Si yo fuese el 99
Asdrúbal
Romero Mujica (@asdromero en twitter)
Me refiero
a ese diputado que pareciera estar dispuesto a saltar la talanquera. No se sabe
a ciencia cierta quién pueda ser, aunque haya indicios que apuntan hacia el
suplente de la diputada por el estado Monagas, María Aranguren. Pero pudiera
ser otro y todo el espectáculo alrededor del antejuicio de mérito a la
mencionada diputada no ser más que una maniobra distractiva del Régimen, para
mantener a la Oposición mirando hacia otro lado y luego sorprendernos con un
insospechado traidor emergente. Si tomamos en cuenta el importante paso que el
Gobierno dio ayer, al introducir ante la AN la solicitud de la Ley Habilitante,
todo pareciera indicar que el decidido a dar el enorme salto ya está dispuesto.
Atascado en
una de esas terribles colas valencianas, no sé por qué se me ocurrió pensar en
qué cosas podrían estar pasando por la mente del incógnita saltador de
garrocha. Si yo fuese él, a pesar de las villas y castillos que pudieren estar
ofreciéndole, me lo pensaría muy bien para abalanzarme en ese terrible salto
que a estas alturas del partido no es cualquier cosa. Mi inconsciente se
sublevó e, inmediatamente, me envió una señal de corrección: tú nunca podrías
ser él. Ciertamente, quienes me conocen saben que por principios y bajo ninguna
circunstancia: ni siquiera entraría a considerar la posibilidad de ser él.
Tozudamente, me negué a abandonar el juego mental. Supongamos por un momento,
Asdrúbal, que tuvieses tu precio, alto, pero precio al fin y al cabo. Los
cínicos dicen que todo ser humano tiene su precio. Anda, continúa: ¿Qué
pensarías?
Analizaría
el terrible costo que tendría que pagar. Significaría montarme a última hora en
un barco que se está hundiendo. Ya a estas alturas, en mucho más de la mitad
del país existe un consenso de que con este gobierno es inviable continuar –Maduro
ha puesto de moda la inviabilidad-. En todos lados, la gente te lo dice: aquí
algo tiene que pasar. No saben qué, pero presienten que cualquier día de éstos
ocurrirá lo que tenga que pasar para detener esta inminente caída por el
precipicio. Ya no es que no se consiga harina pan o leche; unos te hablan de su
vehículo inmovilizado por meses porque no hallan forma de adquirir un vulgar
repuesto; otros de la medicina para sobrellevar el cáncer de un familiar
querido que lleva semanas agotada en el país; el estudiante de la farsa
académica de un laboratorio donde no hay equipos ni componentes; el contratista
que decidió tirar lo toalla porque ya no consigue los materiales para
construir; en fin: podría continuar hasta el final de este artículo señalando
innumerables ejemplos, de la más vasta diversidad, sobre porqué la vida en este
país se nos ha hecho inviable. Y lo más importante, que ya la inmensa mayoría
coincide en darte sin tapujos su parecer: con este gobierno es imposible que
salgamos de este marasmo. La sabiduría popular no deja espacio para las dudas:
les queda poco tiempo en el poder. ¿Cómo salen? No tengo idea, no soy adivino,
pero si fuese el diputado 99 elaboraría algunos escenarios y me preguntaría:
¿Cómo quedo yo cuando a quienes auxilio se hundan? ¿De qué me valdrán las
villas y castillos? ¿Será que tendré que huir al extranjero para disfrutarlas y
adónde, que no me alcancen los tentáculos de la justicia?
Ya no se
trata de la raya y el descrédito que el Sanchecito y el Ojeda- ¡tan elocuente
que era para ocultar su bajo precio!- se echaron encima. Ya ha transcurrido algún tiempo de la ejecutoria de su marca en salto largo y seguro estoy que, aun así,
les embargará la preocupación sobre cómo quedarán ellos. El problema del
diputado 99 es de otra dimensión: se trata de un salto de garrocha sin red de
protección. Cada día que transcurre, le
suben la vara y el riesgo de una caída mortal se incrementa. El escenario
político ya no es el mismo. La sensación de deterioro continuado ha dejado de
ser difusa para convertirse en negro nubarrón que presagia tempestades. Tan
traidora decisión representaría un avieso desafío a la ya evidente voluntad
mayoritaria a favor de un cambio de
rumbo, conformada a raíz de esa intuitiva
percepción de proximidad al barranco que ha comenzado a democratizarse con
tendencia irreversible. En este contexto, el diputado 99 tendría que prepararse
para asumir que su actuación no fuese recibida
con la misma tolerancia de meses atrás. Si fuese él, me paralizaría el terror
de ver condenada mi inmortalidad a vivir entre los entretelones más negros de
nuestra historia,
Así concluyó
mi imaginativo juego mental. No sin antes suponer que nuestros líderes de la
bancada opositora habrían buscado contactar, por aire, mar o tierra, a todo el
universo de potenciales 99 (sin prejuicio previo sobre su ética, es decir: a
todos), para hacerles saber con pelos y señales cómo sería interpretada su
acción. Supongo que muy buenos argumentos hay en este momento para hacer
desistir a cualquiera de tan osada decisión. No quedarían bien ante el país que
después de la tan telegrafiada estrategia oficialista, anunciada como en cámara
lenta, igual apareciera el diputado 99 permitiéndole a este régimen salirse con
la suya. El Gobierno asume una guerra
-que en la realidad es una auto guerra-, ya va siendo hora que nosotros
asumamos la nuestra.