viernes, 25 de septiembre de 2015

Caracterización parcial de este conflicto

Este conflicto universitario

Asdrúbal Romero M. (@asdromero)

Permítaseme una metáfora: Venezuela es como un ascensor que, a doscientos metros de profundidad en el subsuelo, desciende a una velocidad de 50 metros por segundo. Dentro del ascensor van las empobrecidas universidades que confrontan severos problemas de financiamiento para mantener su viabilidad operativa y, dentro de ellas, viajamos sus empobrecidos trabajadores. Lo peor está por ocurrir, lo dicen todos los expertos: el 2016 será mucho peor que lo que ya estamos viviendo.

Nos enfrentamos a un verdadero tsunami económico y social, por lo que la óptica con la que debe ser analizado un conflicto universitario en este contexto, sus objetivos y métodos, debe ser muy distinta a la que utilizáramos en nuestra larga historia de conflictos con los gobiernos de turno. No se trata de resolver un deterioro provisional de nuestro salario, ni de luchar porque a las universidades se les estén escamoteando los recursos para favorecer a otros sectores en la repartición de la torta, sino de cómo utilizamos nuestro potencial de influencia sobre el rumbo del país para convertirlo en poderoso vector opositor a las erradas políticas que lo están hundiendo. En este sentido, el inescapable conflicto que tenemos por delante es de naturaleza altamente política –todos en el pasado lo han sido en algún grado pero ninguno como este- y así debe ser asumido, sin ambages.

Si el conflicto sirviese para lograr una rectificación por parte del gobierno de las políticas que viene aplicando y poner en vigencia otras que reviertan la nefasta tendencia, o en caso de seguirse negando lograse el cese de sus funciones, podríamos calificarlo de altamente efectivo. Esto me provee de un criterio para valorar el potencial de un conflicto. En este sentido: ¿Cuál sería el conflicto ideal en mi opinión? Uno que englobara a todo el sector educativo, incluyendo tanto al público como al privado porque la educación es una sola. Desde hace ya varios años, la prestación de servicio educativo en este país ha venido siendo muy mal remunerada. Los profesores, a cualquier nivel, con nuestros bajos sueldos nos hemos convertido en financiadores de la educación -de la pública y de la privada-. Con la inflación galopante, a un tris de evolucionar hacia hiperinflación, esta situación ha llegado a niveles intolerables y de indignidad. Esta circunstancia, por supuesto, que está teniendo incidencia en el descenso de la calidad de la Educación en el país. No olvidemos que tarde o temprano se cumple el siguiente principio: “obtenemos la educación que pagamos”.

Y uno se pregunta, si por allí están los profesores de educación básica y media (sector público) pendientes de que se les concluya la discusión de su convenio: ¿Qué es lo que ha impedido que se produzca esa gran alianza con la FAPUV? Yo, desde hace varios meses, vengo hablando de esto a cuánto dirigente pueda hablarle, pero ocurre un no sé qué en este país que hace lucir como un imposible que algo que está de anteojitos se produzca. Seguramente inciden muchos factores para que no se logre, pero, obviamente, hay uno que se puede señalar sin lugar a duda: la inexistencia de un nivel superior de coordinación política. Consecuencia de esa falta de acompañamiento de los factores democráticos de oposición a los legítimos reclamos de la sociedad civil que tanto se ha criticado. Es como si al cerebro político opositor de nuestro país se le hubiese dañado la corteza prefrontal ventromedial que es la región donde se maneja la empatía.

Lo cierto es que todo parece indicar que esa gran alianza con mortífero poder de fuego no se concretará. Quizás sea eso, que su potencial de fuego es demasiado grande en un momento en el cual pareciera interesar más: demostrarle al Régimen que pasó a ser clara minoría. El 6D se ha convertido en el gran factor represor del legítimo y justísimo clima de protesta que debiera estar reinando en un país que está a punto de irse a pique. Todos esperamos al 6D mientras la procesión va por dentro, un signo del entrampamiento en el que estamos sumidos. La ruta electoral y la protesta social tienden a entrar en zona de disonancia, una condición de contorno a considerar en el análisis de contexto del conflicto universitario que ya está prácticamente decretado (escribo estas líneas un día antes de la Asamblea de la APUC, en las otras universidades autónomas sus respectivas asambleas ya lo han aprobado). Si yo fuese FAPUV, intentaría tender los lazos en procura del escenario ideal de conflicto.

