lunes, 30 de septiembre de 2013

Comentario del libro "EL LEGADO DE CHÁVEZ" de José Guerra

El Legado de Chávez

Asdrúbal Romero Mujica (@asdromero en twitter)


Y ahora cuando nos encaminamos directo a LA DEBACLE: ¿Vamos a seguir diciendo que la culpa es enteramente de Maduro? Que no se nos olvide: quien nos metió en este tremendo embrollo fue Chávez. Lo que estamos sufriendo y nos falta por sufrir en los años más próximos -cuántos quién sabe-, es EL LEGADO DE CHÁVEZ. Por esto fue que me encantó el título del libro, recientemente, publicado por el economista José Guerra cuando lo vi en los estantes de las librerías. No transcurrieron demasiados días para que cediera a la tentación de comprarlo y leerlo, a pesar de la inmensa cola de libros que tengo por leer en mi biblioteca. Por fin, una personalidad con estrechas vinculaciones políticas a la Oposición -se dice que es uno de los principales asesores en materia económica de nuestro ex candidato presidencial HCR-, coloca el acento de la responsabilidad donde, exactamente, debe estar.

Uno de los aspectos que, en lo discursivo, más me molestó de la campaña presidencial posterior a la muerte del profeta, fue la evidente intención de endilgarle a Maduro toda la responsabilidad por el recrudecimiento de los problemas de desabastecimiento e inflación, como si ellos no fueran lógicas consecuencias de una dinámica económica disparada desde mucho tiempo atrás. "No han transcurrido ni siquiera cien días de su gobierno y ya ha devaluado dos veces”, fue uno de los mensajes profusamente difundidos, en el intento de resaltar la incompetencia de Maduro y ubicarlo en el imaginario de los simpatizantes del oficialismo como el heredero equivocado. Insisto: me molestaba, aunque, por otra parte, reconociera que esa estrategia comunicacional, como táctica política, estaba rindiendo sus frutos. No fueron los suficientes como para que, en tan corto plazo, nos dieran la aplastante victoria que necesitábamos a los efectos de imposibilitar el desconocimiento de la misma. Pero, ese discurso cortoplacista sigue calando en la mente de los que se sintieron identificados con Chávez, a juzgar por la frecuencia con la que, en diálogos sostenidos con personas de ese sector, escucho mensajes como el siguiente: “Esto no sirve, Chávez era otra cosa”.

Muy bien, el distanciamiento de la imagen de Maduro con respecto a la de su mentor se está logrando, pero Chávez sigue reinando en su altar y he allí: el aspecto profundamente riesgoso de ese discurso que, tácitamente, transmite una visión demasiado simplista de la compleja dinámica que rige el comportamiento en el tiempo de la economía de cualquier país. Vende la idea que cambiado el Presidente por uno nuevo y armado éste de un repertorio de políticas económicas acertadas: el país despegará y los problemas sociales y económicos que hoy día tanto nos aquejan se resolverán casi que instantáneamente por obra y gracia del Espíritu Santo. Cuando esto no ocurra y créanme que no va a ocurrir, quedará, cada vez menos latente, el problema de cómo convencer a los adoradores de Chávez para que no añoren y hagan posible el regreso de otro como él. Es muy posible que terminemos echando en falta el no haber optado, en el dilema político comunicacional, por el camino más duro y tortuoso, aunque también el de mayor valentía y validez de cara a la indispensable gestación de una nueva cultura de valores. Me refiero a la opción de haber confrontado, seriamente, ese marco mental populista clientelar que Chávez como aventajado neuropolítico, quizás sin tener conciencia de ello, repotenció y reforzó hasta la saciedad en las sinapsis neuronales de todos sus seguidores.

