martes, 22 de octubre de 2019

¿Se puede continuar haciendo lo mismo?




Se Exige Claridad

@asdromero


Hace unos días en uno de los chats de opinión política en los que me mantengo suscrito, uno de sus miembros escribió una crítica bien fuerte sobre los políticos opositores. Casi inmediatamente, tal comentario generó una protesta enérgica y frontal de tres o cuatro miembros y allí quedó el debate. Luego, quien había lanzado la primera piedra, matizó y escribió esto: “…el riesgo es que por no querer aceptar que ellos y el capitán juegan muy mal, no podemos vencer al contrincante y, entonces, estamos pateando, dañando y execrando a millones de humanos” (cita textual).

Se produjo de nuevo un intercambio de opiniones, más suave esta vez, y el iniciador remató: “Venezuela en este momento tiene cientos de políticos enfrentados con alevosía, agresión y desfachatez a millones de ciudadanos que sienten, actúan y piensan diferente”. ¿Hasta qué punto se podría admitir como válida una afirmación tan dura como esta? ¿Se puede responsabilizar sólo a los “políticos” de no haber podido derrotar al Régimen?

Las dos interrogantes subieron a mi nivel consciente como burbujas espontáneas y ya no pude dejar de pensar en ellas. Ciertamente, del espíritu en enero de cuasi consenso, o al menos significativamente mayoritario, alrededor de la RUTA, al porcentaje de unidad de criterios ya finalizando el año se ha abierto un apreciable trecho. Que además crece día a día. Se observa un creciente fenómeno de desafección hacia los actores políticos por parte de la ciudadanía que todavía retiene alguna capacidad de ejercer algo de ciudadanía (que cada vez va siendo menos, en este logro el Régimen ha resultado ser tremendamente eficaz).

El índice de compartimiento de lo que los políticos vienen haciendo por parte de los ciudadanos se reduce monotónicamente, sin excesiva prisa pero sin pausa. Como si ellos estuviesen arriba, en un escenario, acometiendo la performance de una obra de teatro en la que los espectadores han ido perdiendo gradualmente el interés. En cierta forma, sí sería válido afirmar que la clase política ha comenzado a enfrentarse  a una creciente ciudadanía insatisfecha. Ahora bien, no podría asegurarse que los políticos estén conscientes de que están involucrados en ese enfrentamiento. Quizás, ellos piensen que todavía están haciendo lo correcto y que la mayoría les acompaña en esa percepción. Menos podría afirmarse que el enfrentamiento lo estén protagonizando con “alevosía, agresión y desfachatez”. Esta es mi opinión con respecto a la primera interrogante.

Con respecto a la segunda interrogante, no comparto para nada que los políticos sean los únicos responsables de no haber podido todavía infringirle una derrota al nefasto régimen. Los ciudadanos también han tenido culpa. Y aquí vuelvo a insistir en una aclaratoria: muchos de los que otrora formaron parte de la ciudadanía política han venido siendo superados por la durísima lucha por la sobrevivencia a los que los ha sometido el Régimen -su mayor éxito-. Ya no podemos contar con ellos. Quizás en algún momento se abstuvieron de aportar la contribución ciudadana que se esperaba de ellos, ahora, simple y llanamente: no están en capacidad de darla. Con el ineluctable paso del tiempo, la ciudadanía con alguna capacidad de acción política se ha reducido a lo que otrora podía englobarse como una clase media, con un nivel de educación lo suficientemente apto como para comprender la sistemática destrucción que se ha acometido en el país.

