domingo, 26 de enero de 2014

OTRO POTE DE HUMO

Otro Pote de Humo 

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

Las redes sociales han alcanzado una intensa agitación, a raíz de la publicación en Gaceta de las nuevas providencias del CADIVI que no desaparecerá sino que cambiará de cachucha. De todos los tweets que he alcanzado a leer, voy a compartir dos con ustedes por haberme parecido particularmente inteligentes. De Alicia Hernández, a quien no conozco pero me gustaría conocerla, cito textualmente: Al Gobierno no le preocupa tu molestia por el cupo. Al contrario. Hace que no hables de “las otras cosas”. 
Evidente, mi querida Watson –le diría yo si la tuviese cerca. El Gobierno ha tenido éxito en su maniobra distractora.  Todo el mundo anda rechinando los dientes por los benditos cupos y poco se habla de lo “otro”, a menos que sea una víctima del “nuevo esquema de vida” en el que nos vemos inmersos. Por ejemplo: alguien a quien le hayan robado la batería de su automóvil –la “nueva moda”-  y no logre conseguir en el mercado otra para reemplazarla. El Gobierno, no totalmente satisfecho con su éxito, se ufana en publicitar, incluso internacionalmente, que el “nuevo esquema cambiario” le permitirá ahorrar 1576 millones de dólares, cuando este monto representa apenas un 3% de la cuantiosa deuda cuya obligación de pago es inmediata.
Este gobierno es tan opaco en su administración, que se nos hace extremadamente difícil, a quienes queremos hacerle un seguimiento al problema de la escasez de dólares, lograr juntar las cifras que nos permitan armar el rompecabezas. Como lo dice Julio Jiménez Gédler (alias @Juliococo) en otro tweet que no es de los dos que comentaré: “A esta fecha, aún no conocemos cuánto petróleo se produjo, cuanto se vendió y a qué precio, ni cuantos dólares entraron en 2013”. Así es, la opacidad es marca de fábrica de este régimen para poder seguir engañando. Pero, poco a poco, las cifras de la verdad van emergiendo y, por cierto, ellas se van ajustando al oscurísimo escenario que habíamos avizorado. Por ejemplo, en esta semana que transcurrió, la firma Ecoanalítica publicó un informe en el que se detallan las deudas en dólares con el sector privado: ¡51,9 millardos! Aclaremos algo: no se trata de una deuda contraída por el Estado con compromisos de pago a futuro. Ya se sabe que la deuda externa del país es mucho mayor y tampoco se conoce con exactitud a cuánto alcanza ya. La deuda a la que se refiere Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, involucra sólo montos que ya debieron haber sido cancelados al sector privado, por concepto de importaciones autorizadas por CADIVI y no liquidadas, expropiaciones no pagadas, compromisos de pago incumplidos con contratistas internacionales del sector petrolero y empresas mixtas de la Faja del Orinoco, y así podríamos continuar con un prologando etcétera. Este es el monto que tiene de cabeza al Gobierno y del cual no quiere que se hable. Por eso, aparenta haber trabajado intensamente estas primeras semanas de enero para emerger, finalmente, con la “gran solución” que se cranearon: el novedoso “esquema cambiario” que les permitirá ahorrar, ya se los dije, apenas un 3% del faltante de caja que tienen. Porque viene a ser eso, después que se rumbearon los dólares, lo que quieren que pase debajo de la mesa es ese vulgar, aunque gigantesco, faltante de caja; como cualquier cajero que se hubiese ido a la discoteca a rumbearse el 97% de una nómina que debía cancelarse al día siguiente.
