El Vacío Generacional
@asdromero
I-La Cadena Rota
En el trabajo anterior nos referíamos a la sensatez de estados como los europeos. Estoy convencido que uno de los factores que contribuye a esa sensatez, es la existencia de un hilo generacional al interior de los estados que siempre apunta a mantener, aunque no siempre lo consiga en el nivel deseable, un cierto grado de coherencia y consistencia en el tiempo del comportamiento de estas complejas estructuras. ¿A qué me refiero con esta denominación de hilo generacional, un tanto abierta para diversas interpretaciones? Lo voy a precisar a los efectos de este texto.
Dentro de
las organizaciones que conforman los estados, existe un funcionariado de
carrera que es el que se encarga de aportarle sustentación técnica a las
decisiones que emergen de cada una de ellas y conformar ese pegamento
burocrático necesario para generar una dinámica de estabilidad y un cierto
margen de predictibilidad en sus respuestas. Los funcionarios arriban jóvenes,
son formados por los más veteranos y, en algún momento, les corresponde a ellos
mantener esa correa de transmisión generacional o hilo. Apelo a una imagen
gráfica para transmitir esa idea de cómo la experiencia y el “know how” específico de una organización
va siendo traspasada a lo largo de generaciones; de cómo el testigo va siendo
entregado por los más viejos que ya se jubilan a los que han venido formándose
por varios años dentro de la cultura organizacional que, progresivamente, se ha consolidado en el Ministerio, ente
autónomo o empresa del Estado.
La
existencia de este hilo generacional es real en los países que funcionan. Y
también existió en Venezuela. Recuerdo haber disfrutado mucho, en los tiempos que
asistía a las reuniones de la Junta de Individuos de Número de la Academia
Nacional de la Ingeniería y el Hábitat, los relatos de los miembros más
antiguos sobre lo que había significado en Venezuela el Ministerio de Obras
Públicas (MOP). Y así como este, el de Transporte, el del Ambiente o CADAFE. Al
interior de estas organizaciones existía una estructura a la cual los nuevos
ministros, presidentes o rectores designados para detentar los cargos de
confianza escuchaban, incluso aquellos con un perfil más político. Los
“importados”, es decir: los nuevos jerarcas que no provenían de esa estructura,
se cuidaban en su inmensa mayoría de “inventar” sin antes empaparse de cómo se
hacían las cosas dentro del Ministerio. Para eso estaban los funcionarios de
carrera que ocupaban los cargos más altos dentro del organigrama, digamos, de
perfil más técnico.
Ocurría
también en las Universidades. Recuerdo cuando fui electo vicerrector
administrativo por un claustro profesoral, sin experiencia alguna sobre cómo
administrar una institución tan humanamente compleja como una universidad autónoma.
Ni Ricardo Maldonado, electo Rector, ni
yo comenzamos a articular planes
concretos en lo administrativo sin antes abocarnos a recibir la orientación del
equipo técnico sobre lo que se podía hacer o no,. Ya habría un tiempo en el
futuro en el cual nosotros podríamos tener criterio propio sobre hasta dónde
esas limitaciones “técnicas” podían ser reformuladas, pero de entrada, existía
un respeto. Me resulta tentadora la digresión de aprovechar este inciso para
reconocer la excelente orientación recibida de las profesionales Lic Berenice Paruch
de Mascia, Recursos Humanos, y la Economista Norka Nuñez (QEPD), Presupuesto,
en aquellos tiempos tan aterrorizantes. ¡Uno se preocupaba por hacerlo bien!
Esa correa
de transmisión o hilo generacional sufrió una abrupta ruptura con el
advenimiento del régimen chavista. Es posible que viniera debilitándose desde
antes, no lo sé. Al menos, en mi experiencia más directa, el Ministro de
Educación los cinco años del segundo gobierno del Presidente Caldera, Antonio
Luis Cárdenas Colmenter, siempre me pareció que actuaba conforme a aquellos
preceptos más tradicionales del respeto a cómo se debían hacer las cosas dentro
de un estado sensato. Chávez, no podía ser de otra manera, quebró palitos con
la educada tradición. Sabía de todo. Y en su recalentada cabeza tenía la
solución para todos los problemas sin conocer siquiera cómo se había llegado al
problema.
