Retornemos a los Fundamentos
Asdrúbal Romero (@asdromero)
En
estos tiempos de tanto desconcierto, sostengo que puede ser útil retornar a la
revisión de los fundamentos que, a nivel de los países democráticos más
desarrollados, se consideran las bases imprescindibles para alcanzar la
idoneidad de la dinámica política que
transcurre en ellos. Quizás, esta es mi hipótesis: podamos encontrar en dicha
revisión parte de las causas que nos han traído hacia este escenario de severo
desencuentro de las fuerzas opositoras y los ciudadanos –intra e inter-.
Cuando
las cosas no andan bien, el equipo no gana, se dice en el argot beisbolero: “let’s go back to basics” –retornemos a
los fundamentos-. Uno de ellos, cuando hablamos de procesos políticos, es el de
la necesaria existencia y cohabitación de partidos cuyo funcionamiento sirva de
soporte a una democracia siempre perfectible. Que los partidos son
indispensables para el funcionamiento de la democracia es una verdad tan de
Perogrullo, que algunos la utilizan para intentar acallar cualquier crítica que
se le haga a los partidos bajo la acusación de ejercicio nocivo de la
“Antipolítica”.
Los
partidos políticos son necesarios, sí, pero no cualquier tipo de partidos. Las
democracias exitosas han sido bien estudiadas. También los partidos políticos
que les dan sustento a ellas. En un foro organizado en el contexto de la
celebración de la FILUC, “Para seguir leyendo al País”, a raíz de una pregunta
que se me hiciera en mi carácter de panelista, proponía que los estudiosos de
las Ciencias Políticas acometieran una investigación. Que diseñaran un
instrumento contentivo de todos aquellos rasgos deseables de funcionamiento que
debieran ser satisfechos por los partidos políticos, que en nuestro ámbito
nacional afirman estar comprometidos con un cambio de régimen y la construcción
a futuro de una moderna democracia. En cada uno de estos ítems, una escala que
permitiera medir cualitativamente el grado de cumplimiento por parte del partido
bajo escrutinio del factor de deseabilidad en cuestión. Reconozco que es un
proyecto ambicioso porque debería involucrar el examen de todos nuestros
partidos, si ellos accedieran, extendido hacia todos los ámbitos regionales. El
objetivo: obtener un ranking de aptitud de estas organizaciones, de cara al
desafío que constituirá reconstruir una democracia donde los ciudadanos se
sientan representados en los partidos.
El
tema de la representatividad es fundamental. Desde hace muchos años, se ha
reconocido, a nivel de toda Latinoamérica, que el principal obstáculo para la
concreción de una agenda de democracia orientada hacia la ciudadanía es la crisis
de representatividad de sus partidos políticos. Según el Latinobarómetro: en
2008 el 77% de los electores tenía ninguna o baja confianza en los partidos. En
Venezuela, esta crisis hizo su erupción en la década de los 90 dando paso a la
emergencia de esta pesadilla de la cual todavía no sabemos cómo salir. A muchos
se les ha olvidado y recargan toda la culpa del surgimiento del fenómeno
político del Chavismo en la “Antipolítica”.
En
mi opinión, este es un argumento sobre simplificador de la realidad de aquel
entonces. Una posición extrema que se contrapone a otra también extrema, y
sobre simplificadora, que le achaca toda la responsabilidad a los partidos. Hoy día, vemos como esta confrontación
maniquea entre el blanco y el negro reitera su presencia en el debate político. Se ha generado toda una corriente de opinión
que les endilga toda la responsabilidad de la debacle electoral del 15 de
octubre a los abstencionistas y a los
ciudadanos que no sólo se dejaron, supuestamente, seducir por ellos sino que,
además, tampoco se movilizaron a participar en las protestas de las semanas
anteriores con la cuantía requerida. En simultáneo, otros tantos generadores de
opinión recargan la tinta de la culpabilidad sobre los errores, incoherencias y
traspiés de los líderes de los partidos aglutinados hasta ese evento alrededor
de la MUD. Se me podrá acusar de un cómodo eclecticismo, pero es mi más sincera
y profunda convicción que las dos corrientes no son disyuntivas, como algunos
pretenden, sino contributivas en el sentido de que ambas aportan con su verdad
parcial a la explicación de lo que ha venido aconteciendo en el mayoritario
flanco opositor. Todos, partidos y ciudadanos, le hemos añadido ingredientes y
condimentos a este caldo indigesto que no terminamos de hallar la forma de cómo
digerirlo.