Traigo a colación el segundo tweet, éste de Rafael Uzcátegui (alias @fanzinero): “Si a ud lo que más le molesta ahora es la reducción de Cadivi tiene problemas de percepción de la realidad”. Gravísimos, le añado yo. El problema es que en ese monumental faltante de caja están los 463 millones que le adeudan a Empresas Polar, la mayor productora de alimentos procesados en nuestro país que ya advirtió sobre el riesgo de paralización de sus operaciones. En la misma línea, advierte el Presidente de Fedecámaras, Jorge Roig, en El Nacional (24/01): “Empresas se paralizarán por falta de divisas”. Según él, las líneas de crédito internacionales que todavía no se han cerrado para Venezuela, están a punto de serlo. ¿Hacia dónde vamos? Cierre de empresas, desempleo masivo, dantesca escasez e híper inflación. Todo esto se veía venir, pero algunos parecen más preocupados porque ahora sus compras en Amazon les saldrán más caras. ¿Qué será esto? ¿Domesticación?
En ese escandaloso faltante de caja está el papel que le hace falta a los periódicos para poder circular normalmente. Me decía la Lic. Tibisay Romero, con ocasión del acto de “Valencia se respeta” el 23 de enero en la Plaza Sucre: “el problema del papel es mucho más grave de lo que la gente se imagina”. ¿Y el de las líneas aéreas? A todo esto habría que sumarle el problema de las divisas para este año. Ya Ramírez dijo: el sistema cambiario dispondrá de 42 millardos de dólares para todo el año –otra cifra que nos habíamos craneado a pesar de la opacidad gubernamental. No se sabe si a este monto habría que sustraerle lo correspondiente al servicio de la deuda, que algunos estiman hasta en 18 millardos (Econ. Jose Luis Saboin), pero en nuestra cacería de información pronto lo sabremos. Aun no siendo así, el monto es a todas luces insuficiente para atender las necesidades de una economía a la que se le ha mantenido artificiosamente engañada.
El problema más grave para el Gobierno es el faltante de caja. No halla cómo resolver y trata de esconder la implosión de su equivocado modelo, además plagado de corrupción e ineptitud. Se dice por allí que tiene ya varios meses conversando, secretamente, con el FMI para un crédito por 50 millardos ¡Bingo! No me consta que sea verdad, en todo caso: no me imagino a este socialismo del siglo XXI vendiéndole a sus ya alborotadas bases el tipo de ajustes al que obliga el FMI, ¡aunque caraduras serán hasta la sepultura! Tampoco alcanzo a imaginarme al FMI haciéndole ese gran favor político a este gobierno. Aquí lo que nos sale es obligarles a que renuncien. Con este régimen, ya va resultando harto evidente que no hay salida. ¡O salen ellos o implosionaremos todos!

