miércoles, 28 de marzo de 2018

Para reflexionar en esta semana santa (2018)



Sobre la candidatura de Falcón


Asdrúbal Romero (@asdromero)

 

I-De cómo se presenta


Voy a permitirme algunas reflexiones sobre la audaz acometida estratégica de Henry Falcón. En una primera aproximación, analizaré su candidatura desde una perspectiva un tanto descontextualizada, es decir: como si él fuese un actor político en un escenario democrático normal. Como tal, su juego puede ser comprendido. Sabía que por la vía de la Mesa de la Unidad Democrática su aspiración no tenía chance. De hecho, como lo denunció en múltiples ocasiones uno de sus principales voceros, su partido era marginado de las decisiones importantes –también María Corina y Andrés Velásquez han manifestado privadamente denuncias en tal sentido-. Al parecer, dentro de esa mesa no fue posible que se consolidara el hábito de apelar a la discusión democrática entre todos los actores “importantes”, con el fin de alcanzar una alineación de todos ellos en torno a unas estrategias compartidas. Es menester puntualizar, a los efectos de aclarar el uso de las comillas, que en política: cada cual es libre de valorar la importancia que se asigna a sí mismo en la competencia de las aspiraciones por acceder al poder. Falcón siempre ha querido que se le considere como un actor importante y, en consecuencia, con una legítima aspiración a ser tomada en cuenta. Desde hace tiempo, él y su entorno político han insistido en asomar su perfil presidenciable. El Régimen tomó debida nota de tal aspiración.

No fue invitado a participar en las negociaciones que se llevaron a cabo en República Dominicana y él, por las razones ya expuestas, se consideraba con legítimo derecho a ser tomado en cuenta. Consiguió en este gesto la excusa perfecta para justificar la decisión unilateral de continuar por su propio camino. No debiera sorprendernos que haya tomado la decisión de inscribirse como candidato a las elecciones presidenciales del 20M. Algunos ven en esta actitud la asunción de un valiente riesgo que eventualmente, ante la ausencia de otras opciones con suficiente entidad, pudiera ser premiado con el otorgamiento del voto. Esto sería un craso error. Las razones serán aclaradas más adelante.

La lógica discursiva de su campaña es muy sencilla. Insistirá hasta la saciedad en el dilema que se les presenta a quienes no queremos que Maduro continúe en la Presidencia. Expresado en términos coloquiales: o te abstienes de ir a votar y te haces partícipe de la posibilidad que Maduro siga ejerciendo el poder por otros seis años más –¡imagínense qué terror!-, o votas por mí que, aunque no sea un candidato que te satisfaga del todo, he asumido con valentía el riesgo de enfrentarme a él y constituyo una opción más potable. Además, el primer paso en una transición para salir de estos destructores –ya ha comenzado a especular sobre el guion de este sub relato-. Su estrategia comunicacional es contraponerse como figura a un rechazado Maduro y auxiliarse para ello con resultados de encuestas centradas en dicha confrontación. Sabe que cualquier encuesta, enfocada bajo la luz de tan aparente simple dilema, le va a favorecer frente a Maduro.

Adicionalmente, al calor de esta sencilla lógica dicotómica, se han incorporado a su campaña dos pesos pesados de la política nacional.  No tanto por el número de electores que pudieran seguirles, pero sí, hay que reconocerlo, porque se trata de dos ex candidatos presidenciales con buena imagen y que, además, no pecan de inconsistencia en sus propios discursos. Tanto Claudio Fermín, en su brevísima pre campaña, como Eduardo Fernández han venido insistiendo en la misma lógica: si todos salimos a votar, Maduro es derrotable. Lo cual, es una verdad que sólo sería verificable en la concreción de tal premisa. Y sobre la cual es comprensible que un vasto sector electoral albergue dudas, tomando en cuenta en cuenta que el Régimen ha comenzado a dar muestras, muchas y muy evidentes después de su derrota el 16D, que está dispuesto en su obstinada pretensión de mantenerse en el poder a utilizar medios muy distintos y contrarios  a la legitimación electoral que, en sus primeros tiempos, constituyó el piso de su basamento político. En este proceso bastante obvio de estabilizar su autocratización, el Régimen ya se quitó la careta democrática y ha llegado al extremo de cambiar resultados en eventos competitivos, tal como ocurrió en el estado Bolívar. Evidencia que le debemos al trabajo organizado y valiente de Andrés Velásquez y su gente en dicho estado.