En
ese “todos” debemos incluir a los cómodos ciudadanos que no terminan de
entender que este descomunal problema que afrontamos es de todos y que ya basta
de exonerarse de responsabilidades asignándole exclusivamente a los partidos la
titánica tarea de resolverlo. Pero también hay que incluir a todas las fuerzas políticas.
A las que salieron derrotadas pero que,
sintiéndose arropadas por el argumento extremo de señalar como única causa de
su derrota al abstencionismo, continúan en una endemoniada dinámica hacia
adelante como si nada hubiese ocurrido. No han dado muestras de haberse
detenido a pensar si su problema pudiera ser el de haber perdido la conexión
con sus supuestos representados. Hablan de Unidad, Unidad, Unidad…, pero tampoco dan muestras de haber hecho
esfuerzos en la dirección de cómo recomponerla. Y también son responsables, las
otras fuerzas que ubicadas en la otra esquina del maniqueo boxeo blanco versus negro, pierden representatividad
al no percibir los ciudadanos de a pie claridad ni concreción en la prometida ruta
alternativa que nos conducirá al cielo –porque sí, ese día que hayamos salido
del Régimen me sentiré como en el cielo-. Critican a los otros de haber acabado
con la “calle” pero tampoco se muestran ellos con la potencialidad de
organizar “su calle”, quizás porque tengan
miedo de que a ellos sus supuestos representados tampoco les acompañen.
En
definitiva, que estamos todos quedando muy mal como país. ¡Todos! Y que en este
trágico escenario del desencuentro, parece evidenciarse, de nuevo, una crisis
de representatividad de los partidos. ¿Qué hacer? “Let’s go back to basics”. Los partidos deberían hacerse un profundo
examen de conciencia sobre si lo están haciendo bien como partidos. ¿Están
trabajando en la consolidación de una organización celular que les proporcione
cobertura geográfica a sus iniciativas estratégicas, más allá de lo mediático?
Esto es fundamental de cara al reto de convertirse en un auténtico partido
moderno. Estoy consciente de la dificultad de avanzar en este aspecto en el
contexto específico del país como lo tenemos y las severas restricciones de
financiamiento, pero aún con todas las limitaciones no se debería perder el
norte de hacer todo lo que se pueda, y donde se pueda, para ir ganando terreno
en esta dirección. Si al menos se hubiese avanzado en el ámbito de los
bastiones opositores, otro gallo hubiese cantado el 15O.
¿Se
está trabajando en la estructuración y fortalecimiento de los organismos
funcionales? Esto es básico de cara a la instalación de mecanismos de
articulación con la sociedad civil. Se necesitan urgentemente las fracciones
partidarias de jóvenes, gremios
profesionales, educadores, organizaciones obreras, universitarias, etc. Cada
una de ellas haciendo política en su ámbito natural. ¿Cómo está funcionando la
democracia interna? ¿Existe confrontación de ideas en el partido y se respeta
su diversidad? ¿Se producen documentos sobre estas discusiones? ¿Se trabaja en
el diseño de una visión estratégica compartida por todos los miembros del
partido? ¿Cómo anda la formación de los dirigentes del partido a todos los
niveles?
¿Se
trabaja en el diseño de una narrativa política y los diversos instrumentos de
comunicación para poderla permear hacia todos los ciudadanos en sus diversos
niveles de formación? ¿Disponemos de mecanismos para elegir a los mejores para
el ejercicio de las funciones públicas que el partido vaya a asumir? ¿Se han
incorporado mecanismos meritocráticos para la designación de los
representantes? ¿Se han creado las condiciones para que intelectuales,
empresarios, en general ciudadanos con trayectoria en otros ámbitos no
políticos pero con inquietudes, puedan incorporarse con cierta comodidad a las
labores del partido?
Podríamos
continuar postulando interrogantes como esta, pero no se trata de diseñar en
este artículo el instrumento al cual hicimos referencia. Estamos conscientes, lo
reitero una vez más, de que los positivos
de las respuestas a todas estas interrogantes apuntan hacia un ideal muy
difícil de construir habida cuenta de las nefastas circunstancias. ¿Pero al
menos se tiene claro el norte de hacia dónde deben enfocarse las actividades
del partido y se ha comenzado a trabajar en cada una de las áreas? Porque el
quid de la cuestión es el siguiente: Tenemos por delante el formidable reto de
reconstruir al país; y lo queremos hacer en democracia; necesitamos para ello
de partidos idóneos con visión de modernidad. No se vale eso de que ahora
tengamos partidos mediocres, chucutos, que luego, cuando lleguemos al poder,
los vamos a reconvertir de la noche a la mañana en los partidos que se
requieren en esa visión del gran país del futuro que pretendemos vender. En
consecuencia: la gran pregunta que deberían hacerse al interior de todos
nuestros partidos es si ellos ya se están preparando para funcionar como los
partidos de esa vigorosa democracia que nos venden como en un sueño. A lo
mejor, al calor de estas respuestas, a preguntas que quizás ahora parezcan como
inoportunas, podamos conseguir algunas claves de por qué la representatividad
de los partidos vuelve a estar siendo tan comprometida.
