Los “pobresores”
Asdrúbal
Romero M.
asdromero@gmail.com
La aplicación en nuestro país de políticas equivocadas
por demasiados años ha generado un conjunto de distorsiones que cuando, hoy
día, pretendemos analizarlas, o compararlas con los indicadores
correspondientes en el resto del mundo, nos sirven para darnos cuenta de cómo la
irracionalidad ha plagado el manejo de nuestros asuntos públicos. Un ejemplo
emblemático de lo que señalo y que causa el mayor de los asombros es el precio
de la gasolina, pero en esta oportunidad me voy a referir a otra distorsión de
muy actual vigencia: un pobresor universitario, instructor a tiempo completo,
devenga un sueldo que es apenas 220 bolívares mayor al salario mínimo (Bs 2457
a partir de este primero de mayo). ¿Qué le diría usted a un talentoso hijo suyo
que, en vísperas de su graduación, le comunicara su decisión de dedicarse a la
docencia universitaria? Mi reacción sería: ¡Estás loco! Lo cual, comprenderán,
cuán triste es tener que reconocerlo,
cuando uno ha dedicado toda su vida a la Universidad.
¿Cómo es posible que hayamos arribado a una situación
tan, escandalosamente, distorsionada? ¿Qué podemos esperar de la universidad venezolana
del futuro si ella persiste? De seguir así, nos encontraremos dentro de unos
diez años cuestionándonos el cómo ha sido posible que nuestra nación se haya
convertido en la incubadora de los peores profesionales del planeta. Es de agradecer, entonces, que los pobresores
universitarios hayan despertado finalmente y se estén sacudiendo de ese polvo
de miedo que los ha arropado por unos cuantos años. Como integrantes del
reservorio intelectual de este país, les corresponde retomar el protagonismo de
luchar para que este gobierno entienda, de una vez por todas, que el
unilateralismo en la asignación de incrementos salariales ya no va a seguir
siendo posible.
Chávez, con su poder omnímodo, se dio el lujo de
desestimar las cifras de inflación aportadas por el BCV (las cuales, sospecho,
están cada vez más maquilladas) e imponer a todos los sectores laborales, año
tras año, aumentos que no compensaban la pérdida real de poder adquisitivo. Las
distorsiones salariales se fueron magnificando hasta llegar a esta situación en
la cual, desde el punto de vista de los ingresos, conviene más ser obrero de la
construcción o “taxear” con un vehículo, así esté todo escachalandrado, que dedicarse
a educar a los hijos de esta patria. Lo mismo puede señalarse con respecto a
cualquier profesional que se desempeñe en un cargo público y no sea corrupto.
Maduro, quien pasó de ocuparse por varios años de una
agenda internacional, excesivamente activa, a tener que manejar una crisis,
verdaderamente dramática, en lo político, social y económico, parece no haber
tenido el tiempo suficiente para realmente entender cuál es el legado que tiene
entre sus manos (o quizás sea una carencia de su entidad como estadista lo que
le impide visualizarlo). Por eso nos habla de una guerra económica perpetrada
por la “derecha fascista”, como si fuera el Quijote refiriéndose a sus molinos
imaginarios, y percibe a los pobresores universitarios, o a los obreros de varias
de las empresas básicas de Guayana que ya llegaron al límite de no poder cobrar
regularmente sus salarios quincenales, como actores de esa supuesta guerra en
contra suya. No, señor Maduro, lo que tiene en frente suyo son víctimas de una
situación, crónicamente, mal atendida que ya está llegando al clímax de la
desesperación. Los molinos que ve son las múltiples manifestaciones que se
anticipan a esa bomba atómica que nos amenaza a todos con un incesante tic tac
que usted no quiere escuchar. Me lo imagino sorprendido porque en cada hora de
su gestión le estallen, por aquí y por allá, nuevas granadas de esa guerra
imaginaria. En verdad, que me lo imagino desbordado por la multiplicidad de
problemas que usted pretende evadir mediante su “bobalicón gobierno de calle”.
Entiéndalo de una buena vez, esa es la herencia de su padrecito Chávez y si
usted quiere sobrevivir en el poder: déjese de mentir, amenazar y perseguir;
siéntese a escuchar; considere como opción, al menos considérela, la
posibilidad de recurrir a una caja de herramientas bien distinta a la que
utilizaba su antecesor. No le ordene a su ministro Calzadilla, quien -si es
como me dicen-, supongo deberá estarse sintiendo muy incómodo, que se reúna
solamente con los esquiroles oficialistas que se prestaron para dividir a los
gremios universitarios y cuya representatividad de los trabajadores es casi
nula. Eso viene a ser más de lo mismo que ya no se soporta.
muy realista y a su vez optimista ,su criterio , pienso que con un deficit presupuestario y la inflación sino existe dialogo o buscan soluciones el gobierno de turno la universidad no pueda seguir abriendo sus puertas
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