Diario entre dos marchas
Asdrúbal Romero M. (@asdromero)
Me sentí contento.
Realmente feliz. Por mi participación en la marcha del 19 de abril. Partí desde
la avenida Lara. Acompañando a la Universidad, como sentí era mi rol
institucional. Los ucistas, quizás pocos para mis expectativas, marchando con
entusiasmo al lado del pueblo. Los espectadores dejaban ver en sus rostros el
agrado de vernos manifestar pacíficamente nuestro rechazo a la dictadura.
Aunque no se sumaran, constituía una nota muy positiva.
Luego supe que había
participado en la marcha más grande que se había dado en Valencia en todos
estos años de falsa revolución. Eché en falta un buen discurso de cierre,
coherente con la importancia del histórico acontecimiento del que estábamos
siendo parte. Caracas, conjuntamente con Valencia, Maracaibo y otras tantas
capitales del interior reviviendo aquella otra jornada histórica del 19 de
abril de 1810: ahora éramos millones los que manifestábamos un resonante NO a
este destructor gobierno. Sólo faltaba la dignidad de un Emparan. Las dificultades para la acertada conducción
política en el estado se hicieron una vez más patentes. En medio de esa
ausencia, muchos anunciaban que se iban a la autopista, a la zona del
“desafío”. Se les puede comprender ese deseo, pero no podemos dejar de expresar
nuestra preocupación que, una vez instalados en esa zona, la insuficiente
conducción política concluye haciéndose inexistente.
En la tarde noche de ese
mismo día comenzó el fluir de muchas preocupaciones en los chats de opinión en
los que participo. Se activó una vez conocida la respuesta de los factores
democráticos al Plan Zamora, desconozco si ella fuera totalmente consensuada: “nos
vemos mañana a la misma hora”. Mientras algunos se sumaban, entusiastamente, al
llamado de intentar reiterar al siguiente día la celebración de una jornada
histórica. Otros expresaban sus reservas al respecto. Citaré una con la cual me
sentí identificado –no aportaré nombres-: “La manifestación de hoy fue
anunciada con suficiente tiempo. La gente estuvo preparándose para ella. Si
convocamos una marcha similar para mañana, no va a asistir ni la décima parte
de la gente que hoy se movilizó. Pasaremos de una inmensa demostración de
fuerza a una de lamentable debilidad. No me parece bien pensada esa
convocatoria para mañana. Ni siquiera hemos tenido el tiempo y la posibilidad
de asimilar el gran éxito de hoy”. Concluía nuestro interlocutor en varios
chats, hablando de la necesidad de “metabolizar” este trascendental 19 de abril
para transformarlo en una gran sensación de victoria democrática.
¿Por qué me sentí
identificado con esta opinión? Antes de responder esta interrogante, considero
importante valorar positivamente el efecto sorpresa para el Régimen del llamado
a los opositores a permanecer en las calles. El Régimen ya había gastado todos
sus cartuchos organizativos en la celebración de una marea roja, no tendría
capacidad para contrapuntear lo que en el lado opositor se construye a partir
de la espontaneidad y el fervor democrático de la gente. Quizás en Caracas,
donde se condensa el liderazgo democrático nacional, hacía más sentido insistir
en la permanencia en las calles. Pero a nivel regional, tal llamado constituía un reto organizativo difícil de
superar. Me sustraeré de emitir opinión con relación a otras regiones cuyas
circunstancias de organización política desconozco, me referiré,
específicamente, al caso de Carabobo. Con relación al ámbito regional, la
opinión ya citada de mi compañero de chat tenía mucho sentido y la realidad de
lo acontecido el 20 le dio plenamente la razón.
En vista de las
preocupaciones e inquietudes emitidas a través de los chats, los compañeros del
Grupo de Pensamiento Universitario, que no todos pensamos homogéneamente pero
hacemos el ejercicio periódico de reunirnos para compartir puntos de vista,
convenimos en presentarnos al día siguiente en el Rectorado, lugar del cual
habíamos partido hacia la Lara para marchar. En cuanto arribamos, pudimos
constatar lo que temíamos. Muy pocas personas. El punto de partida de la
avenida Lara no se pudo constituir. Como tampoco, eficazmente, el de la redoma
de Guaparo y otros puntos correspondientes ubicados más al norte. Entiendo que
tampoco el de la avenida Aranzazu. Con los que se hicieron presentes en el
Tijerazo y en el Shopping se logró sacar una pequeña marcha que la mayoría de
los entendidos coincidió en apreciar: había alcanzado a convocar apenas entre
un 5 a un 10 por ciento de los que habían marchado el 19 de abril. La marcha
careció otra vez de una exteriorización discursiva del sentido y propósito
político de lo que se acometía. De allí, otra vez un sector de los marchistas
terminó en la zona de “desafío”.