Es en el marco de ese dilema al que he hecho referencia, que saludo la pertinencia de la publicación de un libro como el de José Guerra. Vale la pena leerlo para recorrer un interesante tour por ese abigarrado cúmulo de contradicciones y sin sentido que han caracterizado los planes económicos del régimen chavista. A pesar de algunos descuidos del corrector final que seguramente se corregirán en una próxima reedición, la lectura fluye, oportunamente ayudada por una pertinente y muy bien condensada documentación estadística. No se requiere de una docta experticia en los temas económicos, para comprender cómo hemos sido conducidos a un estado tan ruinoso de nuestra economía que, inevitablemente, nos atrasará por años. En mi opinión, el capítulo donde el lector corre más el riesgo de perder el interés es, precisamente, el primero. Si les ocurre, sáltenlo: de allí en adelante la lectura fluye, cómodamente, a través de una bien hilvanada argumentación que le sirve a uno para ir conformando un dantesco cuadro de pavorosas conclusiones. A lo mejor les ocurre como a mí, se puede tener conciencia de cada uno de ellas por separado: la inmensa deuda roja; el estruendoso deterioro de nuestra gallinita de los huevos de oro; la corrupción boliburguesa; etc., pero este libro permite visualizar cómo todas encajan a la perfección como si fuesen piezas de un suicida rompecabezas.

Es la segunda vez que lo menciono en mis artículos. Siempre he pensado que una tarea pendiente de la Oposición ha sido la de conformar un grupo interdisciplinario de expertos en economía y en comunicación masiva. El desafío sería cómo estructurar un discurso en materia económica que fuera accesible para la comprensión por parte del segmento poblacional con una formación más básica y cómo comunicarlo efectivamente, en mensajes sencillos, a través de los diversos medios que se dispondrían para llegarle a ese segmento. Hay que hacer un esfuerzo titánico para explicar por qué en esta versión almibarada del viejo y fracasado comunismo que se nos vendió como el Socialismo del Siglo XXI, la tesis programática fundamental de Chávez, reside el malicioso germen de todos nuestros males presentes y futuros. 

Confieso que mi entusiasta aproximación al libro de Guerra: conllevaba la expectativa de conseguirme con ese discurso económico bajado de tono intelectual que pudiera desgranarse en esos sencillos mensajes que no alcanzo a imaginarme. ¿Cómo describir EL LEGADO DE CHÁVEZ en unos términos asequibles para toda nuestra gente? En este sentido, el libro no satisfizo mis expectativas, cuestión de la que no puedo responsabilizar al autor porque él es libre de escribir su libro con sus propias expectativas. Pero, considero que su texto contiene valiosos elementos de información a partir de los cuales orientar el desafío que propongo.

Como lo recomendaría George Lakoff, eminente neuropolítico norteamericano –autor del muy reconocido libro “The Political Mind”-, tenemos que desmontar de raíz la muy equivocada visión del mundo que Chávez, manipulando emociones, logró instalar en los cerebros de buena parte de los pobladores de esta tierra para hacerlos más dependientes de su maldita revolución. Para ello, tenemos que atrevernos a confrontar esa visión con una, radicalmente distinta, sobre cómo en verdad podemos construir un país con oportunidades de progreso para todos, con auténtica empatía social y respeto a las autonomías individuales, comunales, municipales y regionales. No podemos dar la pelea manteniéndonos dentro del marco mental chavista, sino con una narrativa que sustente el nuestro y nos permita ganar las mentes y corazones de quienes tienen la potestad de decidir el futuro de este país. Los acontecimientos por desarrollarse en nuestro país serán tan dramáticos, que ya va siendo hora que, sin miedo ni cálculos políticos de corto alcance, optemos por desnudar EL LEGADO DE CHÁVEZ para mostrarlo tal cual es: una auténtica misión para crear miseria. Atrevernos es la consigna, para nunca más dejarnos dominar por uno como él.

martes, 17 de septiembre de 2013

En dólares: nuestros pasajes aéreos son los más caros de toda la bolita del mundo.

Pagamos los Pasajes Más Caros

Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)
@asdromero en twitter.

