Una discusión debe darse alrededor de la "Democracia Que Queremos", la cual no está tipificada en el Plan País. Al respecto un artículo esclarecedor extraído del blog de las Autonomías Políticas.
La Democracia Iliberal Venezolana
Dr. Nelson Acosta (@acostanel)
En años recientes
ha surgido un concepto que intenta describir una forma novedosa de
autoritarismo que se ha hecho presente en diferentes países occidentales.
Fareed Zakaria, periodista estadounidense, en un escrito publicado en el año
1997 acuñó el término democracias iliberales. Con este concepto el autor
llamaba la atención sobre el hecho de que un conjunto de países que lograron
instaurar democracias entre 1974 y 1990 no siempre alcanzaron establecer
sistemas de liberalismo constitucional. Se celebraban y ganaban elecciones pero
se regían por una lógica poco respetuosa con el Estado de derecho y las
libertades individuales.
Esta
circunstancia, acuñada por el periodista estadounidense, en la actualidad es
una realidad política en un sinnúmero de países. Describe, por ejemplo,
regímenes como el de Erdogan en Turquía, la Hungría de Viktor Orban, la Rusia
de Putin y Polonia de Jaroslaw Kaczynski, entre otros países. En nuestro
predio, la Venezuela socialista es un ejemplo paradigmático de esta separación
entre democracia y su contenido liberal.
¿Qué implica la
disociación de estas dos dimensiones políticas? En un primer momento envuelve
el alejamiento de la variable democrática del constitucionalismo liberal. Y,
por otro lado, el intento de subordinar la garantía de los derechos
individuales a la voluntad de la mayoría. En otros términos, esta orientación
iliberal no obedece a insuficiencias de naturaleza democrática, sino a la falta
de respeto por las instituciones independientes y los derechos individuales.
Vamos a detenernos
y posar la mirada sobre la coyuntura política en nuestro país. Sostengo que
estamos en presencia de una oportunidad histórica para enlazar en forma
orgánica la dimensión democrática con la liberal. El propósito de intentar esta
articulación es profundizar estas dos dimensiones y construir una democracia
verdaderamente liberal.
Iniciemos esta
breve reflexión formulando esta interrogante. ¿En algún momento de nuestra
historia la dimensión liberal de la democracia ha sido relevante? Creo que la
repuesta es negativa. La iliberalidad ha sido la característica básica de
nuestra historia política. De hecho, la mayoría de nuestras agrupaciones
políticas han asumido un perfil socializante articulado a una cierta
orientación de naturaleza populista.
Una breve revisión
de nuestra historia política mostrará como el relato democrático ha sido
separado del constitucionalismo liberal; vale decir, instituciones liberales
como el Estado de derecho o las garantías de los derechos individuales han
tendido a ser subordinados o sacrificados en el altar de la voluntad de las
mayorías. Es en este sentido que podríamos calificar nuestro sistema político como
una democracia iliberal.
En las líneas que
siguen intentaré desarrollar una hipótesis de naturaleza política. Esbozaré,
igualmente, lo que a mi juicio podría constituir una oportunidad histórica para
refundar nuestra democracia y lograr una articulación fuerte con los principios
liberales. Vale decir, intentar generar un relato político que oferte una
profundización de la democracia y, al mismo tiempo, se engarce con la defensa
de los derechos individuales.
El
chavismo-madurismo ha tenido éxito en desgastar la versión populista del
discurso democrático. No tan solo han profundizado este desgaste. Aunque
parezca contradictorio ha generado espacios discursivos para la articulación de
dos relatos, en apariencia, contradictorios: el liberal del Estado de derecho,
de la separación de poderes y de la afirmación de la libertad individual y el
relato democrático que apunta a la igualdad y la soberanía popular.
Una estrategia
opositora inteligente debería intentar conectar a su apuesta política estas dos
vertientes. En otras palabras, la tarea a desarrollar ha de ser la construcción
de una nueva voluntad democrática con capacidad de establecer nexos
connotativos con la vertiente liberal y, a partir de ahí, construir una nueva
identidad política a la diversidad de nuestros actores colectivos. Desde luego
no es una tarea fácil. Sin embargo, el fracaso del socialismo del siglo XXI
ofrece una oportunidad única para intentar dotar de contenido liberal a nuestra
cultura democrática.
Para alcanzar este
objetivo, sería imprescindible elaborar un relato que tenga una orientación
transversal que desborde la división izquierda/derecha y articule
armoniosamente las lógicas liberal y democrática. De alcanzar esta meta se
estaría en condiciones de construir una nueva voluntad ciudadana, democrática y
liberal.
Esta tarea es una
exigencia de las actuales circunstancias políticas.
12 de noviembre de 2018