Nunca
olvidaré la escena que ya una vez relaté, en otro texto incorporado a este
blog, en la que Chávez, en plena cadena nacional, con un plano al frente suyo
rediseñaba el tendido de transmisión del sistema eléctrico interconectado
nacional. Los ministros y grandes “gurús” del área que le acompañaban lucían prestos
a acoger, complacientemente, cualquier comentario del “Big Boss” y nerviosos ante la posibilidad que les fuera a
interrogar y sus respuestas no fueran las esperadas por él. Sin embargo, Chávez
también fue cuidadoso al principio, al menos con los ministerios claves –dejó a
Maritza Izaguirre seis meses más al frente del Ministerio de Hacienda-. Ya
sabemos que le tomó su tiempo desmantelar la meritocracia técnica que imperaba
en PDVSA.
Cuando arribamos a la
ceremonia de los pitos para despedir a toda esa estructura técnico- profesional en la que se condensaba
el “know how” de nuestra gallinita de
los huevos de oro, se cerraba un ciclo a partir del cual se asumía sin
complejos el paradigma del “Estado Insensato”. El conocimiento y la gerencia
dejaron de ser insumos necesarios para su funcionamiento. La formación de
cuadros dejó de tener sentido. Como corolario, desapareció la preocupación por
salvaguardar los equilibrios más esenciales preceptuados en el respeto a las
leyes económicas fundamentales. Como lo dijo un escritor venezolano, si
pudiesen se habrían atrevido a violar hasta la Ley de la Gravedad. Los pocos
funcionarios que quedaban del otrora estado, fueron apartados o se replegaron
espantados por aquel desastre y así se fueron jubilando. Se derivó de este
funesto proceso un gran vacío o “gap” generacional. La cadena de transmisión de
la lógica de funcionamiento del estado se había roto.
II-¡No Escuchan!
Esa ruptura
tuvo su paralelismo equivalente en las
organizaciones políticas, en las que también existía una correa de transmisión
generacional asociada a la experticia en las diversas áreas –más reducida pero
existía-. Y esta realidad se reflejaba en la conformación de las planchas de
representantes cuando se llevaban a cabo las elecciones. En ellas se incluía a
dirigentes de base cuyo accionar operaba, primariamente, a nivel de las comunidades
y la organización geográfica del partido y también a sus expertos, usualmente
vinculados a organismos funcionales o secretarías tales como: Educación y
Cultura, Profesionales y Técnicos, Sindical, Agraria, etc. Es así como un
hombre como Sánchez Bueno, por señalar un ejemplo emblemático, sempiterno
representante del partido Acción Democrática en la Comisión de Finanzas del
Congreso, era usualmente impuesto en la plancha de representantes del Estado
Aragua –del cual él no era dirigente de
base- con las consabidas protestas, rápidamente atenuadas, de la dirigencia
regional de ese estado. Esta lógica de designación reflejaba en cierta forma la
organización matricial del partido.
Pues bien,
esa lógica brilló por su ausencia en el ya reconocido como glorioso proceso que
condujo a la victoria electoral por mayoría calificada de los factores
democráticos en la elección de la actual Asamblea Nacional. La decisión fue de
los partidos que asumieron sin mayor complejo ante la sociedad civil el
monopolio de las designaciones. Y fue: acordarse sobre la base de los
dirigentes de base de los diferentes circuitos, mayormente jóvenes. Al menos
esa fue la forma como se procedió en el estado Carabobo –exceptuando la plancha
por lista-. Confieso que no he hecho el análisis exhaustivo en otros estados,
pero a juzgar por el sector etario predominante en la fracción opositora de la
AN, creo que ese fue el criterio nacional.
Es así como
llegamos a una representación en la Asamblea Nacional a la que se le premiaba
el trabajo de "patear" los circuitos; con buen conocimiento de campo y
penetración en el entramado geográfico; con una relativa adecuada capacidad
para la movilización de las bases –habida cuenta de las crecientes
limitaciones- y vigorosa energía
juvenil. Pero, considerando la muy complicada situación del país a la que se
debía enfrentar, eso no lo era todo lo que se necesitaba. También nuestra
representación se caracterizaba por inexperiencia en el manejo de los temas
complejos; escasa visión de estado; deficiente formación porque les ha
correspondido hacer política en el país de los triquitraquis permanentes y,
aunque en menor porcentaje, también es obligante decirlo: vulnerabilidad en su
estructura de valores morales.
Algunas de
estas deficiencias se hicieron evidentes nada más comenzar el período de
sesiones. Un veterano de legislaturas anteriores que no voy a mencionar su
nombre para no perjudicarlo me dijo: Lo que está ocurriendo es una locura.