Certero cuestionamiento a la existencia de partidos convertidos en club de fanáticos simpatizantes de fulano, sin ningún análisis de nuestra realidad sobre el cual fundamentar un programa de acción que le permita llegar a las masas. Tarea titánica pero necesaria en estos momentos de dictadura
ResponderEliminarAsdrúbal: felicitaciones por el contenido de tu artículo. Quizás uno de los mayores retos que deben afrontar las organizaciones partidistas, además de los aquí planteados por ti, sea la calibración cualitativa de sus voceros. Me explico brevemente: como "electorero" - interés supremo en el caudal de votos a favor - tenga un tipo de dirigente; pero, como formador de "ciudadano político" se necesita formación y, lamentablemente, lo que se percibe es que el individuo venezolano no está adecuadamente formado como tal y su formación profesional, dadas las circunstancias de inestabilidad emocional en el interior de los centros de estudio, lo profundiza aún mas. La tarea no es fácil y los dirigentes sustitutos solo están copiando el modelo anterior y ¿cual es ese modelo? el de aparecer, el de exhibirse, el de prometer lo imposible, el de besar viejas, cargar niños, saltar charcos y el de comer en sitios costosos acompañados de una "trouppe".
ResponderEliminarExcelente contenido y muy aterrizado en la realidad que vivimos...so Let’s go back to basics
ResponderEliminarEstimado Asdrúbal, ciertamente hay que volver a las bases y añadiría a las bases de ser ciudadano como elemento fundamental para construir partidos con visión de ciudadanos y no de oportunidades de enriquecimiento o de poder para avasallar.
ResponderEliminarSaludos,
José
Como siempre excelente artículo Asdrúbal. Los partidos políticos Venezolanos no se han desarrollado. Los integrantes de un partido debieran tener como norte el mejoramiento personal y profesional. Un partido debiera estar formado por persona con suficiente curriculum para ser directivos de éste. La palabra meritocracia debiera estar dentro de cualquier formación, sea política o no.
ResponderEliminarPor supuesto que los partidos debieran “let’s go back to basis”, pero siempre adaptándose a la nueva realidad mundial. Tal como dice Nelson, la tarea no es fácil, hay que construir partidos con los mejores en el sentido estricto de la palabra.
Primero felicitarte por tu dedicación a estos temas, que es precisamente en las cabezas pensantes donde deben estar.
ResponderEliminarRespecto a los partidos, va una opinión: teóricamente son un instrumento para ejercer la soberanía popular; en la práctica sólo se ejerce la soberanía de las cúpulas de los partidos. El militante es utilizado; a su vez ese militante espera a cambio un puesto, una ayuda (sino un "no me de pero póngame donde haya").
El cambio profundo que aguarda en Venezuela -¡y que va a darse!- debería aprovecharse para revisar el concepto de partidos. Hoy día hay enfoques novedosos, el del recién fallecido Gustavo Bueno por ejemplo, donde ya no es de Perogruyo "que los partidos son indispensables para el funcionamiento de la democracia".
La reconstrucción del estado pasa por superar todos los mitos sobre partidos y democracia.
Abrazaco René. No conozco a ese autor al cual te refieres. Mándame, por favor, información sobre sus artículos o publicaciones. Saludos.
EliminarMuy bueno tu analisis. Estamos confrontando una situación compleja y riesgosa. Los canales institucionales diseñados para promover y llevar a la práctica los cambios necesarios no existen. Los actores políticos tradicionales se encuentran desprovistos de narrativas ajustadas a las circunstancias. En su lugar, una suerte de pragmatismo clientelar prevalece en sus lógicas organizacionales. La población sumida en pobreza extrema no tiene formas de expresar su descontento y resistencia. No se ha elaborado el relato apropiado que procese el malestar ciudadano y lo transforme en conducta política colectiva.
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