“Las líneas aéreas no reciben dólares de Cadivi desde hace casi un año y consideran el país como destino riesgoso”. Lo dice El Nacional en un subtítulo de la noticia con la cual encabezó su portada del sábado 4 de septiembre. Esta es la verdadera y simple razón por la cual los venezolanos, a pesar de que, en teoría, tenemos el beneficio de comprar nuestros pasajes aéreos a la tasa de cambio oficial, hemos visto como el costo de los mismos se ha venido incrementando en los últimos años, aceleradamente, a un ritmo muy por encima de los cambios que se han producido en la susodicha tasa de cambio.
¿Cómo puede ser esto posible cuando la tasa de cambio se mantiene inalterable? Muy fácil: inflan el valor del pasaje en dólares. Si usted busca en la red el costo “normal” (“advance purchase price") de un pasaje ida y vuelta entre Aruba y el aeropuerto internacional de Miami, podrá conseguirlo a $ 698 en una prestigiosa línea aérea que también opera en Venezuela (http://www.farecompare.com/flights/Aruba-AUA/Miami-MIA/market.html). Si se dispone con tiempo a buscar ofertas, conseguirá opciones tan económicas como una que yo mismo pude concretar a un precio de $ 445. Selecciono Aruba como punto de comparación, por cuanto su proximidad geográfica con nuestro país me permite suponer que los costos en dólares de los vuelos que unen a esa preciosa isla con Miami, deberían ser muy similares a sus pares entre nuestros principales aeropuertos y el mismo destino.
Ahora mismo, si usted se dispusiera a buscar un pasaje para los primeros días de noviembre (supuestamente temporada baja) entre Maiquetía y Miami, no lo conseguirá por menos de Bs 14000 –redondeando y sin incluir impuestos y tasas adicionales-. La sencilla operación de dividir este monto entre la tasa oficial de Bs 6.30 por dólar, le arrojaría un valor del pasaje en $ 2222, es decir: más del triple del costo normal que referenciamos para el caso de Aruba. Conclusión: los venezolanos estamos comprando los pasajes aéreos más caros de esta parte del planeta, cuando los expresamos en la moneda que se utiliza internacionalmente para la compra y venta de este tipo de bien. Antes de analizar más en profundidad esta conclusión, quiero dejar constancia que actué con extrema moderación al buscar las opciones de comparación. Si hubiese querido escandalizar más, habría podido, perfectamente,  elegir opciones en las cuales el resultado de la comparación habría sido mucho más exagerado (bastaría con que usted pretendiera adentrarse en su búsqueda hacia las fechas decembrinas).
Resulta un hecho innegable e inocultable que las líneas aéreas, a los efectos de fijación de sus tarifas en Venezuela, están trabajando con un valor “escondido” del dólar, el cual se ubicaría entre la tasa oficial y el innombrable. Supóngase, a manera de ejercicio, que el tal valor escondido fuese de Bs 30 por dólar y que el precio justo, en términos equitativos, para una ruta aérea partiendo de Venezuela fuese de $ 800, entonces la línea valuaría el costo de ese pasaje a Bs 24000, pero como requiere mantener anclado el precio en dólares del pasaje a la tasa oficial, divide este último monto entre 6,30 y fija el precio en $ 3810. Como pueden ver, un precio en dólares totalmente inflado e irreal, pero que sirve para ocultar una de esas tantas distorsiones a las que se ha habituado la economía de nuestro país a cuenta de pretender seguir manteniendo una ficción. Una distorsión de similar naturaleza a la que produce el contrabando masivo de alimentos y gasolina en la frontera, o la que produce miles de viajeros fantasmas que pretenden sacar provecho del desorden cambiario raspando los cupos en sus tarjetas de crédito sin moverse de su casa.
