Ante la Inviabilidad: ¿Qué Hacer?
Asdrúbal Romero M. (@asdromero)
1-Hay que diferenciar contextos
Los relatos de
Inviabilidad en la universidad venezolana se cuentan por centenares. Lo peor es
que aunado al empobrecedor embate inflacionario: no se dan abasto los escasos
recursos para reponer los cuantiosos daños patrimoniales causados por infinidad
de robos –muchos de ellos con complicidad interna-. Sin embargo, la Universidad
continúa su vida como si nada grave pasara, excepto por aquello del crónico
déficit presupuestario y su cantinela anual de que “los recursos de
funcionamiento alcanzarán hasta mayo”. Todo continúa agónicamente, como si se
estuviese haciendo un ejercicio de resiliencia institucional a la espera de un
mañana que no termina de llegar, el del “Cierre Técnico”, y mientras tanto los
estándares de cumplimiento académico se siguen relajando hasta niveles de muy
triste asombro. Sólo se necesita sensatez para elaborar el diagnóstico, mucho
más difícil resulta responder la pregunta de qué hacer ante este gélido baño de
realidad.
Los decanos de mi
imaginaria conversación me la hicieron. Despertar, lo primero –dije-.
Reaccionar. Diseñar una estrategia de defensa. Si no un día se verán, recibiendo
27 cauchos, 9 baterías y 13 potes de pintura para tapar los supuestos déficits
de una funcionalidad de mentira. Y, en el ínterin, el Régimen disfrutando del
sometimiento de la “universidad de verdad” a su estrategia propagandística:
“altísima escolaridad universitaria y educación de calidad” – de cuál falsa
calidad se estarán jactando-. Posterior al casi
inevitable sarcasmo, les aporté mi opinión sobre cómo debería abordarse
una primera acometida estratégica. Pero antes de referirme a ello, es menester
que haga una diferenciación entre dos contextos radicalmente distintos: el de
“construcción”, encontrándose ya el país liberado del régimen destructor y en
manos de un gobierno serio que aspire a contar con una universidad académica y
pertinente, y el actual que denominaré de “inviabilidad por compensar”.
2-En el contexto de “Construcción”
Prefigurarse un plan de
transformación en el contexto de “construcción” es una tarea de mucho mayor
alcance y amplitud, que intentar bosquejar algunas iniciativas estratégicas destinadas
a recuperar oxígeno para que no se continúe perpetrando un daño irreparable a
la Academia. ¡Imposible resolver la Inviabilidad con estos destructores! Pero
es un deber intentar compensarla para evitar llegar a una muerte cerebral.
Como lo he venido señalando
en documentos anteriores, en el período de construcción será imperativo
concertar un consenso entre el Estado y la Universidad que tome en cuenta el
gravoso estado de la economía que aquejará al país por unos cuántos años. Sólo
de ese consenso puede surgir un conjunto articulado de medidas que pinten una
nueva realidad para la universidad venezolana. Sería inoficioso que me
arriesgara a aventurarme cuáles pueden ser tales medidas, apenas alcanzo a
imaginarme que esa nueva universidad no será como la que hemos tenido. ¡Ni tampoco
sería bueno que lo fuera!
En un reciente programa
que grabé con el Vicerrector Académico de la UC, prof. Ulises Rojas, y el prof.