Comenzamos a reflejar en este análisis que el escenario ha dejado de ser lo democrático y normal que asumíamos en una primera aproximación. Y que esa lógica tan sencilla de la que Falcón hace gala en su campaña no se corresponde con la realidad, lo cual nos obliga a escudriñar sobre cuáles pudieran ser sus verdaderas intenciones como actor político. Es necesario entonces apreciar su candidatura desde una perspectiva más contextualizada.


II-Sobre el verdadero trasfondo 


Él bien sabe que no va a ganar. Está consciente que se enfrenta a una maléfica y condenable estrategia de dominación de un electorado cautivo, al cual se le extorsiona mediante presión indebida para que canjee su voto a cambio de su no exclusión de los programas de concesión de beneficios sociales. En mi trabajo anterior en este blog, en un relato basado en hechos reales que titulé “Pequeñas Venganzas Ficticias” –ver en: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2018/03/un-relato-con-sus-lecturas-politicas.html, retraté la forma cómo el derecho a elegir con libertad le ha sido cercenado a vastos sectores de la población ubicados en los estratos sociales más vulnerables.

También la Conferencia Episcopal ha denunciado en sus comunicados la violación  sistemática y, cuidadosamente, programada de un derecho inherente a la vida democrática como lo es la potestad ciudadana de elegir con libertad. Por esta vía, el Régimen ha estabilizado su potencial electoral en una cifra que se aproxima a los seis millones de votos, el cual se nutre en mayoritaria proporción del electorado cautivo. Esa es la verdadera encuesta a la que se enfrenta Falcón y él lo sabe, pero poco hablará de ello en su campaña porque no le conviene. Preferirá hablar de encuestas con escaso valor predictivo de lo electoral, en la medida que ellas parten del supuesto que todos los encuestados podrán elegir libremente –puede que respondan libremente ese día de la entrevista, pero otra cosa muy distinta será lo que les dejen hacer en el momento de depositar su voto-. La mala noticia es que el Régimen, en su desesperación de verse cada vez más rechazado, ha avanzado en su estrategia clientelar apelando a técnicas de Big Data articuladas a través del carnet de la Patria y la concesión indiscriminada de bonos que ya viene resultando ser una vulgar, masiva y descarada compra de votos. Califico de indiscriminada, porque dicha concesión no es el resultado de una investigación exhaustiva de las verdaderas necesidades de los núcleos familiares, sino un proceso improvisado a marcha forzada con miras a concretar su verdadero objetivo clientelar. De esta forma, aunque los seis millones del “supuesto” pueblo oficialista tengan alguna merma a causa de la diáspora, fenómeno que ya también les está afectando, es posible que esta sea sobrecompensada por la impresión del dinerito fácil y los adelantos tecnológicos puestos a la orden del Mal. Uno no entiende por qué los factores democráticos no cuestionan y denuncian con mayor virulencia toda esa maquinaria del voto obligado y comprado que el Régimen ha aceitado ante sus propias narices. Mecanismo, por cierto, que es atentatorio contra la dignidad de los seres humanos. Quizás sea pensando que una crítica en ese sentido, pudieras enajenarles algunos votos de esa población cautiva, cuando en verdad allí ya no les queda casi nada qué buscar.

Falcón está muy lejos de tener un potencial electoral y una organización capaz de rivalizar eficazmente contra el endemoniado andamiaje que ha instituido el Régimen y vuelvo a expresarlo con claridad: él lo sabe. Su aspiración está basada en una quimera revestida de una lógica elemental, la cual no soporta cualquier análisis a mayor profundidad del contexto político en el que se produce la convocatoria a estas elecciones del 20M. Quimera, por cierto, que ni siquiera se concretó en su estado, siendo él el Gobernador, en el escenario de las elecciones regionales. Estas representaron, en su oportunidad, el primer evento electoral verdaderamente competitivo después de las elecciones a la Asamblea Nacional del 16D. Es pertinente recordar que el proceso para elegir los miembros de la ANC no lo fue, habida cuenta que las fuerzas democráticas decidieron, con razón, no participar en esa convocatoria inconstitucional. En el momento de las regionales, hagamos memoria también, las expectativas de ganar la mayoría de las gobernaciones eran muy altas. La encuesta más pesimista arrojaba un escenario de victoria en al menos doce entidades. Ya todos sabemos lo que ocurrió: ingentes cantidades de electores pertenecientes a los bastiones opositores urbanos no concurrieron a votar. ¿Acaso esta motivación hacia la participación electoral ha cambiado positivamente?

