ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA VENTA DE CUPOS
Prof.
Asdrúbal Romero M
¿Por qué
abordar este tema? ¿A cuentas de qué un ex rector que debería estar escribiendo
sobre sus memorias lindas en la U opta por referirse a tan escabroso y feo
tópico universitario? Lo considero mi deber. En primer lugar, creo que la venta
de cupos se ha convertido en el problema que más afea la imagen externa de la
Universidad de Carabobo. Cada vez con mayor frecuencia me encuentro con
personas que me hablan sobre lo que les ha ocurrido al respecto (sobre todo
cuando se enteran que soy ex). Mire ex, pagué seis millones para que mi hijo
ingresara y, efectivamente, el chamo que tienes en frente te cuenta de sus
sufrimientos en la U: todavía no ha logrado aprobar ninguna materia pero no
importa, está dentro. Una madre me cuenta que la estafaron, le pedían doce, dio
la mitad y hasta el sol de hoy, cómo puede hacer para hablar con la Rectora, me
interroga, después de aclararle yo que ella no es mi esposa.
En segundo
lugar: creo que la mafia que ha crecido bastante al calor de estas múltiples
ventas delictuosas es responsable de la mayoría de los hechos de violencia que
ocurren en la UC. Constituyen su principal mecanismo de presión: quemas de
despachos decanales, sacadas de pistolas en las oficinas de Control de
Estudios, secuestros de autoridades, etc. Nótese que muchos de estos hechos no
son conocidos ni siquiera por los miembros de la Comunidad, se ha optado por
tratar de cubrirlos con un manto espesamente obnubilador a la luz de la famosa
teoría aquella: lo que no se sabe es porque no ocurre. Pero no es así, para eso
están los pasillos a lo largo de los cuales han corrido las más singulares
leyendas sobre el decano que finalmente renunció a la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas: sobre la bala de plata que le tenían preparada; el perro
santero lanzado desde el techo de Faces como metáfora de la más rabiosa
amenaza; la puerta tapiada con bloques
de aquí no entras más, etc. En un día lo secuestraron tres veces en su oficina
pero eso no lo publicaron los periódicos. Me cuentan que en una oportunidad se fue
a negociar como con cincuenta capuchas a la sede de la radio universitaria
(allí todavía le quedaba un instituto), el personal todo atemorizado -la gente
los conoce y además ellos no se preocupan de ocultar sus magnums-, amenazó con
apagar la 104,5. De ese ex decano ya, no seré yo quien le dé la bienvenida al
gremio, se dicen tantas pero tantas cosas, que realmente uno siente vergüenza
ajena. Ojalá ni el ochenta por ciento de ellas sean ciertas. En verdad yo no sé
cuáles sí y cuáles no. Lo curioso es que
él y distinguidos miembros de su familia, de arraigada valencianidad por
cierto, también han comenzado a hablar,
al parecer no se siente cómodo en el rol de único chivo expiatorio.
En tercer
lugar y esto es lo más grave: la mafia detrás de la venta de cupos se ha hecho
tan poderosa que comienza a tratar de penetrar el poder institucional. Así como
en Colombia llegó un momento que el narcotráfico tenía diputados en el Congreso
y todo el mundo lo sabía. Así como en nuestra apaleada Venezuela, los pranes de
nuestras cárceles tienen el poder para sentarse a negociar con los chivos más
gordos de este particular gobierno, desde Dios le ha dado para abajo. Por
cierto, aprovecho para aclarar: han pretendido manipular mi discurso, no he
calificado de pranes a decanos ni autoridades, válgame Dios, estoy clarito
dónde se ubican los pranes a los que me refiero, son, por si no se han enterado
o prefieren apelar a la técnica de la transposición de roles para tergiversar
mi posición, los que manejan la mafia que planifica, organiza, ejecuta y
supervisa, en fin: gerencia la venta de cupos en nuestra universidad. Ah y se
me olvidaba: amenazan y perpetran graves hechos delictuosos a cuenta de su
mafiosa actividad. También aclaro que no conozco a la señora Ginoy, no tengo
nada en contra de ella, a lo mejor llego a conocerla y me resulta una
