CAPÍTULO TRES DE “ALGO HUELE MAL EN DINAMARCA”
Prof. Asdrúbal Romero M.
Conversaciones con la Rectora y el Secretario (en el pasado)
I-Con la Rectora
A pocos días de haber salido electa como rectora, recibí una invitación de
la profesora Jessy Divo de Romero para sostener una reunión social que prometía
algún intercambio de ideas. El gesto me agradó mucho, máxime que yo no había
votado por ella. El lugar de encuentro fue la casa de un común gran amigo, el
profesor Alejandro Sué, secretario durante mi gestión rectoral. La velada
estuvo de lo más grata: un reencuentro nocturno socialcristiano con vinitos
incluidos –considerando que también estuvo presente el Dr. Jesús Ganem
Martínez-. Buenos recuerdos compartidos, mientras que los desencuentros en el
pasado se enterraban más en el olvido. Pero, como era de esperar, llegó el
momento de hablar de política universitaria. Nos enteramos que la relación con
los Maldonado iba ya en ruta de franco deterioro, lo cual, a decir verdad, a nadie
le extrañó en demasía. En la sesión de recomendaciones, aproveché para
manifestarle mi preocupación por el creciente empoderamiento interno de la
mafia dedicada a la venta de cupos. Le conté todo lo que había llegado a mis
oídos: cómo algunos decanos habían autorizado, vía oficio, inscripciones de
listas de bachilleres recomendados por grupos estudiantiles (en la segunda
parte del Capítulo II bajo el subtítulo “Así comenzó todo” se ofrecen mayores
explicaciones sobre el contexto en el que se producen tales autorizaciones.
Recomiendo su lectura para mejor comprensión de lo que a continuación se expondrá).
Le hice mi aclaratoria: suponía que los decanos accedían a tales peticiones, a
fin de mantener buenas relaciones con los grupos estudiantiles, acrecentar su
posición política en ese sector y, quizás, resolver negociadamente algunas
situaciones conflictivas de índole interno.
Pero, se hablaba ya de números de autorizados muy altos, lo cual, aunado
al creciente cotilleo que había en la calle sobre los montos exigidos a los
padres, dependiendo de la Facultad, debía haber hecho pensar a esos decanos que
con sus graciosas concesiones podían estar nutriendo el crecimiento de un
mercado en el que se comenzaban a manejar miles de millones de bolívares de los
viejos al año. Esos decanos, debían pensar –le decía yo a la rectora- que buena
parte de esos autorizados a inscribirse habían sido vendidos por los grupos
estudiantiles, y en esto no hacía distinción si eran de tendencia opositora u
oficialista. ¿Cuándo se quisiera sanear cuál iba a ser la reacción de esos
grupos, muchos de ellos violentos, cuando vieran que se les pretendía cerrar el
grifo de cuantiosos ingresos? ¿Quién le iba a poner el cascabel al gato?
Debo decir: que me sentí muy cómodo interponiendo esta denuncia ante la
rectora entrante porque, justamente, nos encontrábamos en la casa de un ex
secretario, quien incluso había arriesgado su vida en aras de mantener una
férrea política de transparencia en la admisión estudiantil. Gracias a él, le
debo que en lo atinente a este muy particular aspecto de la vida universitaria,
nuestra gestión rectoral se vea y resplandezca como una flor de loto en medio
del charcal. Debo decir también, que la respuesta de la rectora me sorprendió
gratísimamente: no andaba en la luna, no señor, estaba al tanto de todo lo que
yo allí le había dicho, complementó la información, aportó mayores detalles,
porque déjenme decirles que en esa reunión se habló, como quién dice, a calzón
quitao, con pelos y señales de esas que por esta vía no se pueden decir, porque
corre uno el riesgo de ser demandado sin tener todos los pelos en la mano. Hubo
realmente confianza en el diálogo. Le hicimos una recomendación que la
explicaré luego, en la conversación con el secretario, y me retiré de esa
reunión confiado en que comenzarían a tomarse medidas para ponerle un parao a
tan grave situación.