Todo lo contrario. Desde el 15 de octubre del año pasado, fecha en la que se realizó el proceso para elegir gobernadores,  mucha agua ha cruzado bajo los puentes y no ha sido, precisamente, para regar los terrenos en los que reflorezca la tendencia al voto.  Ocurrió que un gobernador electo fue destituido por negarse a acudir, para su juramentación, ante una instancia cuya constitucionalidad no es reconocida por una inmensa mayoría ciudadana –el caso de Guanipa Matos en el estado Zulia-. Ocurrió también lo que ya referimos en el estado Bolívar. La opinión internacional se ha consolidado en el reconocimiento del carácter antidemocrático del régimen que nos mal gobierna, hasta el punto de pronunciarse abiertamente sobre el desconocimiento del proceso electoral en curso y de sus resultados. Opinión esta que es altamente valorada por una porción altamente significativa de los electores que se negaron a concurrir a los eventos electorales regionales. Se producen los claros pronunciamientos de la Conferencia Episcopal, AVERU y Fedecámaras sobre el carácter fraudulento del llamado a elecciones; inhabilitaciones abusivas por parte del Régimen de partidos y candidatos, etc. En fin, estos y muchos otros factores sobre los cuales no creo necesario abundar, confluyen en una tendencia hacia la consolidación de una tendencia abstencionista alimentada por razones muy específicas y de carácter coyuntural –nada tiene que ver con el fenómeno de abstencionismo genérico que recurrentemente se manifiesta en las elecciones de nuestro país así como en la de muchos otros-. Buena parte de la mayoría social que se opone a la posibilidad de que el régimen destructor continúe en el poder, ha internalizado la creencia que, en las actuales circunstancias, su derecho a elegir de verdad y con libertad le ha sido conculcado.

Siendo este el contexto en el cual se desenvuelve la actual campaña electoral,  cabe preguntarse uno: ¿Cuál es el verdadero objetivo político que persigue Falcón con su candidatura? ¿Ganarle a Maduro? ¿O posicionarse, después de un resultado electoral adverso, como el principal referente opositor a ser tomado en cuenta para cualquier proceso de transición que se plantee en el país? En mi opinión es el segundo. Y para su consecución, se podría reconocer que se está produciendo una confluencia de intereses sectoriales y particulares que juegan a su favor. Muchos grupos del chavismo disidente, que se presentarán como democráticos y por ende “anti abstencionistas”, se refugiarán en su candidatura. Es natural que suceda de esta manera, incluso por una razón que no será transparentemente admitida: la de protegerse de una persecución que el Régimen ha dado señales de estar dispuesto a acometer con ferocidad. También confluirán en su candidatura intereses anti MUD, proclives a identificarse con ese discurso de auto victimización que enarbola Falcón, al presentarse como un marginado más de la lógica de funcionamiento con la que la MUD ha operado a su interior. Al igual que como viene ocurriendo con Eduardo Fernández y Claudio Fermín, todas esas corrientes coincidirán en el sencillo planteamiento dicotómico: o votas por Falcón o te calas a Maduro. La candidatura de Falcón crecerá pero no va a resultar victoriosa. Sacará sus propios votos más los que el CNE del Régimen le adicionará en función de su propio interés: validar la legitimidad del fraudulento proceso electoral convocado para el 20M. He aquí la inflexión a partir de la cual la candidatura de Falcón deja de ser la romántica aventura de un actor político normal en un juego democrático normal (primera aproximación) para convertirse en una candidatura que, por hacerle el juego al Régimen; por servirle de comparsa y, en consecuencia, ser contraria a los más altos intereses de la Nación,  le debe ser reprochada.

He aquí la razón por la que predico que no se debe votar por Falcón. El verdadero dilema que plantea su candidatura a quienes nos oponemos a la continuidad de este régimen: es el de si salimos a votar por él, tentados por la milagrosa posibilidad de que lo dejen ganar, contribuyendo simultáneamente a legitimar el proceso y fortalecer su posición como líder de cara a una transición en puerta, o si nos abstenemos. Ahora bien, con relación a esta opción de abstencionismo coyuntural, tal como lo expresa un documento presentado por Punto de Encuentro a la opinión pública: “La abstención pasiva no puede ser la respuesta de los demócratas venezolanos”.