domingo, 19 de enero de 2014

Sobre la elección de autoridades en la UC.


¿Habrá elecciones en la UC este año?

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)


En estos primeros días del 2014, adondequiera que vaya y me encuentre con gente de la UC me hacen la misma pregunta. Dependiendo del tiempo de que disponga,   a veces me extiendo en una larga explicación –como me ocurrió en una de esas colas bancarias interminables y tan habituales en nuestro país-, en otras me limito a desplegar un gesto de duda. Mis ocasionales interlocutores suelen mostrar sorpresa ante mi respuesta gestual o extendida, por lo que he considerado propicio democratizar mi opinión al respecto.

Con respecto a lo que piensa el Gobierno o mejor, aclaro, lo que se filtró pensaba el Ministro que ya salió (Calzadilla): es casi inexistente la posibilidad de que este año se elabore algún tipo de norma que reglamente con especificidad la novedosa modalidad de estructuración del claustro elector que, muy ambiguamente, se nos ha impuesto por la vía del aparte tercero del Artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación (LOE). La razón es política. Con la creación por parte del Estado de nuevas universidades oficiales, el sector incluye ya treinta instituciones -según memoria MPPEU de 2012- de las cuales sólo un reducido grupo tiene tradición de elegir a sus autoridades. ¿Para qué entonces se va alborotar un avispero? La puesta en vigencia de un reglamento electoral nacional significaría, en la práctica, una inminente convocatoria a elecciones incluso en aquellas instituciones donde el Ejecutivo disfruta de la prerrogativa de designar a dedo sus autoridades, además con una frecuencia de cambios que llama poderosamente la atención. Hay quienes dicen que la aprobación de un reglamento de tal naturaleza, no generaría en ese hemisferio del planeta universitario donde prevalecen la sumisión y no disidencia ninguna protesta para que se celebrasen elecciones, pero quién sabe. A juzgar por el reconocimiento tras bastidores de Calzadilla, de su preferencia a tener que cohabitar con el trío de “Cecilia, Jessy y Rita” en un CNU mayoritariamente oficialista, en contraposición con el riesgo de perder el poder mágico de su dedo, reitero mi impresión que el Régimen en muy poco coadyuvará para que se celebren elecciones universitarias. Obviamente, esa preferencia del ex ministro, a quien le sería imputable cualquier interpretación peyorativa de lo colocado entre comillas, debía contar con la complicidad de las más altas instancias del Gobierno, por   lo que no creo que la entrada de un nuevo ministro modifique en algo la conclusión ya enunciada.

Señalado lo anterior, planteo la cuestión: qué factores deben sumarse en el seno de una institución para que, a pesar de la inexistencia de un reglamento nacional, puedan darse sus elecciones. En el caso específico de nuestra UC, la Rectora, mediante declaraciones suministradas a los periódicos locales, ha manifestado que este 2014 será el año de renovación de todas las autoridades vencidas. Sin embargo, su ejecutoria previa con relación a este asunto la tiene entrampada. Designó una comisión rectoral que no ha mostrado avance alguno al respecto y la percepción que se tiene, a nivel de diversos sectores de opinión de la comunidad universitaria, es que en el diseño de su integración prevaleció un propósito gatopardiano. En lo que a mí respecta, tengo el máximo respeto por el criterio jurídico de varios de sus miembros. Mi punto es, sin embargo,  que el análisis del problema requiere de una perspectiva más amplia que la estrictamente jurídica.

Si lo jurídico fuese el único aspecto a considerar, yo me inclinaría porque la Universidad, en ejercicio pleno de su autonomía, hiciera respetar el marco legal y reglamentario vigente y se procediera a realizar las elecciones con la integración tradicional de claustro universitario. Esto equivaldría a una especie de declaratoria en rebeldía ante los poderes nacionales, habida cuenta que han sido éstos los que, precisamente, han incumplido con su deber de producir la legislación “especial” estipulada en la segunda disposición transitoria de la LOE. Es decir: prevaleciendo el vacío legal no llenado en cuanto a la legislación específica para las instituciones universitarias, éstas deberían proceder de conformidad a la Ley de Universidades vigente. Por otra parte, estoy convencido que en las circunstancias actuales, el asumir este criterio no conduciría al objetivo deseado: el de lograr la elección de las nuevas autoridades. El Régimen, a través de la aprobación de la LOE ha creado expectativas  a los gremios y otros sectores de la comunidad –docentes contratados y egresados- y cualquier pretensión de evadir la satisfacción de tales expectativas generaría una lluvia de demandas interpuestas ante los tribunales con la finalidad de suspender el proceso electoral. No es difícil predecir lo que ocurriría: a nivel de las máximas instancias tribunalicias se dictaminaría en consonancia con el interés del Gobierno.

