viernes, 23 de junio de 2017

¿Cómo salimos de esto?


Los Juegos Hay Que Cerrarlos

Asdrúbal Romero M. (@asdromero)


I-Una metáfora deportiva


Cualquier aficionado a deportes como el tenis, el basket ball, el beisbol e incluso el futbol, sabe de la importancia, para el jugador o equipo que va ganando, de contar con la resistencia física y emocional así como la habilidad para cerrar los juegos. Traigo esta imagen deportiva a colación porque creo encontrar en ella: cierta semejanza con el desarrollo del dificultoso desentrañamiento del nudo gordiano político en nuestro país. Esta creencia, por supuesto, parte de una premisa: la pavorosa dinámica del mal gobierno ha engendrado unas circunstancias tales que es harto difícil para el Régimen, en su configuración actual, mantenerse en el poder. Quizás para algunos esta premisa pueda lucir como demasiado optimista, y les extrañe que sea precisamente yo, el mismo que en significativa cantidad de documentos pronosticara la incubación de tétricos escenarios en lo económico, y por ende en lo social, quien se atreva ahora al feliz augurio de señalar que el final del nefasto y oprobioso régimen está cercano. Insisto, así lo creo, pero todavía nos falta cerrar el partido a nuestro favor. Intentaré explicarme.

 

II-La Crisis nos puso a Ganar


En primer lugar, el Régimen está acorralado económicamente. Las señales son evidentes. La venta del bono de PDVSA a Goldman Sachs con un 69% de descuento; las intenciones de vender otro del Banco Venezuela, no transable,  ¡con un descuento del 80%! hablan por sí solas de su desesperación por hacer algo de caja. Se habla también de un impago a Rusia por más de un millardo de dólares causados por un contrato de compra de armamento. Como no es una operación a mercado abierto, es posible que hayan convenido un diferimiento, pero el estrechísimo margen con el que viene jugando el Gobierno queda registrado. Amenazas de embargos en territorio americano por impagos de deudas a empresas expropiadas. Las reservas en mínimo. En materia financiera, como se dice en criollo: han llegado al llegadero. Y en un horizonte no muy lejano está un octubre que debe darles pavor con vencimientos de más de cinco millardos de dólares, aunque quizás tengan conciencia que hasta allá no llegan.

Las consecuencias del acorralamiento financiero son dolorosas hacia el interior. No hay dólares para importar de cara a satisfacer necesidades muy básicas. El nuevo DICOM no pasó de ser otra falacia como muchos ya sabíamos. El verdadero marcador de los precios continúa inalterable su recorrido a través de una curva exponencial que ya transita por un tramo con pendiente muy acelerada. Es la misma curva de la que hablamos a inicios del 2013, predicha, cualitativamente, a partir de la aplicación de principios muy básicos de la teoría dinámica de sistemas. El ciudadano común se sorprende cada día de la escalada de los precios, pero esta realidad continuará su rumbo a mayor velocidad hacia un peor que no tiene techo. Los productos regulados se confinan a unas cajas CLAP que la mayoría de los pobladores no reciben. Para quienes no somos objeto de esa atención “privilegiada” por parte del Régimen,  el acceso a productos fundamentales está signado por la dolarización de los precios. Así, la vida ha venido cubanizándose: la pasta dental y el desodorante se convierten en un lujo para la inmensa mayoría de los ciudadanos. El problema de las medicinas e insumos médicos se agrava. Ya se consiguen algunas importadas, pero, igualmente, a precios inalcanzables para la mayoría.  Las coberturas de los seguros médicos se hacen ridículamente insuficientes. Enfermarse en este país implica el riesgo de morir.

Tampoco es que  a ese programa apartheid –no lo reciben todos los que deberían recibirlo- del suministro CLAP se le perciba con garantía de sostenibilidad en los tiempos por venir. El anunciado decrecimiento de la producción agroalimentaria por parte de los conocedores del tema, así como la aguda escasez de dólares para importar –reducida aún más por la desvergonzada inversión en equipamiento represivo-, permiten prever una tendencia a que esa, hoy día ya bastante escasa e insuficiente, ayuda alimentaria vaya perdiendo cobertura en cuanto al número de familias al cual asiste, así como en la cantidad y calidad de los productos que se distribuyen. La merma de peso por habitante es evidente. Los reportes de los expertos y organizaciones abocados a escudriñar el tema de la nutrición en el país son alarmantes. Deberían ocupar lugar preponderante en la temática de esas asambleas ciudadanas que emplean la mayor parte de su tiempo, en distraer a los ciudadanos alrededor de todo ese brollerío jurídico que se ha armado alrededor de una constituyente en la que menos del 10% de la población cree.