Como no soy experto en asuntos turísticos, ni conocedor de lo que pueda ser la realidad del manejo económico de las líneas aéreas en nuestro país, considero muy pertinente aclarar que, quizás, ese valor “escondido” del dólar con el cual cada una de ellas trabaja y cuyo monto exacto se desconoce, pudiera corresponder a un valor “justo” teniendo en cuenta el prolongado retardo con el que CADIVI honra el compromiso de entregarles los dólares, la incertidumbre que ellas deben tener en cuanto a esa cuantiosa deuda y otros muy altos costos que son “propios” de este insólito país, según señala Humberto Figuera, Presidente de la Asociación de las Líneas Aéreas Venezolanas –alude en su declaración a mayores costos de seguridad, retrasos en los terminales y el tema laboral-. ¿Qué tanto puede ser especulación y qué tanto puede ser justo en esto de la inflación en dólares de los pasajes aéreos que los venezolanos consumimos? Es una pregunta muy difícil de responder por un lego en la materia. Más que criticar a las líneas aéreas, lo que pretendo es dejar en evidencia que existe una situación que viene siendo manejada con extrema opacidad y de la cual los venezolanos venimos siendo víctimas, directa e indirectamente (el Estado Venezolano termina cancelando unas tarifas en dólares llamativamente elevadas y lo hace con dólares que son de todos nosotros). Hasta ahora, la sensación que uno tenía es que el Gobierno venía haciéndose de la vista gorda, quizás en reconocimiento implícito a su condición de pésimo pagador. Finalmente, el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil ha dado señales de su disposición a corregir el entuerto. Ojalá proceda con conocimiento de causa y sindéresis, no sea que termine ocurriendo que nos quedemos sin pasajes aéreos, ya tenemos suficiente con lo que se nos viene encima en cuanto a los automóviles y las clínicas privadas.
No puedo dejar de mencionar, ya para finalizar, un problema adicional que ocasiona la inflación exorbitante en dólares de nuestras tarifas de transporte aéreo internacional. A fin de mantener una coherencia externa, las líneas se han cuidado de ofrecer las mismas tarifas para los viajes hacia Venezuela. Recién me percaté de esto a raíz de una situación familiar, si usted está en el exterior y por alguna razón de urgencia se ve en la necesidad de viajar hacia acá, prepárese a que lo asalten así sea pagando con dólares de verdad. Difícil con esos altos costos que los turistas quieran venir para acá, o traer algunos invitados internacionales para un evento científico o humanístico. Recientemente leí que el VII Foro Internacional de Filosofía de Venezuela tuvo que suspenderse por las dificultades que se presentaron para traer a los invitados del exterior. Me llamó mucho la atención la carta pública de protesta que se difundió al respecto. Decía: “Las líneas aéreas que sirven los vuelos desde  el exterior hacia Venezuela arreciaron el bloqueo que desde hace un tiempo le vienen aplicando a nuestro país por el tema del control de las divisas y se han concertado para suspendernos toda venta de boletos aéreos que se originen en otro país. Hicimos todo el esfuerzo y presionamos por distintos medios, pero sólo obtuvimos la negativa por respuesta. Sin duda que esto forma parte de la guerra económica y del intento de aislamiento que la burguesía internacional, siguiendo instrucciones del Norte, ha desatado contra el proceso bolivariano”. Tristeza fue lo que me produjo este comunicado hecho por unos intelectuales. Mientras no entendamos que estos problemas se originan a partir de un manejo profundamente distorsionado de nuestra propia economía, veremos conspiraciones donde no las hay. Las perspectivas extremas, muy propias de nuestro estado de polarización, no contribuirán en nada a una solución que requiere de la búsqueda del justo medio. Mientras no haya solución, seguiremos padeciendo los consumidores y el aislamiento internacional del país se irá acentuando progresivamente.