¿Qué se impone entonces? Trabajar a marcha forzada en la elaboración de un reglamento electoral interno que sea lo más concertado posible, sobre todo con los gremios (ya sabemos que la concertación total y absoluta es imposible en la Universidad). Ya el tiempo para concertar una solución reglamentaria en el ámbito de todas las universidades autónomas pasó. Una verdadera lástima, porque esto le habría aportado  una gran fortaleza al instrumento normativo que se aprobase y habría resultado mucho más difícil para el Gobierno bloquear su aplicación. Esta fue una propuesta que en su momento hicimos. Pero además de la máxima concertación interna factible, al reglamento debe dotársele del mejor blindaje jurídico alcanzable con relación a “la igualdad de condiciones de los derechos políticos de los y las integrantes de la comunidad universitaria”, de conformidad a lo que establece el ya mencionado aparte tercero. Esto es de suma importancia, porque no faltarán los desadaptados que, yendo en contra del más amplio consenso interno que se pueda conformar, recurran a los tribunales a fin de conspirar contra el ejercicio de la democracia universitaria, principio fundamental de nuestra autonomía. En este sentido, me atreví hace ya algunos meses a presentar en dos entregas del artículo “Elecciones Universitarias” –las cuales pueden leer en este blog- una propuesta concreta. Lo hice con la mayor buena fe, buscando romper el celofán a fin de que se iniciara una discusión. Nadie exteriorizó algún comentario en esta universidad autista que tenemos hoy por hoy. Mucho menos: invitarme a un foro o al seno de cualquier comisión ad hoc que se designara para recibir la exposición de mis ideas. Ni siquiera tuve apoyo público de los varios y diversos actores políticos que me incentivaron a que plasmara por escrito una propuesta. Todo esto, a pesar de mi condición de ex rector y de haber manifestado en múltiples ocasiones mi firme disposición a no ser candidato a nada dentro de la UC.

Se comprenderán ahora mis dudas con respecto a la reiterada interrogante que me han hecho en estos inicios de año. Percibo extremado cansancio en los miembros de la comunidad con respecto a esta gestión rectoral, notablemente superior a lo naturalmente comprensible en estos tiempos de crisis y de fin de período rectoral. Por cierto, la última vez que varias personas se me acercaron para interpelarme con la consabida pregunta fue en el velatorio de Gloria Araujo, quien fuera Jefe de Nómina en mi época como Vicerrector Administrativo y Rector. Una gran colaboradora, excelente empleada universitaria y digna representante de esos héroes anónimos que laboran en el Rectorado y dan todo de sí para que la Universidad siga administrativamente funcionando. Estas líneas las he escrito en homenaje a ella, en remembranza de esa universidad que fue y ya no es.

martes, 14 de enero de 2014

¿Será Caradurismo o Ignorancia?