Frank López, me atreví a predecir que esa universidad del futuro será más
pequeña. Tendrá que redimensionarse para adaptarse a las posibilidades reales
de financiamiento. El prof. Alejandro Sué, gran amigo y Secretario de la
Institución en el período que fui Rector, siempre insistía en este principio
cuando se discutían las políticas de admisión en el Consejo Universitario. El
asunto no será tan controversial: menos jóvenes aspirarán a acceder a la Universidad,
tomando en cuenta lo golpeada que quedará la situación económica de las
familias. Opino también que será inviable la continuidad de un modelo
completamente gratuito (esto deberá quedar asentado en las cuentas por cobrar a
la plaga destructora), aunque aspiraría que nuestros estudios de tercer nivel fueran
bastante menos costosos que los de países como Colombia o Chile. Lo tercero que
señalé fue que esa universidad del futuro tendrá que ser mucho más eficiente
que la actual. Se verá obligada a ello. Estoy consciente que este tipo de
pronósticos, constituyen un baño de realidad
que les cuesta aceptar a muchos universitarios aferrados al paradigma
tradicional. Sin embargo, estoy convencido que así tendrá que ser si realmente
se desea que el país disponga de un modelo de universidad sostenible,
auténticamente académica y pertinente con relación a los nuevos desafíos que a
la Venezuela de ese hermoso renacimiento -así lo deseo visualizar- se le van a
plantear. Pueden acceder al precitado video en la siguiente dirección url: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2017/02/bloque3asdrubal.html
3-En el contexto de la “Inviabilidad por Compensar”
Hecha la aclaratoria: ¿Qué hacer en este contexto de “Inviabilidad” que todavía no ha
sido compensada? De resignada sobrevivencia “por ahora”, porque la ola
destructora de la “Inviabilidad” tiende a hundirnos. Y en esta catastrófica
precipitación hacia profundidades nunca vistas, la realización de las
actividades académicas se está quedando sin el oxígeno mínimo como para que
ellas puedan ser llevadas a cabo. Es muy posible que en ciertas áreas ya se
haya sobrepasado el nivel de daño irreparable a capacidades esenciales para
hacer Academia. Se impone la necesidad de una estrategia de salvamento. De
compensar a la grave paciente, la Academia, inyectando recursos de
funcionamiento adicionales a las facultades, las cuales constituyen el núcleo del deber ser de la Universidad.
Ahora bien, ¿de dónde
pueden obtenerse estos recursos? Sólo hay tres alternativas. Del
fortalecimiento de actividades generadoras de ingresos propios; de ahorros que
se obtengan del cierre o suspensión temporal de actividades no directamente
relacionadas con la función primordial de la Universidad o de aportes módicos
que realicen los padres de estudiantes que puedan hacerlo (como las alcaldías
en su estrategia de elevar impuestos). Con relación a la primera, por supuesto
que hay que generar una acometida estratégica en esa línea, pero debe
advertirse que “la calle esta dura”. Lo expresan de esa manera metafórica
decanos que se han destacado, en términos relativos, con relación a este tipo
de actividades. La tendencia observada es que los ingresos de esta naturaleza
tienden a decaer, lo cual no es de extrañar considerando que la economía ha
sido destruida.
Queda el análisis de las
otras dos alternativas. Antes es necesario incorporar otro elemento a la
discusión. En el actual contexto de “inviabilidad por compensar” son aplicables
los conceptos de la Teoría de Juegos. Nadie puede ofrecer garantías que una vez
haya decretado la Universidad un conjunto de medidas compensatorias en el
sentido de lo ya expuesto, el Régimen vaya a asumir un rol pasivo con relación a
ellas, es decir: las vaya a respetar. Lo esperable, en correlación con lo que
ha sido su conducta en el pasado, es que reaccione tomando sus propias
decisiones en función de preservar la consecución de sus objetivos –que
deberían ser, pero no son los mismos de la Universidad-. El gran objetivo de la
Universidad, en la actual coyuntura, debe
ser preservar al máximo de sus posibilidades la Academia, que ella no continúe
siendo la gran sacrificada. Tal como está el panorama, es a la Universidad a
quien corresponde ahora mover su ficha. Pero, en su proceso de toma de
decisiones de cuál puede ser ese movimiento, su naturaleza y amplitud, debe
incorporar el análisis de cuáles pueden ser las respuestas del Régimen.
Un ejemplo hipotético. Si
la Universidad anunciara la puesta en vigencia de una módica matrícula mensual
para quienes pudieran pagarla: ¿El Régimen lo aceptaría? ¿O rugiría argumentado
que unas autoridades apátridas quieren acabar con el modelo de universidad
gratuita, del cual ellos han sido sus ardorosos defensores cuando, en verdad,
han sido los que han destruido su viabilidad? De ser la segunda su actitud,
tendríamos que esperar que tomaran medidas dirigidas a torpedear la iniciativa
universitaria. ¿Cuáles podrían ser éstas? A esto es a lo que me refiero cuando expreso
la necesidad de plantearnos un tablero de decisiones como el que
conceptualmente se utiliza en Teoría de Juegos. El ejemplo es hipotético, en el
sentido que no estoy adelantándome a decir que esa debe ser la medida, aunque
tampoco podemos negarnos a considerar alternativas en esa vecindad –intentaré
ser más preciso al respecto en la siguiente entrega-.