II-Conversación con el Secretario
No puedo precisar la fecha de esta reunión, sólo decir que ya se había
avanzado un trecho del período rectoral. La intermediación para que se
produjera la hizo la profesora Rosa Indriago, quien además estuvo presente. El
motivo: propiciar un acercamiento político. Yo fui el que más hablé, el
profesor Pablo Aure se dedicó más a escuchar (se suele decir que en una reunión
política quien más calla tiene el control de la conversación). Le manifesté que
me llamaba mucho la atención su valentía al escribir su columna de todos los
lunes; que a algunos universitarios, como a mí, eso podría atraerles, pero que
también había escuchado críticas. A algunos les preocupaba ese estilo de
confrontación tan directa con el Gobierno de parte de una autoridad
universitaria. Pensarían que su actitud podía generarle represalias a la
Institución que, a la postre, pudiera perjudicarles (los docentes
universitarios suelen asumir posiciones políticas en función de sus intereses
personales). Otros opinaban que por estar pendiente de la política de la calle
descuidaba sus funciones universitarias. Mi recomendación fue que debía buscar
un equilibrio: no abandonar su alto perfil externo, pero promover más su
gestión como autoridad universitaria. Y justo allí, caímos en el tema que ya
había tratado con la Rectora, porque es
al Secretario a quien compete, como autoridad universitaria, la implementación
de las políticas de ingreso estudiantil. De nuevo, expuse mis cuitas y mis
reservas sobre la corrección de la dirigencia estudiantil, con menos detalles,
por supuesto, porque la confianza no era la misma que la existente entre la
Rectora y mi persona –después de todo era nuestro primer encuentro tú a tú-. El
profesor Aure no se abrió a dejar ver que estaba al tanto del gravísimo
problema que le estaba planteando, como sí lo había hecho la Rectora. Recuerdo
que me manifestó lo siguiente: en materia de ingreso estudiantil, mi política
es muy clara, yo respeto lo que los decanos decidan. Inmediatamente le riposté,
señalándole que esa no me parecía la política adecuada en las circunstancias
que se estaban viviendo, por cuanto se ponía toda la presión sobre los pobres
decanos. Era necesario estructurar una respuesta institucional al problema,
sistémica e integral: autoridades
rectorales, decanos, Consejo Universitario, todos como un bloque, generando un
mecanismo de contrapeso de poderes donde nadie, por sí solo, tuviera la
atribución, o pudiera ser percibido que tenía la atribución, para entregar
cupos que luego pudieran venderse en el mercado manejado por la mafia –esta fue
exactamente la misma recomendación le había sugerido a la Rectora-
Recuerdo que disfruté
mucho narrándole: cómo había sido mi gestión rectoral de pulcra en esa área de
ingreso estudiantil. Para ingresar a alguien por la vía de gracia, se requería
que Decano y Secretario se pusieran de acuerdo, pero con Sué, eso se había
acabado. No transigía a acuerdo alguno, así que ni decanos ni autoridades
ingresábamos a bachilleres por la puerta de atrás. En una oportunidad, le
conté, recibí una misiva de Guaicaipuro Lameda, para ese entonces al frente de
la ONAPRE, quien me refería un bachiller para su ingreso. Tomé la decisión de
ordenar, directamente a Control de estudios, su inscripción. No alcancé a
hacerlo, no sé como Alejandro se enteró, pero se me presentó en el Despacho
Rectoral, reclamándome agriamente mi disposición. Se trata de una petición de
quien depende nuestra asignación presupuestaria, cómo es que yo, siendo rector,
voy a aparecer como no pudiendo acceder
a su solicitud, va a pensar qué es que no quiero. Nadie se imagina que
ni siquiera el rector pueda disponer de un cupo en esta vaina –le respondí
airadamente-. Alejandro Sué se levantó de su silla y me dijo: Rector, si usted
hace eso se generará una crisis institucional pero yo no le acepto que usted
pase por encima de mí en una materia que es de mi competencia. ¿Qué hago? –le
pregunté-. Deme la misiva del general que yo se la respondo y así fue. Nunca vi
su respuesta. Todo el mundo criticaba lo que calificaban de intransigencia de
Alejandro, hasta yo mismo, pero hoy comprendo a la perfección que su postura
era la correcta. Fue tal su intransigencia que un decano se volvió loco y
modificó los resultados de una prueba de admisión en su facultad para favorecer
a algunos bachilleres. Me imagino la presión que tendría con la pedidera de
cupos, todos la teníamos. El caso terminó denunciado en el Consejo Nacional de
Universidades. Anécdotas más, anécdotas menos, la conversación concluyó. No
recuerdo que el actual secretario se hubiese comprometido conmigo de cambiar su
política. Esperé que así fuese. Como corolario de esa reunión: colaboré varios
meses como columnista en su portal ¿Hasta Cuándo? Luego, consideré prudente
retirarme.