Caradurismo por la Paz y la Vida

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

Lucía muy relajado y lleno de confianza mientras lanzaba. Lo hacía con ventaja con relación al pitcher del equipo contrario: por encima del hombro a pesar que la caimanera era de softball, quizás un mensaje no tan subliminal de que para él, al igual que para su antecesor, las leyes y reglas no se aplican con la misma obligatoriedad de observancia que para el resto de los mortales. Es muy sano, pensé, que un presidente sometido a tantas presiones como las que conlleva su alto cargo, pueda disfrutar de un momento de grato relax; pero yo no podría, en sus circunstancias,  mostrarme ante el país con esa cara de satisfacción propia del que ha cumplido bien con sus deberes. Cada día que transcurre sin que se comiencen a tomar las obligantes decisiones que ameritan la compleja crisis económica que aqueja al país, lo deberíamos valorar como una señal de crasa irresponsabilidad de parte suya.
En verdad, es como si cada día se le aplicase una vuelta de tuerca adicional a una crisis que ya está lo suficientemente complicada como para que se piense, alegremente, que todavía se puede seguir difiriendo su atención sin que de ella se deriven sus implacables efectos. Se han pasado todos estos primeros días de enero discutiendo si disminuyen el cupo para viajeros e incrementan el de internet, como si estos renglones de egresos en dólares para el usufructo de las personas naturales  constituyeran el nudo gordiano del gravísimo problema que representa para el país: la ya crónica escasez de dólares. A juzgar por lo que nos revela Blanca Vera Azaf en “El Nacional” (9/1/2014): las facciones de los “radicales” y los “pragmáticos” en el gabinete económico se caen a dentelladas en la toma de decisiones sobre un asunto que no representa ni siquiera la quinta parte del gasto anual en dólares del país. Luce como si estuviesen evadiendo entrarle al verdadero núcleo del problema o quizás, como me lo sugirió alguien, dejan filtrar esas informaciones  como maniobra distractora para mantener alejada nuestra mirada del verdadero corazón del drama. Mantienen a medio país en vilo, entrando todos los días a sus respectivas paginas bancarias a ver si ya tienen autorizados sus cupos de internautas. Mientras, nadie parece darse cuenta que en el núcleo de la crisis se continúa gestando un temible huracán.
¿Por qué no dicen cómo es que van a resolver lo de la deuda acumulada con el sector industrial que ya alcanza un rimbombante monto de quince mil millones de dólares? Esta deuda se ha generado, porque el BCV no ha tenido la disponibilidad en dólares para honrar el pago de las operaciones crediticias, debidamente autorizadas por CADIVI, para adquisición de las materias primas e insumos importados que requiere el sector industrial para sus operaciones. Los proveedores, muchos de ellos casas matrices de transnacionales que operan en el país, han venido postergando la dura decisión de cerrar sus líneas de crédito pero ya están al borde. ¿Qué va a hacer el Gobierno? ¿Va a dejar en “stand by” esa deuda y a buscarse nuevos proveedores en su sistema centralizado para compras internacionales? Esto implicaría la extinción definitiva del reducido parque industrial que nos queda en pie, con las gravísimas consecuencias de abrupto desempleo y pavorosa escasez, que en el mejor de los casos: sería “transitoria” hasta tanto el Gobierno resolviera el descomunal problema logístico de montar su “Big Mercal”, al cual todos los ciudadanos de este país tendríamos que recurrir para comprar desde un destornillador de estría hasta un automóvil.  ¿Se lo imaginan? ¿De verdad creen que este gobierno tiene la aptitud para resolver tan complejo problema logístico, cuando no ha podido hacerlo ni siquiera con los productos de alimentación más básicos? 