encantadora abuelita. No estoy diciendo que ella sea parte de esa mafia ni
pran. Lo que sí digo es que los verdaderos pranes comienzan a ejercer un poder
lo suficientemente audaz como para atreverse a condicionar decisiones
trascendentales de gobierno universitario, porque decidir la designación de un
decano para una facultad, así sea de naturaleza interina, constituye una
decisión de alto gobierno. ¡Por supuesto que lo que señalo es grave! No tengo
pruebas pero sí una larga, diría más bien: larguísima ruta de indicios, que me
conducen al planteamiento en cuestión. Todavía no puedo entregarles pruebas,
capaz y comienzan a llegarme a raíz de estos escritos, pero sí puedo compartir
toda esa serie de indicios y que ustedes juzguen. Como la historia es extensa,
hoy publicaré, además de esta introducción que ya va larga, un artículo que
escribí para este blog el 13/8/2010 –hace ya casi dos años-. No lo busquen,
nunca lo publiqué, dos personas muy amigas me recomendaron que no lo hiciera,
que lo que yo escribía arrojaba un manto de dudas sobre muchas personalidades
ucistas. Me arrepiento de no haberlo hecho, pienso, quizás ilusionadoramente,
que en algo se hubiera frenado esta vorágine. No lo voy a alterar en nada. Lo
contenido en él es la versión de cómo yo apreciaba el problema en aquel
momento. Hoy creo que quizás sea una versión edulcorada. Cada cual lo puede
leer con mayor o menor buena fe, lo importante es que más o menos así comenzó
el proceso que empoderó a una peligrosa mafia. Lo he releído varias veces y
creo que sigue teniendo vigencia como crónica del inicio de un mal camino. Si
se generan dudas sobre personalidades del mundillo que cada cual se preocupe de aclarar su parte.
Se titulaba “Venta de Cupos”, voy a retitularlo:
ASÍ COMENZÓ TODO
Me dice la señora
que me hace las labores domésticas todos los martes: “Señor Asdrúbal, escuché a
dos señoras hablando en la camionetica. Una de ellas comentaba que un decano le
había pedido ocho millones por el cupo de su hijo. ¿Tanto señor Asdrúbal?”
Inmediatamente le
aclaré que ningún decano haría eso. También: que estaba en conocimiento de la
existencia de una mafia dedicada a la venta de cupos, en la que participaban
algunos dirigentes estudiantiles como
avanzada caza incautos que se encargaba de proponer ese tipo de negociaciones
muy deshonestas. ¿Incautos? –me preguntó-. Le expliqué que la mayoría de ellas
terminaban en estafas -amparados en su condición de dirigentes, convencían a
muchos padres de acceder a ese riesgoso
atajo que muchas veces no terminaba en la concreción de lo prometido-; que no
me extrañaba que en ese proceso de convencimiento hablaran en nombre del
respectivo decano. Le conté que en una oportunidad: a un decano muy amigo le
abordó un joven que conocía desde pequeño; le solicitó, directamente, que le
diera el número de cuenta donde debía depositarle los seis millones que le
habían pedido a nombre suyo (bajo la lógica aparentemente candorosa del
muchacho: ¿para qué un intermediario si él podía acceder por vía directa al
amigo decano?). Imagínense el rostro de mi amigo.
Lo cierto es que
con mayor frecuencia venimos escuchando sentidas quejas sobre la venta de cupos
–ya hasta en los programas matutinos de radio lo comentan-, también la denuncia
interna que, lamentablemente, se queda entre las cuatro paredes, viene
generando ese típico y creciente ruido de las piedras sonando que trae el río.
Entiendo que las autoridades rectorales y decanos están conscientes de la
problemática, sin embargo, todavía no se ha exteriorizado la articulación de
alguna política institucional conducente a intentar erradicar estas actividades
fraudulentas. Y digo intentar, porque en mi opinión esta problemática siempre
ha estado presente; siempre, también, resistiéndose tercamente a un sostenido
esfuerzo institucional por mantenerla a niveles verdaderamente reducidos. ¿Cómo
entonces es que se ha llegado a una situación en la que el crecimiento de este
corrupto mercado de cupos ha dado lugar al empoderamiento de una estructura
mafiosa enquistada a él?
