El llamado de FAPUV
Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)
I-Introducción
El pasado miércoles 4 de septiembre, la Federación de
Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) acordó como
propuesta, a ser llevada a las respectivas asambleas profesorales en las
instituciones afiliadas: la suspensión temporal del cese de actividades
manteniendo la declaratoria de conflicto universitario. Este llamado preserva el carácter democrático con
el cual la FAPUV manejó, muy inteligentemente,
la adopción de la medida extrema de paro: fueron las asambleas
profesorales las que, mediante ejercicio democrático de sus miembros,
decidieron adherirse al paro y sólo ellas, apelando a la misma modalidad para
tomar su decisión, pueden levantarlo en sus respectivas casas de estudio.
Para el momento en el que comienzo a escribir estas líneas,
ya en dos universidades –LUZ y UNET- decidieron retomar las actividades
docentes a partir de hoy, lunes 9 de septiembre, pero en otras, debido a las
particularidades de los lapsos vacacionales, las asambleas están por
realizarse. Creo entonces que bien vale la pena expresar algunas
consideraciones sobre la crucial decisión a ser tomada en dichas asambleas. Me
motiva, muy especialmente, el hecho que algunos sectores profesorales, no sé si
mayoritarios, continúan esgrimiendo respetables argumentos en pro de no
levantar el paro por cuanto, en síntesis de su opinión, los objetivos
primigenios de lucha que justificaron la declaratoria del mismo aún no han sido
conseguidos. En particular, resaltan el hecho que no se ha logrado del
Ejecutivo Nacional el respeto a la aplicación de las Normas de Homologación.
También, debo mencionarlo, dentro del sector de los jubilados circula una
opinión crítica al llamado de FAPUV, por considerar que todavía no se ha
logrado concretar la corrección de los pagos realizados tendiente a restablecer,
en su totalidad, la homologación de los beneficios al personal pasivo con los
aprobados para los activos.
Con respecto a lo primero, lo de las Normas de
Homologación (NH), debo comenzar diciendo que es absolutamente cierto, lo cual
otorga respetabilidad al principal argumento de quienes se oponen a levantar el
paro. Ahora bien, aun siendo muy válido y respetable tal argumento, cabría
preguntarse si era viable plantearse el reconocimiento textual a lo contemplado
en las NH como el objetivo, binariamente, decisorio para continuar o no con el
paro. En mi opinión: no lo era. En cualquier conflicto gremial, es muy
importante partir de un análisis sincero y descarnado de las fortalezas y
debilidades de la posición inicial desde la que se arranca la lucha. En una muy
grata conversación que sostuve con profesores de la UNA –transcurría el paro-,
señalaba que este régimen había logrado confinar la otrora combatividad gremial
de los universitarios al Sótano 25. ¿Por qué lo dije y lo mantengo?
II- ¿Desde el Sótano 25 a Planta Baja
de un solo tirón?
Desde el 2004, las NH fueron colocadas en estado de
hibernación. Recuerdo que vencidas las fechas a partir de las cuales se nos
debían aplicar las congeladas normas, transcurrían muchos meses hasta que el
Omnipotente Presidente se dignara a decretar en alguna de sus alocuciones el
unilateral aumento que él, “generosamente”, había decidido otorgar al sector
universitario. En esos meses previos, los oficialistas que hacen vida al
interior de nuestras universidades se dedicaban a circular cualquier cantidad
de rumores sobre el supuesto aumento que nos iba a aprobar el Presidente, por
cierto: siempre superior al que finalmente se anunciaba. “En el Aló Presidente
de este domingo, lo anuncian (el aumento)”, nos decían presumiendo de estar muy
informados, y nada, pasaba ese fin de semana, y otro,…, y otro, hasta que en
alguna inesperada alocución: ¡Bang! Ahí les va el pírrico aumento, siempre
inferior a lo que habría resultado de aplicar la inflación acumulada de los dos
años anteriores –lo preceptuado por las NH-. La sensación que uno tenía era que
el pobre ministro de turno no lograba conseguir un resquicio en la apretadísima
agenda presidencial para que este tomara conciencia del atraso en el ajuste de
los sueldos universitarios. Siendo Acuña, Ministro de la Educación Superior
Universitaria, el anuncio presidencial se hizo en octubre, casi a finales de un
año en el que correspondía ajustar los salarios desde enero. Lo recuerdo como
si fuera hoy, porque escribí un larguísimo artículo (como casi todos los míos),
protestando la forma como Jaua, Vicepresidente en ese momento, manipulaba al
pueblo anunciando una larga retahíla de créditos adicionales aprobados al
sector, cuando la mayoría de ellos provenían del reconocimiento de deudas
presupuestarias con las instituciones, incluyendo las de su subsistema
paralelo.