No desestimo la posibilidad de que esta cuerda de aventureros e irresponsables intente tan dantesca solución. Si han dejado que la crisis se incube hasta este punto, corriendo la arruga hasta el borde del precipicio, es porque son capaces de eso y más. Si lo hicieran, querría estar en primera fila para escuchar lo que van a decir los jerarcas de los sindicatos chavistas de las ensambladoras automotrices que, ignorantemente, se han plegado a la estrategia oficialista de destruir su principal fuente de trabajo, no obstante: los sueldazos que devengan –comparados a los de muchos profesionales en nuestro país, sobre todo los del sector educativo-; que vienen laborando en programaciones cada vez más reducidas debido a las continuas paralizaciones de planta y, no suficiente con lo anterior, que ingresan a sus bolsillos, anualmente, centenares de miles de bolívares por la reventa de dos automóviles que les asignan en cumplimiento de la cláusula de los “cupazos” contemplada en su normativa laboral. ¿Cómo se puede entender tanta locura? Mientras tanto, dan risa las tablas de precios para los diferentes automóviles que publicita el Gobierno, cuando todavía no ha decidido si va a pagar parte de la deuda a fin de mantener abiertas las líneas de crédito, ni cuál sería el valor del dólar a los efectos de la adquisición de los kits de montaje importados (CKD) para poder arrancar la producción este 2014, habida cuenta que las plantas ya prácticamente no disponen de este material.  ¿Será qué creen que pueden seguir engañando per secula seculorum?
Quienes ya no parecen creerles más son las líneas aéreas, a quienes les deben tres mil millones de dólares, ¡un monto que es comparable al de las reservas líquidas operativas de las que dispone el BCV! He aquí el quid de la cuestión, ¡el nudo gordiano pues!: sólo en un par de montos de deuda señalados, cuya exigencia de pago era para ayer, ya se supera en seis veces la liquidez del BCV que dirige el pragmático Merentes (NMJ) –y hay más deuda de este tipo: no he incluido en esta sintética reflexión al sector comercial-. ¿Por qué no nos dicen cómo van a resolver tan gigantesco entuerto? Esta es la verdad de un gobierno que ha creído que podría seguir tapando lo nefasto de sus ejecutorias ad infinitum, mediante el teatro de mantener el dólar en un valor extremadamente ficticio. Han estirado tanto la liguita que ella ya no da más, su sección transversal ya entra en el campo de estudio de la nanotecnología. Por eso es que no les queda más remedio que aumentar la gasolina en un salto de garrocha al cual le tienen pavor, pero Maduro no reconoce su necesidad ni su urgencia. No tenemos prisa, dice, mientras insinúa la salvación del Planeta como su auténtica motivación. Por eso, cuando haciendo zapping en mi televisor, me topé con la caimanera “arreglada” por la Paz y la Vida,  me quedé por tres innings viéndola. Me había impresionado tanto ese rostro inicial de Maduro tan rebosante de confianza en sí mismo, que quería saber: si en algún momento se escaparía de ese rostro aunque fuera un minúsculo destello de esa angustia que muchos venezolanos llevamos tiempo cargando entre pecho y espalda. ¡Nada! Cuando me obstiné, iba ganando ocho a cero. A la confianza se le había sumado un casi imperceptible rictus de soberbia. Me entró la duda si no sería un caso de redomada ignorancia y que, como a Chávez, nadie se atrevía a decirle la verdad. ¿O tendría conciencia sobre el polvorín que estaba montado? De ser lo segundo, les digo: yo no tendría vísceras para exhibir tanto caradurismo.

