Un largo primero de enero
Asdrúbal
Romero Mujica (@asdromero)
Se me ha hecho
largo este primero de enero de 2014. Al igual que el día de Navidad, las salas
de cine cerraron sus puertas. Leo en sustitución: “Historia Menuda de un País
Que Ya No Existe” de una magnífica Mirtha Rivero –también autora de “La
Rebelión de los Náufragos”-. No sé si sea cósmica coincidencia, pero sus páginas
se alinean en resonancia con esa sensación de un país diferente donde ya no
podemos hacer las mismas cosas. Como cinéfilo fraguado al transcurrir de los
años, internalizo con tristeza que ya no pueda cumplir con la tradición de ir
al cine en estos particulares días. Quizás sea que nos estamos haciendo viejos y nuestra sensación no sea más que una vana
resistencia al imparable tren del progreso, pero, la verdad: no lo siento así.
Al parecer: una nueva lógica económica- laboral, leyes que van en una dirección
contraria a lo que se requiere en nuestro improductivo país, da pie a que
muchos venezolanos como yo nos veamos impedidos de honrar una sencilla
tradición.
El país que
conocimos se nos desvanece hasta en la posibilidad de concretar las más
sencillas realizaciones y no es cuestión de progreso, que es lo preocupante. Ha
sido este pensamiento el que me ha impulsado a sentarme a escribir estas
líneas. Tenía exactamente veinte días sin hacerlo. Les confieso que en estos
últimos días del año que fenecía, sentía una gran resistencia interna a
hacerlo. ¿Para qué escribir? –me preguntaba-. Para cualquier articulista que se
precie de serlo y yo sigo intentando convertirme en uno, la tradición demanda
en estas transiciones de un año al siguiente: la elaboración de un mensaje
esperanzador o un concienzudo enunciado de pronósticos. Ninguna de las dos
opciones se me iba a dar bien. En éste, mi primer artículo del 2014, me aboco a
presentarles las razones por las que lo creía.
Después de haber
leído decenas de balances sobre los resultados electorales del 8D y más allá de
los cálculos numéricos que cada cual pueda hacer sobre quién ganó o quien
perdió dicha contienda, yo no puedo auto engañarme con relación a lo que, muy
personalmente, siento sobre tales resultados. Ya no es cuestión del calor del
momento ni de la primera impresión –muy negativa, por cierto-, ya han
transcurrido suficientes días como para que se haya consolidado un sentimiento
más frío y objetivo al respecto. Debo señalar antes, que le había adjudicado al
resultado nacional del 8D: el carácter de indicador de cuán consciente podría
estar la porción de electores no claramente identificados con el Chavismo sobre
el inminente derrumbe económico al que todos estaremos expuestos. Tal consideración
la hice, habida cuenta de la evidente concreción, en los meses transcurridos de
abril a diciembre, de los pésimos pronósticos que nos habíamos atrevido a
enunciar en varios artículos escritos con anterioridad. Los mismos se referían
al acelerado empobrecimiento nuestro como pobladores de este país: la súbita
escalada del dólar paralelo; su incidencia real en el precio de muchos de los
artículos que consumimos; el sostenido y perverso incremento de la escasez en
una vasta diversidad de rubros; etc. Debo decir también, aunque suene
presuntuoso de mi parte, que tales pronósticos a pesar de lo pesimistas que
podrían haber parecido en su momento –quizás hasta aventurados y extremadamente
audaces- fueron absolutamente acertados por cuanto
fueron, de hecho, superados por la nefasta realidad que estamos sufriendo.
Expresado lo
anterior, no me resta más que decir: el Resultado Nacional 8D me transmitió un
mensaje sumamente desalentador sobre la capacidad de reacción que tenemos para
no dejarnos llevar por el despeñadero por el cual, precisamente, nos están
conduciendo. Este sigue siendo mi sentir. Cuando he intentado hacer ejercicios
de introspección para identificar allá dentro qué es lo que lo alimenta (nótese
que estoy comunicándome en un plano que excede lo estrictamente racional), creo
que el quid de la cuestión reside en que
sigo sin comprender cómo dos millones y medios de electores que votaron por
Capriles en abril, no salieron a ratificar en las urnas su sentimiento opositor
a este mal gobierno, siendo el caso que
en diciembre disponían de elementos de información más evidentes sobre el grave
problema en el que nos han metido (incluyendo el trasfondo de todo lo que
inspiró la estrategia del Dakatazo). Y no se trata de que desconozca muchos de
los factores que podían desalentar el voto opositor: el agotamiento del modelo
MUD, los enredos y conflictos políticos a nivel local (verbigracia: Carabobo).
Si alguien ha sido un señalador crítico de estos factores he sido yo. No
escribo para caerle bien o mal a uno u otro lado de la ecuación política
nacional o regional. De hecho, creo que soy de los que terminan cayéndole mal a
los dos lados y no me importa. No me mueven a escribir aspiraciones de poder, sino mantenerme integramente fiel al principio
de honestidad con mis lectores. Puede ser que me equivoque, pero no les voy a
mentir por conveniencia. Ahora bien, retornando al tema: mi punto era que todos
esos factores desalentadores “podían” pero no “debían” alejar al voto opositor
de su compromiso ciudadano, porque, en definitiva, su naturaleza era
verdaderamente secundaria frente a los graves problemas que ya habían comenzado
a evidenciarse. Al final: no concurrieron a las urnas; arrugaron; me equivoqué;
ahora todo será, políticamente, mucho más arduo y difícil.
Ya al final de
este largo primero de enero, mientras veo a mi señora madre cabecear frente al canal
televisivo en el que irradian las predicciones astrológicas para el 2014 de Alfonso León, tomo consciencia que he
escrito un resumen del 2013 de mis “temores confirmados”. ¿Cómo podría haber
escrito un mensaje esperanzador? Con relación a los pronósticos, nada de lo que
he visto entre el 8D y este primer día del año ha comenzado a revertir
tendencias en lo económico, así que los problemas siguen profundizándose y los
pronósticos se agravan. Nada de lo que se anuncia detendrá al “innombrable”,
pero ya habrá tiempo para hablar de ello. No fui al cine a ver “Papitas, Maní y
Tostón”, para lo cual pensaba a invitar a una vieja amiga maracucha y chavista
-intentaría hacer las paces-, pero me senté a exorcizar mi desmotivación para
escribirles.
Comparto mi desmotivacion..debemos buscar soluciones.activarnos
ResponderEliminarComparto totalmente las lamentables conclusiones de este articulo. Sera que no hay forma de hacer que se produzca una toma de consciencia en esta porcion de la poblacion opositora?
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