Recuerdo también haberme encontrado con el Presidente
de nuestro gremio (APUC) y haberle interpelado, muy agriamente, las razones por
las cuales la FAPUV se dejaba irrespetar de esa manera. ¿Cómo era posible que
el sector universitario, siempre abanderado en el contexto nacional de las
luchas por el resarcimiento salarial de lo perdido a causa de la inflación, se
había sumergido en una onda de tanta pasividad ante el grosero abuso del
unilateralismo presidencial? La conversación fue muy larga, casi un monólogo de
mi interlocutor, mi conclusión al final: la dirigencia gremial se sentía
intimidada ante la posibilidad de que el colectivo no les acompañara en sus
mecanismos de lucha. “Se convocan los paros parciales de actividades y muchos
profesores desatienden a nuestro llamado”, me lo reiteró muchas veces haciendo
mención al temor que transitaba por la mente de los agremiados a raíz de lo
ocurrido con PDVSA. Lo cierto es que así, bienio tras bienio, nos dejamos
confinar en el Sótano 25.
¿Qué tanto fue responsabilidad de la dirigencia
gremial de FAPUV y qué tanto fue nuestra como colectivo? Una interrogante
difícil de dilucidar con precisión, pero lo cierto, también, es que el
reiterado procedimiento de decretar aumentos por debajo del ritmo inflacionario
fue creando esa brecha entre lo que nuestro sueldo debía ser, en justo
reconocimiento a la pérdida del poder adquisitivo de nuestro salario, y lo que
realmente percibíamos. Fue así como llegamos a que el sueldo de un profesor
instructor a tiempo completo fuera apenas superior al sueldo mínimo. La presión
de nuestra realidad económica llegó a límites insoportables, la justicia de
nuestro reclamo se hizo demasiado evidente y, por fin, despertamos. Dimos una
lucha que hizo a este régimen, correoso en extremo, retroceder en su pretensión
de continuar con su estrategia unilateralista de desconocer a la otra parte.
Dimos una lucha que, seguramente, servirá como referencia nacional a otros
gremios que confrontan nuestro mismo problema.
Se logró que los sectores populares comprendieran que el trabajo de
educador está muy mal pagado en este país y que los universitarios no éramos
unos ricos privilegiados, sino personas que padecemos al igual que ellos del
embate inflacionario. Esa imagen de profesores nuestros, entogados y montados
en vehículos de transporte colectivo, intentando explicar nuestra situación salarial,
contribuyó en mucho a que el gobierno entendiera que el conflicto universitario
podía convertirse en el germen de una protesta, más virulenta y generalizada, en
respuesta a la severa problemática económica que nos aqueja como país (tengo
entendido que el Gobierno manejó encuestas que apuntaban en este sentido). Vaya
entonces mi reconocimiento a una vanguardia que luchó dura y arduamente, ahora
bien: ¿Podíamos aspirar que un solo conflicto nos trasladara desde el Sótano 25
a Planta Baja? Opino que sería irrealista pretender continuar con el paro
porque no se haya logrado totalmente el objetivo que, obviamente, debíamos
plantear en el inicio por su gran valor en lo simbólico (constituye el emblema
del reconocimiento al ajuste salarial por inflación) y en lo concreto (el
derecho a recibir un incremento de sueldos superior al aprobado).