viernes, 3 de enero de 2014

La primera reflexión del 2014

Un largo primero de enero

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero)

Se me ha hecho largo este primero de enero de 2014. Al igual que el día de Navidad, las salas de cine cerraron sus puertas. Leo en sustitución: “Historia Menuda de un País Que Ya No Existe” de una magnífica Mirtha Rivero –también autora de “La Rebelión de los Náufragos”-. No sé si sea cósmica coincidencia, pero sus páginas se alinean en resonancia con esa sensación de un país diferente donde ya no podemos hacer las mismas cosas. Como cinéfilo fraguado al transcurrir de los años, internalizo con tristeza que ya no pueda cumplir con la tradición de ir al cine en estos particulares días. Quizás sea que nos estamos haciendo viejos  y nuestra sensación no sea más que una vana resistencia al imparable tren del progreso, pero, la verdad: no lo siento así. Al parecer: una nueva lógica económica- laboral, leyes que van en una dirección contraria a lo que se requiere en nuestro improductivo país, da pie a que muchos venezolanos como yo nos veamos impedidos de honrar una sencilla tradición.
El país que conocimos se nos desvanece hasta en la posibilidad de concretar las más sencillas realizaciones y no es cuestión de progreso, que es lo preocupante. Ha sido este pensamiento el que me ha impulsado a sentarme a escribir estas líneas. Tenía exactamente veinte días sin hacerlo. Les confieso que en estos últimos días del año que fenecía, sentía una gran resistencia interna a hacerlo. ¿Para qué escribir? –me preguntaba-. Para cualquier articulista que se precie de serlo y yo sigo intentando convertirme en uno, la tradición demanda en estas transiciones de un año al siguiente: la elaboración de un mensaje esperanzador o un concienzudo enunciado de pronósticos. Ninguna de las dos opciones se me iba a dar bien. En éste, mi primer artículo del 2014, me aboco a presentarles las razones por las que lo creía.
Después de haber leído decenas de balances sobre los resultados electorales del 8D y más allá de los cálculos numéricos que cada cual pueda hacer sobre quién ganó o quien perdió dicha contienda, yo no puedo auto engañarme con relación a lo que, muy personalmente, siento sobre tales resultados. Ya no es cuestión del calor del momento ni de la primera impresión –muy negativa, por cierto-, ya han transcurrido suficientes días como para que se haya consolidado un sentimiento más frío y objetivo al respecto. Debo señalar antes, que le había adjudicado al resultado nacional del 8D: el carácter de indicador de cuán consciente podría estar la porción de electores no claramente identificados con el Chavismo sobre el inminente derrumbe económico al que todos estaremos expuestos. Tal consideración la hice, habida cuenta de la evidente concreción, en los meses transcurridos de abril a diciembre, de los pésimos pronósticos que nos habíamos atrevido a enunciar en varios artículos escritos con anterioridad. Los mismos se referían al acelerado empobrecimiento nuestro como pobladores de este país: la súbita escalada del dólar paralelo; su incidencia real en el precio de muchos de los artículos que consumimos; el sostenido y perverso incremento de la escasez en una vasta diversidad de rubros; etc. Debo decir también, aunque suene presuntuoso de mi parte, que tales pronósticos a pesar de lo pesimistas que podrían haber parecido en su momento –quizás hasta aventurados y extremadamente audaces-   fueron absolutamente acertados por cuanto fueron, de hecho, superados por la nefasta realidad que estamos sufriendo.
Expresado lo anterior, no me resta más que decir: el Resultado Nacional 8D me transmitió un mensaje sumamente desalentador sobre la capacidad de reacción que tenemos para no dejarnos llevar por el despeñadero por el cual, precisamente, nos están conduciendo. Este sigue siendo mi sentir. Cuando he intentado hacer ejercicios de introspección para identificar allá dentro qué es lo que lo alimenta (nótese que estoy comunicándome en un plano que excede lo estrictamente racional), creo que el quid  de la cuestión reside en que sigo sin comprender cómo dos millones y medios de electores que votaron por Capriles en abril, no salieron a ratificar en las urnas su sentimiento opositor a este mal gobierno, siendo  el caso que en diciembre disponían de elementos de información más evidentes sobre el grave problema en el que nos han metido (incluyendo el trasfondo de todo lo que inspiró la estrategia del Dakatazo). Y no se trata de que desconozca muchos de los factores que podían desalentar el voto opositor: el agotamiento del modelo MUD, los enredos y conflictos políticos a nivel local (verbigracia: Carabobo). Si alguien ha sido un señalador crítico de estos factores he sido yo. No escribo para caerle bien o mal a uno u otro lado de la ecuación política nacional o regional. De hecho, creo que soy de los que terminan cayéndole mal a los dos lados y no me importa. No me mueven a escribir aspiraciones de poder,  sino mantenerme integramente fiel al principio de honestidad con mis lectores. Puede ser que me equivoque, pero no les voy a mentir por conveniencia. Ahora bien, retornando al tema: mi punto era que todos esos factores desalentadores “podían” pero no “debían” alejar al voto opositor de su compromiso ciudadano, porque, en definitiva, su naturaleza era verdaderamente secundaria frente a los graves problemas que ya habían comenzado a evidenciarse. Al final: no concurrieron a las urnas; arrugaron; me equivoqué; ahora todo será, políticamente, mucho más arduo y difícil.
Ya al final de este largo primero de enero, mientras veo a mi señora madre cabecear frente al canal televisivo en el que irradian las predicciones astrológicas para el 2014  de Alfonso León, tomo consciencia que he escrito un resumen del 2013 de mis “temores confirmados”. ¿Cómo podría haber escrito un mensaje esperanzador? Con relación a los pronósticos, nada de lo que he visto entre el 8D y este primer día del año ha comenzado a revertir tendencias en lo económico, así que los problemas siguen profundizándose y los pronósticos se agravan. Nada de lo que se anuncia detendrá al “innombrable”, pero ya habrá tiempo para hablar de ello. No fui al cine a ver “Papitas, Maní y Tostón”, para lo cual pensaba a invitar a una vieja amiga maracucha y chavista -intentaría hacer las paces-, pero me senté a exorcizar mi desmotivación para escribirles.