¿Qué hizo falta en el
lapso de lo inmediato? Como lo expresé en una reunión que se dio por
coincidencia en el despacho rectoral: hizo falta que alguna instancia de
coordinación política regional se reuniera el mismo 19 en la noche y se
planteara como problema puntual el cómo responder al reto que anunciaba
Caracas. La concentración en un solo punto de los esfuerzos de todos los
partidos políticos; la Universidad, que también había asumido el llamado hacia
la calle, y demás factores comprometidos en el accionar democrático y pacífico,
pudo haber constituido el criterio de partida para el diseño de una actividad
política distinta. ¿Otra marcha? Muy posiblemente sí. ¿Por qué no? Pero no vaciada
de propósito político, todo lo contrario: estructurada alrededor de la
necesidad de emitir un mensaje claro sobre las razones por las cuales se
protesta y del compromiso de las fuerzas democráticas con mantener el perfil
pacífico de su lucha, a pesar de las provocaciones que el Régimen,
continuamente, perpetra en aras de conducirnos al terreno que más le beneficia.
Con relación a esto
último, considero muy oportuno reproducir aquí lo expresado por un compañero
del GPU en la reunión a la que aludí y que luego plasmara como texto en varios
de los chats. Cito: “Hoy las evidencias, soportadas en fuentes creíbles,
muestran de forma clara el escalamiento del conflicto. Este escalamiento deja
ver cómo en este nivel: la conducción del curso de las acciones queda en manos
de los grupos más violentos. Es decir, ya
en ese tramo del escalamiento, la estrategia pacífica, democrática y
constitucional comienza a desvanecerse de manera abrupta. De modo que en el
obligado diagnóstico se muestra un enorme déficit de conducción democrática y
de organización ciudadana que impide la continuidad de la estrategia que fuera
inicialmente trazada. Se impone, como he dicho, una reflexión política a
profundidad en este aspecto”. No es lo mismo, añado yo a esta reflexión, que el
Régimen reprima, violentamente, una marcha pacífica a cuya cabeza están
nuestros diputados y lo más granado de nuestra dirigencia democrática nacional,
cuando ya hemos visto como muchos de ellos son afectados por las lacrimógenas y
hasta internados en clínicas para su recuperación, ciertamente no es lo mismo que
cuando el Régimen reprime a unos marchistas que, en un ámbito regional y a motu
propio, han asumido irse a la zona de “desafío” a interrumpir la circulación en
una autopista, que no ha sido objeto del trazado inicial de una manifestación
de carácter político diseñada por la instancia de coordinación política
regional a quien compete su organización. ¿Por qué cuando esto ocurre ningún
líder político regional se atreve a asomarse por esa zona? La respuesta es
obvia. Como también es obvio que cuando ello ocurre: la naturaleza de nuestra
lucha democrática comienza a pervertirse.
No hay duda, después de
los acontecimientos ocurridos anoche en El Valle y otras zonas de Caracas, así
como en diversos lugares del interior, que el conflicto está escalando. Toda la
política comunicacional del Régimen, persistentemente, está orientada a
denigrar nuestra justa lucha democrática para hacerla ver como violento
golpismo. Provoca, provoca y provoca para inseminar la arrechera en nuestra
gente que la lleve a perder los estribos y caer en el juego que a ellos les
conviene. Estoy plenamente consciente que no es nada fácil contrarrestar esa
diabólica tentación, pero hay que hacerlo, hay que controlar a las masas y eso
sólo puede ser logrado con un auténtico ejercicio de liderazgo democrático. Regionalmente,
hay que edificarlo.
Es justo y necesario que,
en nuestro ámbito, podamos llegar a la etapa de poder mantener,
organizadamente, a los ciudadanos por varios días en la calle sin pervertir su
lucha. Pero para ello es necesario: más organización; más y mejor conducción
política; más reflexión estratégica; más
cohesión entre los diversos liderazgos regionales de cara al gran objetivo
común al que aspiran los ciudadanos; mayor apalancamiento institucional al
interior de todos los partidos y organizaciones que se comprometan con este
combate final que se nos abalanza encima. La confluencia de todos estos
factores de mejoramiento en el ámbito regional es una necesidad de vida o
muerte. Por eso, la recomendación dada a la Rectora en esa incidental reunión
donde estuvieron presentes varios representantes de las cámaras empresariales,
autoridades y ex autoridades universitarias, así como connotados generadores de
opinión, en el sentido de que hiciera gala de sus mejores oficios, como una
autoridad muy representativa en el estado, a los efectos de coordinar la
concertación de una reunión entre los diversos factores regionales en aras de
explorar puntos de coincidencia en la dirección de lo que hemos expuesto. En
esa reunión se produjo un muy mayoritario consenso, sobre la necesidad de crear
una instancia de coordinación regional en la que se trabaje a marcha forzada en
el logro de todos esos factores de mejoramiento. En mi opinión, el escenario
actual de confrontación se caracteriza por un cierto equilibrio de fuerzas.
Contamos con un muy mayoritario apoyo popular; apoyo internacional; el explosivo
desarrollo de una crisis humanitaria que el Régimen no ha podido ni sabido detener;
etc., pero ellos disponen de los recursos del poder y de la fuerza del Estado. En
este escenario, ninguna de las dos partes pareciera tener en lo inmediato la
fuerza suficiente para forzar un desenlace. Por ello, el aporte que pueda
obtenerse de una masiva participación regional a la lucha que se libra en la
Región Capital es fundamental. Es entonces estricta y absolutamente necesario elevar
la calidad de la política a nivel regional.