¿Y qué haría usted si fuera Capriles?
Asdrúbal
Romero M.
¿Y qué hacemos ahora? Una inesperada pregunta, lanzada
por quien en ese momento me servía un pabellón para almorzar en la panadería
que frecuento casi todos los días. Un súbito intercambio de miradas me permitió
intuir a que se refería. Sin titubear, le respondí: viene un forcejeo, los del
CNE tratarán de auditar lo menos posible, los representantes de la Oposición
intentarán poner la lupa en las irregularidades que fueron detectadas. Un breve
silencio y continué: no creo que se logre mucho, difícil que a Maduro lo
desenchufen como consecuencia de ese proceso. Ojalá me equivoque.
Nunca había sostenido con él un intercambio previo que
me permitiera suponer que le interesaban los temas políticos. Es verdad que
siempre me ha parecido desentonar con relación al resto de los dependientes del
establecimiento, la mayoría: muy jóvenes y con tendencia a durar muy poco en
los trabajos (el dueño siempre se queja de una altísima rotación). En cambio,
el autor de la pregunta es un señor relativamente mayor y que lleva ya algún
tiempo laborando allí. Portador de una buena imagen como trabajador, más bien
extraña que no haya logrado emplearse en un trabajo de mayor nivel. Hacedor de
buenos cafés, siempre busco que sea él quien me los prepare. A lo mejor, es por
eso que me cae muy bien; supongo, ahora, que también yo le caigo bien.
¿Por qué me hace a mí ese tipo de pregunta? No creo
que sea lector de mi blog, ni siquiera que sepa que escribo sobre asuntos
políticos. Todo esto vino a mi mente conforme le respondía. Él se mantuvo
sereno frente a mi respuesta. ¿Y entonces? -repreguntó-. Continué vomitando mi discurso político de
los últimos días: no hay que apostar todos los huevos de la canasta en esa
pelea, peligrosa porque podemos desgastarnos en ella y no conseguir el
resultado al que aspira la gente. Hay que ampliar los objetivos de lucha, pedir
soluciones ante la crisis económica que se nos viene encima.
Una mirada de complicidad me dijo que había conectado con
mi interlocutor. Arrancó él: cuando comencé a trabajar aquí, poco más de un año
(no sé por qué: tenía la idea que era mucho más), el kilo de queso duro lo
vendía a cincuenta y cinco, ahora está a ciento cincuenta y el proveedor nos
advirtió hoy que se pondría por encima de los doscientos. ¿Hasta dónde vamos a
llegar? Los precios de muchas cosas se van a triplicar, le dije, pensando en
las botellas de vino tinto argentino cuyos precios acababa de ver en el
supermercado de enfrente. ¡Lo que viene es candanga!
¿Y qué haría usted si fuera Capriles? El hombre allí
parado insistía en sus preguntas mientras el dueño, desde la caja, comenzaba a
verle con cara de pocos amigos. Las caraoticas se me iban a enfriar, pero no
quise dejarlo sin una respuesta. Me reuniría con los representantes de los
trabajadores, de los gremios educadores y profesionales, de los empresarios y
comerciantes, primero por separado, discutiendo con ellos su visión sobre cómo
sacar al país de esta crisis. También con las iglesias, los partidos, las
universidades y academias, organizaciones de la sociedad civil, acompañado con
un equipo que fuera estructurando una propuesta unificada para presentársela al
país. Luego, los convocaría a todos, a una gran asamblea representativa de la
Venezuela que realmente mueve a este país, para extraer de ella un documento
principista, como las tablas de los diez mandamientos -se me ocurrió esa imagen,
intentando que el diálogo no se me convirtiera en un soliloquio-. Sí, como un
decálogo contentivo de las exigencias mínimas a las que el Gobierno debería dar
respuesta. ¡Diez planteamientos por los que luchar!
El hombre no dijo nada. Como si hubiese tomado súbita
conciencia de la mirada reprobatoria del jefe, se retiró con premura. Creí ver
en el fondo de su mirada una señal muy tenue de comprensión de lo que le había expresado.
Menguada, quizás, por sus reducidas esperanzas ante un futuro que, obviamente, le
generaba angustia. Quise creer que algo bueno había quedado del sorpresivo
dialogo con quien nunca había pasado de un cortés saludo. Narro tal cual
ocurrió. La opinión que compartí con él brotó espontáneamente de mí, incluyendo
la referencia a aquel Moisés visualizado en la persona de Charlton Heston. Así,
sin adornos, se los presento.