La Perentoria Necesidad de Precisar el Mensaje
@asdromero
Inicio- Cambio de planes
En la
primera entrega, argumenté porque consideraba que la gira internacional del Presidente
Guaidó podía calificarse de exitosa, así
sólo fuera por su virtud de haberle sacado de su trayectoria segura hacia un
nocaut por parte del Régimen. Pero además: logró con creces la renovación del crédito
político que le había otorgado con anterioridad la comunidad internacional. Postergué,
por razones de espacio, para posteriores entregas: la consideración del caso de
España, país en el cual todavía se mantiene el escándalo sobre el misterioso
encuentro Delcy-Ministro Ábalos –el que goza de la mayor confianza del
Presidente Sánchez Castejón-. Tanto PP como VOX han anunciado la introducción
de denuncias formales ante la Fiscalía General para que se investigue. El tema Venezuela continúa bien caliente. Sin embargo,
la polémica suscitada cuando Guaidó otorga su consentimiento, en Canadá, a una
iniciativa de este país de intentar negociar con Cuba, con quien ha mantenido en
el tiempo buenas relaciones, una salida beneficiosa para Venezuela, me decidió
a abordar primero el otro tema prometido: la perentoria necesidad para Guaidó
de ajustar su discurso.
El
consentimiento a Canadá generó, inmediatamente, un furibundo revuelo de
desconfianza en las redes sociales. Al respecto, me permití redactar un hilo en
Twitter pero no voy a repetirme en ello. Sólo decir que el episodio reforzaba
mi apreciación, a partir de lo que mediáticamente había acontecido en Europa,
sobre la necesidad que tiene Guaidó de hacer más preciso su mensaje. A continuación trataré de explicarme, para lo
cual recurriré primero a una enseñanza que hace tiempo me inculcaron varios
veteranos de la comunicación.
Acto Principal: El problema
Si tú deseas
que de tu rueda de prensa se comunique el mensaje que tú priorizas, decían
ellos, no te pongas a hablar quince minutos de varios temas -esto todavía lo
hacen muchos políticos-. Cuando ejecutas de esa manera, le brindas al
periodista la opción de elegir como mensaje tuyo aquel que le cayó en mayor
gracia; el que según su opinión generaría mayor atención pública; el que
entendió mejor; el que captó más concentradamente antes de distraerse con tu
divagación; o, sencillamente, el que te perjudica mejor si ello fue lo que
ordenaron hacerte.
No se puede
dejar al libre albedrío periodístico la elección del mensaje principal que tú
quieres hacer llegar. Y para esto no basta con tener redactada la declaración y
entregársela a los medios. Se trata de cómo redondeas esa declaración para que
ella constituya un texto, del cual no puedan quedar dudas de cuál es el mensaje
principal. Que éste sea tan predominante e indudable tu intención de otorgarle máxima relevancia, que si algún periodista corriera el riesgo de intentar manipularlo sesgadamente, quedaría en flagrante evidencia su bajo profesionalismo.
Dicho esto
y viendo que de su gira en Europa, los medios españoles resaltaban de su
mensaje sólo la reiteración de la solicitud de elecciones libres, me aboqué a
ver en toda su extensión una rueda de prensa celebrada en el Parlamento
Europeo. Mis observaciones convertidas en interrogantes: ¿Caracterizó Guaidó al régimen de Maduro como una organización
delincuencial que había secuestrado el Estado para favorecer el desarrollo de
una vasta diversidad de actividades ilícitas en aras del grosero
enriquecimiento de una cúpula? Sí lo hizo. Por cierto, arribando ya al punto de
máxima coincidencia con lo que ha sido el discurso del sector liderado por
María Corina Machado.