III-En un acto de grado
Ocurrió el tres de
julio de 2009. Asistí a un acto de grado de Ingeniería con la finalidad de
acompañar a Ibrahim y María Angélica, mis dos últimos tesistas de pregrado, con
quienes había cultivado una excelente relación. En el cuartico del anfiteatro
donde se visten las autoridades –con el traje académico-, estábamos todos.
Comentaban las autoridades su disgusto por unas declaraciones aparecidas en El
Carabobeño del Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Juan José Ramos, a raíz de una acción
vandálica perpetrada por seis individuos rayando todas las paredes de la
Facultad. El lunes 28 de junio le habían llamado para amenazarle que le
quemarían su despacho. “No lo quemaron,
pero sí rayaron todo. No permitiré que quemen el decanato, así me tenga que
quedar de guardia a las afuera” –declaro el mencionado-. La protesta era
por la campaña que habían iniciado en contra de la venta de cupos, según el Decano, y al final de la crónica periodística se podía leer esta perla: “Representantes
de grupos estudiantiles se mostraron molestos porque este año no les asignarán
cupos. Al respecto Ramos dijo que no cuentan con los espacios suficientes ni
con los recursos para poder hacerlo”. El Decano había reconocido,
cándidamente, que a los grupos estudiantiles se les daban cupos, pero que ese
año no les podía dar. Esto fue lo que molestó a las autoridades: el candoroso
reconocimiento de una errada política que el novel decano creía poder
desterrarla. Recuerdo que les dije: allí tienen el clamor pidiendo ayuda de un
pobre decano. Se los advertí. El problema de los cupos no puede dejarse
únicamente sobre los hombros de los decanos. Todos ustedes tienen que ponerse
de acuerdo en que nadie mete, ni la Rectora mete, y verán cómo liquidan ese
problema. No sé si les volví a contar la anécdota de Sué y Guaicaipuro Lameda, a
lo mejor fue allí y no en la sabrosa conversa con el Secretario que la conté -los viejitos nos ponemos olvidadizos
y reiterativos-. Me encaramé la toga y disfruté mi acto. Ahora sabemos que Juan
José Ramos no pudo liquidar la vieja política, todo lo contrario como veremos.
IV-¿A cuenta de qué tantos prolegómenos?
Todos recordarán que el
ingreso a la escuela de Derecho fue cerrado por un año. Pues bien, piensen
ustedes en una cifra de cuántos pudieron ser admitidos el período lectivo
anterior. Cualquiera, la más extravagante que se les ocurra. No sigan leyendo
para buscar la respuesta, hagan el ejercicio primero. A esa facultad la
colapsaron. ¿De qué tamaño sería el exabrupto que a los bachilleres de la
siguiente cohorte con buenas notas, vocación y actitudes para estudiar Derecho
se les negó de golpe y porrazo su derecho? El Consejo Universitario había
aprobado una cuota de 980 cupos. Pues bien, ellos ingresaron dos mil
cuatrocientos cincuenta y nueve nuevos alumnos, el 250%!! Se los digo en
números ahora: 2459, se los debería decir en verso a ver si así pueden procesar
tan tamaña irresponsabilidad. Evidente que el decano Juan José Ramos no pudo
concretar su primera buena intención. A lo mejor le ocurrió aquello que dice el
refrán: “Si no puedes con el enemigo, únetele”. Al final, todo terminó en una
solapada y despiadada campaña con la finalidad de endilgarle toda la
responsabilidad y en un acoso tenebroso –lo comentamos en el primer capítulo de
esta historia-, como estrambótica y
tenebrosa es la cifra que les he revelado.
¿Y la Facultad? Para no
redundar, algunas frases de docentes: “Nooooo,
yo me retiré, Rector, las secciones son de ciento ochenta y alumnos, no caben
en las aulas, algunos escuchan las clases parados, se retornó a los tiempos de
la vieja casona” –se refería a la antigua sede de la Facultad en el centro
de Valencia esta profesora jubilada que se resignó a no seguir colaborando-.