  

martes, 10 de septiembre de 2013

Balance del conflicto universitario

El llamado de FAPUV
Asdrúbal Romero Mujica (asdromero@gmail.com)

I-Introducción


El pasado miércoles 4 de septiembre, la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) acordó como propuesta, a ser llevada a las respectivas asambleas profesorales en las instituciones afiliadas: la suspensión temporal del cese de actividades manteniendo la declaratoria de conflicto universitario. Este  llamado preserva el carácter democrático con el cual la FAPUV manejó, muy inteligentemente,  la adopción de la medida extrema de paro: fueron las asambleas profesorales las que, mediante ejercicio democrático de sus miembros, decidieron adherirse al paro y sólo ellas, apelando a la misma modalidad para tomar su decisión, pueden levantarlo en sus respectivas casas de estudio.
Para el momento en el que comienzo a escribir estas líneas, ya en dos universidades –LUZ y UNET- decidieron retomar las actividades docentes a partir de hoy, lunes 9 de septiembre, pero en otras, debido a las particularidades de los lapsos vacacionales, las asambleas están por realizarse. Creo entonces que bien vale la pena expresar algunas consideraciones sobre la crucial decisión a ser tomada en dichas asambleas. Me motiva, muy especialmente, el hecho que algunos sectores profesorales, no sé si mayoritarios, continúan esgrimiendo respetables argumentos en pro de no levantar el paro por cuanto, en síntesis de su opinión, los objetivos primigenios de lucha que justificaron la declaratoria del mismo aún no han sido conseguidos. En particular, resaltan el hecho que no se ha logrado del Ejecutivo Nacional el respeto a la aplicación de las Normas de Homologación. También, debo mencionarlo, dentro del sector de los jubilados circula una opinión crítica al llamado de FAPUV, por considerar que todavía no se ha logrado concretar la corrección de los pagos realizados tendiente a restablecer, en su totalidad, la homologación de los beneficios al personal pasivo con los aprobados para los activos.
Con respecto a lo primero, lo de las Normas de Homologación (NH), debo comenzar diciendo que es absolutamente cierto, lo cual otorga respetabilidad al principal argumento de quienes se oponen a levantar el paro. Ahora bien, aun siendo muy válido y respetable tal argumento, cabría preguntarse si era viable plantearse el reconocimiento textual a lo contemplado en las NH como el objetivo, binariamente, decisorio para continuar o no con el paro. En mi opinión: no lo era. En cualquier conflicto gremial, es muy importante partir de un análisis sincero y descarnado de las fortalezas y debilidades de la posición inicial desde la que se arranca la lucha. En una muy grata conversación que sostuve con profesores de la UNA –transcurría el paro-, señalaba que este régimen había logrado confinar la otrora combatividad gremial de los universitarios al Sótano 25. ¿Por qué lo dije y lo mantengo?

II-  ¿Desde el Sótano 25 a Planta Baja de un solo tirón?


