Recapitulaciones sobre esta crisis universitaria
Parte III
Un trapo rojo que no debe desviarnos de nuestra lucha
Cuando publiqué la segunda parte de estas recapitulaciones, 22 de noviembre de 2010, lo que estaba planteado era la recuperación del salario de los trabajadores universitarios, como uno de los elementos indispensables en una lucha inspirada por un objetivo de más profundo aliento: el reconocimiento de “la vigencia y pertinencia del rol que siguen jugando nuestras instituciones universitarias en esta sociedad donde el conocimiento es cada vez más subestimado”. Pronosticaba que no se produciría en el transcurso de lo que restaba de año ningún anuncio de aumento para los universitarios y así fue. Todo lo contrario, repentinamente, la amenaza de aprobar una ley para el sector por parte de una agónica asamblea nacional se hizo inminente. Una ley de la que se venía hablando desde que se aprobó la Ley Orgánica de Educación (LOE), de la que no se conoció una versión estable que animara a iniciar en el ámbito de las instituciones una discusión seria sobre ella, sino más bien anteproyectos que sólo servían para alimentar rumores. Por ello, sería más exacto decir que era una ley acerca de la cual se rumoraba –sobre todo los aspectos electorales-. Que si los jubilados no votaríamos, que todos los egresados tendrían derecho a elegir, que finalmente se exigiría la condición de ser doctor para poder ser electo autoridad universitaria, etc.; si les digo la verdad: nunca he creído que bajo este régimen se apruebe una nueva ley universitaria, sencillamente porque no es materia prioritaria para Chávez. Ya él ha instalado su sistema universitario paralelo que le suple sus necesidades –bastante menguadas por cierto en el plano intelectual y académico- y a las universidades de verdad las tiene pasando aceite, una metáfora coloquial que me engancha por su exactitud para describir la situación que sufrimos, entonces para qué va a querer Chávez un novedoso instrumento legal que rija el quehacer universitario de su comarca (los argumentos a este respecto son tratados con mayor largueza en la segunda entrega de estas recapitulaciones). De pronto, en medio de la lucha por el presupuesto y un salario justo, surge la algarabía: la nueva ley de universidades (LEU) va a ser incorporada a la agenda de emergencia, casi toda ella inconstitucional, que las desgastadas focas habrán de aprobar antes de que su período culmine. Debo reconocer que fui sorprendido por la noticia. Ahora, a la luz de los acontecimientos, la supuesta sensatez que ha iluminado al Presidente para decretar la inaplicabilidad del adefesio de ley que sus focas le aprobaran, lo tengo claro: todo fue un trapo rojo para desviarnos de nuestra justa lucha.
No voy a ser reiterativo en señalar la multiplicidad de vicios, de fondo y de forma, que caracterizaron la aberrante aprobación de la LEU vetada, ya eso es historia, que deja muy mal parados, por cierto, a los entre quince a veinte diputados oficialistas que permanecieron hasta las 2:55 de la madrugada para, exaltados, gritar anacrónicas consignas. Los universitarios no debemos sentirnos mal por nuestra conducta: acudimos solícitos a la confrontación contra el inaceptable instrumento normativo, dejando de lado los argumentos de carácter presupuestario y salarial que días antes conformaban el arsenal de nuestra lucha. Esto habla muy bien de nuestro espíritu universitario: cuando de luchar por nuestros principios se trata, somos capaces de sacrificar cuestiones de carácter más pecuniario que tan sentidamente nos afectan. Le dimos una demostración al país en ese sentido, haciendo lo que teníamos que hacer, pero, no dejo de echar en falta que hizo falta una voz universitaria con audiencia nacional que advirtiera de la posibilidad del trapo rojo, que denunciara la imposición a ultranza de la LEU como una maniobra táctica para acallar nuestras razonables peticiones. Cualquier analista político avezado que haya hecho seguimiento a los planteamientos tácticos de Chávez en su manejo politiquero del país, debió haberlo advertido. Para él es muy fácil recurrir a tales maniobras, porque en su tablero de ajedrez todas sus otras piezas son peones que puede usar y desechar a su conveniencia. No importa que a Carlos Escarrá no le haya metido ningún candidatillo suyo a conformar el TSJ y que le deje en ridículo sus destemplados discursos defendiendo lo indefendible, siempre va a seguir chupándole las medias. ¿Qué le importa a Chávez usar a sus focas una vez más si con eso logra el objetivo que su sala situacional le recomendó? Desgastarnos en nuestra lucha, distraernos, entretenernos con la discusión de un articulado legal sin pies ni cabeza, mientras él intenta ganar tiempo en lo que es la resolución de su más dramático problema: el económico. No deja de ser lamentable que ningún analista político universitario con suficiente audiencia lo hubiese advertido, porque ello le habría dado a la postura universitaria nacional una madre de argumento –hago yo también mi mea culpa aunque mi audiencia sea más bien reducida-.
El problema de Chávez es el económico. Ya cayó el 2010 con un 27,2% de inflación. La acumulada de estos tres últimos años, en los que los universitarios no hemos recibido compensación salarial –recordemos que el incremento del 2008, muy tardíamente cancelado, compensaba la inflación de años anteriores-, es 108,6%. Nuestro poder adquisitivo desde enero de 2008 ha caído a un 47,9%. Pero no somos solo nosotros, los universitarios, son también los educadores, los profesionales de la salud, los trabajadores de los ministerios y, en general, todos los que dependemos del Presupuesto Nacional. No cuenta el Presidente con ingresos para hacer frente a esta realidad de empobrecimiento salarial acelerado de todo el sector público, lo que le queda es desgastarnos, diferir la atención a nuestras peticiones. ¿Qué debemos hacer entonces los universitarios en este escenario? Por supuesto seguir activos, reorientar rápidamente nuestra lucha a lo que eran los objetivos antes del trapo rojo de la LEU, eso sí: explicándole muy bien al país por qué lo hacemos. Debemos evidenciar la maniobra. Es mi humilde opinión que no debemos, en el corto plazo, perder ni un minuto de nuestro tiempo en discutir ese adefesio que ya huele a podrido, eso equivaldría a seguir embistiendo un trapo rojo que ya está en el suelo. Por otra parte: ¿Creen ustedes que de esta nueva asamblea nacional va a salir alguna ley? El pobre espectáculo del acto de instalación ya nos lo dice todo: ese va a ser un escenario de desgaste y confrontación en el cual la mayoría oficialista va a tratar de imponer su agenda de desmantelamiento de la misma. Si por algún evento, cuya probabilidad la valoro de insignificante, esta nueva asamblea fuera capaz de presentarnos un instrumento normativo remozado para nuestra consulta, muy bien, lo discutiríamos, pero mientras tanto a recuperar nuestras banderas de lucha. A batallar por lo que es nuestro. Como lo señalara en la segunda entrega de estas recapitulaciones, debemos incorporar a la masa estudiantil con un discurso altamente motivador. Me comprometí a presentarles algunas ideas y sugerencias para el diseño del mismo, pero este objetivo queda diferido para una cuarta entrega. No podía dejar de evidenciar en mis recapitulaciones la tesis del trapo rojo, aunque fuera a destiempo (mea culpa).
Precisamente me molestó un poco que algunos voceros de nuestra comunidad comenzaron a porclamar mesas de discusión para la LEU. Eso es perder el tiempo. Por ahora, nuestra antigua ley de universidades será vigente hasta el próximo período de la asamblea... o mas allá.
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