En el escenario real surge la interrogante cómo debería ser ese conflicto, constreñido al ámbito universitario, que habría que diseñarlo estratégicamente y ejecutarlo para que tuviese la mayor efectividad posible  de acuerdo al criterio ya enunciado. ¿Cómo se sienta al gobierno con la variable inflación puesta sobre la mesa de negociación para extraer un compromiso suyo en ese sentido? NO HAY TABLA QUE VALGA si el ritmo inflacionario va a seguir destrozando nuestra calidad de vida y la posibilidad de que la Universidad pueda funcionar. Las dos cosas: salario y viabilidad institucional. Gremio e institucionalidad universitaria unidos. Más: proceso pedagógico irradiado hacia el país, porque es nuestro deber como sector fundamental de la “intelligentsia” del mismo, y hacia el sector estudiantil a fin de lograr su involucramiento en el conflicto.           



miércoles, 23 de septiembre de 2015

Aporte del prof. Nelson Acosta sobre el dilemático paro.

Me siento muy afortunado de poder contribuir, a través de este blog, con reflexiones que considero necesarias ante la coyuntura por la que atravesamos los profesores universitarios. Supongo que no podré continuar esta racha, pero esta semana lo estamos haciendo a un artículo por día. En este caso se trata de un aporte del profesor Nelson Acosta Espinoza, quien también publicó en facebook un largo comentario sobre mi post "¿Nos vamos o no al Paro?" De similar forma a como procedí con el profesor Pedro Villarroel: le solicité lo convirtiera en un artículo de opinión y he aquí el resultado. Recomiendo su lectura. Comparto en su totalidad su contenido.

¿Ir o no al paro?

Nelson Acosta Espinoza
 

¿Ir o no al paro? ¿Es pertinente esta pregunta? ¿El momento es el adecuado? Bien son varias las interrogantes que suscita la convocatoria de la asamblea para el día viernes. Voy a intentar reflexionar sobre lo que estas interrogantes implican.

Una primera observación. El salarial, en el marco de la actual coyuntura es, disculpen los gremialistas, un tema marginal. Ello no quiere decir que no constituya una reivindicación justa y necesaria. Lo que intento señalar que los bajos sueldos son consecuencias de una política. Y, es esa política, a la que hay que atacar y vencer. Desde luego, esta circunstancia salarial no es exclusiva de los universitarios. Es compartida por densos sectores de la sociedad. Y, ello es así, porque es consecuencia de una política y un estilo de gobernar concreto. Dicho sea de paso, política y estilo que han entrado en crisis. Y, desde luego, no están en capacidad de dar respuestas a las causas que provocan el hundimiento salarial que sufren los venezolanos.

Segunda observación. En consecuencia, no es particular a los universitarios el deterioro de calidad de vida. Por el contrario, esta condición (particularidad) es universable y, en consecuencia, potencialmente compartible con otros sectores de la sociedad. Dicho en términos abstractos: la política correcta es universalizar nuestra particularidad. En cristiano, desarrollar una política de alianzas con otros sectores que padecen "salarialmente" para enfrentar políticamente al gobierno.

Tercera observación. Para alcanzar este objetivo es imprescindible desarrollar una narrativa alternativa a la que ha estado vigente en los  últimos años. No podemos "pensar" esta crisis con los viejos marcos y conducirnos a tono con lo que esos marcos predicaban. La historia o, el pasado reciente, ha demostrado lo inadecuado de esas narrativas. Estamos donde estamos como consecuencia de una visión equivocada de la universidad y del rol de los organismos gremiales y de conducción institucional.

Cuarta observación. La crisis no es solamente salarial. Disculpen lo reiterativo. Es institucional. La universidad no le es posible seguir funcionando como universidad en las condiciones presupuestarias actuales. Me parece que hace obligante enlazar la lucha política por salarios justo con la de presupuestos apropiados. Sin exagerar, la institución universitaria, esa que existe en nuestra ley de universidades, ya no existe. Es necesario rescatarla y reinventarla.