Imagino que así como ocurría en la casona, ahora se tomarán un mes o más para
los primeros parciales, otro tanto para los segundos, meses de clase efectivas
al año: tres, para lo demás Master Card. Otra profesora: “El ambiente está muy feo, allí ya no se puede trabajar, crearon un
monstruo y ahora no saben cómo controlarlo”. Ahora bien, la pregunta de las
sesenta y cuatro mil lochas: ¿El decano es el único responsable de tal
exabrupto? ¿Y el Secretario dónde estaba? ¿En la Luna? Fue lo que le pregunté
al que me ratificaba la cifra. ¿Y la Rectora dónde estaba? Uno puede comprender
que el cargo implica demasiados asuntos sobre los cuales estar pendiente, vaya
si lo puede comprender uno, pero un desaguisado de tal tamaño no le puede pasar
desapercibido a ningún rector o rectora. Aparentemente todo se explica por un error
estúpido de una tal mariana. ¿A quién creen que engañan?
Sólo hay cuatro
escenarios para buscar una explicación, porque justificación nunca la va a
haber. El escenario de la Indolencia: lo de ellos es el juego arriba, lo que
ocurra abajo no les importa. El escenario de la Incompetencia: evado los
problemas, me dedico a otra cosa porque los problemas que debo resolver no sé
cómo hacerlo. El escenario de la Negociación con el Poder en las Sombras, ese
que dejaron que creciera a pesar de que se les advirtió. Les confieso que yo
creo que este es el que corresponde a la etapa en la cual estamos. Pero para
que entiendan mis razones, primero tengo que contarles algo: la primera vez que
supe del Festín 2459 fue a raíz de la intervención de Control de Estudios
Central –ahora tiene un nuevo y flamante nombre-. Del enfrentamiento con la
Asociación de Empleados, el eterno Hernán, quedaron heridas y pruebas, que
incluso llegaron a manos de un importante diputado del PSUV, según se me ha
dicho. Cuando a mi me hicieron la denuncia, no sé por qué la desestimé. Creo
que mi cerebro emocional mandó la información, directamente, a la gaveta donde
ubico las cosas que me hacen daño y con relación a las cuales nada puedo hacer.
Como anda el país, he tenido que añadirle nuevos compartimientos. Cuando me
buscaron para explicarme que en Educación no iba Ruth, sino una tal Ginoid que
era la que tenía el control político de esa facultad –menudo control ahora digo
yo, que sigo sin entender para qué me buscaron para informarme de tal carajada-,
me pareció todo tan inexplicable, pero tan inexplicable, que el dato Festín
2459 saltó por sí sólo de la gaveta en la que le tenía escondido. Recuerdo que
pregunté: ¿Es verdad que en el período… en Derecho….2459 nuevos ingresos?
Ratificada la cifra y tomando en cuenta la primera candidatura fracasada del
decano abandonante, el escenario que vino a mi mente, inmediatamente, fue el de
la negociación o cesión por temor al anti poder, pero sobre esto desplegaré
mejor mi línea de razonamiento en la cuarta entrega de esta novela corta.
Por lo pronto, ratificada la pregunta, a mi me
ocurrió como a esos maridos engañados, que todo el mundo lo sabe menos ellos,
pero cuando, finalmente, algún amigo o familiar se atreve a decírselos, es como
si les descorrieran una cortina y les pasaran una película hacia atrás,
entonces es cuando comienzan a atar cabos. Ya para finalizar, existe un cuarto
escenario. El del usufructo al más alto nivel de los bienes mal habidos que
produce la empoderada mafia. Yo me niego a creer esto, que quede muy claro que
así lo declaro. Pero es triste, lamentablemente muy triste, que cada vez
consiga más miembros de la Comunidad que piensen que es por allí por donde andan
los tiros, lo piensan y se lo callan, lo aceptan como tantas otras cosas en
este bizarro país, que les hacen daño pero sobre las cuales sienten que nada
pueden hacer.
PROPOSICIÓN FINAL (en
aras de la transparencia). Que la Universidad de Carabobo comience a publicar,
en página web, las estadísticas de nuevos ingresos estudiantiles, discriminadas
por facultad. De ser posible, que se publiquen también las de los años
recientes cuya información todavía esté disponible.