III-Tres bloques y un mensaje final



Tenemos tres bloques que compiten en el espacio político del país en la coyuntura actual. El Madurista que, teniendo al país como lo tienen, sin vergüenza alguna se presenta para su reelección, como si fuese la más trágica obra de un desangelado teatro del absurdo. El liderado por Falcón, en el que han confluido un conjunto  inusual y muy diverso de actores políticos que se percibe alineado en torno a un enfoque discursivo en extremo simplificador del complejo problema que afrontamos como nación.  No obstante, tan atractivo por su sencillez comunicacional que se asemeja a un poderoso y tentador canto de sirenas. El engrane entre los factores ha sido perfecto, tanto que cualquier fantasioso relator podría imaginarse la paciente y elaborada conceptualización y puesta en marcha de este bloque en un laboratorio ubicado en alguna de las más oscuras trastiendas del Régimen: la troyana construcción de la opción política opositora que le conviene –generosamente dotada, por supuesto, con espacio comunicacional y cuantiosos recursos-. No puedo decir que me conste que así lo sea, aunque cuando el río suena…Esto es, en definitiva, a lo que se me asimila la peligrosa candidatura de Falcón.

Y frente a los dos bloques electorales, por ende de más concreta activación, aparece el tercer bloque un tanto más apagado. El de las fuerzas que propugnan por un auténtico cambio en la conducción de un país que ya está a punto de reventar porque no soporta más tanta destrucción acumulada. Lastimosamente, todavía aparece dividido. Todavía seguimos sin entender que el verdadero dilema es: “O nos unimos o nos hundimos”. La mejor inversión política que se puede hacer ahora es la de tomarse el tiempo para construir el urgente y necesario consenso alrededor de una estrategia compartida y su correspondiente hoja de ruta. Se requiere llenar de contenido político  a esta tercera opción. Articularlo con las demandas sociales de la población. Sigo pensando que el Frente Amplio puede ser la mejor opción. Pero hay que construirla con unidad, organización, mensaje y acción. Por eso he comenzado a trabajar desde su interior, pero sigo esperando porque las últimas barreras de la desunión sean demolidas. De no ocurrir así, la candidatura de Falcón tomará oxígeno, y eso sólo servirá para oxigenar al Régimen. ¡Sería una tragedia!
  




miércoles, 14 de marzo de 2018

Un relato con sus lecturas políticas encriptadas



Pequeñas Venganzas Ficticias


Asdrúbal Romero (@asdromero)

Seis de la mañana en la avenida Lara. Marina ve con desespero como a las camionetas no las dejan ni siquiera llegar a la parada. En cuanto una se asoma, el gentío corre hacia ellas y se arma el despelote. Serán pocos de los que se arremolinan a su alrededor, los que logren montarse después de unos cuantos forcejeos y codazos. Sabe, por su edad, que no tiene ningún chance en esos torneos mañaneros. Con el correr de los meses y la mayor escasez de unidades de transporte, se han hecho parte de la inédita rutina que padecen los centenares de personas que persiguen con ansiedad movilizarse hacia sus lugares de trabajo.

Levantada desde las cuatro y media, ya no le es posible estimar a qué hora podrá llegar a la residencia donde presta sus servicios. Agolpada con otros en la acera de Colchoganga,  transcurren los minutos en paciente espera. Casi las siete, el escenario se mantiene congestionado. Han aparecido muy pocas camionetas. Se le acerca una joven y le pregunta si estaría dispuesta a responderle una encuesta. Muy corta, le añade, sin esperar respuesta. Marina la ve y mueve su cabeza en gesto negativo. Como si estuviese preparada para ese tipo de resistencia,  la joven le dice: es mi trabajo, ayúdame, te brindo un cafecito. Saca de su bolso un pequeño termo y un lotecito de pequeños vasos. Sorprendida por la conducta habilidosa de la encuestadora, Marina accede.

-¿Piensas votar en las próximas elecciones para gobernador?
-Soy colombiana de nacimiento, pero desde que me entregaron mi cédula venezolana siempre he votado.
-¿Conoces a los candidatos?
-He escuchado hablar del que casi estuvo a punto de desnudarse en un mitin. ¡Sinvergüenza! Pero yo voto por el de la Oposición, el que pongan.