Algunos asociaciones conformadas por gente muy honorable y con experiencia se
acercaron para entregar por escrito recomendaciones –me consta que el Bloque
Constitucional lo hizo, específicamente, con una propuesta de desconocimiento de
la designación de los nuevos miembros del TSJ por haberse llevado a cabo
mediante procedimiento “express”. ¡No
fueron escuchados!
El tema del
déficit moral tardó más para aflorar, aunque cuando terminó de irrumpir en esa
forma tan grotesca como lo que, tristemente, nos ha tocado ver desde la fallida
sesión de juramentación de enero de este año, obligó a que muchos de nosotros
anuláramos los restantes pocos cheques que nos quedaban en la libreta de
confianza que habíamos reservado para esperanzadoramente invertir en esa
asamblea nacional. Cabe acotar con respecto a este tema, que ya se había producido
una señal de la descomposición con el tema de las francachelas y el pésimo uso
de recursos humanitarios en la frontera colombo venezolano en el lapso cercano a la fallida entrada de
la ayuda humanitaria (23 de febrero de 2019). Deleznable episodio, por cierto,
que término siendo el causante de la insuficientemente explicada e injusta
destitución del Dr. Calderón Berti.
Recuerdo
que cuando los candidatos por Carabobo fueron anunciados, mostré mi molestia en
algunos de los grupos de opinión en los que participaba. Esa decisión de los
partidos me parecía una ofensa a la sociedad civil en un estado vital para el
país desde la perspectiva de su
potencialidad en todos los ámbitos: industrial; educacional; histórico;
cultural, etc., además: políticamente complicado y con una sociedad civil muy
participativa. Llegué un momento que callé. Van a pensar que mi reclamo es un
resentimiento por no ser tomado en cuenta para ser candidato, me dije, y no era
así porque consideraba existían muchas personalidades con mayores méritos de
constancia que mi persona. Incluso el
mismo Rubén Pérez Silva, incansable motor de actividades en el ámbito de la
sociedad civil del estado. Y: ¿Por qué no le manifesté a él, en su condición de
coordinador de la MUD en el estado en ese momento, mi opinión? Porque sabía que
le iba a llevar un problema que no tenía capacidad de resolver. Los partidos, a
la hora de utilizar la prerrogativa administrativa que les confiere el CNE de
ser las únicas organizaciones con capacidad de postular a los cargos cuando hay
elecciones, suelen entrar en un trance viral que les produce sordera y un campo
de visión extremadamente reducido para sus
sesudos análisis políticos. ¡Esto debe cambiarse!
En
realidad, figuras como Rubén, y yo mismo cuando me correspondió temporalmente
iniciar las actividades del Frente Amplio en el estado, hemos servido como
detergente Ariel regional para blanquear el pecado capital de los partidos en
su muy irregular e insatisfactoria relación con la sociedad civil. Y esta
relación, tan necesaria en esta hora tan menguada que vivimos, continua sin
ser levantada al nivel que se requiere. De hecho, creo que ha disminuido
inquietantemente. Cuando recorrí el
estado, pude darme cuenta que muchachos como Bozo, Ángel, Ylidio y el mismo Lozano
mostraban buena técnica discursiva, capacidad de animar y entusiasmar a los
ciudadanos que nos acompañaban en sus manifestaciones. Yo no escribo este texto
que, inevitablemente, va a tomarse como un reclamo tardío para
responsabilizarles a ellos. La falla estuvo arriba. ¿Qué faltó?
Lo que
tanta falta le ha hecho al país en estos recientes años de incontrovertible
deterioro político. Una instancia superior, unificada y legitimada por el
reconocimiento de ella por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos que
añoramos un cambio, en la que se hubiese ponderado exhaustivamente y con altura
de miras cuál era el perfil de Asamblea Nacional que le convenía al país en el
2015 y, posteriormente, asumir con valentía el reto de convencer al país
nacional de las bondades de su decisión. Tantos años de destrucción que han
transcurrido y todavía no se ha podido construir esa instancia del interés
superior.
No albergo
duda que de haber existido, habría llegado a la conclusión que era absolutamente necesaria una mezcla, una
combinación generacional que compensara ese vacío, ese gap que ya se había
producido a nivel del Estado y al cual hacíamos referencia al inicio de este
texto. A esa asamblea, por supuesto estoy haciendo abstracción de la fracción
chavista, le faltaban referentes sociales, intelectuales y éticos. Y esa
ausencia va a estar presente en cualquier explicación que se vaya a dar sobre
las deficientes ejecutorias de la Asamblea Nacional.