Quinta observación. De esta última observación se desprende que las luchas salariales universitarias deben estar insertadas en un nuevo horizonte de significación. ¿Qué queremos decir con esta expresión? La autonomía, por ejemplo, no debe ser entendida como autogestión dirigida a satisfacer intereses internos (general de índole partidista y tribales). El cambio debe ser sustancial. La autonomía debe representar una capacidad para organizar y estructurar su propio ámbito académico, en el que la excelencia en el desempeño de la actividad docente e investigadora constituya el objetivo fundamental. Suena utópico. Estoy consciente de ello. Pero el conflicto que se avecina, podría brindar una excelente oportunidad para saltar de lo específico (reivindicaciones salariales) hacia lo sustantivo (repensar la universidad). Quizá, una iniciativa que sería apropiada desempolvar es la idea del Senado Universitario. Entidad oficiosa para plantear y discutir temas de esta naturaleza. Abierta, desde luego, al entorno y agrupaciones homologas y coincidentes con estas luchas políticas y reivindicativas.

Sexta y última observación. En mi juventud existía una consigna que solicitaba UN NUEVO GOBIERNO YA. Creo que por ahí van los tiros.








martes, 22 de septiembre de 2015

El Prof. Pedro Villarroel aporta una reflexión al debate.

El profesor Pedro Villarroel en un comentario hecho a mi anterior "post" acierta al señalar la ausencia en mi análisis del elemento "Político" (nótese que lo pongo con P mayúscula). Le he invitado a que convirtiera su comentario en un artículo y he aquí el resultado: una reflexión que recomiendo encarecidamente leer. 

EL JANO BIFRONTE EN LA CRISIS UNIVERSITARIA

“Es la hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes
que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos,
se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”

José Saramago

Uno de los aspectos que establece la diferencia entre civilización y barbarie, desarrollo y subdesarrollo, pragmatismo y visión de futuro, es precisamente el manejo del tiempo. Su sistematización permite a las organizaciones distribuir eficientemente los recursos y las estrategias para alcanzar los propósitos hacia los fines establecidos en la visión. Por el contrario, un inadecuado manejo del tiempo convierte a la organización en un “cómo vaya viniendo vamos viendo” a lo Eudomar Santos, que la mineraliza, la petrifica y en consecuencia la hace inviable. Su muerte es inevitable.

La figura del Jano Bifronte retrata la actitud del liderazgo universitario de este momento, en una de sus caras. La cara que se nutre exclusivamente del pasado, incapaz de poder confrontar los nuevos contextos, las nuevas circunstancias y las situaciones derivadas de la realidad política contemporánea y de lo más permanente en la vida de los seres humanos y las organizaciones, como es el cambio. Esta falla de las capas tectónicas del pensamiento es el producto de un entorno cultural refractario que genera enmohecimiento de la capacidad de dar respuesta oportuna a los nuevos retos. Los símbolos culturales afectan la manera como percibimos la realidad, afectan la sensibilidad y empobrecen el mundo estético. Esto es decadencia.

El profesor Asdrúbal Romero, ex rector de nuestra universidad, publicó en su blog un análisis de la situación universitaria del momento. Comparto con él significativamente sus apreciaciones, no obstante pienso que el gran ausente en el debate universitario de la coyuntura, es el elemento político.

La estrategia del gobierno durante estos diecisiete largos y tumultuosos años, ha sido la de aislar los sectores y actores políticos que luchan por mejorar las condiciones de su existenciario. Esto ocurre primeramente porque las alforjas del pensamiento y la reflexión política se parecen a los anaqueles de los automercados, están vacíos. En segundo término, por la imposibilidad de integrar las diversas demandas de la población como un todo. Situación ésta que denota la carencia en nuestro liderazgo para promover y dirigir la acción política más allá del estrecho marco de la reivindicación salarial, elemento además que se comporta como un obstáculo epistemológico en el desarrollo de la conciencia crítica y transformadora del trabajador universitario.