El Régimen gasta cuantiosos recursos en profusas campañas comunicacionales –pena debería darles-; jingles con aires de mundiales de futbol que pretenden vender una alegría vestida de farsa, así como la paz de un rap que resuena con la vaciedad de su mensaje. Mientras más abusan de su presencia en los medios radioeléctricos, más invocan en la conciencia de todo un pueblo su impostura. La paz se transmuta en violencia y la alegría en profunda tristeza ambientada por la precarización de la vida. Ya casi nadie les cree, sólo los enchufados que siguen velando por sus intereses y unos pocos, cada vez menos, enceguecidos todavía por un fanatismo que les impide ver la realidad.   Si no han sido capaces de resolver nada, ni lo van a ser ahora, para qué gastar tanto dinero en la promoción de una solución inverosímil que, transcurridos dieciocho larguísimos meses, por obra y gracia del Espíritu Santo comenzaría a cumplir, supuestamente, tantas fantasiosas promesas. ¿En qué invivibles circunstancias nos encontraríamos para ese entonces? Esta es la interrogante que nos hacemos todos porque cada cual, en su nivel, está siendo víctima de una verdadera pela propinada por una crisis que no tiene parangón en nuestra historia.

Desde la perspectiva de su potencialidad para gobernar brindando soluciones, el Régimen está técnicamente caído. De aquí en adelante sólo puede generar una profundización de la precariedad. Que avanza a paso de vencedores, a través de múltiples caminos sistémicos que el ciudadano de a pie quizás no alcance a vislumbrar. De allí que se multipliquen los efectos adversos: Es el problema cíclico de la gasolina o el del gas doméstico. El de la continuada desvalorización del trabajo. El de la semiparalización del aparato productivo y muchas otras instituciones de servicio público. El de la impunidad que campea asimilando al país a un escenario de guerra. Es el problema de la proliferación de atentados contra la propiedad en los que resaltan los desmantelamientos por hurto de múltiples instalaciones eléctricas. El de la no consolidación del nuevo cono monetario que agrava el problema del efectivo e incrementa la mayor dependencia, para las transacciones, de una plataforma electrónica de pago ya muy vulnerada  por el deterioro y obsolescencia de las redes de comunicación. El de los bancos, la mayoría cada vez más endebles financieramente y con mermada capacidad de respuesta. Es esa sensación que se ha instalado en el imaginario de la gente, del colapso que podría sobrevenir en cualquier momento, sin que nadie sea capaz de precisar cuáles de las múltiples nudos problemáticos se combinarán en definitiva para detonarlo. Cada día se suman nuevos problemas a los ya existentes, convirtiendo al vivir por estas tierras en un tenaz ir contra un viento, por lo demás terriblemente tormentoso.

Respiramos en una atmósfera de últimos días porque un régimen cercado internacionalmente, con casi nula credibilidad popular, acorralado económica y financieramente, sin margen de maniobra para poder resolver algo debería ya no estar en el ejercicio del poder. Pero los días transcurren y ni ellos buscan sus propias vías para abandonarlo -irse mientras puedan que sería mi recomendación-, ni se concreta un esquema político con la suficiente fuerza para sacarlos de ese poder al cual, paradójicamente, se atornillan con creciente vehemencia. Visto desde la perspectiva de los factores democráticos que han acometido una tenaz oposición, no siempre alineada del todo, es como si el juego ya lo tuvieran claramente a su favor pero no lo terminan de cerrar. ¿Será que no saben cómo cerrarlo?

III-¿Por qué no se cierra el Juego?


Si la Oposición no lo sabe, tampoco debe avergonzarse por eso. Nos enfrentamos a un cuadro político muy complejo e inédito En cualquier gobierno medianamente democrático, la acumulación de pruebas de un tan rotundo fracaso como el del chavismo sería suficiente como para provocar una salida que le diera botón de cierre al juego político. Pero no es ese nuestro caso. Resulta que lo paradójico del atornillamiento no lo es tanto, tiene que ver con el carácter tan particular del régimen que nos acogota. Creo justo el momento para hacer el siguiente reconocimiento: toda la caracterización del Régimen que desde hace varios años adelantaron esos sectores a los cuales se les acuñó la etiqueta de “radicalismo” terminó siendo la precisamente correcta. Se puede resumir en una frase: “nunca van a entregar el poder por las buenas”. No lo pueden hacer habida cuenta de su carácter abiertamente delincuencial. Aclaro que tal calificación no es solo utilizable para referirse a delitos como la participación en el tráfico ilícito de productos y seres humanos o la sustracción de recursos del erario público para beneficio personal, también lo es cuando se delinque violando las leyes para ejecutar actos que comprometen al Estado sin el cumplimiento de las debidas autorizaciones. Donar graciosamente recursos a otros países en actos de impulsiva “generosidad” sin haber solicitado, previamente, la autorización de las instancias con el mandato constitucional para tramitar y aprobar tales concesiones, constituye un ejemplo muy claro de lo que refiero. Aunque hubiesen intentado maquillar a posteriori todos esos heterodoxos manejos, seguro estoy que con un exhaustivo seguimiento cronológico se podrían conseguir innumerables casos específicos en los que tal maquillaje no pudo ser aplicado con el suficiente blindaje.