Por cierto, los dirigentes de algunos partidos que todavía viven en la añoranza de ser partidos de “grandes mayorías”, insisten en contabilizar a esas ingentes masas de ciudadanía perdida a la hora de construir gestos de subestimación hacia los nuevos partidos, como VENTE por ejemplo, que no calan en las “grandes mayorías”, según ellos. De acuerdo a mi experiencia: esa subestimación ha sido factor fundamental para no sentarse a discutir  la formulación de una ruta auténticamente unitaria, con un soporte organizacional que le aportara estabilidad y consistencia en el tiempo (capaz de revisarla de ser necesaria sin que ello menoscabara su legitimidad ante los ojos de los ciudadanos). No se han dado cuenta que en el reducido espacio de ciudadanía que va quedando, los “que no tienen pueblo” han logrado dividirle el espacio de opinión y así hemos arribado a este caótico estado de desentendimiento e incomunicación. Escenario en el cual los políticos con mayor responsabilidad orgánica en el frente opositor están corriendo el riesgo de irse quedando solos.

Hecha la larga aclaratoria, los ciudadanos también han tenido la culpa. Hay mucho de comodidad e individualismo en ese reducido espacio de ciudadanía que va quedando. Lo manifiesto a sabiendas que corro el riesgo que me lancen patatas por decirlo. Hoy por hoy, comparto en cien por ciento la opinión de un querido amigo, miembro de la hermandad maracucha del Gonzaga, ex jesuita, Wagner Villalobos, quien hace semanas me expresó: Venezuela es un fallo cultural como país, así pasará a los anales de la Sociología. En nuestra estructura de valores como sociedad no tuvimos los anticuerpos de ciudadanía suficientes como para impedir la descomunal destrucción de la que hemos sido objeto como nación. Somos como el ser vivo cuyo cuerpo no es capaz de producir los anticuerpos necesarios para vencer a una enfermedad que termina llevándoselo a la tumba.

Pudiera acusárseme de ser animado por un cómodo eclecticismo al reducirle carga de responsabilidad a los políticos y endilgársela a la sociedad, pero desde el punto de vista meta cognitivo en el que he buscado situarme (influencia del Mindfulness), es lo que me parece justo. Ahora bien, los políticos son los que quieren dirigir y si pretenden mantenerse en ese estatus deberían comprender que es hora de dar un golpe de timón al actual rumbo. Deben sentarse a reflexionar. Desapegarse de la emocionalidad política, tomar distancia, dejarse ayudar por gente experta, y revisar si lo que vienen haciendo todavía es lo correcto.  Y si no lo es, resolver la pregunta de las 64000 lochas: qué es lo que debemos hacer para enrumbarnos hacia la solución definitiva. Ha pasado demasiado tiempo. El Régimen ha hecho mucho daño a mucha gente. Es inevitable entonces que les endilguen parte de ese costo. Por eso vienen cayendo y de no dar con el rumbo hacia la solución, terminaran cayendo. Lo malo es que con ellos  caemos todos.

Yo no sé qué es lo que hay que hacer. Algunas de las recetas que circulan de la oposición a la oposición son bastante pueriles. Coincido con otro amigo que en twitter se pronunciaba sobre la necesidad que el mecanismo de diálogo de Oslo se aplicara en primera instancia a la Oposición. Es decir: creo que hallar el camino certero pasa por una unidad verdadera, construida sobre la base de un auténtico y nacionalista debate. Se necesita un norte claro. En este sentido, me encantó la pancarta que el movimiento de Mujeres Organizadas por Carabobo (@MOCarabobo) le sacó a Guaidó en su más reciente visita a Valencia: “Carabobo Exige Claridad”. Me dicen mis informantes que el Presidente(E)  acusó el golpe. Ojalá haya sido así. ¿Qué duda cabe que debemos movilizarnos? Pero sin claridad, la movilización del 16N corre el riesgo de no ser acompañada por mucha gente. Esto también lo he constatado en la discusión en varios de los chats a los que estoy suscrito.

En conclusión: ¿Podemos continuar haciendo lo mismo? Esa es la pregunta clave que la clase política debiera plantearse. De allí que sea estrictamente necesaria la reflexión conducente a una profunda revisión. De no modificar el rumbo y la metodología cómo se está actuando, corren el riesgo que el teatro se les quede vacío. ¡Perderíamos todos!