Animada por el cafecito, la dura en primera apariencia para ser encuestada abandona su mutismo inicial y se despepita a hablar mal de los que han destruido ese “bello país que era la Venezuela cuando llegué a Caracas”. Lanza epítetos a diestra y siniestra en contra de los chavistas. La joven, a pesar de la sorpresiva verborrea de su interlocutora, logra llenar los otros renglones de la encuesta. Se despide contenta. Ese día, Marina no puede asistir a su trabajo. Al terminar su conversa con la joven, se entera de la razón por la que la mayoría de los camioneteros no han salido ese día a cubrir sus rutas. Paro de transporte. ¡Otro incremento de pasaje en puerta!

El miércoles justo después de las elecciones regionales. Marina y su “patrono” comparten su primer cafecito de la mañana. A ella le encanta hablar de política con su jefe por ese día.

-¿Siempre acudiste a votar?
-¿A qué no sabe lo que me ha pasado Sr. Asdrúbal? El hombre que me vende el CLAP se me ha presentado a las ocho de la mañana en el anexo. Me dijo que teníamos que ir al Punto Rojo. Le dije que no quería ir a votar. Insistió tanto que no me quedó más remedio que acompañarle.

Inmediatamente pensé que lo de la “insistencia” era una versión edulcorada de la presión que le habría hecho el susodicho. La dejé que continuara.

-Chequearon que no había votado. El hombre me tomó una foto.
-¿Del voto?
-No, Sr. Asdrúbal, ¿cómo cree? Una foto mía en el Punto Rojo.

Me imaginé al jefe del vendedor de CLAPs dándole instrucciones. Me traes una foto de cada uno de los que lleves a votar. Esta vez no nos vamos a calar que cada cual haga lo que le dé la gana. El Partido no quiere otra sorpresita como la del 15D. ¿Quieres seguir vendiendo CLAPs? Te me presentas aquí con todas las foticos de los que tú eres responsable. Si a mí me sacan de esta vaina, ten por seguro que a ti también.

-¿Y votaste? –le repregunté-.
-Sí, voté porque el que me aconsejó, pero no sé si con la tarjeta que usted me enseñó. Me puse muy nerviosa Sr. Asdrúbal.

Siete años conociéndola. Ya sabía cuándo me mentía. Había detectado en ella una incipiente tendencia a una  particular mitomanía, en la que se percibía a sí misma como una ardiente predicadora callejera del antichavismo. Solía extenderse, hasta activar mis neuronas de la incredulidad, relatándome de cómo les decía del mal que iban a morir a cuánto chavista se cruzara con ella defendiendo al Régimen. Fuera en las colas, en las camioneticas o en el CDI cercano  a su casa donde tenía de amigas a unas médicos cubanas, siempre conseguía arrestos en su calenturienta imaginación para enfrentárseles con inusual valentía. No soy psicólogo, pero de mi afición a las neurociencias y sus ramificaciones había podido inferir que Marina se había inventado en su cerebro un personaje, una especie de alter ego como ¨El Otro Yo del Dr. Merengue¨ de mis caricaturas domingueras en Panorama cuando era niño. Con el transcurrir del tiempo, había perfeccionado sus performances con ese alter ego suyo, a través del cual disfrutaba con fruición de sus pequeñas venganzas.  Le añadía cada vez mayores detalles a sus actuaciones ficticias. Quizás tratando de imprimirle mayor verosimilitud a sus relatos, aunque lograra en mi percepción justo el efecto contrario. Eran cada vez más atrevidos, llegando en sus más recientes narraciones a situaciones de una inminente violencia que nunca alcanzaban a consumarse. Muy valiente, sí, pero la habían llevado obligada al Punto Rojo. Marina hizo caso omiso de mi silencio y continuó narrándome sus peripecias del día de las elecciones.

-A las doce del mediodía me llegó la Presidenta de la asociación que hicimos para que nos dieran una casita por la Misión Vivienda.
-¿También? –razoné que en esta oportunidad el Régimen se había bien puesto las pilas-.

Tenía ya varios años Marina con ese sueño por el kino prometido, del cual los malvados se encargaban de renovarle sus quinticos cada vez que necesitaban de su voto.

-A pesar de que le insistí que ya había votado, tuve que acompañarla de nuevo al Punto Rojo. Chequearon que ya lo había hecho, pero aun así también me tomó una foto.

