lunes, 30 de septiembre de 2019

Mientras Dure la Guerra



"Vencereis, pero no convencereis"


@asdromero


Habiéndome desempeñado la mayor parte de mi vida en predios universitarios, resultará bastante creíble el que, en innumerables oportunidades, haya escuchado versiones sobre el episodio del gran filósofo y escritor Miguel de Unamuno diciéndole, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca de la cual era Rector, a un militar franquista la inmortal frase que he usado como título de este texto.

Confieso que nunca tuve oportunidad para adentrarme en el contexto real del tan mentado episodio, razón por la cual tenía una impresión del mismo en extremo sobre simplificada: un magnífico representante de la intelectualidad republicana que, a la luz de la violencia desplegada por los militares nacionales, alecciona a uno de sus generales con la poderosa frase que, por cierto, en los recientes tiempos ha vuelto a ser esgrimida con reiterada frecuencia al interior de nuestras golpeadas universidades. Considerado lo dicho, se entenderán también las copiosas expectativas que albergaba por ver la última película de Alejando Amenábar –el director de  “Los Otros” y “Mar Adentro”- cuya trama gira alrededor, precisamente, de los acontecimientos que desembocan en la verbal confrontación.

“Mientras Dure la Guerra” es su título y resultó ser, para mi gusto, una joya de película. Amenábar es un maestro en eso de hacer cine, por lo que no voy a comentar la filmación desde el punto cinematográfico, voy a centrarme más bien en la historia que narra el guion. Resulta ser que todo el contexto político que da pie a la escena central, ya casi al final de la película, es mucho más complejo de lo que habría imaginado y rico, además,  en matices que emergen desde la vida de cada uno de los actores del momento histórico. Efectivamente, Unamuno era un intelectual conceptualmente republicano. Pero, a pesar de ser el Rector vitalicio del histórico claustro salmantino, se permite convertirse en un crítico de la República a cuenta de su “derrumbamiento moral” y de la crueldad y crímenes que se estaban cometiendo. Quizás pensó que por su prestigio nunca sería destituido, había colaborado en la redacción del estatuto para Cataluña, pero el Presidente Azaña lo remueve del cargo.

Unamuno apoya la sublevación militar. Lo que se insinúa en la película, es que lo hace pensando que la misma sería para poner orden y restablecer en breve plazo la línea republicana. Es así como para julio de 1936, fecha en la que se inician los acontecimientos que narra la película, Unamuno es visto como un traidor de la República. La trama paralela que enfoca la película, además del drama personal que se desatará en el alma del gran personaje, son las intrigas políticas que se están desarrollando en el frente de los sublevados donde todavía no despunta claramente el liderazgo de Francisco Franco. De hecho, al General Cabanillas, quien funge ser el general más influyente en la Junta de Gobierno provisional que tiene su sede en Burgos, le disgusta Franco. No es monárquico y piensa, como Unamuno, en una guerra breve y necesaria para poner orden. Es Cabanillas quien restituye al prestigioso escritor y filósofo como Rector.

La Universidad de Salamanca publica un manifiesto de apoyo al alzamiento. Hasta ese punto llega a estar Unamuno comprometido con los nacionales además de las consabidas fotos del caso, pero, rápidamente, se arrepiente de su apoyo a los sublevados al ver que los abusos, la injusticia y los crímenes ahora también se cometen desde el nuevo bando en el poder. Hay una escena muy reveladora, un estrecho colaborador suyo, a pesar de su relativa juventud y que se dirige al gran maestro,  desafía su autoridad y le dice: está equivocado Rector, esto que viene no es para poner orden, ¡es otro fascismo, como el de Alemania e Italia! Y un hombre como Unamuno, o al menos ese hombre que tan magistralmente se describe en la película e interpreta Karra Elejalde, no puede convivir con el fascismo. Por cierto, el colaborador, de ideas republicanas, es uno de sus dos amigos más cercanos que son asesinados por la policía política de los nacionales. El otro es un ministro protestante que es apresado por ser “masón”.

Quizás la película no sea capaz de retratar con todos los detalles el complejo juego político que conduce a Franco a liderar a la nueva España bajo las condiciones que él pretende y logra, pero Amenábar consigue con un juego de acertadas sutilezas transmitir muy bien la idea de lo que se está incubando. El Rector llega a entrevistarse con él, por medio de su mujer, Carmen Polo, muy religiosa y quien admira al gran intelectual. En esa corta entrevista termina de darse cuenta que todo está perdido. Es así como arribamos a la gran escena.

