Impresiones sobre el debate
Asdrúbal Romero M.
De entrada lo aclaro: no estaba de acuerdo con la realización de ese debate. La MUD debió haber asumido la responsabilidad de organizar una secuencia de debates cuando la campaña estuviese más adelantada -quizás a mediados de enero-, estructurada de manera tal que se lograra una más amplia cobertura de los tópicos de mayor interés para el país. Además, ya para ese momento es de suponer que el trabajo de los trescientos, trescientos, trescientos –lo repito recordando el famoso veintiocho, veintiocho, veintiocho- técnicos que, secretamente, vienen trabajando sobre la propuesta programática de la MUD estaría culminado. Se ha anunciado que todos los precandidatos, como es lógico, deberán comprometerse con ella. Lo digo con cierta sorna porque debo reconocer que cada vez que escucho hablar a Ramón Guillermo Aveledo sobre los trescientos técnicos me produce irritación. Ya va a salir el humo, dice, y parece no darse cuenta que su promesa reiterada no hace más que enfatizar la opacidad con la que ese trabajo se viene acometiendo. Nuestra posición ha sido: hagamos del proceso de elaboración programática un proceso participativo que sirva de apalancamiento al proceso político, nada sencillo, de ganar las presidenciales; llevemos el famoso trabajo a las regiones para que sea enriquecido con el sentir regional o ¿es que, como lo predijera un preclaro amigo: “los sabiondos de Caracas van a pretender otra vez imponer su modelo centralista”?
Pero bueno: hablemos del debate. No hay un programa concertado todavía. A los estudiantes se les ocurre organizar un debate y allí van los precandidatos. Excluyendo a Arria, que asume esta campaña como una plataforma para decir el discurso que a él le mueve –con aspectos muy interesantes y principistas por lo demás-, que sabe que no va a ganar y que pareciera no tener mayor compromiso con la MUD, excepto el de haberle pagado su participación, los otros cuatro dieron la impresión de ser cuatro sabelotodos que van por allí, a su propia cuenta, lanzando propuestas que no necesariamente su obviedad las hace creíbles. Hacia el desagüe del escepticismo van las doscientas mil escuelas, los un millón ciento ochenta y tanto mil empleos en el primer año, los seis millones de buhoneros convertidos en empresarios, etc. ¡Cómo quisiéramos que todas esas promesas fuesen realizables! Antes de lanzar promesas al voleo, cualquier análisis serio debe partir de la situación harto dificultosa en la que se encuentra el país. De reconocer, con humildad, que el próximo presidente va a tener que gerenciar un proceso de transición muy difícil; que tendrá que ser un agente de la búsqueda de consensos políticos como, de hecho, ya lo es como participante en unas primarias que son manifestación de un consenso político y que debieran ser, también, concreción de un compromiso programático, lo suficientemente concertado como para mantener comprometidos a todos los sectores políticos que conforman la MUD y lo necesariamente abierto como para no atar de manos al próximo presidente. Nada de eso se dijo y debió decirse.
Tomemos el tema de educación por ejemplo, por razones obvias es el que más me interesa, se propuso en el debate: construir más escuelas, contratar más profesores, regularizar la situación de los interinos, la boleta escolar, dignificar más la profesión docente, entre otras cosas: pagándole mejores salarios y mejorando su protección social. Esto último lo dijo María Corina, anotándose para mí un claro round victorioso, convencido como estoy que la educación está muy mal en este país, porque, entre otras causas, la estamos pagando muy mal. ¿Cómo podemos pretender tener una educación de calidad si pretendemos pagarle a los docentes sueldos de miseria? El problema es que todos esos verbos: construir, contratar, regularizar, dignificar implican recursos que este estado quebrado que nos van a dejar no tiene. Lo mismo podemos señalar con respecto a la contratación de más jueces y fiscales, y la construcción de penitenciarías en el tema de la justicia, o en el tema de la salud que no se tocó en el debate. La ingente cantidad de recursos que requieren las “obvias” soluciones nos remite al elemental problema sobre cómo volver a tener un estado con capacidad financiera, que tampoco es la única que se requiere pero que sí es indispensable, de cara al objetivo de transformar a nuestro estado en uno con capacidad de garantizarle a todos los habitantes de este país el ejercicio cabal de todos sus derechos ciudadanos. Y esto debiera remitir a los candidatos, al análisis previo del nefasto modelo en el que estamos y por qué es urgentísimo cambiarlo. Frente al Socialismo del Siglo XXI la contrapropuesta de un Capitalismo con Acción Social. María Corina fue la única que se aproximó a este enfoque desde el principio, por eso, en la mañana del día siguiente observo casi un consenso en la gente de que fue la ganadora. Enrique pareció coger pista con lo que ella dijo y fue mejorando. Leopoldo bastante por debajo de mis expectativas. Y Pablo Pérez ratificando nuestra percepción de que le faltan muchas millas. En cuanto a matices pudo haber ganadores y perdedores. La gente muy contenta por la realización en el país, después de muchos años, de un evento con tanto talante democrático, pero los precandidatos, en general, lucieron insuficientes de cara a la dificilísima tarea de conducir a este país por el tortuoso camino del futuro a corto plazo. Quizás lo que haya prevalecido es la creencia de que no es conveniente políticamente confrontar al chavismo. Esto puede ser correcto en el escenario del tú a tú con sus adeptos, pero a Chávez hay que confrontarlo en el terreno de las ideas esenciales de su propuesta política. Frente al estado comunal: el proyecto alternativo de país sustentado en las autonomías regionales. Extrañamente, ninguno de los precandidatos, al menos tres: hijos de la experiencia política recientemente más exitosa en Venezuela, la descentralización, se refirió a esto. Sus debilidades quedaron expuestas. La MUD, que debió haberle salido al paso a la iniciativa estudiantil y con sólidos argumentos reservarse para sí la realización de los debates en más oportuna ocasión, lo permitió. Por favor: evitar más caimaneras. ¡Hay demasiado en juego!