No hemos sabido traducir el descontento que se produce por la insostenible situación económica en una acción política tendente a transformar la crisis nacional. El profesor Argenis Urdaneta,  en el conversatorio señalado por el profesor Asdrúbal Romero, lo caracteriza como parálisis paradigmática que condena a las direcciones gremiales a un ritornelo, a una rutinización de las acciones y respuestas sindicales ante la crisis que producen resultados cero y una gran desmoralización.
Desde la Cátedra de Estudios Culturales “Profesor Pedro Crespo”, conjuntamente con el decanato de Faces hemos dado inicio a una serie de conversatorios que tienen como propósito activar el pensamiento  y la reflexión. Estamos ante una encrucijada histórica, la universidad y los universitarios debemos estar a las alturas de las exigencias de nuestro tiempo. En un régimen totalitario, militarista y populista, están negadas las condiciones objetivas para el libre desenvolvimiento y la autonomía del ser humano. Por eso es impensable una lucha gremial universitaria sin el análisis del contexto político de la hora, sin generar los instrumentos teóricos propios del entorno universitario para su transformación.

Somos luz en las tinieblas y la adversidad. Es incomprensible actitudes ambivalentes en este momento. Debemos entender la imposibilidad del desarrollo humano en toda su complejidad dentro de los regímenes que propician la inacción y el vaciamiento del ser. La historia de la humanidad es un vivo ejemplo de la lucha de grandes conglomerados humanos por la democracia y la libertad. Allí están los casos de Alemania con Hitler, de Italia con Mussolini, de España con Franco, de Pinochet en Chile, de Trujillo o “chapita” en República Dominicana y en nuestro país, en el pasado reciente Gómez, Pérez Jiménez y Chávez.

La cara del futuro del Dios Jano Bifronte tenemos que construirla hoy los universitarios. De allí que estas discusiones que recién se inician son el preámbulo de la construcción del futuro que todos deseamos y aspiramos en nuestra universidad y en nuestro país.

lunes, 21 de septiembre de 2015

¿Nos vamos o no al paro?

¿Nos vamos o no al paro?

Asdrúbal Romero M. (@asdromero)


Una interrogante intensamente dilemática. Muy propio de estos tiempos de entrampamiento en los que nos han hundido, o en los que nos hemos dejado hundir y, seguramente, cada cual elegirá su propia versión personal entre esos dos extremos. Todo se nos ha convertido en un “cuero seco”, que si pisamos por un lado se nos levanta por el otro y viceversa. Lo que en otros tiempos sería la respuesta natural y lógica ante un proceso continuado de vulneración de nuestros derechos sociales y económicos como trabajadores, ir al paro, es ahora una decisión que concita una amplia diversidad de posiciones con fundamentaciones nada desestimables que las sostienen. Es lo que observo. Yo mismo, no asumo todavía una posición firme al respecto. Así lo señalaba hace unos días en un conversatorio convocado por la Cátedra Pedro Crespo que coordina nuestro ex secretario profesor Pedro Villarroel. Se produjo allí un muy interesante intercambio de ideas que me motiva a compartir con ustedes algunas reflexiones, que no pretenden ser exhaustivas en el análisis de tan compleja decisión.

Es evidente que, por fin, los universitarios hemos internalizado una sensación de empobrecimiento súbito. A juzgar por la debilidad de reacción en el pasado más reciente, lo restringiré a los tres últimos años, parecía que no nos dábamos cuenta que estábamos siendo sometidos a un proceso gradual y sostenido de empobrecimiento. Ha hecho falta una inflación subyacente del 400%, me remito al informe de una organización seria como Ecoanalítica, para que tomáramos consciencia de la profundidad en el subsuelo a la que vamos descendiendo, con una velocidad tal que con toda seguridad ya no nos será posible detener ese descenso en el corto plazo. Creo que es importante reconocer esto. Porque ahora, con el ojo afuera, como decía mi abuela, y la indignación bullendo en nuestras venas, sería un craso error asistir a una asamblea pensando que todo el terreno perdido es recuperable en el contexto de esta segunda discusión de una convención colectiva única para todo el sector universitario. Esto ya no va a ser posible. Del reconocimiento de esta verdad, surge la necesidad de un debate más profundo y menos emocional de cuáles pueden ser las expectativas concretas y alcanzables en el marco de un paro decretado en este reinicio de clases.