Desde el 2004, las NH fueron colocadas en estado de hibernación. Recuerdo que vencidas las fechas a partir de las cuales se nos debían aplicar las congeladas normas, transcurrían muchos meses hasta que el Omnipotente Presidente se dignara a decretar en alguna de sus alocuciones el unilateral aumento que él, “generosamente”, había decidido otorgar al sector universitario. En esos meses previos, los oficialistas que hacen vida al interior de nuestras universidades se dedicaban a circular cualquier cantidad de rumores sobre el supuesto aumento que nos iba a aprobar el Presidente, por cierto: siempre superior al que finalmente se anunciaba. “En el Aló Presidente de este domingo, lo anuncian (el aumento)”, nos decían presumiendo de estar muy informados, y nada, pasaba ese fin de semana, y otro,…, y otro, hasta que en alguna inesperada alocución: ¡Bang! Ahí les va el pírrico aumento, siempre inferior a lo que habría resultado de aplicar la inflación acumulada de los dos años anteriores –lo preceptuado por las NH-. La sensación que uno tenía era que el pobre ministro de turno no lograba conseguir un resquicio en la apretadísima agenda presidencial para que este tomara conciencia del atraso en el ajuste de los sueldos universitarios. Siendo Acuña, Ministro de la Educación Superior Universitaria, el anuncio presidencial se hizo en octubre, casi a finales de un año en el que correspondía ajustar los salarios desde enero. Lo recuerdo como si fuera hoy, porque escribí un larguísimo artículo (como casi todos los míos), protestando la forma como Jaua, Vicepresidente en ese momento, manipulaba al pueblo anunciando una larga retahíla de créditos adicionales aprobados al sector, cuando la mayoría de ellos provenían del reconocimiento de deudas presupuestarias con las instituciones, incluyendo las de su subsistema paralelo.
Recuerdo también haberme encontrado con el Presidente de nuestro gremio (APUC) y haberle interpelado, muy agriamente, las razones por las cuales la FAPUV se dejaba irrespetar de esa manera. ¿Cómo era posible que el sector universitario, siempre abanderado en el contexto nacional de las luchas por el resarcimiento salarial de lo perdido a causa de la inflación, se había sumergido en una onda de tanta pasividad ante el grosero abuso del unilateralismo presidencial? La conversación fue muy larga, casi un monólogo de mi interlocutor, mi conclusión al final: la dirigencia gremial se sentía intimidada ante la posibilidad de que el colectivo no les acompañara en sus mecanismos de lucha. “Se convocan los paros parciales de actividades y muchos profesores desatienden a nuestro llamado”, me lo reiteró muchas veces haciendo mención al temor que transitaba por la mente de los agremiados a raíz de lo ocurrido con PDVSA. Lo cierto es que así, bienio tras bienio, nos dejamos confinar en el Sótano 25.
¿Qué tanto fue responsabilidad de la dirigencia gremial de FAPUV y qué tanto fue nuestra como colectivo? Una interrogante difícil de dilucidar con precisión, pero lo cierto, también, es que el reiterado procedimiento de decretar aumentos por debajo del ritmo inflacionario fue creando esa brecha entre lo que nuestro sueldo debía ser, en justo reconocimiento a la pérdida del poder adquisitivo de nuestro salario, y lo que realmente percibíamos. Fue así como llegamos a que el sueldo de un profesor instructor a tiempo completo fuera apenas superior al sueldo mínimo. La presión de nuestra realidad económica llegó a límites insoportables, la justicia de nuestro reclamo se hizo demasiado evidente y, por fin, despertamos. Dimos una lucha que hizo a este régimen, correoso en extremo, retroceder en su pretensión de continuar con su estrategia unilateralista de desconocer a la otra parte. Dimos una lucha que, seguramente, servirá como referencia nacional a otros gremios que confrontan nuestro mismo problema.  Se logró que los sectores populares comprendieran que el trabajo de educador está muy mal pagado en este país y que los universitarios no éramos unos ricos privilegiados, sino personas que padecemos al igual que ellos del embate inflacionario. Esa imagen de profesores nuestros, entogados y montados en vehículos de transporte colectivo, intentando explicar nuestra situación salarial, contribuyó en mucho a que el gobierno entendiera que el conflicto universitario podía convertirse en el germen de una protesta, más virulenta y generalizada, en respuesta a la severa problemática económica que nos aqueja como país (tengo entendido que el Gobierno manejó encuestas que apuntaban en este sentido). Vaya entonces mi reconocimiento a una vanguardia que luchó dura y arduamente, ahora bien: ¿Podíamos aspirar que un solo conflicto nos trasladara desde el Sótano 25 a Planta Baja? Opino que sería irrealista pretender continuar con el paro porque no se haya logrado totalmente el objetivo que, obviamente, debíamos plantear en el inicio por su gran valor en lo simbólico (constituye el emblema del reconocimiento al ajuste salarial por inflación) y en lo concreto (el derecho a recibir un incremento de sueldos superior al aprobado).