¿Habló
Guaidó de nuestra tragedia? Sí, pero estuvo lejos de ser todo lo contundente
que se requiere. ¿Dijo Guaidó “Solos No Podemos”? ¡Lo dijo! Pero también habló
de “Elecciones Libres”. Y esta referencia a elecciones libres en el caso de los
medios europeos, tenía que quedar como soldada al rojo vivo con el relato de
cómo la oposición –que él representa- ha tenazmente perseguido ese objetivo; de
cómo se han arriesgado políticamente a sentarse a negociar en la búsqueda del
ansiado mantra, cuando la tragedia es tal que cada vez los ciudadanos entienden
menos el sentarse ellos con tales criminales y de cómo el Régimen se ha burlado de esas
negociaciones, continúa con todo tipo de abusos y arrecia la represión. Este es
el relato que enlaza perfectamente con el “Solos No podemos”.
Tenía que
quedar claro, que las elecciones libres han constituido el procedimiento privilegiado
por la Oposición Institucional para una salida pacífica y democrática de la
Tragedia, pero que hechos los esfuerzos que se han hecho y de los cuales
existen evidencias comprobadas, a él, en su condición de legítimo representante
de los factores democráticos, le correspondía denunciar ante la comunidad
internacional que Maduro no había permitido la consecución de esas elecciones
libres –una afirmación tan poderosa, comunicacionalmente, como ésta por su
poder de síntesis, no apareció registrada en ningún medio-.
Tal
afirmación le imprimía un sentido preciso a la
razón de ser de su gira. Conectándola con el “Solos No Podemos”: su
reconocimiento explícito que la oposición liderada por él no contaba con los
recursos ni con la fuerza para lograr que la dictadura genocida cesara en su
mandato. Dicho de esta manera, hay un objetivo por el cual líder se está
presentando a los medios que, al ser enunciado con un preciso enfoque, no puede
ser olímpicamente desconocido por éstos (quizás uno muy sesgado lo haga, pero
no todos). Guaidó recibió tratamiento de vedette. Su presencia generó un inusitado
interés. Disfrutó de un magnífico poder de convocatoria para convertirse en el
vocero de una denuncia: las elecciones libres no son posibles porque el Régimen
no las permite. ¡Pero no lo hizo!
Habló de
todo, en paralelo, pero no ató el cordón. Algún periodista, quizás con excesiva
buena voluntad, pudo haber entresacado de todo lo que dijo el mensaje punch,
pero eso suele ser mucho pedir. Dejó a los medios europeos la libertad de
elegir su mensaje. Y esto no iba a ser otro que el mantra preferido por estas
latitudes. Nosotros, los venezolanos, por vivir la dramática pesadilla que
estamos viviendo, en la que ya casi
todos sentimos que todo a nuestro alrededor se ha venido derrumbando–percibo constantemente
esta sensación en mis interlocutores compatriotas-, tenemos la tendencia a
creer que en el exterior la gente está clara sobre nuestra tragedia. Y no es
así. Internacionalmente, muchas personas siguen despachando el tema Venezuela
como otro escenario más del manido estereotipo de la confrontación Derecha vs
Izquierda.
Suelo comer
con relativa frecuencia en un centro para mayores. No se imaginan como tengo
que morderme la lengua para no discutir cuando se habla de otros países. Lo de
Evo: fue un golpe de estado. Lo de Venezuela, Trump que anda “jodiendo” porque
quiere quedarse con el petróleo que está en el subsuelo. Nos invade una fuerza
multinacional liderada por USA y Maduro será una víctima. Sin importar las millones de víctimas suyas, como tampoco han
importado las víctimas cubanas. Eso no lo vamos a cambiar. Como tampoco vamos a
lograr que la divina izquierda –le divine gauche- siga prefigurando resolver
nuestros problemas latinoamericanos de desigualdad social al calor de unos magníficos
caldos en Montmartre o Malasaña. Nosotros no podemos dejarnos condicionar por
esto. Tenemos que venir a Europa a exponer nuestras razones, sustanciándolas en
nuestra realidad.
