Tal cual Dioses del Olimpo
Asdrúbal
Romero M.
A partir del año 2010, los estudiantes de quinto y
sexto año de la novel carrera Medicina Integral Comunitaria (MIC) fueron
asignados para realizar sus pasantías en 188 hospitales públicos. Entre éstos
se incluía a los servicios de los hospitales Vargas de Caracas, el J.M de los
Ríos de niños y la Maternidad Concepción Palacios. Los docentes de la escuela
de medicina José María Vargas de la UCV, la de mayor tradición y prestigio en
la historia de la enseñanza de las ciencias médicas en Venezuela, también
imparten clases prácticas allí a los estudiantes ucevistas de los tres últimos
años de la carrera. Fue así como se dio
la oportunidad que estos docentes atendieran y pudieran evaluar las competencias
de los estudiantes de MIC.
Entre enero y marzo de 2011, aunque no había sido
consultada ni solicitada su participación en la preparación y evaluación de los
alumnos MIC, la escuela José María Vargas recogió y procesó información sobre
el desempeño de cincuenta de estos alumnos, en las pasantías de Medicina
Interna, Pediatría, Cirugía y Obstetricia en las tres sedes precitadas. A
continuación voy a transcribir los resultados de dicha evaluación, tal cual
aparecen plasmados en el capítulo preparado por la Academia Nacional de la
Medicina del libro “Reflexiones y Propuestas para la Educación Universitaria en
Venezuela”, publicado recientemente por cinco de las sietes academias
nacionales.
“Una vez culminadas las pasantías y tabulados los
resultados de las matrices de evaluación se encontró que:
1.
Un
grupo de estudiantes de MIC (aproximadamente diez) asignados a los hospitales,
dejó de asistir o asistió irregularmente a los servicios y a pesar de ello
fueron promovidos de un nivel a otro (de 5° a 6° año).
2.
La
mayoría de los estudiantes no pudo demostrar que sabía realizar adecuadamente
una historia clínica, ni que tenía un dominio promedio de la terminología
médica. Ninguno pudo realizar un examen físico completo.
3.
A
ningún estudiante se le pudo asignar pacientes de sala (como se hace con los
internos de la carrera tradicional) para que fueran responsables de su ingreso
y seguimiento bajo supervisión del residente o los especialistas, debido a las
debilidades mostradas en las competencias clínicas básicas.
4.
Durante
las revistas médicas se identificaron importantes fallas de conocimiento
elemental de ciencias básicas, tales como: características anatómicas de
grandes estructuras, conceptos elementales de fisiología, fisiopatología y
bioquímica entre otros.
5.
Durante
sus actividades de sala, mostraron deficiencias para la interpretación de
exámenes complementarios básicos: laboratorio, electrocardiogramas o
radiografías de tórax.
6.
Los
estudiantes no pudieron incorporarse activamente a las guardias de emergencia
porque la deficiente preparación en el área impidió su desempeño. No mostraron
destrezas o habilidades para discriminar los problemas clínicos de acuerdo a su
gravedad, ejecutar acciones de atención inmediata o realizar procedimientos
médicos básicos de emergencia.”
De estos resultados se informó a todos los directores
de los hospitales y a los “coordinadores de pasantías”, no a todos en este
caso, algunos estuvieron ausentes a lo largo de todas las pasantías. Se da por
entendido que todos los estudiantes fueron promovidos. Más de 8000 bachilleres
integraron la primera cohorte de graduados como MIC, de acuerdo a información
suministrada por los ministerios MPPS y MPPEU. La Asamblea Nacional modificó
inconsulta y apresuradamente la Ley del Ejercicio de la Medicina a fin de
incorporarlos al ejercicio legal. Una vez habilitados, alrededor de dos mil
fueron asignados a cargos en medicaturas
rurales y el resto, un 75% en cifras aproximadas, ingresó a los hospitales, ¡incluyendo
los tipos IV y universitarios! Son tantas las cosas que le pasan a uno por la
mente, tantos los adjetivos, ante tan macabra irresponsabilidad de este
régimen.
En mi artículo anterior, en el cual comentara el libro
de Damián Prat, “Guayana: el milagro al revés”, hice hincapié sobre la urgente
necesidad de ir levantando las crónicas del desastre en cada una de las áreas
de la gestión pública. Lo traigo a colación porque días atrás, cuando inusitadamente
apareció en mi pantalla una cadena del Presidente-Candidato -quien al parecer
cree tener el mismo carisma mediático de su antecesor-, fue inevitable que
recordara el texto de la Academia Nacional de Medicina. La insólita cadena, la
misma en la que se cantó con fervor revolucionario el himno de Cuba, tenía como
finalidad televisarnos sin vergüenza alguna la graduación desde Maracaibo de
otra cohorte de MIC. Sobre lo del himno: qué se puede decir que no se haya
dicho ya; en verdad, lo que más capturó mi atención fue ver cómo la ministra
Sader anunciaba con gran desparpajo los múltiples planes de postgrado que ya se
están organizando para los MIC, seguro, por supuesto, que al margen de lo que
pueda considerar el Consejo Consultivo Nacional de Postgrado. ¿Hasta qué
límites van a llevar esta farsa? –me pregunté-, al mismo tiempo que reconocía
el hecho que la Academia Nacional de la Medicina también había cumplido con el
rol de ser cronista de otro desastre más.
El problema es que a este desastre no sólo le cabe el
calificativo de farsa, o el de arrabalero por la forma cómo han procedido:
saltándose a la torera todas las normas que les obligaba a escuchar la opinión
de los expertos. Recurran a la fuente que ya les he citado, para conocer
detalles más aterradores aún de cómo se han atrevido a descompensar –por usar
un término médico- la lógica que suele organizar, en cualquier país cuerdo, el
sistema nacional de estudios habilitantes para tan delicada profesión como lo
es la Medicina.
Finalmente, ha sido el “daimon” al cual hacía
referencia el escritor inglés Rudyard Kipling, ese que en mis breves instantes
de gracia toma el control de lo que escribo, quien me ha conducido al calificativo
perfecto: ¡Desastre Aterrador! ¿Cuántas víctimas por mala praxis médica no
habrá producido ya? Cuántas en un futuro harto difícil de acotar, porque una
vez abierta tan macabra puerta resulta imposible estimar y controlar el caudal
de eventos siniestros causados por su apertura. Debieron haber sentido el temor
del ignorante, pero pareciera que estos prepotentes señores del régimen ya se
han elevado al Olimpo donde es imposible sentirlo. Tal cual dioses de la
mitología griega se han atrevido a jugar con la vida de seres humanos, desestimando
con desprecio las voces expertas que les advirtieron sobre no traspasar ciertos
límites. Tengo la convicción moral que se han puesto las bases para un
asesinato colectivo indiscriminado, un crimen de lesa humanidad que se
encuentra en pleno progreso y por el cual deberíamos hacerles pagar.