Derogatoria de la Ley de Gravedad
Asdrúbal Romero M.
Un tribunal ordenó fin del paro de “pobresores” en el
Pedagógico de Caracas. Sentencia con la cual dio respuesta a un recurso de
amparo introducido por tres estudiantes, seguramente oficialistas, que
demandaban por la violación a su derecho al estudio. Cuando leí esta noticia
(El Nacional, 4/6/2013) me vino a la mente una delirante escena en “Árbol de
Luna”, una novela de Juan Carlos Méndez Guédez, barquisimetano residente en
Madrid que se ha convertido, a fuerza de tenacidad y brillantez, en uno de los más destacados representantes
de esta nueva generación de escritores nuestros.
Ocurre en
Barquisimeto: una severa escasez de agua ha concitado una protesta estudiantil
que apunta a generar un ambiente de exaltación peligroso para el partido que
está de turno en el poder (transitan los tiempos de la Cuarta). El Presidente
llama a Gerardo, un típico maniobrero “componelotodo” que, en ese momento, se
encuentra en Maracaibo montando un negocio de compra de unos tanques militares
viejos por el cual recibirá una comisión. Aunque teme que a los larenses no se les
haya olvidado todavía lo de las maquinas quitanieve que le había vendido al
Alcalde de la ciudad, no le queda más remedio que trasladarse. Se incorpora a
una reunión de la Asamblea Legislativa, la gritería es total, pero él, con sus
habilidades, logra que todos se callen para escuchar el informe del Ingeniero
Municipal. Al joven no le queda otra sino reconocer que el acueducto
recientemente construido padece de un serio problema: la ley de la gravedad no
permite que el agua llegue, ¡no tiene la presión suficiente! El tal Gerardo
consigue inspiración en su repertorio de farsanterías y grita: “Señores, el
bien de la Patria nos exige acabar con esa maldita ley que evita que crezcan
las flores en los corazones y en los jardines de nuestra gente”. Acto seguido:
propone la derogatoria total de la ley de la gravedad en todo el territorio de
la ciudad de Barquisimeto. Después de algunos cuchicheos entre los diputados,
todos alzan ardorosamente sus brazos, incluyendo los de la izquierda que eran
minoría, y así, por unanimidad, la ley queda derogada.
Cuenta Estela Dublín, protagonista y amante del
Gerardo, que cuando se montan en el avión para regresar a Caracas, el piloto le
llama para consultarle si la eliminación de la ley de la gravedad afectaba
también a las líneas aéreas. Por supuesto que les recomiendo lean la versión
original, mucho mejor construida e hilarante que esta sintética versión libre
que me he atrevido a compartir con ustedes. Como ésta, se encuentran en la
novela otras tantas anécdotas que confluyen en trasmitirnos una revisión
paródica de nuestra historia política contemporánea. Se trata de un “país
atenazado por la falsedad política”. Seguro estoy que Juan Carlos no
confrontaría problema alguno para surtir
una segunda parte de su original novela, con un renovado y formidable
anecdotario gestado en estos tiempos de la Quinta. Si en algo se han destacado,
ha sido en superar con creces todo aquello que con tanta energía criticaron
cuando eran minoría.
Cualquier gobierno democrático entiende que la bondad
o perjuicio del impacto de su manejo macroeconómico sobre los bolsillos de los
trabajadores tiene que ser, naturalmente, sometido al escrutinio de éstos en las
mesas de negociaciones. Si las políticas económicas resultan en un fracaso del
tema inflacionario, es cuestión, simplemente, de ponerse en el lugar del otro
para asumir que tendrá que sufragarse el costo, de ese fracaso, mediante su
sometimiento a un proceso de negociaciones mucho más arduo y en el cual, muy
probablemente, se verá visto obligado a ceder incrementos salariales más
elevados. Es una verdad de Perogrullo, pues bien: este régimen que nos preside
se resiste a aceptarlo como un hecho lógico y natural. No suficiente con ello, cuando
se ve presionado a conversar: también pretende seleccionar a sus interlocutores
y desconocer el legítimo derecho de los trabajadores a decidir libremente quiénes ejercerán su
representación. En el caso de la problemática del sector universitario, no
albergo duda alguna que a la Federación de Asociaciones de Profesores
Universitarios de Venezuela (FAPUV) le autentica un prolongado, y profusamente
documentado, aval histórico para ser reconocido como la natural contraparte en
las conversaciones sobre el tema salarial. Si algún cuestionamiento pudiera
hacérsele a los representantes de FAPUV, en el sentido de tener demasiados años
en sus cargos representativos, es consecuencia de la maldita treta, también de
este régimen, de maniatar a través del CNE el funcionamiento democrático de la
mayoría de las organizaciones gremiales y sindicales de este país.
A pesar de los elementales argumentos señalados, el
recientemente designado Ministro para la Educación Superior (otra treta muy
utilizada por este gobierno para dilatar lo ya desesperadamente impostergable
es designar, a las puertas de un conflicto, a un nuevo rostro de autoridad)
insiste en no reconocer a FAPUV o, en el mejor de los casos, remitirla como
simple oyente a una mesa que tienen montada desde hace tiempo con sus
sindicatos amigos. Este simple hecho ya justifica el Paro Universitario, otra
cosa es que sea una herramienta estratégicamente efectiva frente a un régimen
tan abusivo como el que sufrimos (sobre esto albergo ciertas dudas: cómo no
tenerlas ante un gobierno que ya decidió quitarse su máscara de democrático).
Lo cierto es que estamos frente a un estruendoso
fracaso económico del Gobierno que, evidentemente, nos conduce a un acelerado
empobrecimiento de todos los asalariados compatriotas, sobre todo: de los
adscritos al sector público. No obstante: se insiste en no dar la cara; en
desconocer a la otra parte; en pretender tapar el sol con un dedo apelando a
subterfugios como el desvergonzado argumento que el tema salarial universitario
no es asunto de su incumbencia o ese de
mandar a unos estudiantes a demandar la violación de su derecho al estudio.
¿Para qué contamos con todo el aparato judicial rodilla en tierra? –dirán
ellos-. Cualquier juez sensato e independiente se habría pronunciado sobre la
imposibilidad de otorgar un amparo ante la evidente colisión de dos derechos
constitucionales. También los “pobresores” tienen el derecho constitucional de
recurrir a la medida extrema, habida cuenta de que ni siquiera un espacio les
es concedido para plantear su justa queja laboral. ¿Qué nos extraña? Este
régimen viene recorriendo, desde hace mucho tiempo, un camino empedrado a punta
de falsedades. Recurrirán a la interpretación sesgada de las leyes; harán
nuevas de ser necesario y cuando se les oponga a sus designios una ley física,
como la de la gravedad, den por seguro que la derogarán. Así, próximamente, nos
verán a todos flotando indefinidamente.
muy bueno y jocoso tu articulo, refleja la idiosincrasia política de Venezuela muy clara saludos
ResponderEliminarComo siempre brillante y ese mix entre jocoso y sarcastico es feomenal
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