En la
medida que ella ha sido neutralizada, siento que el descontento de la cohorte
generacional más experimentada ha ido in crescendo. Constantemente recibo
opiniones en esa línea. El episodio Calderón Bertí, al cual me referiré con
mayor detenimiento en la siguiente entrega porque creo que bien vale la pena
hacerlo, incorporó unos cuantos decibelios a esa molestia. El Régimen ha sido
muy hábil en ir demoliendo las cohortes generacionales que se le han colocado en la acera de enfrente. Si
se descuidan, hasta la generación de Borges, Capriles, Leopoldo y María Corina
corren el riesgo de ser destripados por esa voraz máquina destructora. En su
relevo, ha tenido que emerger la generación 2007 sobre cuyos hombros el país
cargó cuantiosas y fundadas esperanzas, muchas más de lo que ellos
podían ser capaces de procesar. Cuando Guaidó, su máximo representante,
pronunció las esperadas palabras de su juramentación como Presidente Interino
el 23 de enero del 2019, este evento fue interpretado por muchos como un
parteaguas, un punto de inflexión que marcaba una brecha generacional a nivel
de las agrupaciones políticas. Y el país NO PARTIDISTA viendo aquello, también se
inflamó de entusiasmo.
Pero al
final, la falla de origen se está manifestando. Ellas a veces tardan pero nunca
dejan de aparecer para destruirnos vanas esperanzas. Todo parece indicar que el
Principio de Peter nos alcanzó a todos. Y cuando digo a todos, es a todos. A
los que han actuado y a los que nos hemos quedado mirando desde la baranda, un
poco acomplejados por aquello de que había que entregarle el testigo a los más
jóvenes, porque eso era lo que el país quería como si el país realmente tuviese
en ese hondo foso en el que le han hundido la real capacidad de saber lo que
debía querer. Hemos visto acontecimientos y episodios que nos preocupan, que
siembran en nuestras mentes y corazones serias dudas. Este texto, que ya voy
concluyendo, sirve como abrebocas para plantear interrogantes que muchos con
mayor experiencia y visión de estado nos venimos haciendo ya desde hace dos
años en mi caso. Otros, quizás mayor lapso.
En
realidad: ¿Vamos bien? ¿Cuándo hemos ido bien? ¿Cuáles son los indicadores para
respaldar esas afirmaciones o son sólo slogans que manifiestan el más puro
voluntarismo (Wishful Thinking)? Si
de pronto, el régimen de Maduro se cayera como un castillo de naipes: ¿Podría
la Generación 2007 conducirnos por el buen camino de la recuperación de
Venezuela? ¿Qué creen ustedes? Yo llevo algún tiempo pensando que mi respuesta
tiende a un ROTUNDO NO. Ellos, quizás por su déficit de entidad pueden estarse
imaginándose que sí lo pueden hacer (esto requiere todo un análisis), pero es
tal la pesada carga que ha descendido sobre sus hombros que ellos, por sí
solos, están imposibilitados de llenar esa carencia fundamental del país sobre
la que versa este texto: el vacío generacional que creó el chavismo. ¿Por qué
afirmas eso me dicen algunos amigos con quienes he comentado mis cuitas? Lo que
tienen es que escuchar a los expertos. Pero no escuchan, he aquí el problema.
Parte del problema generacional. ¡No sólo lo digo yo! Cada vez son más lo que
compartimos esa sensación. ¡No Escuchan! Y si es que escuchan a un misterioso
grupo de expertos al que no conocemos, que lo presenten. ¡Es urgente que nos
reunamos para conformar un nuevo equipo!
Hola Asdrúbal, el escrito y las interrogantes en cuanto a esa generación de relevo, tengo mas preguntas que respuestas, cuando leía lo citado anteriormente, me vino a la mente muchas cosas; lo aplanado de nuestra estructura social, el tema de la autoridad y legitimidad, el resentimiento social, la corrupción muy ligada a los políticos, viejo esquema de gobernar y por último; una gran dificultad para entender nuestra realidad de parte de los políticos, no se si estoy equivocada, pero intuyo que apuestan a la toma del poder y el retorno a la cuarta república.
ResponderEliminarComparto tu analisis y creo que debemos asumir nuestras responsabilidades ...
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