En estos
países, donde tampoco es que se quiere mucho a los Estados Unidos, las personas
tienden a generar su opinión sobre la
base de patrones que ya han internalizado neuronalmente. Y no crean que eso es
muy distinto si elevamos el nivel al de unos “experimentados” tertulianos en
cualquier programa de televisión político por muy visto que sea. O al de los periodistas
en medios diferenciados fundamentalmente por preferencias ideológicas. Ya es
proverbialmente reconocida la dificultad de los europeos para ponerse de
acuerdo –no voy de nuevo a entrar en profundidad con la vergonzosa experiencia
de la Guerra de los Balcanes que otras veces he relatado-. En virtud de toda
esta realidad, muy posiblemente desconocida para Guaidó pero que alguien debió
haberle advertido, ante los medios europeos había que presentarse con una
narrativa sin fisura y un preciso mensaje principal enunciado con convicción y
contundencia. Al darse este fallo de vocería, resultaba obvio que los medios
iban a esconderse detrás del titular más fácil para despachar un asunto que muchos
no alcanzan a comprender. Y ese es el mensaje que ha prevalecido: continuaremos
luchando por unas elecciones libres.
Epílogo-De lo técnico a una reflexión casi personal.
Algunos
hablan de ambigüedad en el discurso de Guaidó. No voy a hacerme eco de esa
afirmación porque no le he hecho un seguimiento a todas sus ejecutorias como
vocero nuestro. Ciertamente, su estilo no le ayuda. Un hablar por rachas, donde
precipitadamente se disparan mensajes que no se conectan. Algo que se puede
remediar con la ayuda de adecuados expertos. Yo prefiero creer que es eso. En
este sentido, le concedo el beneficio de la duda. Y tengo que aclarar esto,
para diferenciarme de personas que creen que la ambigüedad es a propósito,
porque en el fondo, creen ellos, Guaidó comulga con los que dicen, para su
particular conveniencia, que aquí solos sí podemos (por cierto lo acaba de
decir el máximo líder de AD, no sé si después de haber consultado a sus bases
sobre algo tan reñido con el sentir de la mayoría de los ciudadanos).
Entonces, cuando ocurre lo de Canadá le caen a
palos. Los Guaidolovers vs los Guaidodestroyers, se acusan mutuamente de
antipatrióticos y muchos ciudadanos en el medio dudando sobre a quién creer. Y si uno trata de defender y especular sobre
la posibilidad de carencias en sus
habilidades discursivas, aunado a una situación que demanda una conducta
diplomática, le califican a uno de ingenuo. Yo quisiera que Guaidó no fuera eso
que ellos dicen. Porque si los supuestos destructores de su imagen al final
tuvieran razón, o sin haberse demostrado que la tuvieran alcanzaran su éxito en
destruirlo, yo no entiendo cómo ellos ni nadie pueda imaginarse que la oposición va a quedar ubicada
en mejor posición. Un Guaidó con su credibilidad totalmente minada y finalmente
preso, ¡entonces qué!
La verdad,
después de lo denunciado por Calderón Berti y todo el tristísimo espectáculo
que se está ventilando a nivel de la casi extinta AN opositora, confieso que
comienza uno a sentir que ya no sabe qué pensar. Estoy comenzando a creer
también que esta sensación la está compartiendo mucha gente. Pareciera que los
amigos del Frente Amplio no se han dado cuenta del efecto devastador que tales
denuncias han tenido sobre la credibilidad en general del movimiento. Por esto
creo que es un momento muy delicado y crucial para Guaidó. Tiene una grandísima responsabilidad sobre sus
hombros. Si desea sobrevivir, lo cual no lo tiene fácil aún después de la exitosa
gira –sigo creyendo que lo fue-, debe aclararse él primero, para asegurarse que
nos va a proponer un camino con plena convicción suya, a conciencia, que cree
es el correcto.
Ojalá
decida lo correcto, aun a riesgo de perder aliados que comienzan a ser un fardo
–o quizás siempre lo han sido y ha sido muy difícil admitirlo-. Otros vendrán y
con más fuerza. Y luego: atender a la
necesidad de ajustar el discurso –busque expertos-. Delimitar bien su mensaje. Enfocarlo.
Hacerlo más preciso. Conectándolo a la realidad de nuestro contexto.
Imprimiéndole movimiento, porque lo narrativo es más eficaz para emocionar y
convencer. ¡Guaidó, tienes la perentoria necesidad de dotarnos de un relato de
salvación!