Un acto en el Paraninfo. Franco, ya encumbrado en el poder no asistirá. Pero el General Millán Astray, gran amigo de quien pronto se convertirá en el Generalísimo, y factor bien importante en su ascenso, conmina al Rector que debe asistir. Concurren: el mencionado general, será con él el inmortal enfrentamiento dialéctico; la esposa de Franco; Unamuno y otros personajes secundarios. Unamuno ha decidido no hablar. Pero la exagerada zalamería en el halago hacia el nuevo establishment  de todos los discursos que se pronuncian, casi vomitiva,  le obligan a hacerlo. No puede quedarse callado. Es el alma del intelectual, del humanista, del filósofo, del hombre justo, la que se revela.

El enfrentamiento no es entre dos ideologías. He allí lo errado de mi preconcepción al respecto. El enfrentamiento es entre dos arquetipos extremos que conviven en la condición del ser humano. La del intelectual: capaz de razonar y revisar sus posiciones; de entender que los procesos humanos no pueden ser descritos mediante una línea recta;  de diferenciar entre los extremos blancos y negros para ubicar los grises que mejor describen un determinado contexto; y el militar, jerárquico; vertical; binario, o lo uno o lo otro. Lo militar que no sólo se desarrolla en los cuarteles, sino, lamentablemente, también al  interior de la mayoría de las asociaciones de carácter político.

La película ocurre en el interior de Unamuno y en el interior del Estado Mayor del Ejército. El Rector termina siendo un traidor para los dos bandos en pugna. Salvando las holgadas distancias con tan distinguido personaje de la historia, me sentí plenamente identificado con él. Quizás por eso, más que ver la película, sentía estar dentro de ella  y transpirar con esa angustia tan conocida de no poder militar en ninguno de los extremos. En la historia de los países, parece ser que llegaran épocas en las que al desatarse los demonios, se generaran unos temibles campos de fuerza que  nos impulsaran a todos los ciudadanos, bajo el influjo de poderosas fuerzas centrífugas,  a militar sólo en los puntos cardinales de la radicalidad. ¡Quien se resista a ellas, será traidor para alguna de las sectas extremas en colisión!

En mi Venezuela está ocurriendo exactamente esto. Ni siquiera bi, sino tripolarmente, un verdadero desperdicio de necedad. ¡Sucede hasta en el pequeño entorno de mi universidad! En la España del 36 ese temible campo de fuerzas copó la escena. Los nuevos que llegaban para poner orden ante los abusos e injusticias de los viejos y terminaban actuando igual, justificándose en las ejecutorias de sus predecesores –entrevista de Franco con el Rector-. La joya de Amenábar logra el retrato preciso.  Y me atreveré a decir que la España actual corre el grave riesgo de retroceder a ello. Quizás por esa posibilidad que está allí, presente, pero que va a ser negada, es que la película de Amenábar no genera consenso local.

La herida sigue estando abierta y viene Amenábar a restregarla, buscando se produzca la reflexión necesaria. Pero los necios no le aceptan lección, prefieren criticarle porque no toma partido en el enfrentamiento ideológico que sigue vivo. Quizás por eso, una muy desacertada comisión decide postular a “Dolor y Gloria”, una película menor, pero muy menor, en la trayectoria de Almodóvar, como película para representar a España en la competición por el Oscar a mejor film en lengua extranjera. Quizás por eso, un periodista especializado en cine reporta el deslucido paso de “Mientras dure la Guerra” por el Festival de San Sebastián (país vasco), le tilda de penoso; infeliz; ¡todo un despropósito!

Al final, Amenábar, como el Rector Unamuno, decide situar el enfrentamiento en el ring que realmente le corresponde: el humanismo pensante versus la irracionalidad del stalinismo rígidamente jerárquico. Como ese magnífico personaje que ha recreado, como muchos que a pequeña escala nos hemos resistido a la comodidad de dejarnos arrastrar hacia los extremos, a Amenábar le tocará pagar un precio. Pero “Mientras Dure la Guerra”, ese olvido trastocado en leve sarcasmo, resistirá el transcurrir de los años como un testimonio imborrable del deber ser. Para Unamuno, el precio fue muy alto: ¡a los dos meses muere de un infarto!

1 comentario:

  1. Mi querido amigo y rector
    Tal vez mi opinion no sea tan valiosa como la de algun escritor o critico literario pero quiero decirte que en mi humilde opinion es tu mejor articulo
    Felicitaciones y que sigas perseverando en esta actividad que exitosamente has escogido
    Un gran abrazo

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Aunque lo he intentado por múltiples vías a mi se me hace imposible responder comentarios en este blog. No quiere decir esto que no los lea.