Con este texto del Dr. Frank López se completa un ciclo de publicaciones
en mi blog vinculadas a la decisión electoral IPAPEDI 19/6/2019. Reitero mi
satisfacción que alrededor de este proceso, muy atípico para lo que ha sido la
historia del Instituto, se hayan producido documentos escritos cuyo calado va
más allá de lo coyuntura electoral. Gane quien gane, hay reflexiones contenidas
en ellos que bien vale la pena sean analizadas a profundidad por los miembros de
la comunidad profesoral sobre el deber de la ciudadanía activa que debemos
ejercer, en todo lo atinente a la gestión de nuestra universidad y sus diversas
organizaciones parauniversitarias.
GERENCIA PARA PRINCIPIANTES O DE CÓMO DESTRUIR UNA REPÚBLICA CON EL CUENTO DE SER UN BUEN GERENTE
Prof. Frank López
@ELPRF
Los sabios, Callicles, dicen que
un lazo común une al cielo con
la tierra, a los dioses con los hombres,
por medio de la amistad,de la moderación,
de la templanza y de la justicia; y por esta
razón, querido mío, dan a este universo el
nombre de Orden.
(Platón, Gorgia; p.137)
En fecha 24-05-2019 y por comunicación escrita solicité al presidente del Consejo de Administración de IPAPEDI, prof. Fermín Conde, los informes financieros de dicha institución con el propósito de disponer de la información técnica de su gestión, evaluarla y hacerme mi propio criterio técnico sobre lo que la propaganda reitera como una buena gestión gerencial. Sin embargo, muy a mi pesar, el hecho de no haber recibido, hasta ahora, respuesta alguna respecto a tan legítima solicitud, me ha forzado a cambiar mi propósito inicial. Por ello, impedido de hacer dicha evaluación técnica, me he visto forzado a hacer estas consideraciones teóricas-filosóficas que a continuación les expongo, sin otro ánimo que dejar por escrito mi testimonio en estos tiempos aciagos, de extravíos y de complicidades que, a juzgar por las denuncias electorales, están corroyendo la esencia republicana de nuestra centenaria Universidad de Carabobo.
De modo que comenzaré diciendo que, de la gerencia
actual de IPAPEDI puede afirmarse lo que, Sócrates, el hombre más sabio, le
dijera a Calicle hace XXVI siglos. Dijo Sócrates (Platón, Gorgia; p.156):
"He aquí precisamente la conducta que tú observas
al presente, Callicles. Exaltas a hombres que han hecho buenos servicios a los
atenienses, prestándose a todo lo que deseaban. Han engrandecido el Estado,
dicen los atenienses, pero no echan de ver que este engrandecimiento no es más
que una hinchazón, un tumor lleno de corrupción, y que esto es todo lo que han
hecho los políticos antiguos con haber llenado la ciudad de puertos, de
arsenales, de murallas, de tributos y otras necesidades semejantes, sin unir a
esto la templanza y la justicia. Cuando se descubra la enfermedad, la tomarán
con aquellos que en aquel momento se pongan a darles consejos, y no tendrán más
que elogios que prodigar a Temístocles, Cimon y Feríeles, que son los
verdaderos autores de sus males".
Es decir, Sócrates le recriminaba a Calicles su
ignorancia por exaltar gobernantes como Temístocles, Cimon y Feríeles, quienes
creyeron que ser buenos gerentes consistía en construir edificios, carreteras y
puentes, ignorando que, si el ejercicio de gobierno destruye las virtudes y los
principios democráticos, las obras construidas tarde o temprano terminarán en
la ruina junto con la mismísima República. Es decir, que tales obras no pasarán
de ser un engrandecimiento artificial y momentáneo, un “tumor lleno de
corrupción” que, con la ayuda de la ignorancia, la buena fe o la complicidad de
los gobernados, terminan a la larga destruyendo la República.
Para los venezolanos esta enorme verdad socrática
dicha hace tanto tiempo no nos es hoy nada extraña, porque ahora mismo, cuando
escribo estas notas, estamos sufriendo en nuestras propias carnes esta forma
insensata y errónea de administrar los fondos públicos, que en nuestro caso,
también arruinaron las obras físicas y arruinaron la República.
Porque eso fue justamente lo que nos sucedió con
Chávez, quien, en medio de su soberbia y su supina ignorancia, convenció a sus
no menos ignorantes seguidores de que él, salido de Sabaneta y vendedor de
arañas, era el mejor gobernante del mundo porque construía edificios,
carreteras y puentes que, por efecto de la destrucción de las virtudes y de los
principios democráticos que él mismo propició, hoy son una enorme ruina junto
con la República que una vez fue la más próspera del continente.