Yo diría que el
factor revulsivo ha sido la alocada política de crecimiento matricular que ha
aplicado la UC desde el período rectoral anterior. Aunque las autoridades, no
sólo las de nuestra universidad sino las de todas las autónomas, aparecieron en
los medios de comunicación defendiendo con firmeza el derecho de las
universidades a ejercer su plena autonomía en la implantación de sus políticas
de admisión (recordemos la pretensión del Gobierno, todavía no extinguida, de
centralizar y controlar todo lo concerniente a la oferta de oportunidades de
estudios en todo el subsistema de Educación Superior), lo cierto es que,
soterradamente, se cedió a la presión de incrementar las plazas de estudio. Esto,
sin la debida contraprestación por parte del Ejecutivo Nacional de asignar
mayores recursos. Es así como nuestra universidad pasa de 50 mil a 70 mil
estudiantes de pregrado. En el caso del faculticidio que se perpetró contra mi
facultad de Ingeniería, ella pasó de cinco mil alumnos cuando yo era rector a
los trece mil que malamente alberga en la actualidad –números gruesos-. Me
dicen que de igual forma están afectadas las facultades de Educación y Derecho;
sobre las restantes no manejo información. Este crecimiento matricular no tuvo
el debido acompañamiento de una política que garantizara: el mantener ese
estricto celo, que sí se aplicó en el pasado, en la asignación transparente de esas plazas de estudio adicionales. La
liberación en el número de plazas a ser asignadas trajo consigo una excesiva
flexibilización en cuanto a los mecanismos de asignación. A los decanos se les
concedió demasiadas libertades y como si se tratara de una piñata de nuevos
cupos a repartir: varios de ellos cedieron a la presión de grupos estudiantiles
que les presentaban listas de aspirantes a ingresar, con la pretensión de que
éstos fueran admitidos por la vía graciosa de la concesión. Y así ocurrió, sin
dejar de señalar que este clima de relajamiento posibilitó el que funcionarios
de menor escala también usufructuaran, en la práctica, la potestad de
otorgamiento de algunos cupos.
En ese proceso de
incorrecta cesión a dirigentes estudiantiles de atribuciones que nunca le
debieron ser entregadas, supongo que en los decanos (y también en algunas
autoridades, ¿por qué no?) privó el deseo de congraciarse políticamente en la
búsqueda de resolver, negociadamente, conflictos que estaban planteados y
quizás, en algunos casos, la intención de fortalecerse en el ámbito político
estudiantil. Y digo esto para señalar que no creo que existiese motivación
pecuniaria alguna de parte del sector authoritas, pero debieron pasearse por la
posibilidad de que ésta si existiese en los demandantes de ese tipo de
peticiones. De setenta o sesenta concesiones de esa naturaleza (me dicen que
hasta más), a lo mejor un significativo porcentaje habían sido negociadas en
ese mercado de venta de cupos que le ha venido pintando una cara muy fea a la
Universidad.
¿Qué hacer ahora cuando existen indicios sobre
la movilización anual de millardos de los de antes en ese mercado de
descomposición moral putrefacta de parte de nuestra dirigencia estudiantil? Son
los Julio Soto que no negocian con tickets de subsidio de transporte
estudiantil, sino con algo mucho más delicado desde el punto de vista académico
y humano (vean una publicación previa en mi blog: ¿Quién fue Julio Soto?). No
puede extrañar a nadie que se haya instalado una mafia, ni que ésta esté
dispuesta a recurrir a la violencia delictiva para defender su tajada en el
perverso negocio. Ahora, que se ha dejado que el problema crezca hasta tales
dimensiones, no basta con que un decano diga que va a reducir el ingreso
matricular a su facultad como su racionalidad se lo aconseja, que ese ingreso
reducido tendrá que ser absolutamente transparente y que, por ello, se acaban
las concesiones graciosas de cupos (como lo mencioné antes, debo hacerlo ahora
a fin de evitar malos entendidos: se trata de Jose Luis Nazar, el Decano de la
Facultad de Ingeniería). Las consecuencias las está sufriendo, como también, se
dice, que las sufrió la primera directora -de esta gestión rectoral- de Control
de Estudios Central de nuestra casa de estudios, cuando al intentar entrabar las actividades de
la mafia vio que le ponían unas pistolas en su escritorio y le hablaban de sus
hijos (la referida profesora tendrá, obviamente, la posibilidad de negar si
esta leyenda que corre a sotto voce en los pasillos de la Universidad es falsa;
en todo caso: el simple hecho que corra ya es señal de que las cosas no andan
nada bien en esta materia). Prefirió renunciar – a escasísimos meses-. ¿Qué
hacen tantos dirigentes estudiantiles pululando sempiternamente por los
pasillos de esa dirección? La respuesta institucional tiene que ser sistémica e
integral, autoridades rectorales, decanos, Consejo Universitario, todos como un
bloque, generando un mecanismo de contrapeso de poderes donde nadie, por sí
solo, tenga la atribución, o pueda ser percibido que tiene la atribución, para
entregar cupos que puedan ser negociados en ese mercado persa que debe ser
erradicado a como dé lugar y sin dilación alguna.
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