, pero
también es un registro detallado de un inclemente y continuado ataque externo a
nuestra universidad en este trágico lapso de historia que nos está tocando
sufrir. Debemos atrevernos a registrar
todo, lo bueno y lo malo, las ideas y pareceres que se han confrontado. Nos
haría mucho bien, y ojalá en esto diéramos ejemplo hacia el resto de la
sociedad, abandonar la cultura del “pobrecito” que tanto daño nos ha hecho desde
los tiempos de la Cuarta.
En este país, y también en nuestro entorno más
pequeñito, cuando alguien critica o denuncia, es habitual que primero se sopese
cuáles son las intenciones del denunciante; qué objetivo persigue; quién es el
“pobrecito” o la “pobrecita” a quien se busca dañar en lo personal o en lo
atinente a su proyecto político; antes de entrar a valorar si la crítica o
denuncia tiene algún asidero; qué tan grave es lo que se plantea; qué se
propone. He aquí la otra razón por la que quise abocarme al registro completo
de todo el intercambio de opiniones. No sólo porque amplió el horizonte de
justicia donde se ubicaba mi denuncia, sino también ilustró a la perfección
esta maníaca forma que tenemos de comportamos como sociedad.
En esta universidad, hoy día, nadie puede afirmar con
seguridad si algún día llegaremos a tener elecciones. Así pues, dejémonos de
celos políticos que en mi opinión constituyen la principal causa para tanta
cerrazón; para tanto fingimiento de
normalidad cuando la realidad nos está arropando. Abrámonos al libre flujo de
la información para que la comunidad tome conciencia de la gravedad del estado
institucional y partamos de allí al abordaje de los problemas con los que ese
entorno externo absolutamente cambiante y convulsionado nos está desafiando. Se
requiere de medidas audaces; de reorganización; sino acometemos cambios pereceremos en la debacle de nuestra
pertinencia social.