Lo que sí deseo resaltar es
la existencia, al menos, de dos actores involucrados en la toma de decisiones: la
Universidad y el Régimen. Sin ambages debo reconocer que el tablero es bastante
simplificado, tomando en cuenta la diversidad de intereses que se confrontan al
interior de la comunidad universitaria. Esta dificultad cierta lo que plantea como desafío es la necesidad de que, internamente,
se avance en el análisis del problema y la búsqueda de alternativas. La
Universidad está obligada a honrar lo que ella es. No se puede seguir rehuyendo
una discusión que es urgente abordar. Discusión que permitiría una
sensibilización compartida del grave problema que tenemos: la Academia se nos
muere en nuestras manos. Discusión que tendría un norte: el comprometer a una
mayoría más que calificada de universitarios alrededor de un plan estratégico
de salvamento de la Academia. Es indispensable unificar al máximo la posición
interna para poder presentarse con opción al tablero principal.
Insisto: en cuanto la
Universidad proponga, el Régimen va a
interpretar que se pretende poner en entredicho su “verdad” de lo mucho que él
está haciendo en beneficio de los jóvenes universitarios. Su objetivo es
preservar, en medio de la destrucción que acomete, la prevalencia de su
hipócrita discurso. Va a reaccionar y no va a ser para ayudar. Se trata de un
régimen pretencioso con muy escasa entidad de Estado que no escucha, impone,
arrolla, juega duro políticamente, al rojo candente cuando ve en peligro la
develación de su falsa opereta discursiva. Por esta caracterización que hago de
él, no creo que sea posible un juego ganar- ganar, aunque debemos iniciar nuestra
acometida intentándolo, eso sí: con la convicción de sentir nuestra posición sustentada en un
sólido discurso académico. Los argumentos que se pueden construir a partir de
la realidad inviable son de una pasmosa contundencia y están a la orden del
día.
Nadie ha dicho que va a
ser fácil. Pero la Universidad no puede estacionarse en un estado de pasividad mientras
ve morir a la Academia sacrificada en el altar de la “Inviabilidad”. O sale a
defender activamente el paradigma tradicional, con todas sus fuerzas. O asume
el resquebrajamiento de dicho paradigma en aras de preservar la más preciosa
capacidad que ella tiene: hacer buena academia y, en concordancia con esta
postura, decide en ejercicio de su autonomía tomar medidas que, quizás con algo
de razón, se puedan calificar de desesperadas, pero las toma y las sale a
defender en un peligroso tablero lleno de riesgos. La confrontación discursiva
será, por lo demás, interesante y muy reveladora. Lo que no se puede hacer es
no hacer nada.
4-Una anécdota ucista sobre la necesidad de unificación interna
A los efectos de
enfatizar la necesidad del debate interno y el indispensable esfuerzo para lograr
la unidad alrededor de posiciones institucionales, me voy a permitir relatar
una situación recientemente acontecida en la UC. Me entero por las redes
sociales que a nivel de una de sus facultades se está requiriendo un aporte de
los estudiantes de Bs 300 en el momento de la inscripción del próximo semestre.
Me entero porque varios docentes publican protestas con relación a la medida
aludiendo al derecho de la gratuidad. Debo confesar que la iniciativa me
produjo la sensación de una breve corriente de aire fresco en un cálido solar
maracucho donde ni las hojas se atreven a moverse. Por lo menos, me dije, un
grupo directivo se atreve a tomar una medida que rompe con la inexplicable
quietud de un paisaje institucional adormecido. No fue tanto por el monto, los
trescientos bolívares representan algo así como la quinta parte del costo de
una arepa en un lugar bien económico (si se le aplica el factor de devaluación
de 1/1000000 con respecto al dólar a 4,30, el monto es inferior a los dos
bolívares que se cobraba por comedor en mis tiempos de rector que ya, para aquella distante
época, no daba ni siquiera para cubrir el “overhead”
administrativo de vender los tickets). Tampoco sentí el fresquito por lo mucho que se pudiera resolver con el
total recolectado. Fue porque esa iniciativa, tuve la esperanza, generaría en
la Universidad un interesante debate.