La dantesca realidad que estamos viviendo es consecuencia de un proceso dinámico que viene de muy atrás y en el que hemos cometido errores. Nos hemos calado, humillantemente, imposiciones unilaterales de incrementos salariales muy por debajo de la inflación. Aceptamos el inconsulto desconocimiento del instrumento legal que normaba la discusión de tales incrementos, las Normas de Homologación, y el colmo de los colmos: aceptamos formar parte de una mesa de negociación, con “voz y sin voto” para mayor indignidad, entre el Gobierno y una representación gremial conformada en su mayoría por gremios “troyanos” –esto ocurrió en el 2013, hace dos años-. Ya se sabía lo que iba a pasar cuando un gobierno, ahogado en su pésimo manejo de la economía del país, presionara  a sus correligionarios. Por muy avelinescos que estos supuestos líderes gremiales pudieran parecer, es decir: revestidos de una falsa combatividad aderezada con dosis de engañoso compañerismo, cordialidad e información oportuna y confiable sobre la ruta hacia el abismo, lobos disfrazados de ovejas, ahora a los ojos de todo el mundo se hace evidente que ellos actuaron de la forma que todos debíamos suponer iban a hacerlo. Ahora la FAPUV reconoce que fue traicionada. ¿Y qué esperaban?

Pudiera reconocerse, para decir algo en favor de tan ingenua actitud, que a la FAPUV, apremiada por la profunda apatía que minaba la combatividad de sus bases profesorales en el 2013, no le quedó más remedio que aceptar ser partícipe en ese reacomodo del paradigma legal para la negociación del convenio laboral –legalidad que hoy opera como una variable claramente favorable al Gobierno-, está bien, reconozcámoslo. Pero si fue así: ¿Qué hicieron estos señores a lo largo de estos dos años para recuperar la combatividad gremial de sus bases? ¿Organizaron algún proceso pedagógico hacia los profesores para sensibilizarlos sobre el grave problema que se estaba incubando? Yo, sinceramente, opino que no hicieron nada. Se sentaron a esperar la próxima oportunidad. Pues bien, está se dio y ahora se encuentran entrampados. Esta reflexión es importante evidenciarla. ¿Por qué? Porque a estos rostros visibles del inocultable fracaso -que no es sólo responsabilidad de ellos no me cansaré de manifestarlo-, se les pudiera ocurrir ponerse el traje de ser más papistas que el Papa y alentar una huida hacia adelante que sólo pudiera conducirnos a la más estruendosa derrota. Me da la impresión que es lo que están haciendo. Pareciera muy humano, en esta Venezuela donde ningún líder admite sus fracasos, que intenten hacerlo. Nosotros, las bases profesorales, debemos recelar de esa actitud, y analizar la posibilidad del paro bajo un enfoque bien sistémico. No podemos dejarnos conducir, guiados por la propia indignación y la irracionalidad, hacia una calle ciega sin retorno.

Por supuesto que no le culpo a usted, lector, tenga la sensación que me he alineado en contra del paro, después de leer estas líneas que vendrían a ser no más que el prolegómeno de un análisis más completo y exhaustivo. Créame que no es así. El paro pudiera aprobarse, pero condicionándolo al cumplimiento de un conjunto de restricciones. Se me ocurren tres, por ahora, sin desmedro de otras que pudieran señalar otros actores. En primer lugar: el paro debería ir acompañado de la declaratoria de los objetivos realísticamente dimensionados que pretenden satisfacerse con él. En segundo lugar: el paro debería contemplar una agenda concreta de participación integral de todo el profesorado y la institucionalidad universitaria, consejos de facultad a cabildo abierto, conformación de un parlamento universitario, etc. Esta agenda debería tener como uno de sus lineamientos centrales de acción, la organización de un proceso pedagógico orientado hacia los estudiantes sobre cómo esta galopante inflación está impactando la viabilidad de funcionamiento de la Institución.  Por último: debe producirse una drástica revisión del discurso central justificador del paro. Quedarse en lo exclusivamente salarial, por muy importante que sea para nosotros, es un error. Máxime cuando hay un paro técnico en ciernes, causado por la recrudecida inviabilidad del funcionamiento de la  Universidad. En una próxima entrega escribiré sobre el paro ideal, el que a mí, en lo personal, me encantaría; sobre el paro real que deberíamos intentar organizar y sobre el paro que yo no acompañaría ni a balazos. Aun así: no la tenemos fácil en estos tiempos de entrampamiento.