Claro, son ejercicios gerenciales que, por desestimar
la inversión en la observancia y consolidación de las normas y virtudes
democráticas, se convierten en el puro goce de la sensualidad del poder, en la
pura incontinencia dionisíaca de las pasiones o de los apetitos del cuerpo y
del espíritu, que, como todo vicio, corrompen las bases cívicas de la
democracia y terminan volviendo miserables a los ciudadanos. Porque el
descarrilamiento moral de los buenos hábitos democráticos, más aún en instituciones
de manejos de fondos públicos, hace, por ejemplo, que virtudes claves como la
justicia, al terminar vulnerada por la inobservancia de las normas
democráticas, pierda su insustituible función de convivencia social y de
cohesión política, haciendo que las instituciones, ahogadas por la injusticia,
terminen desintegradas, corrompidas y arruinadas. En otras palabras, la
inobservancia de las virtudes democráticas, en estos tipos de gerencia, termina
actuando como una fuerza entrópica que desata la erosión sistemática de las
bases morales de las instituciones, haciendo que los ciudadanos,
desmoralizados, desesperanzados y desconfiados, terminen asfixiados,
perseguidos y arruinados juntos con la República.
Es, de esta manera, cómo estos gerentes ignorantes del
contenido cívico de la función gerencial, al vulnerar la gobernabilidad
democrática - como lo hemos vivido- terminan convirtiendo, aquello que fue
institucionalmente armónico, sólido y próspero, en un lugar de la barbarie,
donde, a la pérdida de civilidad democrática le va aparejada la destrucción
institucional, cuyo saldo final lo conocemos: destrozos morales, espirituales e
intelectuales, sumados a los escombros institucionales. Todo lo cual completan
el paisaje, ya muy nuestro, de un campo arrasado, repleto de miserias y ruinas.
Que Chávez creyera que era buen gerente porque
construía carreteras, edificios, puentes y ferrocarriles mientras debilitaban
las bases de la republicana, y que sus seguidores, aturdidos por la propaganda,
por la ignorancia, por el temor, por la buena fe o por su mentalidad de
clientes, lo creyeran y gritaran entusiasmados: ¡ así, así, así es que se
gobierna!, puede ser entendido; pero que aquí en una universidad, donde hay una
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, hayan abogados y politólogos que
crean que son más importantes los edificios a medio construir que la
observancia de los principios y normas democráticas, como la alternancia, es
verdaderamente alarmante.
Y que Chávez creyera que bastaba con que él repitiera
que hacía la mejor gestión pública del mundo y que sus seguidores, sin revisar
la información económica y financiera, se lo creyeran a pie juntillas es
entendible, pero que en una universidad como la nuestra, donde tenemos una
Escuela de Administración y Contaduría Pública, una Escuela de Economía, una
Maestría en Finanzas y un Doctorado en Ciencias Administrativas y Contables,
que hayan administradores, economistas, contadores, auditores, magísters en
finanzas y doctores en ciencias administrativas y contables, que crean que es
suficiente la propaganda, sin evaluar la información económica y financiera,
para creer que existe una buena gestión y repetir que “es la mejor gestión que
ha habido en IPAPEDI”, es realmente una vergüenza. Y una vergüenza que nos dice
mucho del estado académico de estos programas de estudios.
Por la vía que vamos, los encargados de publicar la
información financiera de IPAPEDI, dentro de poco, terminarán convencidos, como
los funcionarios del BCV, del INE o del Ministerio del Poder Popular para la
Salud, que ya no será necesario publicar la información financiera ni las
estadísticas en general, porque el Presidente del Consejo de Administración
informa, por medio de su aparato de propaganda, que está haciendo la mejor
gestión de IPAPEDI. Y al final, si este modelo que marcha a contracorriente con
el rigor técnico y profesional, termina imponiéndose en IPAPEDI, yo terminaré
proscrito como académico por empeñarme en rechazar la propaganda como
información técnica. Pero peor aún, si este modelo sigue avanzando, lo que
veremos dentro de poco es una multitud de profesores arruinados y convertidos
en clientes, gritando con furia a las puertas de IPAPEDI: ¡Así, así, así es que
se gobierna!
De modo que, cuando algún gerente arrogante crea que
el indicador más relevante para evaluar una gestión sea la construcción de
obras físicas, sin importarles el debilitamiento que su actuación le causa a
las bases democráticas de la institución; cuando los profesores, por
ignorancia, buena fe, temor o conveniencia, comiencen a exaltar sus obras
físicas sin importarles el daño que éste le causa a la democracia; cuando sus
técnicos crean que, más importante que entregarnos las cuentas para que las
evaluemos, es entregarnos un montón de propaganda para convencernos que es el
mejor gerente del mundo; cuando eso sucede, estamos, justamente, frente a lo
que dijo Sócrates a Callicles hace XXVI siglos: frente a un TUMOR DE CORRUPCIÓN
CÍVICA QUE PUDRE LAS BASES DE LA INSTITUCIÓN. Y ese tumor está a punto de
estallar en IPAPEDI y amenaza con arrastrar, primero, la merecida reputación de
nuestros más respetados y apreciados exrectores que hoy prestan su imagen de
buena fe a una gestión cívicamente cuestionable, y luego, al resto de los
docentes que no sean capaces de hacerle entender a la actual gerencia su craso
error.
Y finalmente, si alguien por ligereza o conveniencia
me juzgara mal por lo que acabo de afirmar con crudeza y angustia, solo quiero
recordarle: estimado colega, esto no es una idea mía, es una idea de Sócrates
de hace ya XXVI siglos, como lo he aclarado desde el comienzo de manera
reiterada. ¡ Es tiempo de pensar y pensar es gratis, como decía Foucault!