III-Los Logros del Paro


El paro universitario sí arrojó logros importantes. Se logró el reconocimiento de FAPUV como la legítima contraparte a los efectos de la negociación de las condiciones socio-económicas de trabajo de los profesores adscritos a sus instituciones afiliadas. Esto, por sí solo, crea otras condiciones de partida para la discusión del próximo tabulador salarial, radicalmente distintas a las que se tenían al iniciarse este conflicto. El Régimen, si es que todavía ostenta el poder en este país, tendrá que pensarlo muy bien a la hora de pretender desconocer los precedentes consolidados en el diálogo bilateral al que, finalmente, tuvo que someterse. Adicionalmente, el Gobierno accedió a retirar varias cláusulas de la Convención Colectiva Única dado su carácter violatorio de la Ley de Universidades y el principio de Autonomía Universitaria. Por otra parte, en el plano de lo concreto: estoy convencido que el Gobierno aprobó mayor cantidad de recursos presupuestarios que los que tenía previsto aprobar en esa mesa laboral con sus “amiguis” como “comprensiva contraparte”. Aunque estos nunca lo reconocerán, el paro les obligó a adoptar una posición de mayor dureza con respecto a la satisfacción de sus exigencias, para poder así lavar sus caras de esquiroles oficialistas ante sus agremiados. Y el Gobierno tuvo que acceder. El cronograma previsto para la entrega de los recursos tuvo que ser acelerado. Todos debemos recordar que, inicialmente, se había señalado que lo correspondiente al retroactivo de los primeros meses del año sería cancelado en octubre como fecha más temprana. El Gobierno, que suele ser hábil en el manejo de conflictos (ojalá fuera igualmente apto para gestionar al país), cedió en lo económico, buscando derrotar al paro y preservar su “joya de la corona”: desconocer irreversiblemente a FAPUV. Al final, no le quedó más remedio que sentarse. Tremenda lección a los otros gremios, en esta hora tan menguada en el país en cuanto al reconocimiento de los derechos de los trabajadores.

IV-Los Riesgos de Continuar el Paro


Hechas las anteriores consideraciones, es pertinente referirnos a los riesgos que se correrían en el caso de pretenderse continuar la suspensión de actividades docentes. El paro se inició en mayo, significó en la práctica la pérdida de un semestre: consecuencia bien dolorosa, aunque necesaria (la actitud del Régimen no posibilitó otra salida). Como todo paro laboral, se generó el perjuicio propio que, inevitablemente, se deriva de la no prestación de un servicio por parte de quienes se declaran en huelga.  Difícil, en verdad,  imaginarse un paro laboral que sea simultáneamente efectivo y aséptico. Ahora bien, habiendo transcurrido un largo receso vacacional de 45 días, encontrándonos a escasos días de comenzar a percibir el segundo escalón del incremento salarial aprobado, resultaría, en mi opinión, muy contraproducente intentar extender la continuidad del paro. El Gobierno contaría con elementos a su favor como para intentar voltear la opinión pública, de lograrlo (alta probabilidad) se daría apertura al escenario de aplicación de medidas retaliativas, que hasta ahora, en el contexto estricto del conflicto, el Gobierno se ha cuidado de ni siquiera sugerirlas. Creo que la mayoría de los docentes está consciente de esta posibilidad, de manera tal que una mayoría circunstancial en una asamblea que, con cortedad de criterio, aprobara la extensión del paro, colocaría a su respectiva asociación en un disparadero. Muy posiblemente, tal medida sería desobedecida por una significativa porción de profesores, retrotrayéndonos así a una etapa felizmente superada. Se rompería la unidad gremial a nivel local, más allá del hecho que una decisión en tal sentido habría roto con la unidad gremial a nivel nacional que tanta fortaleza nos aportó en este conflicto. Se correría el riesgo de que comenzaran a revertirse los objetivos alcanzados y termináramos en una posición, gremialmente hablando, peor que la actual.
Basta con ir al supermercado, para saber que los aumentos aprobados son chucutos y que ya han sido devorados por una implacable inflación muy superior a lo que el BCV reconoce, pero fue lo que se pudo conseguir en un primer despertar de nuestra anestesiada combatividad gremial. Salimos de este conflicto fortalecidos y con posibilidades de proponernos en el futuro luchas para que la función educadora sea reconocida como se lo merece y lo requiere, urgentemente, nuestro país. Eso sí, debemos mantenernos generando opinión en este sentido.

Para finalizar y habida cuenta que hice referencia en la introducción al descontento entre nosotros, los jubilados, opino que como sector debemos mantenernos alerta para exigir a nuestra dirigencia gremial, que la homologación de nuestros beneficios se mantenga como uno de los elementos centrales de reclamo ante el Ejecutivo. Lo que no debemos es pretender que nuestro argumento se convierta en causal suficiente como para justificar la continuidad del paro. Los jubilados debemos ser conscientes de nuestra natural limitación como sector de presión  y cuidarnos de promover o exigir una situación de riesgo que afectaría mayormente a los activos.