martes, 19 de febrero de 2013

Parénme pelotas, que las vengo pegando todas!!


Fin de la Fiesta

Asdrúbal Romero M.

Supongamos una familia que depende exclusivamente del ingreso del padre, diez mil bolívares mensuales, pero gasta por encima de ese monto: el doble. ¡Cómo! El padre ha instituido un mecanismo que le permite atender los requerimientos extras de cualquiera de la familia: le expide un cheque contra una línea de crédito que tiene en un banco. Es decir: se endeuda. ¿Hacia dónde va esa familia en lo económico? ¿Cuánto puede durar esa situación?
Creo que cualquiera podría responder tales interrogantes sin saber mucho de economía. Pues bien, el SITME se corresponde exactamente con esa sencilla imagen que hemos construido a nivel familiar. Por supuesto, para trasladar el ejemplo al ámbito del país, es necesario aclarar que hablamos en términos de ingresos y gastos en divisas -¡dólares!-. Cuando una empresa recurría al SITME: compraba en bolívares al precio oficial un bono de deuda venezolana emitido en dólares; luego, dicho bono era vendido  internacionalmente a un inversionista, el cual lo compraba con un descuento – de allí que el monto resultante de la venta en dólares fuera inferior al valor nominal del bono-; esos dólares, adquiridos a un precio mayor que el oficial, eran depositados en una cuenta de la empresa en el exterior con los que se procedía a comprar los bienes que importaría, a fin de darle continuidad a su ciclo de negocios. Es decir: ese mecanismo de asignación de divisas generaba endeudamiento. Cada vez que el inventario de bonos transables estaba próximo a agotarse, el Gobierno debía aprobar nuevas emisiones de bonos que, simplemente, representaban nuevos compromisos de endeudamiento del país. Un mecanismo perverso: el país se venía endeudando para financiar el gasto corriente, no inversiones con retorno, de una economía ficticiamente recalentada. Todo, con la finalidad de crear esa sensación de falsa bonanza: una economía creciendo a cuenta de girar la manivela de la maquinita de fabricar bolívares, tantos que nos permitieran a los venezolanos sustentar tan fuerte demanda de bienes importados. Todos felices, gastando por encima de nuestras posibilidades, como los miembros de esa hipotética familia del párrafo inicial. Políticamente muy conveniente, pero, ¿hasta cuándo se podía mantener la ficción?   
Era evidente que el SITME no era un mecanismo serio y responsable de asignación de divisas, porque no era autosostenible. Fue una invención política, creada para seguir corriendo la arruga hasta que el escenario electoral transcurriera. Giordani lo sabía perfectamente, no me venga a decir que no, por eso, en cuanto se produjo el desenlace electoral buscado, ordenó a los bancos públicos, bajo su control, que no siguieran aportando los bonos de su inventario para seguir alimentando las subastas diarias. El monto de dólares asignados vía SITME se redujo drásticamente, con las consecuencias que ya estamos viendo: empresas que no consiguen dólares para continuar sus operaciones; una lechuga verde que casi se triplica en apenas siete meses; una escasez que se comienza a evidenciar incluso en productos fundamentales; inventarios de productos importados agotándose a toda mecha en un país cuya economía produce muy poco de lo que consume.
¿Hacía adónde nos dirigimos? Depende de la resolución de un dilema que confronta el alto gobierno y enfrenta a los más altos personeros con la responsabilidad de manejar las finanzas públicas.  Se puede leer entrelíneas. Giordani quiere reducir el recalentado ritmo de endeudamiento. La creación de un organismo superior para la optimización del sistema cambiario no es más que la sujeción de CADIVI a un rígido presupuesto de divisas respaldado en ingresos reales; que reparta la escasez de dólares, lo más equilibradamente posible, entre todos los sectores de la economía. Por supuesto que no habrá para todos. El año pasado gastamos el doble de lo que nos entró.  Esta opción conducirá a un necesario enfriamiento de la economía con cierre de empresas, sobre todo las que comercializan productos de “lujo”, cantidad de gente quedándose sin empleo, los venezolanos tomando consciencia de que nos hemos convertidos en pobretones de solemnidad –despídase la mayoría de los móviles inteligentes; las tablets; los televisores pantalla plana; los automóviles; los materiales “premium” para la construcción; etc., sólo los muy ricos tendrán acceso a ello-.  Aterrizaremos a nuestra realidad. Es la opción más seria y responsable, ubicados ya en la coyuntura PERDER-PERDER a la que nos han arrinconado, lo cual no exime a Giordani de su culpabilidad por el pésimo manejo de nuestras finanzas públicas.
Pero hay otros que quieren continuar la fiesta, Merentes y compañía, por eso hablan de una bolsa pública de valores. El problema es cuáles van a ser los valores que se van a negociar allí. Dudo que haya un sector privado con la confianza y el deseo de inyectar sus dólares en dicha mesa de cambio. La mayoría de los instrumentos financieros que se transarán allí tendrán un origen público. Para el Gobierno pudiera ser negocio sacrificar parte de las divisas asignables vía CADIVI y canjearlas allí a un más alto precio a fin de financiar su déficit, pero eso restringiría más la asignación para la importación de lo prioritario con el consecuente costo de una inflación más democratizada. Lo más tentador seguirá siendo recurrir a más endeudamiento, es decir: una variante disfrazada del mismo SITME. Pero eso tiene un límite, porque en el exterior están más claros que nosotros sobre la crónica vulnerabilidad de nuestra economía. Más endeudamiento implicará incremento del riesgo país, pagable a expensas de mayores descuentos y tasas de interés para los futuros bonos que se emitan, realmente, onerosas -buscando tentar a los inversionistas a asumir el riesgo de seguir financiando nuestra alocada fiesta-.
Ninguna salida será buena. Un mensaje final para algunos voceros de la Oposición: dejen de endilgarle la responsabilidad del paquetazo a Maduro. No sé si se dan cuenta, pero están eximiendo a Chávez de la paternidad de la crisis ante los ojos de muchos de sus seguidores -con sus carencias para una visión integral, más de uno estará pensando que si Chavez estuviera realmente al frente no se habría devaluado-. Casi que lo reivindican, en vez de intentar ser más pedagógicos en sus análisis.  Bien bueno que haya regresado. Ojalá esté en capacidad de comprender la magnífica magnitud del desastre que él mismo ha creado con su trasnochado y equivocado modelo del Socialismo del Siglo XXI. He allí la visión de origen que nos ha traído a este pavoroso fin de la fiesta.

2 comentarios:

  1. Esto es solo parcialmente cierto. No en todos los casos se trataba de títulos nuevos; en muchos casos, el BCV hacía uso de su cartera de inversiones, en la cual hay gran cantidad de títulos venezolanos. El SITME era una permuta de bonos, solo que manejada por el BCV. Por eso ahora el gobierno quiere regresar a la permuta, para traspasar el problema de la paridad cambiaria a los particulares.

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  2. Seguramente estás en lo cierto, el inventario de bonos podía ser inicialmente muy grande e incluir títulos viejos, pero a la larga, del SITME seguir, la única forma de prolongarlo era emitiendo nuevos bonos de deuda. De todas maneras, gracias por tu sabio comentario, se que en el campo financiero tú estás mucho mejor informado que mi persona.

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Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.