Fin de la Fiesta
Asdrúbal
Romero M.
Supongamos una familia que depende exclusivamente del
ingreso del padre, diez mil bolívares mensuales, pero gasta por encima de ese
monto: el doble. ¡Cómo! El padre ha instituido un mecanismo que le permite atender
los requerimientos extras de cualquiera de la familia: le expide un cheque
contra una línea de crédito que tiene en un banco. Es decir: se endeuda. ¿Hacia
dónde va esa familia en lo económico? ¿Cuánto puede durar esa situación?
Creo que cualquiera podría responder tales
interrogantes sin saber mucho de economía. Pues bien, el SITME se corresponde
exactamente con esa sencilla imagen que hemos construido a nivel familiar. Por
supuesto, para trasladar el ejemplo al ámbito del país, es necesario aclarar
que hablamos en términos de ingresos y gastos en divisas -¡dólares!-. Cuando
una empresa recurría al SITME: compraba en bolívares al precio oficial un bono
de deuda venezolana emitido en dólares; luego, dicho bono era vendido internacionalmente a un inversionista, el
cual lo compraba con un descuento – de allí que el monto resultante de la venta
en dólares fuera inferior al valor nominal del bono-; esos dólares, adquiridos a
un precio mayor que el oficial, eran depositados en una cuenta de la empresa en
el exterior con los que se procedía a comprar los bienes que importaría, a fin
de darle continuidad a su ciclo de negocios. Es decir: ese mecanismo de
asignación de divisas generaba endeudamiento. Cada vez que el inventario de
bonos transables estaba próximo a agotarse, el Gobierno debía aprobar nuevas
emisiones de bonos que, simplemente, representaban nuevos compromisos de
endeudamiento del país. Un mecanismo perverso: el país se venía endeudando para
financiar el gasto corriente, no inversiones con retorno, de una economía ficticiamente
recalentada. Todo, con la finalidad de crear esa sensación de falsa bonanza: una
economía creciendo a cuenta de girar la manivela de la maquinita de fabricar bolívares,
tantos que nos permitieran a los venezolanos sustentar tan fuerte demanda de
bienes importados. Todos felices, gastando por encima de nuestras
posibilidades, como los miembros de esa hipotética familia del párrafo inicial.
Políticamente muy conveniente, pero, ¿hasta cuándo se podía mantener la
ficción?
Era evidente que el SITME no era un mecanismo serio y
responsable de asignación de divisas, porque no era autosostenible. Fue una
invención política, creada para seguir corriendo la arruga hasta que el
escenario electoral transcurriera. Giordani lo sabía perfectamente, no me venga
a decir que no, por eso, en cuanto se produjo el desenlace electoral buscado,
ordenó a los bancos públicos, bajo su control, que no siguieran aportando los
bonos de su inventario para seguir alimentando las subastas diarias. El monto
de dólares asignados vía SITME se redujo drásticamente, con las consecuencias
que ya estamos viendo: empresas que no consiguen dólares para continuar sus
operaciones; una lechuga verde que casi se triplica en apenas siete meses; una escasez
que se comienza a evidenciar incluso en productos fundamentales; inventarios de
productos importados agotándose a toda mecha en un país cuya economía produce
muy poco de lo que consume.
¿Hacía adónde nos dirigimos? Depende de la resolución
de un dilema que confronta el alto gobierno y enfrenta a los más altos
personeros con la responsabilidad de manejar las finanzas públicas. Se puede leer entrelíneas. Giordani quiere
reducir el recalentado ritmo de endeudamiento. La creación de un organismo
superior para la optimización del sistema cambiario no es más que la sujeción
de CADIVI a un rígido presupuesto de divisas respaldado en ingresos reales; que
reparta la escasez de dólares, lo más equilibradamente posible, entre todos los
sectores de la economía. Por supuesto que no habrá para todos. El año pasado
gastamos el doble de lo que nos entró. Esta opción conducirá a un necesario
enfriamiento de la economía con cierre de empresas, sobre todo las que
comercializan productos de “lujo”, cantidad de gente quedándose sin empleo, los
venezolanos tomando consciencia de que nos hemos convertidos en pobretones de
solemnidad –despídase la mayoría de los móviles inteligentes; las tablets; los
televisores pantalla plana; los automóviles; los materiales “premium” para la
construcción; etc., sólo los muy ricos tendrán acceso a ello-. Aterrizaremos a nuestra realidad. Es la opción
más seria y responsable, ubicados ya en la coyuntura PERDER-PERDER a la que nos
han arrinconado, lo cual no exime a Giordani de su culpabilidad por el pésimo
manejo de nuestras finanzas públicas.
Pero hay otros que quieren continuar la fiesta,
Merentes y compañía, por eso hablan de una bolsa pública de valores. El
problema es cuáles van a ser los valores que se van a negociar allí. Dudo que
haya un sector privado con la confianza y el deseo de inyectar sus dólares en
dicha mesa de cambio. La mayoría de los instrumentos financieros que se
transarán allí tendrán un origen público. Para el Gobierno pudiera ser negocio
sacrificar parte de las divisas asignables vía CADIVI y canjearlas allí a un más
alto precio a fin de financiar su déficit, pero eso restringiría más la asignación
para la importación de lo prioritario con el consecuente costo de una inflación
más democratizada. Lo más tentador seguirá siendo recurrir a más endeudamiento,
es decir: una variante disfrazada del mismo SITME. Pero eso tiene un límite,
porque en el exterior están más claros que nosotros sobre la crónica
vulnerabilidad de nuestra economía. Más endeudamiento implicará incremento del
riesgo país, pagable a expensas de mayores descuentos y tasas de interés para
los futuros bonos que se emitan, realmente, onerosas -buscando tentar a los inversionistas
a asumir el riesgo de seguir financiando nuestra alocada fiesta-.
Ninguna salida será buena. Un mensaje final para
algunos voceros de la Oposición: dejen de endilgarle la responsabilidad del
paquetazo a Maduro. No sé si se dan cuenta, pero están eximiendo a Chávez de la
paternidad de la crisis ante los ojos de muchos de sus seguidores -con sus
carencias para una visión integral, más de uno estará pensando que si Chavez
estuviera realmente al frente no se habría devaluado-. Casi que lo reivindican,
en vez de intentar ser más pedagógicos en sus análisis. Bien bueno que haya regresado. Ojalá esté en
capacidad de comprender la magnífica magnitud del desastre que él mismo ha
creado con su trasnochado y equivocado modelo del Socialismo del Siglo XXI. He
allí la visión de origen que nos ha traído a este pavoroso fin de la fiesta.
Esto es solo parcialmente cierto. No en todos los casos se trataba de títulos nuevos; en muchos casos, el BCV hacía uso de su cartera de inversiones, en la cual hay gran cantidad de títulos venezolanos. El SITME era una permuta de bonos, solo que manejada por el BCV. Por eso ahora el gobierno quiere regresar a la permuta, para traspasar el problema de la paridad cambiaria a los particulares.
ResponderEliminarSeguramente estás en lo cierto, el inventario de bonos podía ser inicialmente muy grande e incluir títulos viejos, pero a la larga, del SITME seguir, la única forma de prolongarlo era emitiendo nuevos bonos de deuda. De todas maneras, gracias por tu sabio comentario, se que en el campo financiero tú estás mucho mejor informado que mi persona.
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