Con relación al anterior post en este blog: ¿Estamos en Guerra? El Gen(r) Humberto Seijas Pittaluga -como él mismo dice: de los de antes-, aporta luces sobre las oscuras, aunque doradas, motivaciones del deleznable sector que le echa leña al fuego en esta trágica guerra que el Régimen perpetra contra el pueblo. Comparto su tesis. Son los más abyectos. No tendrán perdón de Dios y menos de nosotros.
El Becerro de Oro
Humberto Seijas Pittaluga
@seijaspitt
En su más reciente escrito, Asdrúbal
Romero —ex rector de la UC, pensador de alto vuelo y apreciado amigo— se
pregunta: “¿Será que nos encontramos en medio de una guerra de la cual no hemos
tomado conciencia ni cuándo ni cómo comenzó? ¿Cuándo mutó de ‘Revolución’ a
guerra?”. La respuesta que primero se nos viene a la mente es la más simple
pero que no es la más completa: fue cuando la irresponsabilidad de un
presidente analfabeto, rodeado de un gabinete, mitad inepto, mitad ladrón,
aceptó otra recomendación cubana más y la puso de moda mediante una de sus muy
seguidas y agobiantes cadenas televisivas. Según esa conseja, aquí estamos
sufriendo una “guerra económica”. Lo cual tiene visos de verdad, pero no por
las razones que alude: un supuesto complot entre la CIA, los capitalistas, los
judíos y los traidores pitiyanquis criollos para acabar con eso que los rojos
llaman “revolución”. Se debe, más bien, a la confluencia en labores de gobierno
de unos cuantos fanáticos añorantes de la Unión Soviética que no quieren
reconocer el fracaso de las medidas impuestas a sangre y fuego por el
socialismo real, con una cuerda de avivatos, ávidos de dinero, que se ponen
chemises rojas, pero de buenas marcas para hacer creer que ellos también se
desviven por el padrecito Stalin y el momificado Fidel. Pero, no; lo de ellos
es entrarle a saco al erario.
En fin, son gente que, si
supieran de ópera y de francés se la pasaran cantando el rondó del “Fausto” de
Gounod que comienza: “Veau d’or est toujours debout! / On encense sa puissance,
du bout du monde a l’autre bout! / Pour fêter l’infame idole, rois et peuples
confondus, au brut sombre des écus, dansent una ronde folle; / autour de son
piédestal, Et Satan conduit le bal!” (¡El becerro de oro todavía vive! /
Inciensa su poder desde el fin del mundo hasta su otro extremo! / Para celebrar
a ese ídolo infame, reyes y pueblos por igual, a la tosca sombra del dinero
bailan una tonta danza. / ¡Y desde lo alto de su pedestal, Satanás dirige el
baile!). Adoran a esa efigie, mezcla de fetiche y talismán, porque creen que
además de hacerlos supermillonarios los ha de inmunizar contra todo, inclusive
la justicia; que podrán, impunemente, seguir ordeñando de por vida a la res
pública. Que no les entrará ni coquito.
Los pocos teóricos leninistas que
creen que acabando con las empresas que la iniciativa privada levantó, procediendo
en coyunda con los muchos inescrupulosos que los rodean y que son capaces de
robarse hasta un hueco son los que —unos y otros actuando desde el gobierno o
desde el partido— tienen quebrada a Venezuela. Lo más triste es que operan
contando con la complicidad de una nueva oligarquía surgida en razón de los
jugosos contratos y las muníficas comisiones que los logran; personas muy
jóvenes y hasta de familias respetables (hasta que aparecieron estos) que, más
bien, debieran actuar como frenos morales. Pero parece que las clases en
colegios y universidades caros, el ejemplo de sus mayores, ni lo ilustre de sus
estirpes les importan; lo de ellos es el dinero rápido. Esos son los que en
verdad han declarado una guerra contra todos los demás venezolanos; los que nos
tienen haciendo interminables colas para todo, hasta para comprar un pan; los
que se hacen los locos ante tanto muchachito que se muere de hambre —o que, si
no fallece, será un enteco mental y físico que condicionará el avance del país.
Cercenar el futuro nacional, eso sí que es traición a la patria. Y es lo que
están logrando con esa rara mezcla de gran habilidad para el pillaje pero
gruesa incompetencia para los asuntos oficiales.
El país entero ya tiene claro que
la solución a sus muchos problemas pasa por el cambio de la filosofía de
gobierno, por la corrección del modelo económico, por el adecentamiento de la
política; y que eso implica, de necesidad, el relevo de los actuales
“gobernantes”. Sabe que todas las iniciativas asomadas y puestas en
funcionamiento por la alternativa democrática desde la Asamblea Legislativa
conducen hacia ese desenlace; que unas son más o menos traumáticas, más o menos
rápidas, pero que todas son eficientes para lograr su cometido a pesar de las
acciones retardatrices que intenta el régimen desde diferentes escenarios, pero
con preminencia del Tribunal Supremo (con prescindencia de “Justicia”, porque
los magistrados express no saben lo que es eso).
Por eso, ante el fulano decreto
de estado de excepción, ante las intimidaciones de emplear las fuerzas
militares, de “atribuir funciones de vigilancia (…) a los CLAP (…) y demás
organizaciones de base” (léase, “sus bandas armadas”), la nación, como un todo,
debiera gritar las últimas frases que canta Margarita en la ópera ya
mencionada: “Pourquoi ce regard menaçant? / Pourquoi ces mains rouges de sang?
/ Va! Tu me fais horreur! (¿Por qué esa mirada amenazante? / ¿Por qué esas
manos rojas de sangre? / ¡Márchese, usted me hace horrorizar!) Y mientras más
pronto se vayan (o los vayan), mejor…
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