III-Los Logros del Paro
El paro universitario sí arrojó logros importantes. Se
logró el reconocimiento de FAPUV como la legítima contraparte a los efectos de
la negociación de las condiciones socio-económicas de trabajo de los profesores
adscritos a sus instituciones afiliadas. Esto, por sí solo, crea otras
condiciones de partida para la discusión del próximo tabulador salarial,
radicalmente distintas a las que se tenían al iniciarse este conflicto. El
Régimen, si es que todavía ostenta el poder en este país, tendrá que pensarlo
muy bien a la hora de pretender desconocer los precedentes consolidados en el
diálogo bilateral al que, finalmente, tuvo que someterse. Adicionalmente, el
Gobierno accedió a retirar varias cláusulas de la Convención Colectiva Única
dado su carácter violatorio de la Ley de Universidades y el principio de
Autonomía Universitaria. Por otra parte, en el plano de lo concreto: estoy
convencido que el Gobierno aprobó mayor cantidad de recursos presupuestarios
que los que tenía previsto aprobar en esa mesa laboral con sus “amiguis” como
“comprensiva contraparte”. Aunque estos nunca lo reconocerán, el paro les
obligó a adoptar una posición de mayor dureza con respecto a la satisfacción de
sus exigencias, para poder así lavar sus caras de esquiroles oficialistas ante
sus agremiados. Y el Gobierno tuvo que acceder. El cronograma previsto para la
entrega de los recursos tuvo que ser acelerado. Todos debemos recordar que,
inicialmente, se había señalado que lo correspondiente al retroactivo de los
primeros meses del año sería cancelado en octubre como fecha más temprana. El
Gobierno, que suele ser hábil en el manejo de conflictos (ojalá fuera
igualmente apto para gestionar al país), cedió en lo económico, buscando
derrotar al paro y preservar su “joya de la corona”: desconocer
irreversiblemente a FAPUV. Al final, no le quedó más remedio que sentarse.
Tremenda lección a los otros gremios, en esta hora tan menguada en el país en
cuanto al reconocimiento de los derechos de los trabajadores.
IV-Los Riesgos de Continuar el Paro
Hechas las anteriores consideraciones, es pertinente
referirnos a los riesgos que se correrían en el caso de pretenderse continuar
la suspensión de actividades docentes. El paro se inició en mayo, significó en
la práctica la pérdida de un semestre: consecuencia bien dolorosa, aunque
necesaria (la actitud del Régimen no posibilitó otra salida). Como todo paro
laboral, se generó el perjuicio propio que, inevitablemente, se deriva de la no
prestación de un servicio por parte de quienes se declaran en huelga. Difícil, en verdad, imaginarse un paro laboral que sea
simultáneamente efectivo y aséptico. Ahora bien, habiendo transcurrido un largo
receso vacacional de 45 días, encontrándonos a escasos días de comenzar a
percibir el segundo escalón del incremento salarial aprobado, resultaría, en mi
opinión, muy contraproducente intentar extender la continuidad del paro. El
Gobierno contaría con elementos a su favor como para intentar voltear la
opinión pública, de lograrlo (alta probabilidad) se daría apertura al escenario
de aplicación de medidas retaliativas, que hasta ahora, en el contexto estricto
del conflicto, el Gobierno se ha cuidado de ni siquiera sugerirlas. Creo que la
mayoría de los docentes está consciente de esta posibilidad, de manera tal que
una mayoría circunstancial en una asamblea que, con cortedad de criterio,
aprobara la extensión del paro, colocaría a su respectiva asociación en un
disparadero. Muy posiblemente, tal medida sería desobedecida por una
significativa porción de profesores, retrotrayéndonos así a una etapa
felizmente superada. Se rompería la unidad gremial a nivel local, más allá del
hecho que una decisión en tal sentido habría roto con la unidad gremial a nivel
nacional que tanta fortaleza nos aportó en este conflicto. Se correría el
riesgo de que comenzaran a revertirse los objetivos alcanzados y termináramos
en una posición, gremialmente hablando, peor que la actual.
Basta con ir al supermercado, para saber que los
aumentos aprobados son chucutos y que ya han sido devorados por una implacable
inflación muy superior a lo que el BCV reconoce, pero fue lo que se pudo
conseguir en un primer despertar de nuestra anestesiada combatividad gremial. Salimos
de este conflicto fortalecidos y con posibilidades de proponernos en el futuro
luchas para que la función educadora sea reconocida como se lo merece y lo requiere,
urgentemente, nuestro país. Eso sí, debemos mantenernos generando opinión en
este sentido.
Para finalizar y habida cuenta que hice referencia en la
introducción al descontento entre nosotros, los jubilados, opino que como sector
debemos mantenernos alerta para exigir a nuestra dirigencia gremial, que la homologación
de nuestros beneficios se mantenga como uno de los elementos centrales de reclamo
ante el Ejecutivo. Lo que no debemos es pretender que nuestro argumento se convierta
en causal suficiente como para justificar la continuidad del paro. Los jubilados
debemos ser conscientes de nuestra natural limitación como sector de presión y cuidarnos de promover o exigir una situación
de riesgo que afectaría mayormente a los activos.
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