Bueno Marina, al menos saliste bien retratada este domingo –se lo endulzé de esa manera como para cerrar la conversación-. ¿Para qué iba a inferirle otra herida a su dignidad humillada? Mejor dejarla creyendo que había hecho mía su versión del voto rebelde. También en mis neuronas hay tantas experiencias acumuladas. En mis largas andanzas, no todas caballerescas, por los patios donde se dirimen las inclementes luchas por el poder, conocí de varios métodos para el aseguramiento del voto del elector extorsionado. Fui víctima como candidato un par de veces. ¡Qué haya sabido! Mi memoria me obliga a reconocer también que en una ocasión fui partícipe activo, sólo para garantizarles a quienes desconfiaban de mí que cumplía fielmente con los mandatos del innombrable pacto. Marina, a estas alturas de mi correosa vida política,  nunca podría hacerme creer que teniendo el Régimen precisada su exacta ubicación física como votante; asignada la persona responsable de buscarla y hacerle cumplir su supuesta obligación como electora objeto de extorsión -por el mero hecho de ser beneficiaria de unos programas sociales a los que tenía pleno derecho dada su condición de ciudadana-;  iba a dejar como cabo suelto el último eslabón de su cadena de dominación: la certeza de la emisión del voto cautivo.

Todos estos pensamientos se volcaron a mi plano consciente, provenientes, algunos, de recónditos parajes que creía ya sepultados por los años, cuando me levanté de la mesa. La política cuando se ensucia es así. Y qué duda pueden abrigar los pobladores de este destruido país, de no ser para quienes detentan el poder más  que ratones de un laboratorio de experimentación ya probado; de estar inmersos en una sucia, infame, maligna e inhumana estrategia de dominación política.  

Me dirigí a mi habitación. Prefería no conocer más de esa terrible realidad que continuaba avanzando con la pretensión de convertirnos a todos en prisioneros de ella. Opté, para distraerme de la sensación de impotencia que me perseguía, por abrir el twitter. Sólo para encontrarme con ese chirriante desencuentro de interpretaciones políticas sobre las causas del desconcertante resultado en las comentadas elecciones regionales. Una torre de Babel donde cada cual hablaba desde el encierro en su propia jerga, para apuntar culpas en los libros del “debe” de las otras tribus. El Régimen disfrutando su mejor logro: el habernos fragmentado, lo cual acrecentaba el mal humor impregnado por el relato de Marina. ¿Cuántos como el de ella? En esas narrativas residía la verdadera encuesta y no en las que embelesan fundamentadas en un altísimo porcentaje de rechazo a Maduro que, siendo real, ya no representa un decisivo valor electoral. Tales eran mis reflexiones, cuando la voz de mi fiel servidora capturó de nuevo mi atención.

Le respondí desde el cuarto una sencilla consulta doméstica. Su voz la había escuchado como si fuese de una víctima en algún campo de concentración. ¡Primera vez! Esta vez la ficción era mía. Nada podría distraerme. Lo sensato era rendirme al acoso de todo lo que volaba en mi mente a causa de una confesión cuyo reconocimiento suyo no era necesario. Continuar hurgando en ello. Nadie puede culparles, me dije.   Tampoco es que son tontos.  Saben que se aprovechan de su vulnerabilidad, creada con esa intención por quienes dirigen el mecanismo de extorsión. Utilizan como herramienta la insatisfacción de sus necesidades más básicas como seres humanos. Deben odiarles, a los capos, y a quienes asumen su representación, aunque lo oculten en lo más profundo de sus entrañas. Están conscientes que no pueden exteriorizar ese odio, no son libres para hacerlo, pero está allí esperando su oportunidad para ser liberado. O quizás, se vayan desprendiendo de él mediante pequeñas venganzas ficticias. ¡Cómo Marina!

Son clientes de una maldad que no tendrá perdón ni en los cielos.   Por ahora, no les queda más que resignarse a su cautiverio y quién podría atreverse a criticarles por ello.  Mientras tanto, pasando hambre, jugándose la vida  con males menores cuya atención se les ha hecho inalcanzable, presos en un destino sin progreso, cuántos, como mi humilde servidora, no hilvanarán en sus mentes ficciones que les ayuden a mitigar el sentimiento de saberse humillados en lo muy poco que les queda: la dignidad inherente a su condición humana. Algunas muy minúsculas, aun así placenteras, como la de responder una encuesta como si  se disfrutara de una libertad que en la realidad les ha sido arrebatada.

La fenomenología del cómo se produce la implantación neuronal de esas ficticias experiencias remediales como si de verdad hubiesen sido vividas, los estudiosos del cerebro humano la incluyen todavía en la lista de las interrogantes no resueltas. ¡Mentiras que pasan a ser incorporadas como verdades! Fue así cómo aquel día comprendí a ese otro yo de Marina con quien ella compartía sus memorias.