Un comentario que se inició breve y no lo es tanto
Asdrúbal Romero M
Frank lanza un dardo certero al núcleo de nuestra esencia universitaria. ¿Cómo es que en una universidad puede asumirse la creencia en una “gestión exitosa” sin disponer de la información técnica- profesional que permitiera realmente valorarla como tal?
Recuerdo que a raíz de un comunicado de la actual
junta de administración de IPAPEDI, contentivo de una serie de explicaciones
tendientes a disolver las dudas generadas a partir del retardo con el que
fueron pagados unos supuestos dividendos, me dispuse a entrar a la página web
del Instituto con la intención de tener acceso a los informes de gestión de los
años más recientes, esos que ya no se imprimen ni se entregan en las asambleas en
razón de los altos costos de impresión.
No pude conseguir ninguna información. ¡Debían estar publicados al menos allí!
Me quedé con las ganas de saber cuál era el monto
vigente en dólares de las inversiones del Instituto en el exterior. Esto me habría permitido tener una idea,
aplicando una tasa de rentabilidad promedio para este tipo de inversiones, de
cuál habría sido el rendimiento de ellas que justificara el monto a repartir en
dividendos. Monto este que debió haber sido especificado con precisión en el
mencionado comunicado. Como tampoco se especificó a cuál tasa de cambio se
había convertido a bolívares y en qué fecha.
El comunicado no tenía ni un solo número
en su texto al respecto de lo sustancial. Sólo números para justificar lo
pobres que éramos en bolívares, en consecuencia: del exiguo dividendo que en realidad
nos habría correspondido y cómo la magia de la “ingeniería financiera” lo había
multiplicado por 666 veces. Número muy llamativo por cierto.
¡Propaganda para atrapar incautos, sólo eso!
Ambigüedades y galimatías poco creíbles, para
justificar un retardo que estaba calculado bajo la égida de otra tecnología,
JIT, o “Just In Time” para nutrir el proceso de producción de votos –yo caí en
cuenta que tenía depositado el susodicho bono este domingo, a tres días de las
elecciones, justo a tiempo, sonreí con sorna y me distraje calculando cuánto me había quitado la maniobra tecnológica: seis dólares, pérdida significativa con relación a lo recibido-.
He preguntado a quienes pensé podían manejar alguna
información precisa sobre los números en dólares de IPAPEDI. Sólo obtuve como
lejana referencia el testimonio de un ex presidente, que me confirmó haber
dejado en los activos del Instituto un monto aproximado a los nueve millones de
dólares. Las tres juntas de administración presididas por Fermín Conde:
¿Incrementaron ese monto? ¿O lo redujeron? Nadie sabe. Un profesor me
respondió: IPAPEDI es una CAJA NEGRA.
Muy grave esta afirmación. En una universidad no se
debió haber tolerado que llegáramos hasta este extremo.
Este comentario ya no tiene que ver con campaña. Las
elecciones son mañana y muy pocos leerán esta nota. Tiene que ver con lo que
viene después. Es un mensaje a tirios y troyanos. La administración de IPAPEDI
es un deber de todos. De quienes detentan el poder, diseñan sus políticas y las
aplican. Y de quienes encontrándose fuera del poder ejecutor asumen proactivamente
el rol de vigilancia.
Los mecanismos de contrapeso al ejercicio del poder
son indispensables. Esto debería constituir una verdad de Perogrullo a los
venezolanos. Si nadie ejerce esa función, es muy probable que se produzcan
desvíos, cada vez más distanciados del interés general.
Se han producido muchas críticas, y de naturaleza muy
diversa, a la actual gestión de IPAPEDI. Estoy convencido que son valederas. Lo
malo es que hayan irrumpido en una coyuntura electoral, cuando la mayoría ha
elegido su opción política y analiza cualquier argumentación que se presente a
la luz del cristal de su selección. Los argumentos, por muy racionales que
sean, se pasan a través del tamiz de los afectos, los agradecimientos y las
emociones.
En virtud de lo dicho, he deseado cerrar este ciclo
con el texto de Frank. Quizás, como dijo alguno, hasta produzca un efecto
contraproducente para la campaña de la Alternabilidad, donde él no se ubica.
Pero insisto, ya no se trata de campaña –tampoco es que a la altura de mis años
y la terrible experiencia acumulada de ver cómo se destruye a mi país y a mi alma máter, encuadro fácilmente en un
organigrama tradicional de campaña-, se trata de dejar constancia escrita y
accesible sobre una serie de aspectos, muy delicados todos ellos, que deben ser
debatidos a los efectos de introducir
los correctivos pertinentes.
Yo hago votos por el CAMBIO, justo y necesario. Ojalá la oposición pase
a ser gobierno y viceversa. Ambos lados de la balanza son necesarios. Si
IPAPEDI nos duele, pues todos debemos ser más vigilantes de su dinámica. ¡Algo
hemos venido haciendo mal en este sentido!