La controvertida decisión de
Capriles
Asdrúbal Romero M.
En toda
democracia, el realizar actividad política opositora se considera necesario y
respetable. En nuestro país se justifica, aún más, que se asuma el rol de hacer
oposición sin cortapisas ni miedo de admitirlo. El régimen al cual nos
enfrentamos requiere que esa oposición sea articulada y efectiva, lo cual
demanda: planificación para el diseño de estrategias; capacidad para el dialogo
y la concertación de esfuerzos de los diversos sectores políticos y
organizaciones de la sociedad civil; acompañamiento a los sectores e
individualidades nefastamente afectados por las políticas gubernamentales;
coordinación y articulación de las actividades gremiales en todos los ámbitos;
organización de las redes de acción política a nivel de las comunidades con la
ambiciosa meta de cubrir todo el territorio; generación de un discurso político
contundente, educativo y eficaz; en fin, una inmensa tarea organizativa donde
queda mucho por hacer y que requiere, sobre todo, un liderazgo político
nacional reconocido. Creo que el
candidato Enrique Capriles Radonski alcanzó, por su trayectoria y visibles
logros en su sobresaliente campaña, ese sitial. Lo lógico y natural es que, de
ahora en adelante, él asumiera ese rol de líder nacional de la oposición.
Lamentablemente,
desde mi perspectiva, ha tomado una decisión que no le permitirá abocarse a
dedicación extremadamente exclusiva a ejercer ese rol. Optó por regresarse a
pelear por su gobernación. Que su decisión es valiente: sí, corre el riesgo de
perder aunque sigue siendo, obviamente, el mejor candidato para mantener ese
estado en manos de la Oposición. Muchos analistas coinciden en que si no se
regresa, es muy factible la pérdida de Miranda y de la Alcaldía de Sucre. Aun
admitiéndolo y viendo el desarrollo de la política nacional en un tablero de
ajedrez, el probable sacrificio de una torre –tampoco puede darse como un
hecho- es una opción a considerar si, a cambio, posicionamos una dama con una
excelente movilidad para el ataque y la defensa. También muchos analistas
políticos, algunos muy reconocidos internacionalmente, han señalado que era
precisamente esa la pieza que nos hacía falta: un líder con reconocimiento
nacional. A estas alturas ya estoy consciente que esta opinión es altamente
controvertida, lo reconozco, pero es
importante que se sepa: mucha gente la está compartiendo. Porque no se
explicite con un escrito como este nuestro desencanto, no se va a ocultar el
hecho que el sentimiento está allí: a muchos la decisión de Capriles nos ha
caído como un jarrón de agua bien fría.
Supongamos
que gana la Gobernación, los que defienden su decisión argumentan que ello no
será obstáculo para seguir desempeñándose como líder nacional. Permítanme poner
esto en un estatus de grandísima duda, decir eso es desconocer el carácter
profundamente absorbente del ejercicio de una gobernación como la de Miranda. A
menos que abandone parcialmente sus funciones, en cuyo caso podría perder la
confianza y el afecto de muchos que ya ha ganado. Me da la impresión que él no
lo haría por la excelente ética de trabajo que nos ha demostrado, intentaría
teledirigir hechos políticos en el ámbito nacional con una efectividad que se
iría reduciendo a significativa velocidad. En el mediano plazo, habrá dejado un
espacio vacío que otros competirán por ocuparlo y se repetirá un ciclo. Ya
vivimos la experiencia de Rosales, aunque es justo decir que no hay comparación
entre los niveles de aceptación y liderazgo que acopió Capriles, calificado por
muchos como un auténtico fenómeno de masas, frente a lo que logró el ex
gobernador del Zulia. ¿Acaso tenemos tiempo para seguir experimentado ciclos de
liderazgo nacional temporal?
Hay otros
argumentos que se han esgrimido que bien vale la pena comentar. Si no opta por
la Gobernación correría el riesgo de desaparecer políticamente. ¡Por favor! Ya Capriles tiene en su haber una
trayectoria que le permitiría mantener su plena vigencia en el ámbito político
sin necesidad de desempeñar cargo público alguno por los momentos. Por
supuesto, dirigiendo a la Oposición como le corresponde, no yéndose a su casa.
¿Acaso Betancourt o el primer Caldera necesitaron ser gobernadores para
convertirse en padres de nuestra democracia? O no vayamos tan atrás, un ejemplo
más reciente: Leopoldo López, tiene tiempo fuera del “coroto”, pero se dedicó a
recorrer el país y fundó una organización política que acaba de obtener casi
medio millón de votos en unas circunstancias electorales bastante adversas.
Creo, además, que este argumento insinúa una incorrecta vinculación entre el
desempeño de un cargo de gobernador o alcalde
y la posibilidad de acceder a recursos públicos con fines de proyección
política. Por otra parte, el ejercicio de las Gobernaciones bajo este régimen
se ha convertido más bien en una situación de extremo riesgo político.
Gobernaciones estranguladas presupuestariamente, ahogadas con deliberado
propósito, que cada vez cuentan con menos recursos para atender las ingentes
necesidades de sus pobladores. Progresivamente, el nivel de descontento laboral
entre los trabajadores dependientes de las gobernaciones crece, sin que ellos
parezcan comprender dónde reside la verdadera causa para que sus legítimas
pretensiones de mejoras salariales no puedan ser atendidas. Los Gobernadores de
la Oposición van a tener en estas elecciones que esmerarse en la elaboración de
un buen discurso para estos trabajadores. Le va a ser muy fácil a los
candidatos oficialistas, achacarles responsabilidad por sentidos problemas que
no han podido ser debidamente resueltos, a causa de la devaluación sostenida de
unos presupuestos erosionados por una inclemente inflación. Corren el riesgo
también que de algún manejo presupuestario para atender un urgente problema, se
derive un injusto proceso de enjuiciamiento y regresamos, así, a historias
conocidas. Ser Gobernador en las circunstancias actuales es como ser una
“torre” encerrada entre otras piezas del ajedrez que le impiden su movilidad.
Capriles como un líder político, que seis millones y medio de venezolanos
aprendimos a querer y respetar en este reciente proceso electoral, corre más
riesgos de perder liderazgo político quedándose en la Gobernación, que los que
correría de dedicarse a organizar la Oposición que se requiere antes los
difíciles y oscuros tiempos que se nos avecinan. Pero esto ya es materia de
otro artículo.
no es fácil!!!
ResponderEliminarQUE HACEMOS!!! , QUE PODRÍAMOS PROPONER!!! ACCIONES SON AMORES!!!
ResponderEliminar