¿Hacia dónde nos lleva?
Asdrúbal Romero M.
Mi problema es que paso demasiado tiempo en el futuro. Fue lo que me vino a la mente cuando veía la cadena de Chávez en la que anunciaría, finalmente, los tan esperados incrementos salariales para el sector universitario. La forma de hacerlo ha sido reiterativa: unilateralidad en el ajuste anunciado, siempre en abusivo desconocimiento de las Normas de Homologación; una letanía de multimillonarias cifras que preceden el anuncio, destinadas al ocultamiento de la realidad; a exaltar la figura magnánima del Padre y a justificar, engañosamente, la algarabía con la que su acólito público presente en el imponente escenario le celebra lo que él dictamina, así sea cuchillo para sus propias gargantas; y, no podía faltar, la escena final en la que, otra vez el Padre, dialoga cariñosamente con unos niños acompañados por una o dos seguidoras con caras embobadas por la admiración hacia el máximo líder de la Revolución. Demasiado visto, diría yo, pero tiene su efecto.
En todo caso, no sé si se dieron cuenta de su excesiva insistencia en la sustentabilidad del incremento decretado. ¿Creen ustedes que Chávez no quisiera darnos a todos la compensación de la inflación sufrida en estos años que no hemos recibido incremento salarial? Claro que quisiera hacerlo, esa sería su mejor bandera de campaña para la reelección. Como un tácito mea culpa reconoció, en el caso del sector universitario, que no habíamos percibido incrementos salariales en los últimos tres años, lapso en el cual la inflación acumulada fue del 108% -eso no lo dijo-, pero no le tembló el pulso al anunciar apenas un 40% a partir del primero de mayo, sin retroactivo alguno. ¿Por qué lo hace? Porque las cuentas no le dan. Chávez está entrampado dentro del tinglado que el mismo ha creado con sus erradas políticas económicas. Por muy ignorante que haya sido, estoy seguro que él ya lo sabe. Por eso es que ya no le es posible anunciar incrementos que acallen el tumulto. ¿Qué ocurría antes? Que si la compensación requerida por la inflación era de un 70%, Chávez anunciaba, siempre con un significativo retardo, un 35% y algunos meses de retroactivo. La gente, por miedo, por pereza, etc., se la calaba. Ahora, posiblemente, también terminaremos encajando el golpe, pero el disgusto será mayor. Progresivamente, la distancia entre el ajuste inflacionario requerido y el incremento que él pueda otorgar irá creciendo. Así nos iremos haciendo infinitamente más pobres. Lo que necesitamos es proyectar el disgusto actual hacia el futuro
A Chávez le hubiese encantado poder anunciar un incremento más potable y aquietador del 70%. Se lo habrán tenido que explicar mil veces: en esta economía improductiva mucho más dependiente del ingreso petrolero –exactamente todo lo contrario a lo que él prometía-, sería un altísimo riesgo decretar aumentos lo suficientemente altos como para mantener esa especie de manto encubridor, al menos para una lega mayoría, del creciente empobrecimiento al que estamos siendo sometidos. De hecho, estamos siendo llevados a un precipicio. Ese es el futuro que visualicé, cuando escuchaba al Chávez Páter hablar de su preocupación por la sostenibilidad de los incrementos que ha venido decretando para los diversos sectores. Se trasladó a su infancia, para recordarnos cómo él y sus hermanos, siendo niños, le pedían dinero a su madre y ella se los tenía que negar porque no alcanzaba para todo lo que ellos querían. Ahora él es el Padre que nos dice a todos, sus niños, que no puede darnos todo lo que hemos perdido porque, de hacerlo, a lo mejor pudiera llegar el momento en que al Estado no le alcanzara para pagar la nómina. Sabe que está operando sobre la base de ingresos petroleros inusitadamente altos, gracias a lo que ocurre en Libia, pero que ellos pudieran bajar en un plazo no muy largo y cualquier audaz apuesta en materia salarial le dejaría al descubierto. Si es que su discurso suena hasta sensato, ahora, y lo digo: no para convertirme en agente tranquilizador de la justa protesta, sino para que reflexionemos sobre el camino por el que nos van llevando. Lo he señalado en otros artículos: el ritmo de gasto de Chávez va más rápido que cualquier tendencia de crecimiento sostenible en el tiempo del ingreso petrolero, llegará un momento que a él no le bastará ni un barril de petróleo a 200 dólares y sabemos que un precio a ese nivel causaría una recesión mundial con la consecuente baja de demanda y de precio. Ese sueño suyo no es sostenible, mientras tanto nos salvan sólo las infortunadas guerras y eventos atípicos que tanto afectan a habitantes de otros lugares del planeta. La suerte de Chávez como dicen algunos, es la desgracia de otros y será también nuestra desgracia. La inflación va más rápido que los sueldos, tendencia inequívoca, por qué no nos trasladamos todos hacia ese futuro donde nos llevan.