Este régimen, desde sus comienzos, se ubicó al margen de la legalidad al permitir que su finado líder manejara la hacienda pública como si fuera la suya personal. Estos señores supieron, desde el principio, que en cuanto entregaran el poder serían ineluctablemente enjuiciados por ejecutorias de esa naturaleza. Terminaron acostumbrándose a pensar que nunca entregarían el poder, se produjo el relajamiento y la apertura de puertas a las más diversas y lesivas tentaciones. Pero las ruedas de la historia siempre giran. Ahora nos encontramos en el poder a una “banda de delincuentes que ha tomado control del Estado y asaltado su tesorería”. Lo dice el prof. Evan Ellis, quien remata manifestando: “El problema de fondo es que no existe un mecanismo jurídico internacional ni un modelo de cooperación regional que permita rescatar a un Estado en esas circunstancias sin violar su soberanía”. La pregunta entonces que debe analizarse es: ¿Cómo se cierra el juego con un régimen delincuencial? Excluyendo de su consideración la vía de la rebelión armada de civiles que todo parece indicar, a Dios gracias, que todavía no se ha dado el tiempo para germinar. Esta interrogante, con la añadida condición de contorno, permite esclarecer el grado de complejidad del entrampamiento en el que estamos sumidos.

Estamos cerca de una salida. El avance de la precariedad lo garantiza porque es como una liguita que se continúa estirando, estirando, estirando, hasta que no ceda más. Pero en el ínterin de estos angustiosos días: ¿cómo se avanza en el desentrañamiento del nudo gordiano? El camino menos violento sería la negociación. ¿Pero cómo se negocia con una representación del Régimen tan embarrada de ilicitud? ¿Quién se atrevería a asumir el costo político? ¿Se imagina usted negociando con un Carreño preguntándole cómo va a quedar él? ¿Se dispone del tiempo para elaborar un esquema transparente de justicia transicional? Algunos juran que ya existen negociaciones en las que se persigue darle respuesta a tan acuciantes cuestiones, los dirigentes opositores de mayor visibilidad lo niegan. Yo no tengo ni ofrezco respuestas, sólo una visión del por qué todavía no se ha podido cerrar el juego. Y otra: la de liguita a máxima tensión. ¿Se fracturará ella provocando una urgencia de imprevisibles consecuencias?  ¿O se fracturará el Régimen en un escenario donde algunos busquen salvarse y otros decidan resistir hasta lo último con las botas puestas? Algunos y algunas ya han dado el paso.





sábado, 3 de junio de 2017

Un ejercicio de imaginación constituyentista



Nada Que Perder


Asdrúbal Romero M. (@asdromero)


El joven devoraba vorazmente la comida que le había traído un vecino. Se dirigió a mí y me comentó:

-Ya ve usted, señora. Dios provee. ¿Qué me iba a imaginar yo esta mañana que después de pasar todo el día guerreando este buen señor me iba a resolver?

Llegué a las inmediaciones del distribuidor del Trigal pasado el mediodía. Desde el primer momento me llamó mucho la atención la actividad hiperquinética de aquel guerrero de franela, como ahora los denominan, convertido en mi interlocutor. No paraba de guerrear, usando su expresión. Orientaba a los demás, algunos más jóvenes. A veces, les daba órdenes. Pero nunca dudaba en ponerse al frente de las acciones de combate.

-Esta madrugada me levanté a las cinco. Abrí la nevera. Vacía. No había nada de comida. Me tomé un vaso de agua para engañar al estómago y me pregunté qué hacer. ¿Ir a la Universidad?  Está cerrada. Aunque la Rectora diga que tiene sus puertas abiertas. Decidí venirme hacia acá. ¡A guerrear!

-¿No habías comido nada en todo el día? –le pregunté-.

-¡Nada! Aquí no hay comida, no hay estudio, no hay futuro señora. Ya no tenemos nada que perder. Gracias a este señor hoy pude comer – volteando su rostro hacia el vecino con gesto de agradecimiento-.

Casi con lágrimas en sus ojos, una amiga me cuenta su experiencia relevante del día. Es muy triste cuando un joven como él te dice que ya no tiene nada que perder. ¿Hacia dónde va este país? –concluye su relato con esta pregunta hacia mí rebosante de angustia-.