Al parecer no tuvo la intensidad
esperada. A los pocos días, en la misma red social, un representante profesoral
ante el respectivo Consejo de la Facultad informa que se ha logrado vencer el
despropósito emprendido por el Decano. Termina diciendo: “la Educación Superior
en Venezuela es gratuita”. Muy bien, no se crea que yo no le respeto su posición.
Pero veamos las contradicciones. El mismo profesor, es un dirigente gremial que
salió derrotado por muy pocos votos en la reciente contienda electoral para
elegir al Presidente de la APUC. Él, como muy pocos, conoce del problema de
inmovilidad que, inexplicablemente, aqueja a la Universidad cuando se trata de
salir a defender la Institución de los reiterados maltratos que el Régimen le
ha perpetrado. Infructuosamente, hay que reconocérselo, lo ha intentado y ha
tenido que tragarse el amargo resultado de las convocatorias sin dolientes.
No hemos respondido los
profesores. No quisimos asumir ese rol pedagógico que, como integrantes de una
élite intelectual del país, nos correspondía ejercer en la defensa bien argumentada
de la Universidad, y del país, ante los múltiples desvaríos de los
“Destructores”. Tampoco han respondido los empleados, ni los obreros, ni los
estudiantes comunes que, tarde o temprano, serán las víctimas de la destrucción
de ese modelo de calidad, popular, autónomo y gratuito que disfrutaron
anteriores generaciones. No salimos a protestar contra quienes debíamos
protestar, pero si nos envalentonamos adentro, criticando y protestando contra
unas cabezas de turco que tenemos allí, que tienen que hacer milagros para
mantener operativas grandes facultades sin que hasta esta fecha, último día del
segundo mes del año, hayan recibido ni un céntimo para gastos de funcionamiento
y con los costos volando hacia el infinito cielo. Estas son las contradicciones
que no alcanzo a comprender. Creo que tenemos un severo problema de
estructuración de nuestras prioridades que debemos resolver, tanto a nivel
institucional como individual.
La Facultad a la que se
refiere el escueto relato tiene quince mil estudiantes –al menos son los que
nominalmente aparecen inscritos-. ¿Cómo se hace para mantener a una facultad de
tales dimensiones operando en tan aberrante estado de inviabilidad? ¿Será que
ya aprendimos a convertir el aire en buena academia? Al parecer la dramática
crisis en la que hemos sido sumidos –y nos hemos dejado sumir-, no está siendo
bien comunicada ni siquiera entre nosotros mismos. No la estamos procesando. No
le estamos viendo sus aristas. No hemos comprendido que hemos sido conducidos a
una situación dilemática, a un perfecto nudo gordiano: ¿O dejamos perecer a la
Academia o buscamos recursos de algún lado para preservarla en un estado que
tampoco será el óptimo?
Es necesario que se dé
una franca discusión interna. Por allí
debemos comenzar. Por allí debimos haber comenzado hace ya algún tiempo. Hay que
deponer la lucha interna por el poder, porque este no es más, en las actuales
circunstancias, que una botella vacía. La crisis de la “Inviabilidad” no nos da
margen para no hacer nada. Es menester emprender iniciativas sin olvidar que,
por encima de cualquier cosa somos Universidad: una institución universal que
tiene como primerísima misión la búsqueda y difusión del conocimiento. Es
decir: la Academia. Todo lo demás viene después. Aunque nos suene duro: es
accesorio. Teniendo esto como principio,
todo lo demás se puede discutir. En la siguiente entrega, me referiré a las dos
alternativas que quedaron planteadas en este texto. ¿Qué factibilidad tienen en
ese tablero de la Teoría de Juegos al que hice mención?