Me dijo otra cosa –mi amiga, después de un significativo lapso de silencio-. Una vez lo agarraron los guardias y le molieron a palos hasta cansarse. Participaba en una protesta estudiantil. Los guardias son malos. No es como se dice ahora que se han vuelto malos. ¡Siempre han sido malos! Ese fue el broche de oro con el que cerró mi joven guerrero.

Este breve relato lo concateno con un video visto hace algunos días en una red social. Habla otro guerrero de franela pero este es barinés: “Aquí no estamos representando ningún grupo político. No estamos llamando a la gente que está en la politiquería a que salga a manifestar por las cuestiones que nos están pasando en Venezuela. Somos estudiantes. Somos las personas, las cuales no tenemos insumos, no tenemos comida, estamos cansados, no tenemos trabajo y estamos cansados de este gobierno que nos agobia, que nos destroza y nos trata como animales”. Más adelante en el video, otra voz nos informa que todos eran del PSUV. El grupo termina quemando unas franelas distintivas de su adscripción anterior al chavismo.

No hablan de constituyente. Hablan de la crisis que a mucha gente en este país la está llevando a un estado casi terminal. Ya me lo había argumentado un amigo con buena visión para la política: ¿Tú crees que lo que está ocurriendo en los estados más pobres del interior del país tiene algo que ver con la oposición comandada por la MUD? Aquí se está gestando algo que va a rebasar, por mucho,  a los partidos. Se ha insertado en la conciencia colectiva la creencia de que Maduro es hambre y muerte. De que hay que tirar el resto porque, de lo contrario, no tendremos vida. ¡No habrá nada que perder!

En el pasado, el PSUV hizo gala de tener un mejor estetoscopio para auscultar lo que acontecía en la Venezuela profunda. Algo les habrá quedado de esa mejor capacidad. Es muy posible que ellos sepan, mejor que muchos analistas intelectuales de clase media,   de ese fenómeno tendiente a crear un tsunami social que los arrollará a todos. Saben que tienen los días contados y que necesitan, desesperadamente, crear un escenario de negociación.  Por eso empujan hacia una constituyente que también saben que es inviable. No son lo suficientemente estúpidos como para no saber que es imposible que un 15%, a lo sumo un 20, pueda imponerle al resto del país la celebración de un evento consustanciado con tan graves implicaciones para el futuro de todos y extremadamente vulnerable en las actuales circunstancias. Lo que andan buscando, simplemente, es acrecentar su poder de negociación. Crear las condiciones para que se tenga que pagar un mayor costo a cambio de su salida del poder.

Por eso aparentan correr. La Tibisay, después de regodearse en anuncios de complejos cronogramas para la celebración del Referéndum Revocatorio, ahora se ha inscrito para una carrera de cien metros planos. Mientras los técnicos electorales allá dentro saben que lo hace imponiéndose lapsos inviables para su gordura. Eso poco le importa. Quiere estar en el barco de los que negocien su salvamento. Que sean los maduristas más pendejos los que se queden pagando la abominable cuenta. En simultáneo, los que a la luz de la dantesca realidad pretenden auto enlistarse dentro del chavismo más puro, dudan sobre la mejor vía para desmarcarse. Algunos, paralizados por el temor de verse víctimas en un más que improbable escenario tipo Ruanda.

Para la sala situacional de la cúpula corrupta, los escenarios de uno o más diferimientos para la celebración del día C forman parte del ramillete de opciones manejables.  Monitorearán con agudeza esa posibilidad. Por un lado, les brinda la oportunidad de seguir ganando tiempo y, simultáneamente, continuar mermando la energía de la principal columna opositora para que vaya desapegándose de la marcha. Acrecentar su desesperanza, así sea al costo de seguir tiñendo de rojo a la patria con la sangre de los mártires.  Pero en la contraparte, continuar bluffeando y elevando la apuesta es jugar con fuego.

En el reinado del nada que perder existe un volcán que ha comenzado a rugir, sin alcanzar, todavía, la energía que le obligue a liberar su magma candente. En cualquier momento hace erupción: el hambre y la impotencia de ver cerrarse todos las vías para sobrevivir con dignidad le nutren diariamente de más energía. Y ellos saben que ya no tienen forma ni manera de evitar eso. Tendrán que hilar bien fino sus posibilidades de manejar el dilema Constituyente versus Negociación a su favor. Porque de llegar al día C, esa será una fecha muy proclive para que esa energía potencial contenida en el lecho del volcán se libere y se una a la otra, que aunque reprimida, se habrá mantenido intacta. De la unión surgirá una tromba, que podría convertirse en tornado con la energía para elevar a estos dinosaurios malignos centenares de metros y ponerlos rabiosamente a girar en el hiperespacio de la nada.